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Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

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Página web de Escuchar la Voz del Señor

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domingo, 7 de octubre de 2007

El combate para aceptar el don de sanación / Autora: Hna. Briege Mckenna, Clarisa

Así llegó la noche antes de Pentecostés. 6 meses después de que yo había recibido mi curación. y, esa noche. entré a la capilla para pasar un tiempo en oración. Estaba sola, como a medianoche. ante el Señor. Muchas veces había escuchado, todos hemos escuchado: "El Señor está presente contigo". Durante esa hora en la capilla. me encontré muy distraída y empecé a pensar que quizás eramejor irme a la cama. Pero, de repente. se produjo una gran quietud en esa iglesia y en esa quietud y silencio. escuché una voz audible; era una voz muy profunda y tierna. una voz masculina. que dijo: "Briege" (Me llamó por mi nombre). Me di vuelta para ver si algún hombre había entrado en la capilla. No había nadie. pero entonces escuché de nuevo esa voz: "Briege, tienes mi don de sanación. Ahora ponte a usarlo". Y era lo menos que yo quería escuchar en ese momento!
Y cuando me volví de nuevo hacia el altar sentí una onda de calor que pasó por mis brazos y después todo desapareció. No me sentí de ninguna manera diferente de lo que antes me había sentido.

Así que me arrodillé y dije: "¡Dios mío! ¿Qué me está sucediendo?" Entonces pensé algo que. muchas veces, sirve de escapatoria para los cristianos: "Esto no es más que orgullo; es el Diablo". Cuando no queremos hacer algo es muy fácil culpar a otros. Hice un acto de contrición y dije: "Señor, aun si es cierto, no lo quiero; es demasiada complicación para mí".

Durante las próximas semanas, seguí escuchando una voz dentro de mí. Una y otra vez. De Florida fui a California. La noche que llegué estaba en una reunión de oración y había a mi lado un Sacerdote anglicano. Durante la reunión ese sacerdote puso su mano sobre mi brazo y me dijo: "Mire, yo jamás he hablado con una monja católica, pero tengo un mensaje para usted. Usted tiene el don de sanación y sabe lo que tiene, porque Dios ya le ha hablado".

Yo miré a ese sacerdote y pensé: "Pero si yo soy católica y él es anglicano. ¿Cómo va saber él?" (Yo vengo de Irlanda del Norte y he declarado varias veces: " Yo no tengo ningún prejuicio. Yo amo a todos los cristianos"; pero en realidad no creía lo que decía y ahora el Señor me mostró que yo ne
cesitaba esa sanación de los prejuicios).

El sacerdote me miró de nuevo y me dijo, como si ya supiera todo acerca del caso: "DÍgame, ¿qué le sucedió hace dos semanas en la iglesia?" Yo le contesté: "Mire, no lo creo ni lo quiero".. Entonces de una manera muy delicada, ese sacerdote cuyos ojos parecían penetrarme, me dijo: "¿Sabe usted? Dios está llamando a su corazón. Debe escucharle". Pero yo ya había decidido en mi mente: yo no. Iba a hacerme la loca.

SaIí de esa reunión y durante semanas y meses me sentí buscada insistentemente por Dios, como el alma en el poema "El Mastín del Cielo". Dios me hablaba a través de personas que no me conocían y de otras que no parecían espirituales. Por ejemplo, me preguntaban: "¿Cuándo vas a usar los dones que Dios te ha dado?" Yo percibía la voz de Dios a través de las palabras de ellos.Recuerden que el Señor continuará llamando a la puerta de nuestros corazones. pero jamás entrará por la fuerza en nuestras vidas. Siempre esperará. Esperará hasta que lo dejemos entrar.

Cuando regresaba yo a Florida en el avión, abrí la Escritura en ese pasaje que habla de la tempestad: cómo Jesús se puso de pie, extendió la mano y calmó la tempestad. Y mientras leía esto, escuche que el Señor me dijo: "Sí. tengo control sobre los elementos del universo, pero no sobre ti. Tú tienes una voluntad libre y solamente tú puedes dejar que Yo tomo el control de tu vida".

Ese día en el avión, caí en la cuenta de que yo tenía que tomar una decisión: ¿iba a decir SI como María dijo SI cuando recibió ese gran llamado?. Para todos nosotros el decir SI al Señor significa morir a nuestros planes, para que podamos vivir plenamente el plan de Dios. Porque Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Somos como los pedazos de un puzzle; nos gusta ponemos nosotrosmismos en el lugar en el que formaremos una perfecta imagen después.

Ese día, cuando viajaba en el avión, hice un trato con el Señor: "Señor. estoy dispuesta que Tú me uses" . Le expliqué que yo ya no iba a reservarme más, pero que esto yo no se lo iba a decir a ninguna persona. "Tú serás el que tienes que decirIe a las personas y yo oraré por ellas".

Tenemos un Dios que es grande en misericordia y compresión. A veces nos impacientamos mucho con otras personas porque no ven las cosas como nosotros las vemos. Queremos levantarIas adonde estamos nosotros; pero yo puedo decir que Jesús bajó al nivel donde estamos nosotros.

Dos o tres semanas más tarde, me pidieron una enseñanza en una reunión y antes de esa reunión yo sabía exactamente lo que iba a decir. Abrí mi boca y mi voz no me perteneció; no la dirigí. Me encontré diciéndole a todos lo que había declarado al Señor que jamás diría a nadie! Me senté e inmediatamente después, se puso de pie una señora y me dijo: "Hermana, yo soy una escritora y he venido esta tarde para encontrarme con usted. El sábado pasado, el Señor me mostró su imagen y me reveló que usted tenía mucho temor de El y que El la llamaba; que usted quería señales y que yo tenía que venir a Florida para confirmarle lo que usted acaba de contar. ¿ Ve a esa hermana que está allá? Yo ya le conté a ella todo acerca de usted una hora antes de que usted llegara esta noche". Entonces le pregunté: "¿Cómo puede conocerme si jamás me ha visto antes?" Dijo: " Sí, estaba sentada a su lado en in retiro hace unos años" (Estaba sentada a mi lado cuando recibí mi sanación física). Cuando el Señor le mostró a ella mi imagen. ella me reconoció.

Ahora bien, después de que habló ella, vino la enseñanza más grande. Yo todavía estaba un poco aturdida y me dije: "No. No saldrá ningún artículo en ninguna revista sobre mí". Pero entonces escuché lo que decía el Señor: "¿Por qué tienes tanto temor? YO me hice obediente a María y a José; me hice obediente a mi Padre hasta la muerte; esperé 30 años en ese voto de obediencia que has hecho. Entonces cree también que seré Yo el que obre por medio de tus superiores. Cree ésta es mi obra. Yo abriré las puertas". Con estas palabras vino un gran sentido de libertad. Ahí supe que si yo era obediente al Señor, Dios obraría también a través de las personas que estaban por encima de mí.

Esto es importante para los que ministramos o servimos a los demás: podemos atraerles y presentarles al Señor Jesús; podemos ser señales que indican a El; pero esa decisión y ese compromiso tienen que venir de la persona. Soy yo quien tiene
que aceptar a Cristo en mi vida.

Volví a casa y le conté a mi superiora. Casi la maté de espanto. Pero Dios no dejó de obrar ahí, porque a la semana siguiente una mujer trató de quitarse la vida. En su desesperación había dejado la Fe en Dios. Sin embargo, un día vino a la iglesia por curiosidad. No creía pero quería conocerme. En la mitad de la reunión se puso de pie diciendo: "No creo en la oración" y se fue. Esa noche en un sueño Dios permitió que yo llegara a ella y le rogara que volviera a El para que la pudiera sanar. Ella fue sanada espiritual y físicamente. Con este hecho me di cuenta de que ya no podía decirle un SI limitado al Señor. "Te doy un SI total y completo".

Entonces vi cómo el Señor fue quitando cada obstáculo que yo le había puesto. Yo había dicho: "Mi congregación no me va a aceptar". Hoy mi congregación está apoyándome totalmente. Mi obispo ora a menudo por mí y me encuentro dando enseñanzas continuamente en las iglesias. ¡Yo le había dicho al Señor que me iban a echar!

Cada uno de nosotros es llamado a ser instrumento de sanación, porque es el amor lo que sana y cada uno de nosotros está llamado a amar. Cuando yo fui a un sacerdote para consultarle me dijo algo que siempre he recordado: "Briege hace 2.000 años el Señor Jesucristo andaba sobre la tierra, extendía su mano y sanaba a los enfermos, deprimidos, desanimados; sanaba todas las dolencias con que se encontraba. Han pasado dos mil años, pero Cristo camina aún sobre esta tierra; las manos que
El tiene hoy día son las tuyas y las mías; el corazón que El tiene oye mi corazón, a través del cual El quiere amar y dar vida. Solos nada podemos hacer; no tenemos poder para cambiar ni sanar. Pero porque vive en nosotros el Cristo resucitado somos
canales de ese poder de resurrección".


En estos 7 u 8 años Dios me ha enseñado varias verdades sobre la curación. Ante todo,
me hizo comprender que sanar físicamente era sólo un pétalo de la fIor. Había otros
muchos: sanar del pecado, de las angustias, de los resentimientos, de las preocupaciones económicas y sociales.

He visto todo tipo de curaciones. Pero la sanación más grande que veo a cada rato es la resurrección de vidas; personas muertas espiritualmente que nacen a una nueva vida. Estoy consciente ahora que hay muchos que no creen en el poder de la oración. Sé que ninguna oración queda sin respuesta. No siempre estamos conscientes de lo que necesitamos, pero nuestro Padre conoce nuestras necesidades. La enseñanza más grande que he aprendido es que no hay fracaso con Dios.

Un año después de ser llamada a este ministerio oré para que el Señor me diera alguna manera de mostrar cómo era el poder de la oración el que sanaba. No era yo ni ninguna otra persona la que sanaba. Entonces el Señor me mostró una imagen mental: un teléfono. El teléfono se usa como un medio de comunicación y El utilizaría ese medio para liberar a muchas personas de los sufrimientos de esta vida.

Me maravillo cuando voy a países donde no hablo su lengua y hay gente que me llama por teléfono para comunicarme sus enfermedades. Esas personas ni saben lo que estoy diciendo, pero estamos juntos delante de Dios en oración y Dios me ha mostrado que El no tiene limitaciones. A Dios le encanta sanar a Su pueblo, para que Sus hijos estén íntegros y sanos.

Recibí otra lección: la sanación es algo muy suave. Vivo en el sur de Norte América donde hay muchas sesiones públicas de sanación; ahí veía cómo muchos temblaban y caían al suelo. Y yo me preguntaba si todo eso conducía realmente a la sanación. El Señor me mostró que en realidad las emociones los sentimientos las sensaciones no son lo más importante en la sanación.

He visto a muchos que son liberados sanados: de todo tipo de cáncer, de leucemia, de ceguera; sin embargo. no sintieron nada. Hermanos. el Señor Jesús es el Sanador. no somos nosotros los que traemos curación; lo único que el Señor nos pide es que seamos instrumentos disponibles y entregados. Yo les pido. por favor. que no sean tan duros como yo fui. porque Dios tiene un plan y un llamado para cada uno de nosotros. Yo ingresé en una Orden con clausura y Dios cambió ese plan.. porque después del Vaticano II ya no fuimos de clausura. A mí no me gustaba viajar; ahora estoy viajando todo el tiempo. Es un gran gozo saber que cuando tú entregas todos tus planes al Señor experimentas la mayor liberación. Lo que dijo Jesús es tan cierto; si buscamos primeramente el Reino de Dios, El nos dará todo.

Pídele a Dios hoy día durante tu oración: " Señor. entra en mi vida a esas habitaciones privadas". Quizás temen ustedes lo que otros van a decir. ¿Saben que yo quería agradar al hombre más de lo que quería agradar a Dios? A mí me preocupaba como me llamarían los hombres. Cuando Jesús murió en esa cruz a los ojos de muchos El era un loco y un fracaso. ¿Por qué? A causa de Su Amor
por mí. Tengo que tomar mi cruz, morir a mi misma, para que El pueda vivir en y a través de mí. Pidámosle al Señor esa gracia para decirle SI.

Señor Jesús, te damos gracias y te alabamos porque nos has llamado a cada uno por su
nombre. Por favor, quita esos temores que tenemos. Muchas veces te miramos y decimos: "Señor. ¿por qué yo?" Y tú nos dices: "Es porque te amo". Ayúdanos a no resistirte; deja que yo sea barro entre Tus manos;
moldéame y fórmame. quita de mí todo lo que impida que yo sea lo que Tú quieres que
sea. Ayúdame a no mirarme a mí mismo ni a pensar que todo lo tenga que hacer solo.
Enséñame a mirar hacia Ti. Tú has dicho que me tendrás Contigo. Te pido que nos bendigas este día y que nos muestres en que áreas de nuestras vidas te hemos excluido; en que clase de emociones. Muestranos en que áreas de la vida hemos permitido que otras cosas materiales te sustituyan a tí Señor. Haznos conscientes de que estamos llamados a vivir para Ti: a servirte. a morir a nosotros mismos este día. Que seamos como Tu Madre; que también nosotros digamos SI al Padre
para que por medio de nosotros Jesús puedas tocar a tu pueblo. Lo pedimos en Tú nombre.
Amén.

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