En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».(Lucas 10, 38-42)
Marta, Antonio, Juan, Luisa, Mª Ángeles...Dios nos llama por nuestro nombre y por medio de la revelación de su voluntad en Jesús nos muestra que sólo hay necesidad de una cosa: "escuchar la Palabra a los pies del Señor". Actualmente, debido a cambios horarios, trabajos, problemas y vicisitudes, estamos viviendo unos días donde hacemos más de Marta que de María.
Claro que dedicamos ratos a la oración. Pero esos momentos los pasamos más de pie y moviéndonos, que sentados a los pies del Señor. Sentarse y escuchar supone fijar la mirada, el corazón y todo nuestro ser en Dios que con su Palabra nos da vida. Sólo con un tiempo importante dedicados a escuchar daremos verdaderos frutos en nuestra vida cotidiana.
En nuestra familia nos alegramos cuando todos podemos ser María y ponernos a los pies del Señor para ser enseñados. Pero también nos alegramos cuando sólo uno puede permanecer junto al Pan de Vida orando por los demás. Procuramos no hacer como Marta y llamarle para que nos ayude en los trabajos que hacemos. Creemos que es una bendición para nuestras vidas, que alguno de nosotros ore si los demás no pueden hacerlo. Moisés mantenía las manos alzadas por su pueblo intercediendo. María lo hacía por su hermana.
Jesús también desea que seamos Marta, pero sabiendo que sólo Él nos hará fértiles en nuestras tareas diarias, necesarias e imprescindibles. Marta cuidaba todos los detalles para atender a Jesús, pero no tenía tiempo de estar a sus pies. Sólo escuchando la Palabra de Dios y deseando que sea revelada por el Espíritu Santo para cada día podremos tener el equilibrio de realizar las tareas de Marta con eficacia.
Marta hará la voluntad de Dios en sus trabajos diarios cuando haya incluido en su agenda un tiempo sólo para el Señor, que debe ser el más importante del día. De hecho Marta había empezado su día acogiendo al Señor. El texto de Lucas empieza señalando: "En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa". Queda claro que Marta es quien recibe a Jesús en su casa. Cada uno hemos recibido a Jesús en nuestra casa como Zaqueo, pero en lugar de escucharle hemos estado atareados hablándole de nuestras preocupaciones o proponiéndole nuestros planes como inaplazables.
Todos tenemos mucho de Marta pero nos justificamos para no disponer de tiempo como María. Jesús ama a María y a Marta de forma única y por eso desea que las dos crezcan en su Amor. Para ello una sola cosa es imprescindible, el tiempo y el deseo de escuchar la Palabra de Dios, para que se haga Vida en nosotros. Ese tiempo puede prolongarse como oración interior cada segundo, cuando trabajamos o realizamos cualquier cosa. La clave es sencilla: no disponer de tiempo para escuchar al Señor y llenarnos de Él nos impide poder poner en práctica lo que dice San Pablo en Gálatas 2,20-21: "Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano".
La gracia de Dios habita en nosotros pero debemos actualizarla para cada momento escuchando al Señor. Sólo así los demás podrán ver el rostro de Cristo en nuestras actitudes. En Hechos de los Apóstoles 17,28 leemos:
pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: "Porque somos también de su linaje."El linaje es la descencia que como hijos de Dios todos tenemos de Adán.
Pero nos fijaremos en una definición muy precisa que nos da el diccionario de la Real Academia Española, que se ajusta a la situación espiritual de Marta. Se trata de "behetría de linaje":
Antiguamente, población cuyos vecinos, como dueños absolutos de ella, podían recibir por señor a quien quisiesen.Al entrar en el pueblo Marta recibe en su casa a Jesús y lo hace Señor. Luego ella quiere seguir actuando para servirle no según los designios de Jesús sino según sus propios deseos.
Ante cada cosa que debamos hacer si vivimos para el Señor deberíamos interrogarle en nuestro corazón siempre: ¿En esta situación Señor que quieres que haga? ¿Cómo responderías Tú y debo hacerlo yo? ¿Qué es urgente para Ti que haga hoy dentro de mis posibilidades horarias? Al no preguntar al Señor y escucharle nos preocupamos y agitamos como Marta por muchas cosas. Las agitaciones y preocupaciones no son nunca la voluntad de Dios, puesto que nos quitan la paz. Sabemos que la vida es una cadena de dificultades pero Jesús Resucitado nos acompaña para mostrarnos cada instante cual es el Camino, la Verdad y la Vida. Para ser Providencia y bendecirnos. Para de cada contrariedad sacar un bien muy superior a lo que podemos imaginar.
Todos tenemos mucho interés en cumplir con nuestras obligaciones laborales y hogareñas, tener el mejor coche, hacer un buen viaje, cocinar una buena comida, dar a nuestros hijos lo que nosotros no tuvimos en nuestra infancia. Y no nos damos cuenta que todas esas cosas no son necesarias para Amar como Dios nos Ama. Para hacerlo sólo es necesario decir: "Señor enseñamé. Estoy a tus pies. Preciso de Ti más que de nada o nadie en la vida. Llenamé de tu vida para que yo pueda ser fuente de tu Amor y servirte en los demás. Jesús, que mi corazón arda de deseos de compartir mi vida contigo porque sólo así te seré útil cuando sirva a los demás. Deseo que tu Palabra se encarne en mi corazón y que Tú guíes mis pasos, mi caminar. Quita de mi mente, de mi corazón todo aquello que pueda ser un impedimento para que me siente a escucharte. Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme ".
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