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miércoles, 12 de diciembre de 2007

Alegraos / Autor: P. Jesús Higueras

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".

Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.

¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".

Mienntras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.

Él es aquel de quien está escrito:
Yo envío a mi mensajero delante de ti,
para prepararte el camino.

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

Mt 11, 2-11

Ante las noticias de la televisión, muchas veces tenemos que apartar la vista, porque nuestra sensibilidad no es capaz de asumir tantas imágenes de horror y de desgracias que nos transmiten los medios de comunicación de esta aldea global en que se está convirtiendo el mundo. Y no solamente las noticias que nos afectan de fuera, sino las noticias de dentro; las divisiones familiares, los disgustos, los fracasos. Vivimos unos momentos en los cuales la pena, la depresión, la inestabilidad emocional, esos “bajones” que a todos nos dan, nos amenazan con uno de los peligros más grandes que puede afectar al alma humana, que es la enfermedad de la tristeza, esa parálisis espiritual que me lleva a perder la esperanza, la ilusión, a no tener ya casi ganas de vivir la vida porque creo que todo lo he visto y todo lo conozco.

Frente a todo este mundo de desolación y de tristeza, la Iglesia se atreve a gritar: “! Alegraos!” en este domingo de Adviento. Porque los hombres sí tenemos un motivo verdadero de alegría, que no es la risa fatua ni la diversión que dura unos momentos a modo de anestesia para olvidar los problemas. No se trata de evadirse de los problemas ni de huir de ellos para encontrar la verdadera alegría, sino que la fuente de donde brota la alegría del cristiano, es la de un Dios que se apiada de nosotros y nos visita, que quiere hacerse solidario de nuestras penas para llenarnos de esperanza.

El grito de alegría de la Iglesia, hoy tiene que llegar a todos nuestros corazones. Pero ¿Yo puedo estar alegre en mis circunstancias, con mis problemas, con mi tragedión familiar, con mi fracaso personal, con mi limitación, con mi enfermedad, con mi esperanza de vida? ¿Tengo yo derecho a la alegría? ¿Por qué Señor me embarga tantas veces esa tristeza y no soy capaz de superarla? Sin embargo, es un momento oportuno para que distingamos entre lo que es la tristeza y lo que es el dolor. Es verdad que muchos acontecimientos de la vida nos provocan un intensísimo dolor, sobre todo ése dolor que nace del amor de las personas queridas, pero el dolor es diferente a la tristeza, porque el dolor nace del amor, y la tristeza nace de la falta de confianza en Dios. De un Dios que puede transformar, que puede salvar, que no me va a arreglar a lo mejor una situación concreta en la vida pero que me acompaña en ella, y me dice: “A pesar de todo, descubre la belleza que puede haber en ése dolor. Descubre que yo estoy incondicionalmente a tu lado, tanta hermosura que yo he dejado en las personas que te acompañan en tu propio dolor o en tu misma soledad, que es muy sonora cuando la sabes rellenar conmigo”. Por eso, sabemos que en el fondo de todas las tristezas, está la soledad de un hombre que no es capaz de descubrir a Dios en ese mundo del dolor en el cual Él ha querido encarnarse y ha querido nacer, en el que ha querido hacerse un niño frágil y pequeño.

El salmista afirma: “Que se alegren los que buscan al Señor”, y así nosotros también, deberíamos saber que en todo podemos buscar al Señor y no a nosotros mismos, porque en el fondo, muchas de nuestras tristezas, de nuestras penas, vienen cuando buscamos nuestros propios planes, cuando perseguimos sólo nuestros propios sueños, nuestros propios intereses, nuestros propios deseos aunque sean buenos, y a lo mejor el Señor ha decidido cambiar tu historia, y tú no aceptas que el Señor pueda cambiar tu historia.

Sólo cuando se busca la voluntad de Dios y se acepta, sólo cuando uno se abraza a esa voluntad de Dios, es capaz de tener el dolor con paz, y por tanto engendrar la alegría.

¿Qué árbol tienes esta Navidad? / Autor: Laureano López, L.C

Es tradición decorar árboles en este periodo del año. Sin embargo, la forma de hacerlo para los ateos y los cristianos es muy diferente.

¿Qué puede esperar cada uno de ellos en esta navidad?

El árbol del conocimiento

Margaret Downey, presidente de “Atheism Alliance International”, junto con un grupo de miembros librepensadores, han preparado en Filadelfia un hermoso pino que adornaron con portadas de libros. El árbol del conocimiento: “The knowledge tree”. Esta iniciativa buscaba expresar su amor al conocimiento y su amor al periodo invernal.

André Frossard, ateo, escéptico e indiferente, hijo de un marxista que llegó a ser secretario general del partido comunista en Francia, se declaraba un ateo perfecto. Él comentaba: “Dios no existía. El cielo estaba vacío y la tierra era una combinación de elementos químicos. Era el ateo perfecto, no porque negaba la existencia de Dios, sino porque simplemente ni siquiera me ponía el problema de la existencia de Dios”. Para Frossard, adornar un árbol del conocimiento durante la navidad no tendría sentido. Dice, contando su experiencia: “vivíamos una navidad sin recuerdos religiosos, una navidad que no era fiesta de nadie. Dios no existía”. Antes de su conversión, por una gracia especial de Dios, la navidad no tenía un sentido. “Los hombres éramos una fraternidad de huérfanos que no teníamos un padre en común como las religiones tradicionales”.

La visión atea afronta este periodo sin una esperanza o con expectativas meramente humanas. Por ello, se adornan árboles pensando sólo en lo terreno. Por el contrario, la visión cristiana ofrece otra perspectiva desde la cual se puede vivir esta Navidad. Los árboles navideños tienen otro simbolismo que se manifiesta con una esperanza más plena, más profunda.


El árbol de la vida

Los cristianos no somos huérfanos y, en Jesucristo, somos hermanos. Para los creyentes, Cristo es el árbol de la vida y todos aquellos que creen en Él, viven unidos a Él y participan de la vida. Entonces la Navidad, el árbol, la fiesta, tienen el sentido de una esperanza más grande, la de la redención, la de sentirse amados por Dios.

El Papa Benedicto XVI lo recordó en su reciente encíclica: “No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. La gran esperanza del hombre sólo puede ser Dios, el que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo” (Spe Salvi nn. 26-27).

La Navidad es la fiesta de la encarnación. Para nosotros, continúa el Papa: “Dios es el fundamento de la esperanza, el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo. Su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es realmente vida” (Spe Salvi n. 31).

En esta preparación para la Navidad, cada uno de nosotros es responsable de poner su árbol y de adornarlo con aquello que llene mejor los deseos profundos de su corazón.

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Fuente: Catholic.net

La constancia, medicina contra el fracaso / Autor: H. Alfonso Terán, L.C.

El fracaso es una realidad. Muchas veces no se puede evitar, las cosas empiezan a complicarse y aquellos puntos sobre los que nosotros poníamos toda nuestra confianza, comienzan a ceder, como columnas de un foro romano que ya no puede resistir. Entonces sucede lo inesperado, o lo previsto: el fracaso. Y luego el fracaso engendra el pesimismo, y el pesimismo nos cubre de púas, haciéndonos intratables; nos encerramos, “nos sentimos fracasados”.

En primer lugar, no todo el que fracasa es un fracasado. El fracaso no es sino una ocasión para hacer de un fallo una experiencia. Y la experiencia nos hace experimentados, con la posibilidad de convertirnos en expertos.

En segundo lugar, hay fracasos que se pueden evitar: muchas de las cosas que nos suceden, suceden por un solo motivo: nuestra falta de constancia. Nunca, la falta de constancia, nos dará un éxito. Nos puede dar una “chiripa”, pero no nos dará jamás un éxito. Los éxitos son frutos de la constancia. La importancia de la constancia es evidente en el atleta campeón, en el santo, y en quien ha triunfado, de algún modo, en la vida.

La constancia es la fortaleza, pero la fortaleza continua, la fortaleza en el momento presente, y en el que sigue, y en el que sigue.

Una forma muy original de ver el tiempo es ésta: “el presente es ese instante que convierte el futuro, que aún no existe, en pasado, que ya no se cambia”. El presente es el único momento que tenemos, el único del que disponemos. La constancia es ser fuerte en este momento, hasta que el momento del éxito llegue.

Así es que yo puedo ser constante hoy. No sé si ayer no fui constante, no sé si mañana podré serlo, o no, pero ahora puedo. Y lo seré.

Cuesta mucho ser constante una semana, un mes, un año. Pero ser constante ahora, eso sí que se puede hacer.

Cuando el río Colorado vio la gran meseta sobre la que el Creador lo había puesto, se propuso cavar allí un gran cañón. Y comenzó a correr con toda su fuerza rascando la roca, pero no hacía nada. Pasaban los años y el Colorado no profundizaba nada. Y se desesperaba. Un día llegó un buitre sabio y le dijo al río “¿Qué te pasa? ¿Por qué estás enojado?” “¡Llevo años rallando roca y no he hecho nada! ¡Soy un inútil!” respondió el río. “Ah,” dijo el buitre, “la constancia no consiste en hacer todo hoy. Sino en hacer hoy lo que me toca hacer, todo lo que me toca hacer, y sólo lo que me toca hacer”. El río se quedó pensativo. Se tranquilizó, y comenzó su trabajo. Ahora, después de seis millones de años, ya ha cavado veintinueve kilómetros, y sigue adelante.

No nos desesperemos por el mañana ahora, aprovechemos el hoy, y cuando el mañana llegue, ya será hoy y, entonces, lo aprovecharemos.
--¿Y el fracaso?
--¿Cuál fracaso? Mis fallos no son sino experiencias. Mis fallos me enriquecen. Por lo demás, el ayer ya no lo puedo solucionar. Es inútil que me ponga a llorar porque derramé la leche ¿qué solución tiene?

He aquí la conclusión: soy una persona, soy cristiano. Tengo un deber, y tengo un tiempo para hacerlo. No es justo ni provechoso despreocuparme, ni preocuparme. Lo justo, necesario, y provechoso, es ocuparme con constancia en mis deberes, entre los que se encuentran, en primer lugar, mi relación con Dios, y en segundo lugar, mi relación con el prójimo.

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Fuente: GAMA-Virtudes y valores

La Juventud Obrera Cristiana denuncia la precariedad laboral


Publicamos la nota de la campaña de la Juventud Obrera Cristina iniciada para denunciar la precariedad laboral:

Estos meses que llevamos del año están llenos de homenajes a personas/personajes que han muerto: el Fary (cantante), Emma Penella (actriz), Antonio Puerta (Jugador de fútbol), de soldados "muertos por la causa". Todo el mundo llora por ellos: políticos, "personalidades", reyes, gentes de la alta sociedad, pero también los ciudadanos, como si se nos fuera un familiar y decimos/ pensamos que habría que hacer algo para recordarlos (caso de muerte natural) o impedir más muertes como estas (caso de muerte trágica). ¡Podemos poner una calle en su nombre! (dirá algún concejal), ¡no, no, mejor la medalla al trabajo, o al mérito! o de "grasa en la camisa" pero una medalla al fin y al cabo (dirá otro).

Esto que puede parecer "guasón" o a lo mejor "faltón" por nuestra parte, es en realidad una falta de respeto al trabajador, al peón, al zapatero, al pintor, al mecánico, al ingeniero, al auxiliar administrativo y a cualquiera que pertenece al mundo obrero.

Según el BEL (Boletín de Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo), entre Enero y Julio murieron en todo el estado español 681 personas, con sus nombres, apellidos, familias, carreras..., en fin vidas truncadas por un sistema que sólo se preocupa de producir y de "divertir" o "distraer". Un sistema al que no le importa si se llamaban Juan, José, Noelia, o Ricardo, pero eran personas tan importantes como todos los Antonio Puerta del mundo, lo quieran los medios de comunicación o no.

No hace muchos días, un conocido programa de TV denunciaba estas muertes y Raimundo Aragón, Director General de Inspección de Trabajo (y que nos imaginamos lo a puesto ahí un partido que se llama "obrero") decía increíblemente "tendremos que acostumbrarnos a vivir con la siniestralidad laboral porque es consustancial al trabajo". Esta es la realidad de unos que mueren y no se les tiene en cuenta. No pasa nada. Son muertos "inferiores", no son muertos de postín, son personas sencillas, trabajadoras, que no salen en la tele. Nadie les hará homenajes, no serán mártires, no se les recordará (solo sus familias y allegados) ni pondrán calles en su nombre... Son números y nada más.

Esto se vive con normalidad, ¿qué puedo yo hacer? ¿puedo cambiar algo? Es hora de que todos los organismos sociales, civiles, eclesiales... y las personas denunciemos estas muertes y luchemos porque no queden impunes, porque cada vez sean menos muertos en el campo de honor del trabajo, porque es inmoral que esto siga pasando en el siglo XXI, en una democracia que se dice adulta, que cumple, ya mismo, 30 años, y en la que cada vez los trabajadores tenemos menos seguridad, menos derechos, menos dinero para vivir y más hipoteca que pagar.

Hoy tiene sentido recordar lo que cantaba Víctor Jara: "Aprendí el vocabulario del amo, dueño y patrón, me mataron tantas veces por levantarles la voz, pero del suelo me paro, porque me prestan las manos, porque ahora no estoy solo, porque ahora somos tantos".

No nos quedemos callados, salgamos a la calle con la cabeza muy alta, gritemos que la clase obrera sigue existiendo, sufriendo, muriendo, sigue explotada, machacada, precarizada y cada vez más empobrecida, cada vez más dispersada y despistada, unámonos herman@s. en esta lucha que cada vez tiene más sentido, (al contrario de lo que nos quieren dar a entender).

La historia se ha hecho a base de lucha, de sacrificio, de compromiso, de reivindicar, de unión, de compañerismo. Cuando un/a trabajador/ a muere en el campo de honor del trabajo también estamos muriendo nosotr@s..

Los sacramentos y la oración en las cartas de San Pablo / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Los Sacramentos a la luz de las cartas de San Pablo (Rm 6; 1Co 11; Ef 5; 2 Tim 1,6; Hch 18)

La palabra que San Pablo utiliza como sacramento es la palabra “Misterio” que quiere expresar la unión de dos partes que están separadas.

En primer lugar nos presenta a Cristo como sacramento de Dios Padre, ya que es “el único mediador entre Dios y los hombres” (1Tm 2,4) y a la Iglesia como Sacramento de Cristo (Ef. 5,32) y la Iglesia celebra la Salvación.

En la Iglesia primitiva observamos que se celebran 6 Sacramentos, estando la confirmación unida al bautismo y el Sacramento del matrimonio nace a partir de Trento y en aquella época era una bendición de los novios. La relectura de esta bendición de novios con toda la carga bíblica que tiene formar una familia fundamentada en el amor de Dios ha hecho que se instituya como sacramento que nos viene del Señor.

San Pablo compara el bautismo como una participación de la muerte y Resurrección de Cristo (Rom 6,3): sepultar al hombre viejo y nacer como hombre nuevo que habiendo recibido el don del Espíritu Santo ejecuta los dones y carismas recibidos al servicio de la Comunidad cristiana.

San Pablo atribuye a la Eucaristía como una tradición que procede del Señor (1Co 11,23), en la cual había una comida de Hermandad recordando la Cena Pascual que hizo el Señor. En la Comunidad de Corintio corrige los abusos que había en aquella comida (1Co 11,17-22) y se celebraba en Domingo (Hch 20,7)

Para San Pablo la Eucaristía es Memorial, es decir, una actualización de aquellos días santos (1Co 11,25-26): “Celebramos nuestra identidad de pueblo de Dios salvado por Cristo” y también es punto de encuentro donde se centra y parte toda la actividad de la Comunidad Cristiana, San Pablo fue enviado a la Misión en una celebración eucarística (Hch 13,1-3)

En 1Co 11,27-29 vemos como San Pablo refleja la forma judicial romana de cuando se condena a uno, que se tiene que tragar el papel que contiene su condena y la aplica a la gente que comulga sin estar en condiciones optimas para ello (pecado mortal)

Quería hacer extensiva la recomendación de San Pablo a Timoteo al hacer memoria de su ordenación (2Tim 1,6): La imposición de las manos es común en varios sacramentos y en especial el de la Confirmación para recibir el Don del Espíritu (Hch 8,17s) o para conferir alguna función o ministerio comunitario (Hch 6,6) con la ayuda y el soporte del Espíritu. Como San Pablo está en el Seno de las Comunidades carismáticas, la podemos hacer extensiva en la oración carismática: recibimos el Don del Espíritu Santo (1Tim 4,14; 5,22) y lo tenemos que reavivar para vivir como tal.

La Oración según San Pablo

Cada conversión es un milagro de la gracia. San Pablo lo sabía muy bien. Por propia experiencia. ¿Acaso no había sido precisa «una luz venida del cielo» (He. 9,3) para hacerle salir de su ceguera y de su oscuridad?

Por eso él acudirá continuamente a la oración. Ante el Padre dobla sus rodillas (Ef. 3,14) sin cesar para mendigar la gracia que abra los corazones a la predicación de Evangelio. Toda su inmensa -y admirable- actividad está fecundada desde dentro por la oración. Él sabía que era un medio indispensable para dar cumplimiento a su labor misionera. Estaba convencido de que sólo Dios mismo podía realizar sus inmensos designios de salvación. Y por eso su oración es esencialmente apostólica.

Impresiona la cantidad de textos sobre la oración que aparecen en las cartas de Pablo (en la mayor parte de los casos oraciones en que él mismo se dirige directamente a Dios). Son testimonio de la importancia capital de la oración en la tarea apostólica. ¿No era en el fondo su propia conversión fruto de la oración de Esteban pidiendo el perdón para sus enemigos (He. 7, 60- 8,1)?

E impresiona igualmente que muchas veces en los textos sobre la oración -tanto cuando exhorta a sus cristianos a orar como cuando les asegura que ora por ellos- aparecen los adverbios «siempre», «incesantemente», «noche y día»... Se trata de una oración insistente, literalmente continua. Nos refleja a un hombre en comunión permanentemente con su Señor.

«Visiones y revelaciones» (2 Cor. 12,1)

La imagen de San Pablo viajero incansable y lleno de una actividad inagotable no dice ni mucho menos toda la verdad acerca de él. Porque él era en el fondo un contemplativo. Era un hombre de profunda oración, y esta constituía el manantial de donde extraía sus energías para la lucha cotidiana.

Es verdad que no hay muchos textos en este sentido, pero sí son suficientemente expresivos. En 2 Cor. 12,1-6, en contexto de polémica contra los falsos apóstoles y hablando de sí mismo en tercera persona, afirma que podría presumir de «visiones y revelaciones del Señor», de «haber sido arrebatado hasta el tercer cielo», de haber oído «palabras inefables que el hombre no puede pronunciar»... Decide no presentar esas credenciales, pues prefiere gloriarse de su debilidad, pero ahí queda como testimonio de la altura de su oración.

De hecho, también en los Hechos de los Apóstoles se nos dice que Pablo «estando en oración en el templo» de Jerusalén cayo en éxtasis (22,17), y se nos habla de visiones en que el Señor le conforta (18,9-10) y que son decisivas para la orientación posterior de su apostolado (16,9-10).

Quizá a la contemplación del Señor se aluda en 2 Cor. 3,18, que parece ser una réplica de Ex. 34,29-35: de la misma manera que Moisés volvía de la presencia del Señor con el rostro resplandeciente -aunque él mismo no se daba cuenta- , Pablo tiene conciencia de reflejar como un espejo la gloria del Señor. La intimidad y la contemplación del Señor le hacen testigo, le hacen luminoso, aun sin él mismo percatarse de ello...

«Doy gracias a mi Dios» (Fil. 1,3)

Es significativa en las cartas de San Pablo la presencia abundante de la acción de gracias: todas las cartas excepto Gálatas y Tito comienzan con una oración de acción de gracias (1 Tes. 1,2; 2,13; 2 Tes. 1,3; Rom. 1,8; 1 Cor. 1,4; Col. 1,3; Ef. 1,16; Fil. 1, 3-4; Flm. 4;2 Tim. 1,3). Ella nos testimonia que -a pesar de las innumerables deficiencias que Pablo detecta en sus comunidades- es capaz de percibir los signos positivos de conversión, de vida cristiana, de crecimiento; y es capaz de descubrir, tras esos signos, la acción amorosa y benevolente del Padre que ha derramado su gracia desbordante en sus cristianos.

Pablo da gracias a Dios por la obra de la redención, por la elección y predestinación a ser hijos de Dios... La fe, el amor mutuo, la esperanza constituyen el motivo más frecuente de la gratitud de Pablo: ellas ponen al hombre en contacto con Dios, le levantan a un nivel nuevo de existencia, y Pablo da gracias por ello como el máximo beneficio otorgado por Dios.

Juntamente con la acción de gracias brota de los labios de Pablo la oración de bendición (2 Cor. 1,3ss; Ef. 1,3ss). Esta oración, típicamente judía, es expresión de una mirada contemplativa que se admira ante los planes maravillosos y las obras grandes de Dios.

Tanto la acción de gracias como la bendición nos descubren al apóstol que es capaz de reconocer la acción de Dios en los acontecimientos y en las personas y se asombra ante ella. Una y otra son la reacción espontánea a la intervención de Dios que realiza su designio de salvación en medio de los avatares y vicisitudes de la historia humana.

«Doblo las rodillas ante el Padre» (Ef. 3,14)

En los primeros capítulos de la carta a los Romanos san Pablo ha mostrado que todos los hombres son pecadores, incapaces de salvarse a sí mismos y necesitados de que Dios se acerque a ellos con su gracia.

De esta conciencia de la necesidad acuciante de auxilio de Dios y de su gracia brota la oración apostólica de Pablo. Pues todo su apostolado, ordenado como está a la salvación, sólo puede obtener su eficacia como gracia, como don de Dios.

Todas las cartas están empapadas de esta súplica insistente y confiada por el bien espiritual de los cristianos y por las necesidades de las diversas comunidades (1 Tes. 3,11-13; 5,23; 2 Tes. 1,11-12; 2,16-17; 3,5-16; Col 1, 9-10; Ef. 1,16-18; 3,16-19; Fil. 1,9-11).

Los dones que pide para sus cristianos son: conocimiento de Dios, de su amor, de sus planes, de su voluntad; que crezca su fe y su caridad; que se hagan dignos de su vocación agradando a Dios y realizando en su vida frutos de buenas obras; que Cristo sea glorificado en ellos y ellos en Él; que lleguen santos e irreprensibles al día de Cristo...

Como se ve, en muchos de los textos citados, san Pablo espera de Dios a través de la oración que sus cristianos alcancen la plenitud y la perfección de la vida en Cristo; su ardiente deseo era el crecimiento continuo de los que le habían sido confiados; para ellos pide expresamente esta plenitud y suplica a Dios que puedan presentarse «santos e irreprensibles» al encuentro definitivo con el Señor. Pues también esto es gracia de Dios. San Pablo sabe muy bien que el que ha iniciado la obra buena debe llevarla también a su consumación (Fil. 1,6), pues es Dios mismo quien obra en los hombres tanto el querer como el obrar (Fil. 2, 13).

En su oración entra también el pedir a Dios que realice sus proyectos de viaje (1 Tes. 3,10-11; Rom 1,9-10; 2 Tim. 1,3-4). Ello expresa su confianza en la Providencia en medio de las incontable dificultades, así como la convicción del poder de la oración para cambiar el curso de los acontecimientos y permitir el cumplimiento de los planes de Dios.

«Luchad conmigo» (Rom. 15,30)

Sin embargo, San Pablo no sólo hace a sus comunidades beneficiarias y receptoras de su oración, sino que les invita a que ayuden en su tarea evangelizadora apoyando y sosteniendo su apostolado con la oración.

Comprobamos así la humildad de Pablo, que se reconoce débil y tiene la conciencia clarísima de que la misión encomendada supera ilimitadamente sus propias fuerzas (cf. 2 Cor. 2,16). Cuando le vemos solicitando la oración de sus cristianos no nos encontramos ante una mera fórmula vacía, sino ante la convicción de que necesita de esta oración y de que la intercesión de las comunidades es una ayuda inestimable para realizar su misión evangelizadora. En el fondo subyace la convicción -seguramente basada también en la experiencia- de la eficacia y de la fuerza de la oración hecha en nombre de Cristo y guiada por el Espíritu (cf. Rom. 8,26-27).

Y comprobamos también algo típico del espíritu de Pablo -como veremos más adelante-: el ansia de incorporar a sus evangelizados como miembros activos y colaboradores positivos en la inmensa obra de la evangelización.

Quizá sorprenda la expresión «luchad juntamente conmigo en vuestras oraciones» (Rom. 15,30 cf. Col. 4,12). Sin embargo, si la consideramos atentamente nos damos cuenta que es sumamente reveladora. La imagen, que hunde sus raíces en el A.T, (Ex. 17,8-13; 32,11-14; Gen. 18,17s.), sugiere que las grandes batallas se ganan en la oración. Pablo, que vive todo su apostolado como un combate (Col. 1,29; 2,1; 2 Tim. 4,7), ve en la súplica el arma decisiva (Ef. 6,13-18). Y está persuadido de que, lo mismo que el pueblo de Israel vencía cuando Moisés estaba intercediendo ante Dios con las manos elevadas en la cima del monte, el Evangelio avanzará de manera imparable si logra que todo un pueblo interceda incesantemente sin desfallecer en la plegaria (2 Tes. 3,1).

También es revelador lo que indica a sus comunidades que pidan. Hemos visto que en su oración no pedía por sí mismo, sino por sus cristianos; y cuando suplicaba algo para sí -por ejemplo, por sus proyectos de viaje-, tampoco era en realidad para sí mismo, sino en función de su tarea apostólica. Su vida no existe más que para el Evangelio. El único anhelo que arde en su corazón es la salvación de los hombres. Y esto se refleja también en lo que les indica que deben pedir.

Desde luego, pide para sí mismo. Pero no para intereses suyos particulares -menos aún egoístas-. Sólo desea que le sea otorgada la gracia de que Dios mismo ponga su Palabra en su boca (Ef. 6,19) y pueda dar a conocer el Misterio de Cristo como conviene (Col. 4,4).

Ante las continuas dificultades y persecuciones en la tarea evangelizadora, pide sobre todo el don de la «parresía» (ardor, valentía, seguridad, confianza en la predicación del Evangelio). Esta es sin duda una de las cualidades más necesarias en el evangelizador (1 Tes. 2,2; 2 Cor. 3,12; 7,4; Fil. 1,20; Col. 2,15; Ef. 3,12; 6,19-20; Flm. 8), y por eso insiste en que pidan para él que «pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio» y «pueda hablar de él valientemente como conviene» (Ef. 6,19-20).

Asimismo espera de la oración de sus cristianos que alcance la gracia de que «Dios abra una puerta a la Palabra» (Col,. 4,3). La imagen significa (1 Cor. 16,9; 2 Cor. 2,12) una ocasión para predicar, una circunstancia que favorezca la difusión del Evangelio de Cristo. También esto es gracia de lo alto. Y Pablo espera lograrla por la intercesión de sus comunidades.

Incluso cuando les pide que supliquen «para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos» (2 Tes. 3,2; cf. Rom. 15,30-32; 2 Cor. 1, 10-11) es con el deseo de que desaparezcan los estorbos en el camino del Evangelio y en la tarea apostólica.
Otros textos: 1 Tes. 5,25; Fil. 1,19; Flm. 22; 1 Tim. 2,1-7.

Doctrina y táctica del Mal Menor / Autor: F. Javier Garisoain Otero

La táctica del mal menor no se ha introducido de golpe en ningún momento. Lo ha hecho de forma progresiva a lo largo de los dos últimos siglos

Quisiera decir algo católicamente correcto sobre el concepto de “mal menor”. Y explicar que una cosa es la lícita doctrina moral del mal menor y otra más discutible la táctica política del mal menor. La táctica política malminorista es, desde hace doscientos años, seña de identidad del llamado catolicismo liberal, una ideología que ha pretendido conciliar la Verdad que predica la Iglesia con el relativismo y el naturalismo. Soy consciente de que muchos católicos sinceros siguen confiando en las tácticas maquiavélicas del mal menor y del voto útil tal vez porque no acaban de descubrir otra que les convenza. Después de pensarlo un poco les diré mi opinión: que hacer propuestas malas sabiendo que son malas y esperando con ello evitar el triunfo de propuestas peores suena, cuando menos, bastante inmoral. Y además es ineficaz.


La doctrina moral del Mal Menor

Los buenos filósofos explican que el mal no tiene entidad propia porque sólo es ausencia de bien. El mal menor pues no es más que carencia de bien. Y en este sentido mal menor es exactamente lo mismo que bien mayor. Como en el ejemplo de la botella “medio llena”o “medio vacía”sabemos que el nivel puede cambiar a más o a menos. Sabemos que diversas limitaciones internas o externas nos alejan siempre de la perfección individual y social. Por eso la doctrina del mal menor, que exige procurar siempre el mayor bien posible y evitar el mal en lo posible, es válida siempre. Ante una elección -suponiendo que nuestra única responsabilidad sea elegir- no existe otra posibilidad de rectitud ética que elegir lo mejor. Y si todo es malo hay que elegir el mal menor. Y no estará de mas convenir que en ciertos casos el negarse a elegir, es decir, la abstención, aún siendo un mal, puede ser el verdadero mal menor que estamos buscando. Todo ello suponiendo -insisto- que nuestra única responsabilidad sea elegir. La cosa cambia, como veremos, si nuestra responsabilidad no es elegir, sino hacer, o proponer. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad plural en la que tenemos el deber de participar. ¿Se satisfará ese deber con la mera elección pasiva del mal menor? Si el llamamiento es a participar, a hacer, a construir, habrá que HACER el bien.

La táctica política del Mal Menor

La táctica política del mal menor ya no se limita al momento electoral, pues consiste en proponer unos males (menores) para evitar que triunfen otros males (mayores). Es la tentación política que nos acosa cuando tenemos la responsabilidad de hacer propuestas. Y llegados a este punto he llegado a una conclusión: desde el punto de vista ético nunca puede ser lícito proponer un mal, aunque éste sea menor.

He aquí algunos argumentos de por qué no es bueno el malminorismo:

- Porque la doctrina católica es clara al respecto cuando afirma que la conciencia ordena “practicar el bien y evitar el mal”(Cat. 1706 y 1777), que no se puede “hacer el mal”si se busca la salvación (Cat. 998) y que “nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien”. (Cat.1789)

- Porque la responsabilidad de los laicos católicos no puede limitarse a elegir pasivamente entre los males que los enemigos de la Iglesia quieran ofrecer, sino que debe ser una participación activa y directa, “abriendo las puertas a Cristo”.

- Porque el mal menor pretende asignar a los católicos un papel mediocre y pasivo dentro del nuevo sistema “confesionalmente aconfesional”.

- Porque el mal menor convierte en cotidiana una situación excepcional.

- Porque una situación de mal menor prolongada hace que el mal menor cada vez sea mayor mal. Los males “menores”de nuestros días pesan demasiado como para no evidenciar un enfrentamiento radical con el Evangelio: el individualismo, la relativización de la autoridad, el primado de la opinión, la visión científico-racionalista del mundo... principios que se manifiestan en la pérdida de fe, la crisis de la familia, la corrupción, la injusticia y los desequilibrios a escala mundial, etc.

- Porque la táctica del mal menor se ha demostrado ineficaz en el tiempo para alcanzar el poder o reducir los males.

- Porque es preciso exponer en su integridad el mensaje del Evangelio ya que “donde el pecado pervierte la vida social es preciso apelar a la conversión de los corazones y a la gracia de Dios”(...) y “no hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio”(Cat. 1896)

- Porque la propuesta de un mal por parte de quien debiera proponer un bien da lugar al pecado gravísimo de escándalo que es la “actitud o comportamiento que induce a otro a hacer el mal”).

(Cat. 2284). A este respecto es muy clara la enseñanza de Pío XII: “Se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos (...) Lo mismo ha de decirse (...) de los que, manipulando la opinión pública la desvían de los valores morales”. (Discurso de 1/6/1941. Recogido en: Cat. 2286).

- Porque un mal siempre es un mal y “es erróneo juzgar la moralidad de los actos considerando sólo la intención o las circunstancias”(Cat. 1756).

Cómo nace el Mal Menor

Históricamente, la táctica política del mal menor nace en la Europa cristiana postrevolucionaria de la mano de dos movimientos políticos católicos: el catolicismo liberal y la democracia cristiana. Es complicado desentrañar los motivos que llevan a sus promotores a adoptarla en la teoría. Y son contradictorios los hechos y las decisiones adoptadas en la práctica. No entraré a juzgar la intención. En muchas ocasiones los malminoristas han sido hombres de iglesia, católicos inquietos por los avances de la revolución y deseosos de hacer algo en un contexto de debilidad de la respuesta católica a la revolución liberal.

Se puede llegar al malminorismo por diversos motivos que se superponen y entremezclan:

- Por “contaminación”del pensamiento revolucionario y el deslumbramiento ante la aparente perfección de las nuevas ideologías. Buscando, por ejemplo, el compromiso de la Iglesia con una forma política concreta (nacionalismo, parlamentarismo, democracia de partidos, etc.)

- Por exageración de los males del Antiguo Régimen y su identificación con la misma Doctrina Católica.

- Por cansancio en la lucha contrarrevolucionaria, por el acomodo conservador de quienes están llamados a la valentía.

- Por una derrota bélica de las políticas católicas, o tras un período intenso de persecución religiosa.

- Por una aparente urgencia de transacción con los enemigos de la Iglesia a fin de que, al menos, sea tolerada por unas autoridades hostiles una mínima labor apostólica.

- Por maniobras de partidos revolucionarios que intencionadamente procuran sembrar dudas y división entre los católicos.

- Por la carencia de verdaderos políticos católicos lo cual anima la intromisión del clero en la política concreta.

- Por la misma intromisión clerical en el juego político lo que a su vez retrae de la participación a unos y desautoriza la labor independiente -y tal vez discrepante en lo contingente- de otros laicos.

- Por ingenuidad de los católicos que confían sin garantías en las reglas del juego establecidas por los enemigos de la fe.

- Por una sobrevaloración del éxito político inmediato olvidando que, como dice el catecismo: “el Reino no se realizará (...) mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un progreso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal”. (Cat. 677)

- Por una creciente desorientación y falta de formación del pueblo católico que genera pesimismo o falta de fe en la eficacia salvadora de los principios del Derecho Público Cristiano.

- Por un enfriamiento en la fe y la religiosidad. Porque sin ayuda de la gracia es muy difícil “acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava”. (Centesimus Annus, 25. En Cat. 1889)

Cómo ha evolucionado la táctica del Mal Menor

La táctica del mal menor no se ha introducido de golpe en ningún momento. Lo ha hecho de forma progresiva (a peor) a lo largo de los dos últimos siglos. En la historia política de los países europeos se podrían identificar las siguientes situaciones:

- En un primer momento, tras el choque violento de la revolución, y argumentando el accidentalismo de la Iglesia (que corresponde a la institución pero no a los laicos), los malminoristas toleran, consienten y hasta promueven la disolución de estructuras políticas y sociales tradicionales (monarquía, gremios, instituciones religiosas, bienes comunales, etc.) que eran de hecho un freno a la revolución.

- Paralelamente a la secularización de la política y por un cierto maquiavelismo, empiezan a omitir los argumentos religiosos a la hora de hacer propuestas con la ilusión de captar así el apoyo de los no católicos. Algunos llegan a afirmar como justificación para no hablar de la Redención que “la doctrina cristiana es más importante que Cristo”lo cual no deja de ser puro pelagianismo.

- El paso siguiente en la táctica malminorista es el intento de unión de los católicos en torno a un programa mínimo pero no para presentar una alternativa al nuevo régimen sino para integrarse mejor en él con la idea de “cambiarlo desde dentro”. Para ello se procura el desprestigio de otros políticos y tácticas católicas marginales.

- Un recurso frecuente en los malminoristas es tratar de ganar la simpatía de la jerarquía mediante promesas de “paz y reconciliación” que permitan la reconstrucción material de las Iglesias y el mantenimiento regular del culto. Se trata de un intento desesperado de salvar “lo que se pueda”, de tentar a la jerarquía de la Iglesia con una dirección política que no le es propia. Que podría ser algo excepcional, pero no la tónica habitual de participación política católica.

- En ocasiones son los propios obispos o miembros del clero quienes promueven grupos políticos en esa línea con una mentalidad puramente defensiva de la Iglesia. Esta intromisión empobrece la acción política de los católicos, la hace “ir a remolque”de las propuestas revolucionarias, y compromete a la Iglesia con soluciones políticas legítimas pero opinables. Cuando alguien propone hacer acción social, como lo hizo en España un influyente obispo, “para que no se nos vayan los obreros de la Iglesia”está falseando la finalidad de la verdadera acción social, que no puede ser un mero instrumento de catequesis, sino un deber de justicia y responsabilidad de los laicos.

- El caso del Ralliement propuesto por León XIII, que envalentonó aún más a los enemigos de la Iglesia en Francia, o la verdadera traición de ciertos obispos mexicanos a los católicos cristeros, milagrosamente perdonada por el pueblo fiel, son dos ejemplos de las nefastas consecuencias a las que puede llevar el malminorismo. En este sentido la claridad del Concilio Vaticano II al exigir la abstención del clero de toda actividad política representa una rectificación importante. Es preciso reconocer que el empeño cobarde de algunos cristianos por buscar la mera supervivencia material de la Iglesia, la “añadidura”, ha sido un anti-testimonio escandaloso. Es un escándalo que quienes dicen con el Evangelio “Buscad el Reino de Dios y su justicia...”olviden que el mal moral es “infinitamente más grave”que el mal físico. (Cat. 311)

- Más recientemente y coincidiendo con la euforia previa al Concilio Vaticano II se procuró la disgregación de partidos, asociaciones, instituciones y estados católicos con la idea de potenciar una especie de “guerra de guerrillas”que pudiera conquistar así la opinión pública y llegar a todos los rincones del entramado social. Los resultados están a la vista: no sólo se han debilitado o extinguido las antiguas herramientas sino que además no ha surgido esa nueva”guerrilla”y no se ha conquistado nada nuevo -o poco- que no fuera ya católico.

- El último paso del malminorismo y la demostración palpable de su maquiavelismo es la justificación del voto útil lo que, paradójicamente, contradice el mal menor porque propugna que se vote no ya al menos malo, sino a la opción que tenga mayores posibilidades de triunfo, aunque sea peor que otras opciones con menos posibilidades.

La ineficacia del Mal Menor

Al analizar la génesis y desarrollo de las tácticas malminoristas, en ningún caso condeno aquí la intención de quienes las han apoyado o apoyan. Simplemente quiero constatar algunas razones que expliquen por qué el malminorismo nunca consigue lo que se propone. No consigue reducir el mal mayor:

- Porque las energías que debían gastarse en proponer bienes plenos se gastan en proponer males menores.

- Porque es una opción de retirada, pesimista, en la que el político católico esconde sus talentos por temor, o por falsa precaución.

- Porque la táctica del mal menor predica la resignación; y no precisamente la resignación cristiana, sino la sumisión y la tolerancia al tirano, a la injusticia y al atropello. Con tácticas malminoristas nunca se habría decidido el alzamiento español de 1936, ni habría caído el muro de Berlín. No habría habido Guerra de la Independencia Española, ni insurgencia católica en la Vendée, ni Carlistas en España, ni Cristeros en México. Y tal vez ninguna oposición habría encontrado el avance islámico por Europa. No habrían existido ni Lepanto, ni Cruzadas, ni Reconquista.

- Porque el mal menor se presenta como una forma inteligente de favorecer económica y físicamente a la Iglesia olvidando que la mayor riqueza de la Iglesia -su única riqueza- es el testimonio de la Verdad, testimonio que si sigue hoy vivo es gracias a la sangre de los mártires.

- Porque hay ejemplos sobrados en los que el triunfo del malminorismo ha dado el poder a partidos que reclamando el voto católico han amparado, y eso ha pasado en media Europa, una legislación anticristiana (divorcio, aborto, etc.).

En definitiva, el malminorismo no ha sido derrotado nunca porque en sí mismo es una derrota anticipada, una especie de cómodo suicidio colectivo. Es el retroceso, la postura vergonzante y defensiva, el complejo de inferioridad. Defendiendo una táctica de mal menor, los cristianos renuncian al protagonismo histórico, como si Cristo no fuese Señor de la historia. Se creen maquiavelos y sólo son una sombra en retirada. Niegan en la práctica la posibilidad de una doctrina social cristiana, y niegan la evidencia de una sociedad que, con todas sus imperfecciones, ha sido cristiana. El malminorismo, contrapeso necesario de una revolución que en el fondo es anticristiana, ha fracasado siempre, desde su mismo nacimiento.

En cambio, la historia de la Iglesia y de los pueblos cristianos está llena de hermosos ejemplos en los que el optimismo -o mejor, la esperanza cristiana-, nos enseña que es posible, con la ayuda de Dios, construir verdaderas sociedades cristianas. La política cristiana no ha fracasado en la medida en que todavía hoy seguimos viviendo de las rentas de la vieja cristiandad occidental.

Conclusiones

Es alentador comprobar que, gracias a Dios, los errores filosóficos o teológicos, cuando se concretan en movimientos y personas, siguen adelante en medio de felices incongruencias, acuciados por la realidad de las cosas. Raras veces llegan a desarrollar las últimas consecuencias de sus principios. Por eso el resultado de una acción política, aunque parta de unos principios erróneos, es incierto y sorprendente. “Dios creó un mundo imperfecto, en estado de vía”. (Cat. 310) y ni siquiera el acceso al gobierno político de personas santas podría eliminar todas las imperfecciones de este mundo.

Una vez reconocida esta tremenda limitación de la realidad política, nuestra responsabilidad de laicos católicos no puede ser la resignación ante un mundo imperfecto, sino la lucha y la aventura por procurar el acercamiento a ese ideal de perfección que propone también a un nivel social el Evangelio. Aquí radica el verdadero y sano pluralismo que debe existir entre los católicos, porque sin reconocer cierto “derecho a la equivocación”será imposible rectificar y mejorar.

La Doctrina de la Iglesia está pidiendo a los laicos católicos una participación activa en la vida política, solos o acompañados. Todo llamamiento a la unidad entre los católicos no puede exigir mas que una unión en los principios pre-políticos, es decir, en torno a una misma idea de bien común. Y esa acción política católica es responsabilidad exclusiva de los laicos, no de la Institución jerárquica. Laicos solos, o laicos agrupados. Pero laicos.

En cuanto a los conceptos de mal menor y voto útil, estas son mis conclusiones:

- El mal menor como doctrina moral es siempre válido si nuestra responsabilidad es exclusivamente la elección.

- El mal menor como táctica política nace en la Europa postrevolucionaria en un contexto de debilidad de las opciones políticas cristianas.

- La táctica del mal menor es pesimista e ineficaz.

- La táctica política del voto útil es puro maquiavelismo político y aunque aparentemente contradice la táctica del mal menor es en realidad una vuelta de tuerca en una misma concepción que esteriliza la acción política de los laicos católicos.

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Fuente: arbil.org

Camino de Belén

Evangelio de San Lucas - Capítulo 2

2,1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
2,2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
2,3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
2,4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David,
2,5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
2,6 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento,
2,7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
2,8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
2,9 Se les presentó el Angel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
2,10 El ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
2,11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;
2,12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
2,13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
2,14 Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.
2,15 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.
2,16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
2,17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;
2,18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.
2,19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón...


Reflexión:

—Ven conmigo, hermano, camino de Belén. Vamos con regalos a encontrar al niño, que dicen que ha nacido para salvarnos. Si llegamos a encontrarlo, será la gracia de nuestra vida.

—Pero ¿cuándo ha nacido?

—Él nace siempre, él está siempre naciendo. En cada día y en cada noche, siempre está naciendo el niño. Él es la vida que triunfa sobre la nada. Él es amor poderoso que triunfa sobre la negatividad. Siempre está naciendo el niño. Siempre es Nochebuena, siempre es Navidad.

—¿Y cómo ha nacido?

—Ha nacido como cualquier niño. No ha nacido como los hijos de los dioses y los reyes. No ha nacido bajando de una estrella. No se ha parado la tierra en su alumbramiento. Ha nacido en medio del silencio. La gente seguía su ritmo, y nadie se enteraba. Ha nacido despojado, desarmado y amigo.

—¿Y ese niño es Dios?

—Es un niño y es un Dios. Todo el poder de Dios encerrado en un niño que llora y que sonríe. Toda la gloria de Dios oculta en una carita amable. Toda la justicia de Dios manifestada en una criatura que necesita de cuidados. Si quisiera castigar lo haría con besos y con lágrimas.

—¿Dónde ha nacido?

—Ha nacido en Belén, en un pesebre. Esa cuna maloliente es el corazón del mundo.

Pero para llegar a Belén no hace falta que corras muchas leguas. Belén está en el corazón de la vida. Hay muchos Belenes dolientes y palpitantes en cualquier pueblo, ciudad o campamento. Belén puede estar dentro de cada uno.
Ven conmigo, hermano, en busca de Belén. Corramos donde quiera llora un niño por el hambre, la guerra o la orfandad. Le regalaremos todos los besos de las madres, las canciones de los ángeles y las risas de los payasos.

Vigilemos delicadamente la noche triste de los enfermos y recorramos compasivamente el vía crucis de los dolientes. Acerquémonos a los que van muy cargados para aliviarles el peso. Abramos nuestras puertas a todos los que buscan un poco de amistad. Pongamos en las ventanas unas velas encendidas para invitar a los que pasan o desearle la luz. Sentemos a nuestra mesa a cualquier pobre de la calle y compartamos con él el pan y la palabra.

Hagamos nuestra la alegría de todos los sencillos y curemos a aquellos que padecen de tristeza.

Pasemos, en fin, por todos los caminos, superando los obstáculos de la división, sembrando semillas de fraternidad y entonando canciones de esperanza.
Este viaje no se termina, pero es gratificante. No tengas prisas porque estás celebrando la Navidad y multiplicando las cunas. En cada gesto de amor está naciendo Dios. Buen viaje a Belén, peregrino.

Un siglo de ternura

Nos gustaría que en este siglo fuera el de la ternura, ¡La necesitamos tanto!
Demasiada la dureza humana, dureza en nuestras relaciones, incluso en nuestras conversaciones, gestos de hostilidad o indiferencia. Sin embargo, el misterio de la Navidad viene envuelto en benevolencia.

No hablamos de sentimiento blando, sino de un amor profundo y respetuoso, como el que se manifestó en Jesucristo. Todos los protagonistas de la Navidad se dejan contagiar de ternura: María y José, ángeles y pastores. Todos manifiestan la espiritualidad de la ternura cuando acogen, cuando besan y acarician, cuando se alegran y cantan, cuando regalan y a sí mismos se regalan.

Nos fijamos especialmente en los Magos, No salen de sus tierras en plan de conquista, sólo querían ofrecerse y adorar. Los conquistadores utilizan la filosofía del orgullo, la violencia y la codicia. Los Magos, humildes, caen de rodillas, se enternecen ante el Niño y le ofrecen generosos regalos. Éste es el verdadero espíritu de la Navidad.

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Fuente:www.mariaesperadelm undo.com.

Entregarse en el Carmelo / Autora: Catalina de Jesús

Queridos amigos:

Hoy quería compartir con vosotros unas líneas de las muchas páginas escritas estos días,en el Carmelo de Segovia,en el suelo de mi habitación, viendo el sol y los árboles del jardín desde mi ventana.Con cariño, Catalina de Jesús.

"Todo es Gracia,REGALO suyo,no hay nada nuestro. También es suyo el deseo de entregarse,también es suya la fuerza y la valentía para proclamarle VIVO,la fuerza para ser TESTIGO;también es suya la oración y la alabanza...verdaderamente es el Espíritu el que gime en nuestro interior, el que hace vibrar nuestro corazón en alabanzas...nosotros ni podríamos soñar en alabarle...

Y ahora sé que a TODOS nos pide lo mismo,A TODOS LO MISMO,porque Él está enamorado por igual del corazón de cada hombre...de verdad que para Él cada hombre es único, es cómo si sólo existiese esa persona, ningún otro podrá nunca sustituir ese amor...
DE todos quiere lo mismo:TODO...algo asi cómo todo tu ser, toda tu vida, todo tu corazón, todo lo que eres, tu cuerpo, tu miseria, tus pecados,, tu historia, tu memoria, tus entrañas, tus huesos, tu sustancia, TODO, TODO,TODO...

Es Dios.
Eres suyo.
No puede haber medias tintas.
Él es FUEGO.Y tú eres cómo un papelillo de papel de seda que se acerca flotando al Sol.TODO.
No queda nada, nada,nada.......

Y el Amor ya lo llena todo, hasta la última rendija de tu ser, todo empapado, "nada se libra de su calor"...Es morir a algo para nacer a otra vida, a la VIDA VERDADERA.
Es la vida que te da Él.Es su vida.Él quiere dártela, quiere que tu la vivas ya aquí.No mañana, no cuando te mueras, YA, AQUÍ, DONDE ESTÁS..."

La dimensión misionera de la Eucaristia / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

LA EUCARISTÍA
PRINCIPIO Y PROYECTO DE «MISIÓN»


“Los dos discípulos de Emaús, tras haber reconocido al Señor, «se levantaron al momento» (Lc 24,33) para ir a comunicar lo que habían visto y oído. Cuando se ha tenido verdadera experiencia del Resucitado, alimentándose de su cuerpo y de su sangre, no se puede guardar la alegría sólo para uno mismo. El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y dar testimonio. Lo subrayé precisamente en la homilía en que anuncié el Año de la Eucaristía, refiriéndome a las palabras de Pablo: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamaréis la muerte del Señor, hasta que vuelva» (1Co 11,26). El Apóstol relaciona íntimamente el banquete y el anuncio: entrar en comunión con Cristo en el memorial de la Pascua significa experimentar al mismo tiempo el deber de ser misioneros del acontecimiento actualizado en el rito. La despedida al finalizar la Misa es como una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación cristiana de la sociedad.

La Eucaristía no sólo proporciona la fuerza interior para dicha misión, sino también, en cierto sentido, su proyecto. En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura. Para lograrlo, es necesario que cada fiel asimile, en la meditación personal y comunitaria, los valores que la Eucaristía expresa, las actitudes que inspira, los propósitos de vida que suscita. ¿Por qué no ver en esto la consigna especial que podría surgir del Año de la Eucaristía?

Acción de gracias

Un elemento fundamental de este «proyecto» aparece ya en el sentido mismo de la palabra «eucaristía»: acción de gracias. En Jesús, en su sacrificio, en su «sí» incondicional a la voluntad del Padre, está el «sí», el «gracias», el «amén» de toda la humanidad. La Iglesia está llamada a recordar a los hombres esta gran verdad. Es urgente hacerlo sobre todo en nuestra cultura secularizada, que respira el olvido de Dios y cultiva la vana autosuficiencia del hombre. Encarnar el proyecto eucarístico en la vida cotidiana, donde se trabaja y se vive —en la familia, la escuela, la fábrica y en las diversas condiciones de vida—, significa, además, testimoniar que la realidad humana no se justifica sin referirla al Creador: «Sin el Creador la criatura se diluye». Esta referencia trascendente, que nos obliga a un continuo «dar gracias» —justamente a una actitud eucarística— por lo todo lo que tenemos y somos, no perjudica la legítima autonomía de las realidades terrenas, sino que la sitúa en su auténtico fundamento, marcando al mismo tiempo sus propios límites.

En este Año de la Eucaristía los cristianos se han de comprometer más decididamente a dar testimonio de la presencia de Dios en el mundo. No tengamos miedo de hablar de Dios ni de mostrar los signos de la fe con la frente muy alta. La «cultura de la Eucaristía» promueve una cultura del diálogo, que en ella encuentra fuerza y alimento. Se equivoca quien cree que la referencia pública a la fe menoscaba la justa autonomía del Estado y de las instituciones civiles, o que puede incluso fomentar actitudes de intolerancia. Si bien no han faltado en la historia errores, inclusive entre los creyentes, como reconocí con ocasión del Jubileo, esto no se debe a las «raíces cristianas», sino a la incoherencia de los cristianos con sus propias raíces. Quien aprende a decir «gracias» como lo hizo Cristo en la cruz, podrá ser un mártir, pero nunca será un torturador.

El camino de la solidaridad

La Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para toda la humanidad. En la celebración eucarística la Iglesia renueva continuamente su conciencia de ser «signo e instrumento» no sólo de la íntima unión con Dios, sino también de la unidad de todo el género humano. La Misa, aun cuando se celebre de manera oculta o en lugares recónditos de la tierra, tiene siempre un carácter de universalidad. El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida. La imagen lacerante de nuestro mundo, que ha comenzado el nuevo Milenio con el espectro del terrorismo y la tragedia de la guerra, interpela más que nunca a los cristianos a vivir la Eucaristía como una gran escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres que, en los diversos ámbitos de responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean artesanos de diálogo y comunión.

Al servicio de los últimos

Hay otro punto aún sobre el que quisiera llamar la atención, porque en él se refleja en gran parte la autenticidad de la participación en la Eucaristía celebrada en la comunidad: se trata de su impulso para un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna. Nuestro Dios ha manifestado en la Eucaristía la forma suprema del amor, trastocando todos los criterios de dominio, que rigen con demasiada frecuencia las relaciones humanas, y afirmando de modo radical el criterio del servicio: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). No es casual que en el Evangelio de Juan no se encuentre el relato de la institución eucarística, pero sí el «lavatorio de los pies» (cf. Jn 13,1-20): inclinándose para lavar los pies a sus discípulos, Jesús explica de modo inequívoco el sentido de la Eucaristía. A su vez, san Pablo reitera con vigor que no es lícita una celebración eucarística en la cual no brille la caridad, corroborada al compartir efectivamente los bienes con los más pobres (cf. 1 Co 11,17-22.27-34).

¿Por qué, pues, no hacer de este Año de la Eucaristía un tiempo en que las comunidades diocesanas y parroquiales se comprometan especialmente a afrontar con generosidad fraterna alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo? Pienso en el drama del hambre que atormenta a cientos de millones de seres humanos, en las enfermedades que flagelan a los Países en desarrollo, en la soledad de los ancianos, la desazón de los parados, el trasiego de los emigrantes. Se trata de males que, si bien en diversa medida, afectan también a las regiones más opulentas. No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35; Mt 25,31-46). En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas” .

Niños y animalitos / Autor: Enrique Monasterio

Leo en el periódico que, en un reciente proceso de divorcio, el juez ha concedido a la esposa la custodia de los perros de la familia, y al marido, el derecho a visitarlos cada quince días para sacarlos a pasear por el parque.

No teman mis sufridos lectores. No voy a burlarme del amor a los animales, que, como todo el mundo sabe, es signo inequívoco de cultura y sensibilidad. A mí también me gustan los pájaros, y tal vez cuando sea viejo pueda tener un animal de compañía –un centollo por ejemplo– con el que compartir las largas veladas de invierno.

Sin embargo me inquieta esa progresiva identificación animalito/niño, que empieza a alcanzar cotas grotescas en los civilizados cerebros del bastantes contribuyentes.

Pase que algunas ancianitas solitarias llamen mi pichurrín a su gato y le besen en el hociquito todas las noches antes de acostarse. Pase que otras, o las mismas, dejen al minino herencias de millones de libras esterlinas y que obliguen a un albacea de la especie humana a rendir cuentas al afortunado felino. Pase que, en determinados países, se publiquen enternecedoras esquelas cuando fallece el perro, el loro o el pez espada de la familia, dejando un vacío irreparable en el hogar. Pero, por favor, que no me metan a los jueces en esto. Bastantes problemas tiene ya la Audiencia Nacional.

Ocurre además que, a medida que los animalitos se nos van convirtiendo en personitas, da la impresión de que hay quien empieza a tratar a los niños como a entrañables animales domésticos. Es lógico: el acercamiento entre las especies es recíproco. De tanto mimar bichos, uno ya ni distingue. Y nace el niño de compañía, el bebé gatito, el pichurrín humano, que disfruta de todos los privilegios de sus compañeros irracionales: campa a sus anchas como un pez tropical, es objeto de mil caricias como si de un gato persa se tratara, y engorda como una foquita monje.

Me encantaría estar completamente equivocado, pero temo que cada día hay más padres que piensan en sus hijos, más como objetos de disfrute que como personas.

Ahora que tanto se habla –y con razón– de los niños maltratados, no olvidemos que hay formas de maltrato más sutiles que las palizas convencionales, pero igualmente perniciosas para el cuerpo y el espíritu. ¿Hay peor atropello, por ejemplo, que tratar a un niño como a un animalito de compañía?

Valga como síntoma esa peligrosa manía posmoderna de dividir a los bebés en deseados y no deseados. La terminología, que algunos aceptan como inocua, es simplemente estúpida; pero debajo hay algo más macabro. Los niños no son cachivaches de adorno ni de consumo; tampoco son ratones colorados. Por tanto, no se les desea, se les ama. De ahí que quienes clasifican en serio a sus hijos de esa extraña forma, deban ser catalogados como padres indeseables. (Bien sabe Dios lo que me ha costado escribir esta frase).

Tan peligrosa mentalidad ha creado un tipo de niño que cabría definir como "bebé valium". Me refiero a aquellas criaturas que vienen al mundo, o entran a formar parte de una familia, sólo para resolver los problemas afectivos o las neurosis de ansiedad de un miembro de la pareja (suponiendo que de una pareja se trate). Son los nenes hiperapetecidos, histéricamente necesitados y conseguidos a cualquier precio.

Todas las patologías son respetables, pero a quien padezca un síndrome de este tipo hay que recetarle con urgencia una muñeca repollo o un gato persa. Y que haga experimentos con gaseosa, no con seres humanos.

Al niño valium los psicólogos y pedagogos suelen llamarlo "superprotegido". ¿Protegido, de qué? Se trata de niños realmente secuestrados. Al niño/valium no se le educa, se le domestica. Se le guarda en un estuche envuelto en algodones para que no sienta la tentación de rebelarse. Se le anestesia con la tele para que no moleste (el niño es buenísimo; no nos da ninguna guerra). Se le conceden todos los caprichos; se cuida de su salud hasta convertirlo en un hipocondríaco como papá, y se le alimenta a la carta como a un gato caprichoso.

El niño/valium, cuando se convierte en adulto, no se va de casa ni a rastras. Víctima del síndrome de Estocolmo, suele convertirse en un egoísta incurable que besa la mano de quien le alimenta y no se despega de ella ni con agua caliente.

— ¿No se estará pasando un poco?

Me temo que sí. Es más, quizá alguien se me haya enfadado por llevar demasiado lejos la ironía. Pero es que me falta espacio para matizar. Y yo debería explicar ahora en tres líneas que hay que mirar a los niños como Dios mismo los mira, con amor generoso y despegado. Y enseñarles a sufrir, a luchar, a vencer, esforzarse, a ser sinceros, a tratar a Dios, a trabajar, a ser generosos, a pensar…

Materias éstas que no figuran en los manuales para la cría del canario.

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Fuente: Fluvium.org

Luigino Bruni, responsable de los focolares en Italia: ´´La Europa unida es una etapa hacia el mundo unido´´ / Autor: Ignasi Mira



La economía de comunión




Luigino Bruni , uno de los participantes en la primera Convención de Cristianos por Europa, ve muy clara la relación entre el carisma de su movimiento, los focolares, y la construcción europea.


*Luigino Bruni, responsable de los focolares en Italia: ´´La Europa unida es una etapa hacia el mundo unido´´

*El principal impulsor de la llamada economía de comunión (más dar y menos tener) es miembro de Cristianos por Europa


Luigino Bruni , uno de los participantes en la primera Convención de Cristianos por Europa, ve muy clara la relación entre el carisma de su movimiento, los focolares, y la construcción europea.

Para este italiano, principal impulsor de la economía de comunión, el apasionante horizonte de un mundo unido desde la fraternidad tiene en su recorrido una parada decisiva: la Europa unida. En este sentido, recuerda también la vinculación de De Gasperi, uno de los fundadores de la primera Comunidad Europea, con el colectivo fundado por Chiara Lubich en 1943.

-Los focolares han hecho mucho por la construcción europea. Hace sólo unos meses, ustedes han organizado encuentros con jóvenes, adultos, niños… Por ejemplo, el mismo presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, participó en una de vuestras iniciativas. ¿Cuál es la aportación global de este movimiento a la Europa del futuro?

-En primer lugar, el carisma. El carisma de los focolares es el de un mundo unido: ´´Ut unum sint´´ (´´que todos sean uno´´). Así empezó Chiara Lubich en 1943. Se trata, por tanto, de algo así como el ADN del movimiento, una vocación que apunta hacia la unidad. Por tanto, para nosotros, trabajar por la Europa unida forma parte de nuestra misión y de nuestro carisma. Y partiendo de esta idea, los focolares siempre ha defendido, desde el principio, la fraternidad universal como vocación de la humanidad.

También hay que recordar que, precisamente por este motivo, para nosotros la Europa unida no es un fin, sino una etapa para el mundo unido. No es un club de estados, sino un momento para mirar más allá, un punto importante para avanzar hacia otra meta más grande. Por eso siempre hemos ido en esta dirección: la de construir Europa. Precisamente De Gasperi, uno de los padres de la Unión Europea, era miembro de los focolares y se ha nutrido de esta espiritualidad. Luego el movimiento se ha relacionado con otros grandes referentes de la nueva Europa, como Gino Giordani, cofundador de los focolares y uno de los primeros dirigentes que habló de federalismo europeo.

-Por tanto, los focolares hacen política…

-Es que los focolares han tenido siempre una vocación política hasta el punto de que, por ejemplo, la primera presencia pública de Chiara Lubich en Roma, en 1958, tuvo lugar en el Parlamento italiano. Por tanto, para nosotros, Europa representa un gran reto. El encuentro de la fundadora con los parlamentarios, las jornadas en Innsbruck y muchas otras son momentos fuertes. El mismo Romano Prodi tiene una gran amistad con nosotros ya desde hace años.

-Romano Prodi, que envió recientemente un mensaje de apoyo a la Convención de Cristianos por Europa, había explicado justo a principios de diciembre lo que para él debe ser la construcción europea. ¿Qué nos puede decir del actual presidente de la Comisión Europea?

-De Prodi, a mí personalmente me gusta su idea de hacer la Europa de las minorías. Él dice que Europa es la unión de las minorías porque es la Europa de los pueblos, y no tanto una unión de gobiernos. Quizás los pueblos no siempre han tenido una representación fuerte a nivel nacional. De ahí le viene, además, su gran pasión por extender la Unión a los países del este y su posición a favor de reconocer la dimensión y la misión cristiana del continente. Este empuje tiene un genuino e importante componente humanista muy presente en su persona, y lo digo también porque le conozco personalmente. Le he visto siempre como un hombre positivo, cristiano, continuamente dialogante y comprometido con su misión en Europa.

-¿Qué le parece a usted, en general, la Convención de Cristianos por Europa?

-Es una buenísima iniciativa en el sentido de que hace falta conseguir encontrar una voz de los cristianos. Estamos en el principio, porque no sé bien cómo seguirá todo, pero yo veo el manifiesto, por ejemplo, como un punto de partida, es decir un documento que expresa la opinión de los primeros participantes. Pienso que, si conseguimos que la Convención de Cristianos por Europa se convierta en la voz de los cristianos europeos, la gran cantidad de trabajo que queda por hacer irá muy bien.

El documento, eso sí, se podrá mejorar mucho tanto en la elaboración como en la forma o la aportación de profesionales. Pero también hay un aspecto que para mí es importantísimo: es la posibilidad de fomentar la participación y la llegada de ideas de todos los países. Hay cristianos en Portugal, República Checa, Alemania y muchos otros.

Hay que crear un feed-back que tendría dos ventajas clave: el proyecto se enriquecería muchísimo y, además, daríamos a los ciudadanos la oportunidad de desarrollar su conciencia como creyentes. Hay que implicar a todos para que sean conscientes del proceso.

-¿Se puede decir que los cristianos europeos deben aprender de errores anteriores?

-¡Ya lo creo que sí! Hay que evitar, por ejemplo, el error de llegar tarde a los grandes retos de la construcción europea. Tenemos que estar presentes en toda la dinámica del proceso que vive ahora la Unión Europea. Desde la experiencia de nuestro movimiento, puedo decir que es urgente fomentar una mayor participación de las otras Iglesias cristianas. Si pudiésemos ser de verdad E-CHRISTIANS y no E-CATHOLICS, acogeríamos de verdad a todos aunque tengan visiones distintas en algunos puntos.

En definitiva, tenemos que llegar a los anglicanos, a los protestantes y a los ortodoxos, que son cristianos como nosotros y, además, nos permitirán tener un peso mayor cuando tengamos serias opciones de incidir en la Convención Europea. No es lo mismo un grupo de católicos que una gran plataforma de cristianos unidos, que sería algo mucho mayor. Por otro lado, también me gustaría que hubiese una mayor presencia femenina en todo el proyecto de la Convención de Cristianos por Europa. No se puede decir que el documento está escrito mayoritariamente por hombres cuando la presencia de la mujer en la sociedad es un hecho cada día más normalizado.

-A pesar de algunas deficiencias o errores puntuales, ¿usted cree que los cristianos pueden incidir de manera notable en la Constitución europea?

-Las catedrales, las piedras de un gran templo, están hechas por cristianos. Pero hoy lo que es importante es lo que estamos haciendo en la sociedad, no nuestra aportación a las raíces del pasado. Los cristianos, en Europa, son como una catedral: una realidad hecha principalmente por ellos. Pero lo más importante es lo que los cristianos hacen ahora en ese templo. En definitiva, volviendo a la realidad de Europa, los cristianos también hoy son una presencia importante en el continente, no sólo en sus raíces históricas. Por tanto, debemos interesarnos no tanto en el preámbulo sino sobre todo en el resto del futuro texto de la Constitucional.

-En Italia, el país donde nació el movimiento, los focolares son muchos, ¿no?

-Sí. Es uno de los movimientos más antiguos porque nació antes del Concilio Vaticano II, en 1943, mientras que otros grandes y preciosos movimientos nuevos, como Comunión y Liberación, se fundaron después. En Italia, por tanto, somos un poco la punta de lanza porque en su momento permitimos que la Iglesia italiana se abriese a la dimensión de esos nuevos movimientos, cuando no existían y parecía que molestaban en las parroquias. Digamos que los focolares han preparado el terreno para que los otros movimientos se integren en el tejido eclesial.

-¿Qué es la economía de comunión como iniciativa de los focolares?

-Es un proyecto económico que puso en marcha Chiara Lubich, fundadora y presidenta de los focolares, en 1991. Hoy acoge sobre todo empresas y presenta desde su inicio un crecimiento. Tiene un interés más allá del movimiento de los focolares porque se trata de un experimento de economía social un poco particular. Las empresas no se quedan con los beneficios.

En definitiva, el valor de las cosas es importante antes de entrar en el mercado. Cuando se habla de economía social, normalmente no se asocia con la economía social (las empresas…). Chiara Lubich, no porque sea una gran economista o porque esté inmersa en el debate sobre el tema, dijo que su experiencia, por ejemplo con las desigualdades entre ricos y pobres en Brasil, le había enseñado que había que hacer nacer empresas. Este instinto no tiene una idea negativa del hacer económico, del capitalismo o del mercado, porque hoy, después de 11 años, el proyecto incluye sobre todo empresas comerciales (ordenadores, frigoríficos, etc.). También es cierto que no faltan expresiones cooperativistas, pero son marginales. La mayoría son empresas, como diríamos en España, comerciales o que buscan el beneficio, por utilizar esta expresión que, a mi juicio, es equivocada porque es como dividir el mundo entre cristianos y no cristianos.

-Ligada a la economía de comunión, existe la cultura del dar. ¿Cómo la definiría usted?

-Es el eje fundamental. Precisamente una de las características de este proyecto es que un tercio de los beneficios generados por las empresas se destina a la difusión de la cultura del dar. Ésta es la parte más original del proyecto porque, sobre tres tercios, uno va a la empresa, otro a los pobres y otro a la cultura del dar. Entonces, las empresas que han reinvertido sus beneficios pensando en la cultura del dar representan un hecho totalmente nuevo porque, según nuestro criterio, es posible llevar adelante en el tiempo comportamientos altruistas, de amor, de corrección fiscal, etc., cuando se supera la lógica del interés o de pensar en algo según convenga o no.

-¿Cuándo se lleva esto a la práctica?

-Cuando las personas empiezan a dar un valor al comportamiento, a la acción humana, porque se convierte en su cultura. Todos nos beneficiamos si yo traigo satisfacción, como ocurre en el mito de Anteo, el hijo de la Tierra. Cuando le querían destruir, en vez de morir por la Tierra, él salía más fuerte. La cultura del dar es esto: formarse y aprender a dar un valor y un significado al comportamiento, también cuando no conviene.

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Fuente: www.e-cristians.net

Iglesia y fecundación artificial / Autor: Fernando Pascual LC

Muchos matrimonios sufren por el drama de la esterilidad. Desean desde lo más profundo de sus corazones la llegada del hijo, pero el maravilloso don de una nueva vida no aparece en el horizonte del hogar.

Frente a este drama, algunos esposos se preguntan si sería correcto recurrir a técnicas de reproducción artificial. Sobre el tema, la Iglesia preparó un documento, publicado con fecha 22 de febrero de 1987, que lleva la firma del entonces Cardenal Joseph Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) y cuenta con la aprobación de quien era entonces el Papa, Juan Pablo II. Este documento lleva como título «Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y de la dignidad de la procreación». El título breve en latín es Donum vitae.

Vamos a presentarlo brevemente y a responder a algunas objeciones que suelen formularse contra la doctrina expresada en este documento.

1. Estructura del documento

El documento inicia con una premisa. A ella sigue una introducción general, dividida en 5 puntos, con los criterios básicos a tener en cuenta en estos temas y los motivos por los cuales la Iglesia puede dar un juicio ético sobre las nuevas técnicas de fecundación o reproducción artificial.

Siguen luego tres apartados. El primer apartado, «El respeto de los embriones humanos», se estructura en forma de 6 preguntas y respuestas sobre algunas de las técnicas que experimentan o manipulan embriones humanos. Se tocan, entre otros, el tema del diagnóstico prenatal y de la investigación y experimentación sobre embriones.

El segundo apartado, organizado en forma de 7 preguntas y respuestas y un punto conclusivo, analiza las nuevas técnicas de procreación humana para dar un juicio sobre las mismas. El análisis se fija sobre todo en la inseminación artificial, la fecundación in vitro y la maternidad sustitutiva (o de alquiler).

El tercer apartado, que no sigue el esquema de preguntas y respuestas, ofrece una reflexión sobre la relación que existe entre la moral (la ética) y la ley civil.

2. Algunos datos técnicos

Vamos a presentar ahora, desde la Donum vitae, cuáles son las principales técnicas de reproducción artificial.

a. Inseminación artificial (IA, en inglés AI)

Es un método de fecundación que extrae y capacita la dotación espermática para luego introducirla artificialmente en el útero femenino.

b. Fecundación «in vitro» (FIV, en inglés IVF)

Método de fecundación que busca la unión entre uno o varios óvulos y los espermatozoides fuera del organismo femenino, para después introducir en el útero materno uno o varios embriones obtenidos en el laboratorio («in vitro»).

c. Tipos de inseminaciones y de fecundaciones artificiales

Homóloga: se realiza a partir de los óvulos y los espermatozoides de la misma pareja que quiere tener hijos. En este caso, los padres son verdaderos padres biológicos de los hijos así concebidos.

Heteróloga: usa óvulos o espermatozoides que proceden de una persona (un donante) ajena al matrimonio que desea tener hijos. En general, se busca que los donadores permanezcan en el anonimato, pero no por eso dejan de ser los verdaderos padres biológicos de los hijos concebidos gracias a sus gametos.

3. Resumen de la doctrina católica sobre estas técnicas

Según la Donum vitae, son lícitas aquellas ayudas médicas que permitan a los esposos, desde el acto conyugal realizado como fruto del amor y abierto a la vida, superar algunos obstáculos que impiden la procreación y puedan así concebir un hijo.

En este sentido, cualquier técnica que persiga la procreación fuera del contexto matrimonial, o que no respete la naturaleza propia del acto conyugal, es intrínsecamente mala.

Por lo mismo, la Iglesia declara la inmoralidad de cualquier técnica heteróloga, pues implica recurrir a alguien ajeno a los esposos, realizando así una especie de «adulterio» en el que el hijo no lo es plenamente de uno (o de los dos) de los padres, que no es padre biológico del mismo.

Igualmente el documento hace ver cómo toda forma de fecundación artificial («in vitro») es contraria al respeto del modo correcto de unir procreación y amor conyugal, pues los embriones así concebidos son más producto de la técnica que resultado del amor expresado a través de la relación sexual entre los esposos.

En cuanto a la inseminación artificial, ésta es inmoral si se realiza a través de la obtención del esperma masculino fuera del acto conyugal entre los esposos (con el recurso a la masturbación). A la vez, el documento explica que existe un posible uso correcto de la inseminación artificial, cuando «el medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una ayuda para que aquél alcance su finalidad natural»; es decir, cuando se toma el esperma masculino no a través de la masturbación, sino inmediatamente después de un acto sexual que respete la estrecha relación que existe entre los significados unitivo y procreativo del mismo.

La Donum vitae explica la inmoralidad propia de cualquier técnica que implique poner en peligro o dañar la vida de los embriones, experimentar arbitrariamente con ellos, congelarlos o producirlos simplemente como material biológico disponible para la investigación o para nuevos intentos de lograr el embarazo.

4. Algunas objeciones que han sido puestas al documento y algunas posibles respuestas a las mismas

Objeción 1ª: El documento defiende una moral abstracta, de principios, que va contra la mentalidad moral actual. En la moralidad «moderna», según la objeción, el individuo es el que decide qué esta bien y qué está mal, sin depender de reglas o de las indicaciones que reciba de otros.



Respuesta: La moral católica no es abstracta, aunque se basa en principios generales que sirven para iluminar los casos y las situaciones concretas que se dan en las vidas de las personas.

La misma objeción parte de un principio abstracto («el individuo es quien decide lo bueno y lo malo») que es erróneo. En realidad, la ética no consiste simplemente en seguir lo que uno desea, ni en usar cualquier medio (incluso malo) para alcanzar un fin bueno. Más bien la ética verdadera consiste en respetar un orden moral que nos dice cuál es el camino correcto para realizar el bien en la propia vida.

Objeción 2ª: El documento supone una concepción metafísica de la persona humana, pero en el mundo actual la metafísica ya no tiene ningún valor.


Respuesta: El concepto de persona que defienden muchas corrientes modernas (sociologismo, existencialismo, materialismo, individualismo...) no se sostiene por sí mismo, pues carece de fundamento. Muchas de estas doctrinas arrancan de una postura crítica que va contra cualquier fundamentación metafísica. Sin embargo, sin esta fundamentación (tal como la defiende la verdadera filosofía) es muy difícil defender la dignidad de la persona. Y si no conseguimos una buena fundamentación de la dignidad humana, el hombre queda a merced de cualquier manipulación de las ideologías, según criterios arbitrarios que han llevado y pueden volver a llevar a las más disparatadas consecuencias y a injusticias como el racismo, el aborto, el infanticidio, etc.

Objeción 3ª: El documento se opone a la fecundación «in vitro» porque se basa en una visión «anticuada» de lo que es el acto conyugal, y olvida el legítimo deseo de los esposos de tener hijos gracias a los progresos de la técnica.


Respuesta: Este documento tiene presente las dos dimensiones del acto conyugal, unitivo y procreativo. Si ambas dimensiones quedan separadas por recurrir a técnicas de reproducción artificial, la procreación humana es vista más como producción que como consecuencia de un acto de amor visto en su marco correcto: el que permite la donación mutua de los esposos en el acto conyugal abierto a la vida. Hay que defender siempre la institución del matrimonio en su dinamismo natural como el único modo correcto de colaborar en la transmisión de la vida.

Objeción 4ª: La esterilidad es una enfermedad, y la ciencia debe tratarla así, ofreciendo todas las posibilidades que existan para conseguir un hijo. No se puede obligar a una pareja, por unas pretendidas normas morales, a vivir con resignación su enfermedad y a renunciar a sus aspiraciones legítimas. Además, la fecundación «in vitro» está dando excelentes resultados: muchos hijos nacen sanos gracias a las técnicas de reproducción artificial.


Respuesta: El hecho de que haya buenos resultados no significa que el camino que se está siguiendo sea moralmente correcto. También ha habido hospitales y laboratorios que buscaron alcanzar descubrimientos importantes para la medicina a través de experimentos inmorales sobre enfermos u otros tipos de personas.

La esterilidad puede ser tratada en sus causas según el progreso de la ciencia médica. Pero la medicina está llamada a respetar la dignidad de la persona humana, sea la de los esposos, sea la de los posibles hijos. Nunca será correcto un acto técnico que atente contra los principios éticos y contra la dignidad de alguna de las personas implicadas en el proceso procreativo (padres e hijos).

Objeción 5ª: En virtud de sus principios morales la Iglesia pretende imponer límites a la ciencia, cuando la investigación científica es, de por sí, amoral: la ciencia no debe someterse a cánones ajenos a la misma ciencia.


Respuesta: La investigación científica es realizada por seres humanos que están llamados a respetar las normas éticas como los demás hombres. No es nunca correcto el progreso de la ciencia cuando se logra a base de experimentos que no respetan la dignidad de otros seres humanos (aunque sean pequeños como los embriones). Una ciencia sin ética puede convertirse en un monstruo que termine por destruir a miles de seres humanos inocentes, como ya se hace en los laboratorios que usan y destruyen embriones humanos.

Objeción 6ª: No está claro que desde el momento de la formación del zigoto (desde el instante de la fecundación) exista ya un embrión humano. Han de transcurrir algunos días para que se pueda hablar de embrión humano. Los días anteriores tenemos «pre-embriones», sobre los cuales la ciencia tendría el derecho de experimentar libremente.


Respuesta: Más bien la ciencia está de acuerdo en que desde la concepción el zigoto es una unidad que se autoregula y autoconstituye según las características propias de la vida animal; tiene, además, la dotación cromosómica y los elementos citoplasmáticos que regirán su desarrollo biológico futuro. Es cierto que la ciencia no puede determinar en qué momento llegaría el alma espiritual a los nuevos embriones humanos, pero sí puede decir cuándo nos encontramos ante una nueva realidad biológica: a partir de la fecundación. Si hubiera casos de duda sobre la presencia del alma en esos embriones, sigue en pie la obligación de tratarlos con el respeto debido a todo ser humano.

Objeción 7ª: No existe entre los católicos una plena aceptación sobre la doctrina que defiende el documento. Incluso es posible encontrar a sacerdotes que explican a los esposos que sí es correcto recurrir a la reproducción artificial.


Respuesta: no es imposible que entre los católicos haya personas, incluso sacerdotes, que no acepten la doctrina y la moral de la Iglesia. Pero ello no es motivo para apartarnos de lo que enseña el Papa y los obispos que se mantienen unidos entre sí y al Papa. Un católico, incluso un sacerdote, habla como católico sólo cuando lo hace de acuerdo con los principios que debe profesar si quiere estar en comunión de fe y de amor con la Iglesia instituida por Jesucristo. Por lo mismo, puede haber católicos que profesen abiertamente ideas contrarias a su fe, pero ello no es motivo para poner en duda enseñanzas como las contenidas en la Donum vitae o en otros documentos del Magisterio.

Objeción 8ª: La Donum vitae, en la tercera parte, pide a los legisladores que defiendan y salvaguarden los principios propios de la moral «católica» sobre estos temas, cuando en la vida pública, según el principio de laicidad, habría que respetar la pluralidad de ideas y de opciones como norma suprema, y permitir el libre acceso a las técnicas de reproducción artificial a todos los ciudadanos.


Respuesta: Lo propio de la ley es salvaguardar los derechos de las personas. No es imponer una moral particular y «opcional» el defender tales derechos, como pide la Donum vitae al recordar que los estados deben tutelar la vida de los embriones y no permitir técnicas que pongan en peligro tal vida.

Explica el documento en la tercera parte: «El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos. La ley no podrá tolerar -es más, deberá prohibir explícitamente- que seres humanos, aunque estén en estado embrional, puedan ser tratados como objetos de experimentación, mutilados o destruidos, con el pretexto de que han resultado superfluos o de que son incapaces de desarrollarse normalmente».

Es cierto que vivimos en una sociedad pluralista, pero pluralismo no es sinónimo de tolerar acciones injustas o violentas. Por eso es necesario asumir e «imponer» a todos un mínimo ético para garantizar la convivencia social. Ese mínimo ético también debe llevarnos a prohibir técnicas de reproducción artificial que no respetan ni la dignidad del matrimonio ni la vida de miles de embriones.

5. Después de la Donum vitae

La instrucción Donum vitae fue un documento clarividente, que descubrió las serias amenazas escondidas en las nuevas técnicas de reproducción artificial.

Desde 1987, miles de embriones han sido abandonados, o congelados, o destruidos, o usados en investigaciones científicas. Miles de parejas han invertido dinero y energías con la esperanza de conseguir un hijo a través de la fecundación artificial. Muchas de esas parejas han visto frustradas sus esperanzas, mientras que otras, con mayor o menor conciencia, permitieron la congelación, e incluso la destrucción, de algunos de sus hijos más indefensos, embriones inocentes que se convirtieron en «sobrantes».

En estos años se han desarrollado nuevas variantes de las técnicas. Una de ellas cuenta con una amplia difusión, la ICSI, que consiste en la microinyección, en laboratorio, de un espematozoide en un óvulo. También se ha difundido la práctica del diagnóstico preimplantacional, orientado a seleccionar los embriones sanos (los «mejores») y a marginar o destruir (de modo injusto y discriminatorio) a los considerados defectuosos o no deseados. Algunos gobiernos han permitido que los laboratorios usen y destruyan a cientos de embriones para fomentar nuevas investigaciones sobre las células madre embrionarias. En algunos casos se ha permitido la creación de nuevos embriones para «servir» a la ciencia y luego ser destruidos.

El panorama presenta tintes de drama. Por eso se hace necesario volver a leer un documento profético que ofrece pautas para rescatar la dignidad del matrimonio, de los embriones y de la vocación médica, y para poner límites a técnicas injustas.

Vale la pena hacer presente lo que indicaba la Donum vitae en su introducción: «Los progresos de la técnica hacen posible en la actualidad una procreación sin unión sexual, mediante el encuentro in vitro de células germinales extraídas previamente del varón y de la mujer. Pero lo que es técnicamente posible no es, por esa sola razón, moralmente admisible».

Es urgente, por lo tanto, profundizar en una correcta visión ética sobre el matrimonio y la procreación, de manera que la medicina verdadera siga ayudando y acompañando a las parejas que no pueden tener hijos. A la vez, hay que educar a los jóvenes para que sepan cuidar la propia fecundidad como un tesoro que permite, tras el «sí» del compromiso matrimonial, que un esposo y una esposa puedan convertirse en colaboradores de Dios en la transmisión del don de la vida.

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Fuente: Conoze.com