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viernes, 12 de octubre de 2007

Un hombre pobre buscando comida en la basura / Autor: M. Menapache


Erase un hombre pobre. No sólo se había quedado sin trabajo, sino que tampoco tenía nada para comer. Se sentía profundamente humillado al tener que tomar aquella determinación, pero no le quedaba otro recurso.

Muy temprano salió de su casilla de chapas y madera, en las afueras de una villa, y agarró para el centro de la ciudad. No iba a buscar trabajo. Iba a buscar en los tachos. Porque parecía que a él tanto le andaba faltando, a otros les sobraba hasta tirar.

A propósito comenzó muy de madrugada su recorrida. No tenía ganas de que nadie lo viera, y además había que ganarle a los carros de la municipalidad. Destapó uno de los tachos y sintió la repugnancia de tener que escarbar allí para conseguir el pedazo de pan, o la media fruta que sería su alimento aquel día. Casi con asco fue seleccionando lo poco aprovechable que lograba sacar. `Pero aún en la situación que estaba, conservaba su delicadeza.

En un bolso que llevaba fue guardando lo poco que le parecía más o menos bueno: media galleta, a la que le rebanó la parte mordida, un corazón de repollo, del que tiró las hojas marchitas .Poco a poco, y tacho a tacho, fue equipando su bolso, dejando detrás suyo y frente a cada parada, un reguero de desperdicios que ni siquiera quería volver a tocar para meterlos en el tacho, porque no quería que nadie fuera testigo de su situación humillante.

Pero , en una de esas, al mirar` para atrás, vio que tenía un testigo inesperado. Alguien que lo seguía. Otro pobre hombre, más mal vestido que él mismo, recorría los mismos tachos de basura que él ya había revisado, y recogía en una bolsita de plástico muchas de las cosas que él había tirado. Lo que él había considerado inservible, a alguien le serviría ese día de alimento.
Se sintió tan inmensamente conmovido al comprobar lo que estaba sucediendo, que sin pensarlo dos veces, retrocedió, y abriendo su bolso, le entregó al otro mendigo la mitad de lo que había juntado.
Y al compartir ese poco que tenía se sintió enormemente rico.
Y mientras regresaba felíz a su casilla, miraba con compasión a todos los satisfechos que pasaban a su lado, mientras se iba repitiendo su descubrimiento:
"¡ Pobres! Pobres son los que no saben compartir".

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