La primera vocación del misionero es “repetir” a Jesús. Él ha sido el verdadero, el gran misionero del Padre: se ha molestado, ha dejado su naturaleza divina y se revistió de nuestra pobre naturaleza humana sufriendo exactamente igual a nosotros el sueño, el hambre, la persecución, las humillaciones…
Jesús de Nazaret es la fuente del Amor y la Vida en que nosotros creemos. Él se ha entregado por nosotros con libertad, con alegría, con coraje, con mucho Amor. Gracias a Él nosotros ahora nos podemos alimentar con su vida para entregar la nuestra a todos los que nos encontremos.
Todos estamos llamados a vivir la misión, el fascinante viaje de salir de nosotros mismos, de darse uno mismo por Amor. Hay quienes piensan que ser misioneros es partir hacia tierras lejanas para ayudar a los más pobres. En realidad, si lo vemos así es sólo una excusa; nos mentimos a nosotros mismos y a los demás; permanecemos en el mismo lugar, encerrados en nuestros egoísmos, en nuestros miedos, en nuestros pensamientos. Entonces hacemos el bien sólo si tenemos a cambio una gratificación personal, pero esto es un gran fracaso, estamos desvalorizando todos los dones que Dios nos ha dado, disminuye nuestra humanidad.
En cambio, ayudemos a nuestro prójimo preocupándonos no solo de lo que hacemos, sino sobretodo de lo que somos. Ser misioneros significa entrar en nosotros mismos, descubrir nuestra vida, vivirla en plenitud y donarla con Amor y por Amor. Entregarla con ternura, con paciencia, con alegría, con coraje, con entusiasmo y con la certeza en el corazón de que así encontraremos otras vidas plenas, cien, mil… porque lo ha prometido Jesús.
El hombre no es capaz de este amor gratuito y desinteresado sólo contando con sus propias fuerzas, por eso que ser verdaderos misioneros significa “tener callos en las rodillas”, poner en el centro de la propia existencia la oración, el diálogo con Jesús.
Queremos ser misioneros que se confían ellos y sus obras a la Virgen María : Ella ha sabido formar y educar , amar y servir, proteger y defender a Su Hijo Jesús, el primero y verdadero Misionero. A Ella, Reina de las Misiones, le pedimos que interceda por nuestra Madre Iglesia y por su misión universal en el mundo de hoy.
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