¿Alumbramos más que las luces de Navidad sembradas por las calles por comerciantes y ayuntamientos? ¿Guardamos en el corazón la perenne Navidad por obra y gracia del Espíritu Santo? Jesús que vino a salvarnos dijo a quienes le escuchaban en el sermón de las Bienaventuranzas:
"Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse la ciudad que está sobre la colina, ni los hombres encienden la luz para colocarla bajo el celemín, sino sobre el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en casa. Que vuestra luz brille entre los hombres, de manera que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". (Mt. 5, 14-16)
¿Si somos la luz del mundo porque nos sentimos inundados de tinieblas, tristeza y depresión?. En el Evangelio de Jn. 8,12 se afirma: "Jesús respondió diciendo: - Yo soy la Luz del mundo. Quien me sigue no anda en tinieblas, sino que tiene la Luz de la vida."
Se hizo Luz en nuestros corazones
El seguimiento de Jesús debe ser permanente. Cada fracción diminuta de tiempo debe ser fértil para engendrar al Hijo de Dios en nuestro corazón, para convertirnos en Luz del mundo. La Palabra de Dios nos dice en Mt.: "Vosotros sois la Luz del mundo". Por su parte el Evangelio de Jn. se refiere a Jesús proclamando: "Yo soy la Luz del mundo".
Parecen frases contradictorias, pero no lo son. Somos Luz del mundo en virtud de que Jesús nació en Belén, iluminó al mundo, murió en la Cruz para la salvación de todos, resucitó para darnos el Espíritu Santo prometido y morar en nosotros para siempre. En el corazón hay un lugar, como en Belén, donde sólo puede penetrar el Espíritu de Dios. Es el portal que Jesús se ha reservado para que podamos acogernos a la salvación. San Pablo lo concreta claramente en 2Co. 4,6:
"Por eso el mismo Dios que dijo: - Brilla la Luz en las tinieblas, se hizo Luz en nuestros corazones, para que la Gloria de Dios resplandezca como brilla en el rostro de Cristo".
El fruto de la Luz
La Luz de Cristo en Belén ilumina el Universo eternamente. El problema es que si llenos de la luminosidad del Salvador realizamos obras de las tinieblas el resultado es la oscuridad. Pablo explica en 2Co. 6,14:
"No pactéis alianzas incompatibles con los que no creen. ¿Podría pactar la justicia con la maldad? ¿O podría convivir la Luz con las tinieblas?"
Los frutos son los que disciernen el estado de nuestra vida. El apóstol de los gentiles lo escribe en Ef. 5,8-9:
"Hubo un tiempo en que estabais en la tinieblas, pero ahora sois Luz en el Señor. Caminad como hijos de la Luz, ya que el fruto de la Luz se halla en todo lo que es bueno, justo y verdadero".
Palabra de Luz
Cuando la Luz del pesebre de Jesús no brilla en nosotros es consecuencia de nuestras actitudes como se señala en Sa. 5,7:
"Es cierto que perdimos el camino de la Verdad. El Espíritu de Justicia no fue nuestra Luz y el Sol Verdadero no nos iluminó".
El aceite para mantener encendida la Luz de Cristo en el corazón es, como leemos al recitar el Sl. 119, 105 y 130:
"Tu Palabra es lámpara para mis pasos y Luz para mi sendero".
"La comprensión de tus palabras ilumina, da inteligencia al ignorante".
Cuando hacemos vida la Palabra de Dios escuchamos interiormente el anuncio de alegría perpetua de Is. 60,1:
"Levántate, brilla, porque tu Luz llega y la Gloria del Señor se alza sobre ti".
Querer acoger al Niño Dios
Vamos a fijar nuestra mirada en los avatares de la Sagrada Familia, en el momento del nacimiento de Jesús, para comprender como podemos engendrar continuamente al Hijo de Dios con obras, palabras y actitudes. Dios Padre busca posada para el nacimiento de Jesús, a través de José y María, los progenitores terrenales.
Dios llama a todos los corazones cada día como lo hizo en todas la puertas de Belén. En el pueblo estaba todo lleno. Todos estaban ocupados. No tenían ni espacio ni tiempo para acoger el nacimiento del Hijo de Dios.
El egocentrismo de la gente era el mismo con el que Dios se topa 2000 años después. Las puertas se cerraban al paso de José y María. Todos los que tenían las mejores casas y posesiones, la mayor comodidad, no quieren ser molestados por la presencia de la Virgen María que iba a traer al mundo la verdadera Luz: JESÚS.
Sólo unos humildes pastores les invitan a resguardarse en el único lugar que tienen: una cueva para los rebaños. El Hijo de Dios sólo necesita que deseemos acogerlo en el corazón con todo lo que tenemos en él, los talentos y las debilidades. Abre tu corazón a Jesús y Él será tu Luz y Salvación. Disipará toda tiniebla como leemos Jn. 1,14:
"Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad."
Vivir de la Providencia
En el portal de Belén, a diferencia de en las otras casas, la puerta estaba abierta. Es casi seguro que ni existía. Tener la puerta abierta de nuestro corazón a la Palabra del Verbo Encarnado, sin cerrarla nunca, es otra de las actitudes para que la Luz de Cristo no mengue.
Los pastores reciben el anuncio del nacimiento de Jesús estando a la intemperie. Son las personas con menos recursos materiales, pero con una profunda sabiduría de la vida adquirida en medio de la naturaleza, obra del Creador. Viven de la Providencia, buscan su alimento día a día, trabajan continuamente y viven con sencillez, sólo pendientes de sus rebaños y sus familias. Estamos llamados a vivir como los pastores, levantando la mirada al cielo para recibir el anuncio y el regalo de la Providencia de Dios para nuestra existencia.
Jesús cuando le preguntan en donde vive responde: "El Hijo del Hombre no tiene donde reposar su cabeza". Los pastores hacen una vida humana parecida a la del Hijo de Dios. No se quedan instalados en un lugar, sino que andan buscando los mejores pastos para sus rebaños. Tenemos que buscar la Luz de Dios cada día para poder amarnos personalmente y a los demás como Él lo hace.
Jesús viene al mundo y se proclama el Buen Pastor. Quiere iluminar nuestros caminos y llevarnos a los mejores pastos, a la tierra prometida que mana leche y miel. Cantemos con gozo lo que dice el Sal. 24 (23):
"Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos
ni jura falsamente:
él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob".
Construir sobre roca
El portal de Belén es una cueva de piedra. Dios es la roca que salva. Acogernos al amor del Padre del Cielo, la Roca, es la única forma de poder modelar el corazón como un pesebre perenne. El Padre y Jesús son uno con el Espíritu Santo. Como Pedro, nosotros somos piedras sobre las que Dios quiere edificar su Iglesia. Interioricemos la Palabra del verdadero arquitecto: "Si el Señor no construye la casa en vano se cansa el albañil". Ser roca supone anhelar vivir en comunión con la Santísima Trinidad. Construyamos nuestra vida fundamentada en la Roca que salva: JESUCRISTO.
Ser un portal de Belén viviente, engendrar a Jesús, llevarlo en el corazón, implica tener la actitud de la Virgen María y de San José. Hay que llamar a la puerta de los corazones de todos cuantos se crucen en nuestra vida explicitando que Jesús es su Luz y Salvación. Hay que comunicar que el Hijo de Dios quiere morar en cada ser humano: nacer, crecer e iluminar. Sepamos que nos pueden contestar que no hay lugar ni para nosotros, ni para el Mesías.
Si nos cierran la puertas, no temamos. Jesucristo siempre nace y es Luz. Nació en Belén e iluminará el Universo por toda la eternidad. Él sólo desea que mostremos su rostro, no que lo impongamos, sino que lo propongamos. Dios quiere hacer del corazón de todos los hombres un pesebre para que engendren a Jesús. Él sólo espera de cada uno que le abramos el corazón.
Mi delicia eres Tú
El resplandor del nacimiento Cristo ilumina toda tiniebla por el don del Espíritu Santo que lo hace presente. Jesús te mira desde su cuna y te dice: "Aliméntate de mi Palabra y de mi Paz. Acógeme. Déjame crecer en ti y amar a los demás desde tu corazón, llevarles la verdadera felicidad que proviene de la Gloria de Dios Padre".
Canta nuevos himnos de alabanza al Señor. Adórale como hicieron los pastores, con sencillez y humildad, poniéndo a sus pies como presente toda tu vida, la de ayer, hoy y mañana.
Ponte ante el Salvador del mundo y ora con la nítida letra de una canción compuesta a partir de los salmos 16 y 19, por Yuan-Fuei Liao, titulada "Mi delicia", que forma parte del CD "DIOS DE VICTORIA" del ministerio de jóvenes de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo:
Mi Delicia eres Tú,
mi gozo es contemplar
tu mirada de ternura, mi Jesús.
Mi Delicia eres Tú
mi alegría está en ti,
en tu presencia quiero ser adorador.
Tú destilas para mí
tu amor como la miel,
adorarte es mi pasión, Señor.
En tu humilde corazón
hoy quisiera entrar
para hacer tu voluntad, mi buen Jesús.
Cristo es tu Delicia: deléitate, regala paz y dulzura a tu alma. Las fiestas pasarán pero tu corazón debe permanecer abierto a acoger la Luz del Salvador del mundo infinitamente. Que la gracia de Dios Padre lo haga posible por el don del Espíritu Santo en Cristo Jesús Señor nuestro.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
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