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“Cuando necesitamos una plaza de trabajo acudimos a nuestro padre párroco; cuando necesitamos la palabra de Dios, acudimos al pastor protestante.”
“En Latinoamérica, la Iglesia Católica ha optado por los pobres y los pobres han optado por las Iglesias Protestantes.”
Estas chocantes afirmaciones las ha oído el P. Raniero Cantalamessa OFMCAP y quizás ayuden a explicar el preocupante éxodo de la Iglesia Católica en Latino América. El P. Raniero Cantalamessa, predicador de la familia papal, hablando en un retiro para 1500 sacerdotes y 70 obispos en México en 1992, apeló a la Iglesia Católica a redescubrir una vez más la belleza y el poder del sencillo Kerigma en sus sermones y no diluirlo ni en una buena nueva orientada meramente al trabajo ni a una que se concentre demasiado en la propia satisfacción. A continuación se da precisa cuenta, traducida, de parte de lo que dijo.
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¿Qué hemos hecho con esta proclamación fundamental que Jesús y Pablo llamaron “evangelio”, la Buena Nueva?, ¿Qué lugar real ocupa en nuestros sermones?
En su carta a los Romanos, San Pablo dice: “No estoy avergonzado del Evangelio; es el poder de Dios para la salvación de aquel que tiene fe.” (Rom 1,16). Obviamente, incluso en esa época también existía la tentación de avergonzarse del Evangelio. Para los judíos era un escándalo y para los griegos, estupidez (cf. 1 Cor. 1, 22-25).
Pablo escribe a los Gálatas: “Estoy asombrado de lo rápido que estáis desertando de quien os llamó en la gracia de Cristo y acudís a un evangelio diferente...”
CONFIAR EN LAS OBRAS
Creo que debemos repetir este grito de nuevo en nuestra época. Tengo gran estima y respeto por la “teología de la liberación”. Sin embargo, como todas la cosas buenas siempre hay un peligro que puede alejarla de la plenitud del evangelio. El peligro, creo yo, no es tanto que acabe en la ideología marxista, sino que es mucho más peligroso, una vez más, confiar en las obras.
Esto sucede cuando la liberación social y política se confunde con la liberación del pecado y de lo malo, y la salvación material con la espiritual, haciendo que ambas dependan sólo del esfuerzo humano. Cuando esto ocurre, creo que uno resbala imperceptiblemente en lo que Pablo llama “otro evangelio”, un evangelio que ya no es el “poder de Dios”.
Jesús se reduce a un ejemplo de liberación más que a la “causa de salvación” para todos aquellos que creen en él.
OTRO EVANGELIO
Este no es la única manera, sin embargo, en que podemos predicar “otro evangelio”. Puede incluso no ser el más peligroso. También se predica “otro evangelio” cuando uno habla de liberación espiritual a través de la psicología, mediante el uso de técnicas orientales de meditación, Nueva Era y otras cosas similares.
Estos son “débiles y pobres elementos de este mundo” como Pablo los llamó comparándolos al poder del Evangelio.
A través de ellos hay un peligro que encontraremos nosotros mismos pensando como los Colosenses, que vieron la salvación mediante sus especulaciones astrales sincréticamente mezclaron a Cristo con otros espíritus y poderes. Como escribe el Apóstol Pablo: “Mira que nadie haga una plegaria por tí mediante filosofías y vacíos engaños, según las regiones humanas, según los espíritus elementales del universo y no según Cristo.” (Col 2:8-9).
Estas parecen palabras escritas para nuestra época. Hoy día hay una nueva invasión de Cristiandad de retiros y ejercicios y cursos espirituales, todos inspirados en este “evangelio” hecho por el hombre. Estos se concentran en el “yo”: autoconocimiento, autoexpresión, autoaceptación, autojustificación, autorealización y otras palabras, autosatisfacción en vez de autoabnegación y autoolvido que yacen en el corazón del Cristianismo. En este evangelio centrado en el hombre, la salvación viene del interior del hombre mismo y Jesús viene a reducirse en un ingrediente más en este cocktail religioso.
Este “otro evangelio” se origina en esos países que son ricos y saciados, de gente que cree que es posible ir “más allá de la fe” y”más allá de Cristo”. Como si algo pudiera existir más allá de la fe. “¡Sé maldito (anatema)!” dice Pablo. Esta es una advertencia llena de amor. Significa “No tengáis nada que ver con esas personas. Manteneos apartados de ello. Es una apostasía de Cristo.”
EVANGELIO DE GRACIA
Los cristianos que colocan el Cristianismo en el mismo plano que otras religiones y las encuentran igualmente satisfactorias, muestran que no han entendido la Unicidad del Cristianismo y su esencia, que es gracia. Las religiones humanas tienen su propio modo de predicar la salvación. Buda, por ejemplo, muestra como librarse uno mismo del dolor. Da un ejemplo y dice a sus seguidores: “Yo he experimentado este método; si vosotros queréis, podéis hacerlo del mismo modo....” Jesús también dijo a sus discípulos:”Yo os he dado un ejemplo” (Jn. 13:14), pero no se paró ahí. El murió y resucitó por nosotros, y por medio de esto, él no sólo nos ha dado un ejemplo, sino además la gracia y la facultad de seguir su ejemplo. El Evangelio cristiano es el Evangelio de la Gracia. En el cristianismo, lo primero no es el deber sino el don. Nosotros sólo podemos amar porque “El nos amo primero”.
FE Y OBRAS
Estas son sólo algunas de las cosa que hoy día tienden a oscurecer el Evangelio. Otro problema viene del legado de nuestra historia. Cuando Lutero proclamó la tesis de la justificación por la “fe sola”, la Iglesia Católica -en reacción a contrapesar este polémico exceso- tuvo que reafirmar la importancia de las obras. En el Concilio de Trento afirmó principalmente dos cosas : que no estamos salvados por las buenas obras, pero tampoco estamos salvados sin ellas. Desafortunadamente, al prevalecer la atmósfera de polémica, se llegó al endurecimiento de ambas posturas. Cuanto más insistían los protestantes en la justificación por la fe sola, más insistían los católicos -al menos en sus sermones- en las obras. Este legado permanece hoy día con nosotros.¿ Cuándo se ha oído una homilía católica basada en la justificación por la fe? Y, con todo, este es el centro mismo del corazón y la fuerza del mensaje cristiano.
Gracias a Dios, hoy estamos viviendo una época en la que la Iglesia está rompiendo con estas antiguas contraposiciones. Aprovechémonos de esto una vez más: mientras no se olvide la importancia de las obras y virtudes de la vida cristiana, redescubramos la gloria y el poder del kerygma en nuestros sermones.
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