Nicolás y Joaquina, matrimonio de Don Benito (Badajoz), son padres de seis hijos, cinco de ellos consagrados; junto a ellos, Ana, enferma durante muchos años, de quien sus hermanos dicen que ha tenido mucho que ver en su vocación.
Nicolás Sánchez hace recapitulación de la historia de la familia que fundó, hace 41 años, junto a Joaquina: «Hemos tenido seis hijos; la tercera, Ana, vino al mundo con un síndrome que le provocó una especie de autismo. Se nos murió con 23 años; y ha sido el eje sobre el que ha girado toda esta familia. Era una niña que respondía al cariño y al amor de una manera maravillosa. Esos niños son los niños del amor, y en sus ojos se refleja Dios. Sus hermanos dicen que ella ha sido la protagonista de todo lo que tiene que ver con su vocación». Sus cinco hermanos, Nicolás, Pilar, Kiko, Manoli y Carolina, son consagrados en diferentes Órdenes religiosas e Institutos seculares de la Iglesia: el movimiento laical Seminario del Pueblo de Dios, las Hermanitas de Belén, los misioneros claretianos, el movimiento de los Focolares y la Filiación Cordimariana, respectivamente.
Desde pequeños
Nicolás dice que, «desde muy pequeños, mi esposa los ha acostumbrado a ir a la parroquia, y no es tan raro que hayan respondido rápidamente a la llamada de Dios, porque estaban perfectamente integrados en la Iglesia». Y Joaquina asiente: «Yo siempre he pensado que a los niños hay que educarlos desde bien pequeños, y por eso he procurado siempre crear un ambiente de presencia de Dios: rezaba con ellos, leíamos el catecismo, les explicaba por qué íbamos a misa... A mí siempre me habían preocupado las vocaciones en la Iglesia, rezaba mucho por ellas, pero no pensaba que este tema me iba a tocar a mí. Yo daba catequesis en la parroquia, buscaba a Dios, leía mucho, en casa la Biblia se manejaba mucho; y peleaba mucho para que mis hijos fueran muy coherentes en su vida».
Una gracia inmensa
La llegada de las inquietudes vocacionales a la familia Sánchez no le hacía mucha gracia a Nicolás al principio: «Con un par de ellos -dice- me habría bastado, pero todos... Sin embargo, he de confesar que cada vez estoy más contento. No tener nietos duele, pero compensa el ver que todos mis hijos son una maravilla, en todos los aspectos, como hijos, en su entrega total, en su honradez. Son unos hijos modélicos, que enorgullecerían a cualquier padre». Joaquina lo vivió de otra manera; afirma: «Para mí no ha sido una sorpresa. Ha sido una alegría muy grande. Pienso que una vocación es una gracia inmensa, y, por eso, pienso que, con este abanico de gracia, el Señor se ha desbordado con nosotros». ¿Y no echan de menos a los nietos? Joaquina exclama: «¡Mira que me gustan los niños! Pero, cuando tú vives desde la profundidad de Dios, tu tiempo, tu amor y tu dedicación puedes orientarlos de otra forma; disfrutamos mucho con nuestros sobrinos-nietos. Yo pienso siempre que Dios hace muy bien las cosas; Él sabe bien lo que tiene que hacer».
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