miércoles, 12 de diciembre de 2007
Luigino Bruni, responsable de los focolares en Italia: ´´La Europa unida es una etapa hacia el mundo unido´´ / Autor: Ignasi Mira
La economía de comunión
Luigino Bruni , uno de los participantes en la primera Convención de Cristianos por Europa, ve muy clara la relación entre el carisma de su movimiento, los focolares, y la construcción europea.
*Luigino Bruni, responsable de los focolares en Italia: ´´La Europa unida es una etapa hacia el mundo unido´´
*El principal impulsor de la llamada economía de comunión (más dar y menos tener) es miembro de Cristianos por Europa
Luigino Bruni , uno de los participantes en la primera Convención de Cristianos por Europa, ve muy clara la relación entre el carisma de su movimiento, los focolares, y la construcción europea.
Para este italiano, principal impulsor de la economía de comunión, el apasionante horizonte de un mundo unido desde la fraternidad tiene en su recorrido una parada decisiva: la Europa unida. En este sentido, recuerda también la vinculación de De Gasperi, uno de los fundadores de la primera Comunidad Europea, con el colectivo fundado por Chiara Lubich en 1943.
-Los focolares han hecho mucho por la construcción europea. Hace sólo unos meses, ustedes han organizado encuentros con jóvenes, adultos, niños… Por ejemplo, el mismo presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, participó en una de vuestras iniciativas. ¿Cuál es la aportación global de este movimiento a la Europa del futuro?
-En primer lugar, el carisma. El carisma de los focolares es el de un mundo unido: ´´Ut unum sint´´ (´´que todos sean uno´´). Así empezó Chiara Lubich en 1943. Se trata, por tanto, de algo así como el ADN del movimiento, una vocación que apunta hacia la unidad. Por tanto, para nosotros, trabajar por la Europa unida forma parte de nuestra misión y de nuestro carisma. Y partiendo de esta idea, los focolares siempre ha defendido, desde el principio, la fraternidad universal como vocación de la humanidad.
También hay que recordar que, precisamente por este motivo, para nosotros la Europa unida no es un fin, sino una etapa para el mundo unido. No es un club de estados, sino un momento para mirar más allá, un punto importante para avanzar hacia otra meta más grande. Por eso siempre hemos ido en esta dirección: la de construir Europa. Precisamente De Gasperi, uno de los padres de la Unión Europea, era miembro de los focolares y se ha nutrido de esta espiritualidad. Luego el movimiento se ha relacionado con otros grandes referentes de la nueva Europa, como Gino Giordani, cofundador de los focolares y uno de los primeros dirigentes que habló de federalismo europeo.
-Por tanto, los focolares hacen política…
-Es que los focolares han tenido siempre una vocación política hasta el punto de que, por ejemplo, la primera presencia pública de Chiara Lubich en Roma, en 1958, tuvo lugar en el Parlamento italiano. Por tanto, para nosotros, Europa representa un gran reto. El encuentro de la fundadora con los parlamentarios, las jornadas en Innsbruck y muchas otras son momentos fuertes. El mismo Romano Prodi tiene una gran amistad con nosotros ya desde hace años.
-Romano Prodi, que envió recientemente un mensaje de apoyo a la Convención de Cristianos por Europa, había explicado justo a principios de diciembre lo que para él debe ser la construcción europea. ¿Qué nos puede decir del actual presidente de la Comisión Europea?
-De Prodi, a mí personalmente me gusta su idea de hacer la Europa de las minorías. Él dice que Europa es la unión de las minorías porque es la Europa de los pueblos, y no tanto una unión de gobiernos. Quizás los pueblos no siempre han tenido una representación fuerte a nivel nacional. De ahí le viene, además, su gran pasión por extender la Unión a los países del este y su posición a favor de reconocer la dimensión y la misión cristiana del continente. Este empuje tiene un genuino e importante componente humanista muy presente en su persona, y lo digo también porque le conozco personalmente. Le he visto siempre como un hombre positivo, cristiano, continuamente dialogante y comprometido con su misión en Europa.
-¿Qué le parece a usted, en general, la Convención de Cristianos por Europa?
-Es una buenísima iniciativa en el sentido de que hace falta conseguir encontrar una voz de los cristianos. Estamos en el principio, porque no sé bien cómo seguirá todo, pero yo veo el manifiesto, por ejemplo, como un punto de partida, es decir un documento que expresa la opinión de los primeros participantes. Pienso que, si conseguimos que la Convención de Cristianos por Europa se convierta en la voz de los cristianos europeos, la gran cantidad de trabajo que queda por hacer irá muy bien.
El documento, eso sí, se podrá mejorar mucho tanto en la elaboración como en la forma o la aportación de profesionales. Pero también hay un aspecto que para mí es importantísimo: es la posibilidad de fomentar la participación y la llegada de ideas de todos los países. Hay cristianos en Portugal, República Checa, Alemania y muchos otros.
Hay que crear un feed-back que tendría dos ventajas clave: el proyecto se enriquecería muchísimo y, además, daríamos a los ciudadanos la oportunidad de desarrollar su conciencia como creyentes. Hay que implicar a todos para que sean conscientes del proceso.
-¿Se puede decir que los cristianos europeos deben aprender de errores anteriores?
-¡Ya lo creo que sí! Hay que evitar, por ejemplo, el error de llegar tarde a los grandes retos de la construcción europea. Tenemos que estar presentes en toda la dinámica del proceso que vive ahora la Unión Europea. Desde la experiencia de nuestro movimiento, puedo decir que es urgente fomentar una mayor participación de las otras Iglesias cristianas. Si pudiésemos ser de verdad E-CHRISTIANS y no E-CATHOLICS, acogeríamos de verdad a todos aunque tengan visiones distintas en algunos puntos.
En definitiva, tenemos que llegar a los anglicanos, a los protestantes y a los ortodoxos, que son cristianos como nosotros y, además, nos permitirán tener un peso mayor cuando tengamos serias opciones de incidir en la Convención Europea. No es lo mismo un grupo de católicos que una gran plataforma de cristianos unidos, que sería algo mucho mayor. Por otro lado, también me gustaría que hubiese una mayor presencia femenina en todo el proyecto de la Convención de Cristianos por Europa. No se puede decir que el documento está escrito mayoritariamente por hombres cuando la presencia de la mujer en la sociedad es un hecho cada día más normalizado.
-A pesar de algunas deficiencias o errores puntuales, ¿usted cree que los cristianos pueden incidir de manera notable en la Constitución europea?
-Las catedrales, las piedras de un gran templo, están hechas por cristianos. Pero hoy lo que es importante es lo que estamos haciendo en la sociedad, no nuestra aportación a las raíces del pasado. Los cristianos, en Europa, son como una catedral: una realidad hecha principalmente por ellos. Pero lo más importante es lo que los cristianos hacen ahora en ese templo. En definitiva, volviendo a la realidad de Europa, los cristianos también hoy son una presencia importante en el continente, no sólo en sus raíces históricas. Por tanto, debemos interesarnos no tanto en el preámbulo sino sobre todo en el resto del futuro texto de la Constitucional.
-En Italia, el país donde nació el movimiento, los focolares son muchos, ¿no?
-Sí. Es uno de los movimientos más antiguos porque nació antes del Concilio Vaticano II, en 1943, mientras que otros grandes y preciosos movimientos nuevos, como Comunión y Liberación, se fundaron después. En Italia, por tanto, somos un poco la punta de lanza porque en su momento permitimos que la Iglesia italiana se abriese a la dimensión de esos nuevos movimientos, cuando no existían y parecía que molestaban en las parroquias. Digamos que los focolares han preparado el terreno para que los otros movimientos se integren en el tejido eclesial.
-¿Qué es la economía de comunión como iniciativa de los focolares?
-Es un proyecto económico que puso en marcha Chiara Lubich, fundadora y presidenta de los focolares, en 1991. Hoy acoge sobre todo empresas y presenta desde su inicio un crecimiento. Tiene un interés más allá del movimiento de los focolares porque se trata de un experimento de economía social un poco particular. Las empresas no se quedan con los beneficios.
En definitiva, el valor de las cosas es importante antes de entrar en el mercado. Cuando se habla de economía social, normalmente no se asocia con la economía social (las empresas…). Chiara Lubich, no porque sea una gran economista o porque esté inmersa en el debate sobre el tema, dijo que su experiencia, por ejemplo con las desigualdades entre ricos y pobres en Brasil, le había enseñado que había que hacer nacer empresas. Este instinto no tiene una idea negativa del hacer económico, del capitalismo o del mercado, porque hoy, después de 11 años, el proyecto incluye sobre todo empresas comerciales (ordenadores, frigoríficos, etc.). También es cierto que no faltan expresiones cooperativistas, pero son marginales. La mayoría son empresas, como diríamos en España, comerciales o que buscan el beneficio, por utilizar esta expresión que, a mi juicio, es equivocada porque es como dividir el mundo entre cristianos y no cristianos.
-Ligada a la economía de comunión, existe la cultura del dar. ¿Cómo la definiría usted?
-Es el eje fundamental. Precisamente una de las características de este proyecto es que un tercio de los beneficios generados por las empresas se destina a la difusión de la cultura del dar. Ésta es la parte más original del proyecto porque, sobre tres tercios, uno va a la empresa, otro a los pobres y otro a la cultura del dar. Entonces, las empresas que han reinvertido sus beneficios pensando en la cultura del dar representan un hecho totalmente nuevo porque, según nuestro criterio, es posible llevar adelante en el tiempo comportamientos altruistas, de amor, de corrección fiscal, etc., cuando se supera la lógica del interés o de pensar en algo según convenga o no.
-¿Cuándo se lleva esto a la práctica?
-Cuando las personas empiezan a dar un valor al comportamiento, a la acción humana, porque se convierte en su cultura. Todos nos beneficiamos si yo traigo satisfacción, como ocurre en el mito de Anteo, el hijo de la Tierra. Cuando le querían destruir, en vez de morir por la Tierra, él salía más fuerte. La cultura del dar es esto: formarse y aprender a dar un valor y un significado al comportamiento, también cuando no conviene.
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Fuente: www.e-cristians.net
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