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viernes, 21 de diciembre de 2007

Estrenar corazón / Autor: P. Jesús Higueras

"Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá
y dará a luz un hijo a quien pondrán
el nombre de Emanuel,
que traducido significa: "Dios con nosotros".

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,".

Mt 1, 18-24

En la vida pasan oportunidades como pasan los trenes. Perder una gran oportunidad, siempre llena el alma de pena y de desazón, y eso fue lo que sucedió a los habitantes de Belén cuando perdieron la oportunidad de alojar en su casa a la Sagrada Familia, y que fuera su hogar donde naciera el Verbo Encarnado. Todos decimos ¡qué tontos y que ingenuos los habitantes de Belén!, porque no supieron recibir a Jesús en su casa. Pero de algún modo, los habitantes de Belén somos todos aquellos que sabiendo que Jesús quiere volver a nacer, no estamos dispuestos a que entre en nuestros corazones, en nuestras casas. Porque la Navidad es un Misterio, que siendo histórico es a la vez actual. Es un misterio, que realizándose una vez en el tiempo, se sigue realizando real y espiritualmente en nuestro propio tiempo y en cada año. No solamente recordamos, sino que hacemos real y presente el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios.

Navidad no es tanto la luz, el color, la risa, sino sobre todo un Dios que ha querido nacer en mi pobre portal, que ha querido reposar en mis pobres penas, en mis pobres ilusiones, en mi pobre vida, porque es un Dios que quiere nacer en la pobreza. Sólo aquel que se reconoce y se sabe pobre, y está dispuesto a que Dios nazca en su propia pobreza, y no se avergüenza de ella ni la esconde o la disimula, está dispuesto a abrir el corazón para que sea Navidad.

Pregúntate con toda sencillez: Dios mío, ¿cuáles son mis pobrezas? Cuales son mis limitaciones, esos sueños que no he llegado a conquistar, esos defectos que tanto me humillan, o que incluso hacen daño a los demás. Y te pido que vengas, que nazcas, que provoques el misterio de la Navidad en mi vida, que yo sea portal de Belén y lugar donde la gente te pueda encontrar. Que al asomarse a mí los demás, encuentren incluso en mi debilidad esa humildad, esa fragancia tuya, ese buen olor que dejas en las almas que tú quieres visitar.

Navidad y novedad son hermanas que se dan la mano, pues recordamos y celebramos que vino al mundo una vida nueva, un nuevo niño que trajo al mundo y a las personas que le conocieron la posibilidad de dar un nuevo sentido a todas las cosas. No que sucedan cosas nuevas, sino teñir de novedad lo de cada día, mi “sí” renovado a mis amigos, a mi familia, a mi gente, e incluso a mi historia y a mi persona. A todos nos ilusiona la novedad, el estreno. Y Navidad es tiempo de estrenar corazón, de estrenar ilusiones, de renovar mi actitud ante la vida y los acontecimientos que la jalonan.

Cuantos deseos de Navidad tenemos que tener, y cuantas veces tenemos que quitarnos de encima todas aquellas mentiras sobre la falsa Navidad que nos ofrece el mundo, que nos ofrecen los demás. No es verdad que Navidad sea todo tan ilusorio y todo tan maravilloso.

Sólo será Navidad, si tú abres tu propio portal de Belén, tu propio corazón, y estas dispuesto a que Cristo nazca ahí. Ojalá que de tu corazón surja estos días esa súplica que la Iglesia ha hecho suya: “Ven Señor, no tardes en venir”. Necesito que cada día del año sea Navidad, que cada día del año saques lo mejor de mí mismo y lo pongas a disposición de los demás. Necesito que mi vida tenga un sentido, y que el sentido de esa vida sea que yo sea un lugar de encuentro para los demás contigo.

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