En el famosísimo ’68, un estudiante de una universidad europea tuvo la ocurrencia de dejar una pintada en la barda. Ésta aseguraba, con no poca ironía, que “El amor eterno dura tres meses”. Supongo que no lo hizo por mero cinismo, quizá él mismo había experimentado una decepción recientemente y el graffiti no era más que un desahogo emocional. Lo que no dudo, es que ese muchacho no estaba hablando del verdadero amor.
Ese “sentimiento de amor” que dura tres meses no es amor. “Se parece” tanto al amor como la caricatura del tigre del cereal se parece al temible felino del sureste de Asia: al primero lo tiras a la basura, al segundo lo respetas. El auténtico amor no es un sentimiento, porque los sentimientos van y vienen más rápido de lo que tardas en cambiar un canal en la tele.
Conozco un caso desde hace tiempo que siempre me hace reflexionar sobre la fuerza del auténtico amor. Por más que parezca inverosímil el hecho es completamente real. Por respeto a los protagonistas omitiré los detalles que puedan identificarlos.
Alfonso salió de su casa por la mañana, como todos los días para ir a trabajar. Rebeca, su mujer, lo despide en la puerta sin notar nada extraño. Lo ve como siempre, contento, con el deseo de que salgan bien las cosas en la tienda y pueda regresar a tiempo para comer.
Llega el mediodía sin Alfonso. Rebeca espera. Es de noche y Alfonso no vuelve. En la tienda le dicen que no llegó a trabajar. La misma historia al día siguiente, y al otro. Pasa toda la semana sin noticias de Alfonso. Nadie sabe dar razón de él. Parece que se lo ha tragado la tierra. Pasa un mes, y otro y otro. Alfonso se fue. ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Cómo? No hay respuesta. Hace un año de todo esto y Rebeca sigue esperando. Y se suceden los años…. sin saber nada de Alfonso.
¿Qué pasó con Alfonso? De camino a su trabajo se sintió mal. Se detuvo bajo una agradable sombra, a un lado de una construcción que quedó a medias. Se desmayó y cayó en una fosa, golpeándose aparatosamente la cabeza. Más tarde volvió en sí, pero no sabía quién era, dónde estaba y mucho menos qué tenía que hacer. Comenzó a caminar y a caminar y sin tener dónde vivir, durmió en las calles.
Era tal su confusión que, a lo largo de los meses y los años, cruzó el país vagando de un lado para otro. Una institución que se dedica a recoger a los indigentes y ayudarlos en su readaptación lo encontró. Habían pasado poco más de 9 años desde que Alfonso saliera de su casa hacia su trabajo en la tienda. En las terapias los enfermeros comienzan a darse cuenta de que Alfonso es una persona que demuestra haber tenido una educación, una carrera profesional…
Si te parece que es una historia difícil de creer, todavía te falta conocer lo más asombroso del hecho. Diez años después de su salida de casa, Alfonso regresa al hogar. No quiso llamar pues no esperaba encontrar ya a su mujer. Había pasado tanto tiempo…
Rebeca le recibe con lágrimas en los ojos…. “¡Volviste!” Alfonso la mira más extrañado aún. Ella continúa sola. No quiso casarse con otro hombre. En la sala descubre que todo sigue como antes: las fotos de su boda, las vacaciones… Y en la mesa, donde estaba su lugar, seguía el tarro en el que bebía su cerveza.
-“Rebeca, ¡me esperaste!... Cómo…” –Alfonso tartamudeaba emocionado.
-“Yo nunca te he dejado de amar” –fue la respuesta de la esposa, que le recibía con un cariñoso abrazo.
Parece difícil de creerlo, pero es un hecho real. Existe este amor, que sabe esperar aun cuando no reciba respuesta.
El amor dura tres meses cuando es un amor egoísta –que es la piratería más vendida y más barata del amor-. Por el contrario, una de las características principales del verdadero amor –casi me atrevo a decir que es su principal “sello de autenticidad”- es el desinterés. El amor no es un “te doy para que luego me des”, sino un “te doy porque te amo, incluso aunque te tardes en corresponderme”. Y entiendo yo que nadie se cansaría de hacer el bien a la persona amada.
El amor, para decirlo de una manera gráfica, no es cosa de centímetros. El amor no se mide ni con termómetro ni con regla. Ya lo decía Santa Teresa: “El amor sólo tiene sentido cuando es para siempre”.
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