Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:
Desde Egipto llamé a mi hijo.
Mt 2, 13-15
Son muchas las cosas que no podemos elegir en la vida, y entre esas, está la familia en la que nacemos o en la que vivimos. Así, a fuerza de acostumbrarnos y a fuerza de vivir cada día en ella, podríamos dejar de dar importancia y valorar esta realidad tan maravillosa que es la familia. La familia que me ha sido dada, la mía, la que yo tengo que vivir. Tan importante es, que cuando Dios quiso venir a la tierra, quiso hacerlo a través de la familia, porque Él mismo – así lo dicen los teólogos hoy en día – es familia, porque la Trinidad es un misterio familiar de donación de vida.
En este domingo, dentro de la octava de Navidad, la Iglesia propone a todos los cristianos el modelo de la Sagrada Familia, para que nosotros nos veamos en ella, para que pensemos que no se trata de llegar a una situación de perfección, sino sobre todo comprobar cómo la Sagrada Familia en medio de tantas dificultades, persecuciones y problemas, supo estar cerca del Señor y estar muy unida a Él.
La familia es causa de gozo y dolor para todos nosotros, porque precisamente es donde las personas más queridas nos dan la alegría más grande, y también la pena más intensa. Precisamente por eso, porque les queremos, y muchas veces es en la familia donde se muestra con más claridad las fragilidades, las negligencias, las faltas de todos nosotros. Sin embargo, que escuela de vida tan maravillosa es la familia. El Papa la definía como “la comunidad de vida y de amor incondicional, donde el ser humano es amado por lo que es y no por lo que tiene”.
Es verdad que vivimos unos momentos en los cuales se nos valora por lo que tenemos, “tanto vales, cuanto tienes”, y sin embargo en la familia, a las personas no se las quiere por lo que tienen, sino por lo que son: porque eres mi hermano, mi hijo, mi padre y eso es una cosa que nunca podré renunciar a ello. Me ha sido dada, y agradezco éste don tan grande.
Hoy es un día para pensar, que esa familia que yo tengo, con sus defectos, sus deficiencias y sus limitaciones, es el lugar donde Dios ha querido que yo venga a la vida y donde ha querido que yo me santifique, madure y crezca, y es mi camino para ir al Cielo. Por eso tengo que bendecir a Dios por la familia que tengo. Todos conocemos el refrán: “En todas las casas se cuecen habas, y en la mía calderadas”, ya que todos pensamos a veces que nuestra familia puede ser la más difícil y la peor, la que tiene más dificultades, sobre todo si nos comparamos con las de alrededor, de las cuales sólo vemos la fachada, pero nunca el interior. Hay que luchar contra esa idea negativa de la familia, ya que es un lugar maravilloso donde el ser humano crece, donde se hace más humano, donde aprende a amar y a entregarse a los demás, incluso a pesar de las dificultades que éstos puedan poner. Por eso, que buen propósito sería en estos días navideños, valorar más nuestra familia, sabiendo que es la empresa más importante que tenemos que realizar en nuestra vida, y que hay que sacarla adelante con mucha más energía que todas las empresas que nos puedan aparecer, porque al final de la vida, sólo queda la familia y sólo importamos a la familia.
Intentemos luchar por sacarla adelante, intentemos entregarnos del todo a aquellos que nos han sido dados como parte de nuestra existencia, no cayendo en el error de dejar lo mejor de nosotros mismos para los de fuera, y lo peor para los de dentro.
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