Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

jueves, 11 de octubre de 2007

Hablar, aun sin palabras /Autora: Chiara Lubich


"Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Tm 4,2).

¡Sí, hay que hablar, siempre y a todo el mundo!

Muchas veces la Palabra de Vida nos invita a vivir, a ser el amor. Pero también es necesario transmitir la Palabra a los demás; anunciarla y comunicarla hasta lograr que se impliquen en una vida de donación y de fraternidad.

Fueron las últimas palabras de Jesús: "¡Id por todo el mundo, anunciad el Evangelio…!"1. Fue ésta la pasión que empujaba a san Pablo a viajar por todo el mundo entonces conocido y dirigirse a personas de diferentes credos y culturas: "Para mí no es vanagloria predicar el Evangelio, es un deber: ¡Ay de mí si no predicase el Evangelio!"2.


Pablo se hace eco de las palabras de Jesús y, apoyándose en su propia experiencia, le encomienda a su fiel discípulo Timoteo y a cada uno de nosotros:

"Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina".

Para que el hablar tenga eficacia, antes que nada y si es posible, hay que construir una relación con las personas a quienes nos dirijamos.

Y aunque uno no pueda mover los labios para hablar, puede hablar con el corazón. A veces las palabras sólo se pueden expresar con un silencio respetuoso, con una sonrisa, o quizás interesándose por las cosas del otro, por lo que le importa, por sus problemas, o llamándolo por su nombre, de forma que note que él o ella es importante para nosotros. Y de verdad que lo es: el otro nunca nos es indiferente.


Estas palabras sin ruido, si son acertadas, no pueden dejar de abrirse paso en los corazones, y la mayoría de las veces el otro se interesa por mí y me pregunta. Entonces ha llegado el momento del anuncio. No hay que esperar, hay que hablar claramente, decir aunque sea pocas palabras, pero hablar y comunicar el porqué de nuestra vida cristiana.

"Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina".

¿Cómo vivir esta Palabra de Vida y anunciar el Evangelio aunque sólo sea con nuestra presencia? ¿Cómo dárselo a todo el mundo?

Amando a todos y cada uno sin hacer distinciones.

Si somos cristianos auténticos y vivimos todo lo que enseña el Evangelio, nuestras palabras no serán vacías.

Y el anuncio será todavía más luminoso si sabemos dar testimonio del meollo del Evangelio: la unidad entre nosotros, conscientes de que "en esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros"3.

Éste es el vestido que pueden ponerse los cristianos de a pie, hombres o mujeres, casados o no, adultos o niños, enfermos o sanos, para dar testimonio con su vida, siempre y en todas partes, de Aquel en quien creen, de Aquel a quien quieren amar.

1) Cf Mt 16,15; Mt 28,19-20.
2) 1 Cor 9,16.
3) Jn 13,33.

No hay comentarios:

Publicar un comentario