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jueves, 27 de diciembre de 2007

¿Quieres tú contribuir a a la obra Salvadora de Cristo Jesús? / Autores: Conchi y Arturo

¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén! Ha retirado Yahveh las sentencias contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahveh, Rey de Israel, está en medio de ti, no temerás ya ningún mal! Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No tengas miedo, Sión, no desmayen tus manos! Yahveh tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador!El exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta. Yo quitaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti.
(Sofonías 3, 14-18)

Alégrate y exulta de todo corazón. Ese gozo no es como el que da el mundo. La alegría real, que produce felicidad auténtica, es la de contemplar y esperar siempre el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. La tristeza proviene del espíritu del mundo, de las obras de la carne. Interioriza con Santa Teresa de Jesús que "sólo Dios basta". Ten claro que el Niño Jesús es quien más te ama, porque lo hace escuchando la voluntad de su Padre. Asume que el Señor te habla envuelto en pañales y te susurra: "Nadie te ama como yo. Dame tus debilidades, tus tristezas, tus desesperaciones y todo tu ser. Yo quiero nacer de nuevo cada segundo en ti para hacerte gozar de las primicias del Reino".

Hijo con el Hijo

Esa declaración de Amor está plasmada en palabras poéticas y de vida en el Cantar de los Cantares 2, 8-14:

¡La voz de mi amado!
Ahí viene, saltando por las montañas,
brincando por las colinas.

Mi amado es como una gacela,
como un ciervo joven.
Ahí está: se detiene
detrás de nuestro muro;
mira por la ventana,
espía por el enrejado.

Habla mi amado, y me dice:
"¡Levántate, amada mía,
y ven, hermosa mía!

Porque ya pasó el invierno,
cesaron y se fueron las lluvias.

Aparecieron las flores sobre la tierra,
llegó el tiempo de las canciones,
y se oye en nuestra tierra
el arrullo de la tórtola.

La higuera dio sus primeros frutos
y las viñas en flor exhalan su perfume.
¡Levántate, amada mía,
y ven, hermosa mía!

Paloma mía, que anidas
en las grietas de las rocas,
en lugares escarpados,
muéstrame tu rostro,
déjame oír tu voz;
porque tu voz es suave
y es hermoso tu semblante".


Tú. eres hermoso porque eres hijo con el Hijo, Jesucristo, de un Padre lleno de misericordia que desea llenar tu corazón de árboles de Amor enraizados en Él como Cedros del Líbano. Sé como el Niño Jesús y muéstrate desnudo, desposeido ante Papá Dios. Él quiere cobijarte, ser tu refugio, hacerte caminar por senderos de paz infinita.

La niña que compra milagros

Sólo así podrás creer que Dios estará contigo para siempre y desea acompañarte. Deja que guie tus pasos. Hazte como un niño. Una de las historias reales, que vuelan por internet y que nos ha hecho llegar Paulina Binyons. muestra que nada es imposible para Dios:

Era una niña precoz de 8 años. Un día escuchó a su madre y a su padre hablar acerca de su hermanito Andrew. Ella solo sabía que su hermano estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero.

Planeaban mudarse para un complejo de apartamentos el siguiente mes porque su padre no tenía el dinero para las facturas médicas y la hipoteca. Solo una operación costosísima podría salvar a Andrew.

La niña escuchó que su padre estaba gestionando un préstamo pero no lo conseguía.
Papá susurraba a su madre, quien tenía los ojos llenos de lágrimas: "Sólo un milagro puede salvarlo".

Tess fue a su cuarto y sacó un frasco de jalea que mantenía escondido. Vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente. Lo contó una segunda vez y una tercera. La cantidad tenía que ser perfecta. No había margen para errores. Luego colocó todas las monedas en el frasco nuevamente, lo tapó y se escabulló por la puerta trasera y caminó 6 bloques hasta la farmacia, que tenía el jefe indio color rojo pintado en el marco de la puerta. Esperó pacientemente su turno.

El farmacéutico parecía muy ocupado y no le prestaba atención. Tess movió su pie haciendo un ruido. Nada. Se aclaró la garganta con el peor sonido que pudo producir. Nada. Finalmente, sacó una moneda del frasco y golpeó el mostrador.

"¿Qué deseas?", le preguntó el farmacéutico en un tono bastante desagradable. Y le dijo sin esperar respuesta:

-"Estoy hablando con mi hermano que acaba de llegar de Chicago y no lo he visto en años".

-"Bueno, yo quiero hablarle acerca de mi hermano" le contestó Tess en el mismo tono que usara el farmacéutico. "Está muy enfermo y quiero comprar un milagro".

-"¿Qué dices?" dijo el farmacéutico.

-"Su nombre es Andrew y tiene algo creciéndole dentro de la cabeza y mi padre dice que solo un milagro lo puede salvar. Así que, ¿cuánto cuesta un milagro?"

-"Aquí no vendemos milagros, pequeña. Lo siento pero no te puedo ayudar" le contestó el farmacéutico; ahora en un tono más dulce.

-"Mire, yo tengo el dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuanto cuesta".

El hermano del farmacéutico era un hombre elegante. Se inclinó y le preguntó a la niña:

-"¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?"

-"No lo sé" contestó Tess con los ojos a punto de explotar. "Solo se que está bien enfermo y mi mami dice que necesita una operación. Pero mi papá no puede pagarla, así que yo quiero usar mi dinero".

-"¿Cuánto dinero tienes?" le preguntó el hombre de Chicago.

-"Un dólar con once centavos" contestó Tess en una voz que casi no se entendió. "Es todo el dinero que tengo pero puedo conseguir más si lo necesita".

-"Pues que coincidencia" dijo el hombre sonriendo. "Un dólar con once centavos, justo el precio de un milagro para hermanos menores".

Tomó el dinero en una mano y con la otra cogió a la niña del brazo y le dijo;
-"Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres.
Veamos si yo tengo el milagro que tú necesitas".


Ese hombre de buena apariencia era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano
especialista en neurocirugía.

La operación se efectuó sin cargos y en poco tiempo Andrew estaba de regreso a casa y en buena salud.

Los padres de Tess hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta.

-"Esa cirugía" dijo la madre, "fue un verdadero milagro. Me pregunto cuanto habría costado".

Tess sonrió. Ella sabía exactamente cuanto costaba un milagro, un dólar con once centavos más la fe de una pequeña.

Colaborador de la Salvación

Quizás en tu mano esté hacer milagros en el nombre de Jesús engendrado por el Amor de Dios Padre en el seno de la Virgen María y San José. María y José fueron dos colaboradores decisivos para que se ejecutara la Salvación de toda la humanidad acogiendo como padres terrenales a Jesús. ¿Quieres tú contribuir a la obra Salvadora de Cristo Jesús?. Mira a los ojos al Niño Jesús del pesebre y dile: "Ven a mi corazón para que pueda hacerte presente en los demás de la manera que Tú deseas nacer en ellos. Haz que escuche tu voz y no endurezca mi corazón".

Oremos con el Salmo 32:

Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo.

Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

La palabra del Señor hizo el cielo,
y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales;
él encierra en un cántaro las aguas del mar
y pone en un depósito las olas del océano.

Que toda la tierra tema al Señor,
y tiemblen ante él los habitantes del mundo;
porque él lo dijo, y el mundo existió,
él dio una orden, y todo subsiste.

El Señor frustra el designio de las naciones
y deshace los planes de los pueblos,
pero el designio del Señor
permanece para siempre,
y sus planes, a lo largo de las generaciones.

¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!

El Señor observa desde el cielo
y contempla a todos los hombres;
él mira desde su trono
a todos los habitantes de la tierra;
modela el corazón de cada uno
y conoce a fondo todas sus acciones.

El rey no vence por su mucha fuerza
ni se libra el guerrero por su gran vigor;
de nada sirven los caballos para la victoria:
a pesar de su fuerza no pueden salvar.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Nuestra alma espera en el Señor:
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.

Nuestro corazón se regocija en él:
nosotros confiamos en su santo Nombre.

Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.


Dios desea permanecer en nuestros corazones e iluminar toda la tierra inundándola de la Gloria de su Amor. Es Navidad hoy y puede serlo siempre.

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