Si te sientes feliz en Navidad, no te extrañes.
Tienes derecho y razón de ser feliz.
Si en Navidad sientes deseos de hacer las paces con todo el mundo, hazlo sin dudar.
Los ángeles te lo indican:
Paz a los hombres de buena voluntad.
Si tienes deseos
de hacer las paces con Dios en Navidad,
¿por qué esperar?
Es el momento más adecuado.
No todos los días sientes los mismos deseos.
Es mejor pedir perdón a un Niño
que a un Hombre.
Mejor acudir al tribunal de la Misericordia
que al de la Justicia.
Si te sientes triste en Navidad,
no has entendido.
¿Triste cuando Dios viene a tu encuentro
lleno de amor y ternura?
Si sigues odiando en Navidad,
no has comprendido.
Navidad es la fiesta del Amor,
del Perdón, de la Paz,
por si no lo sabías.
Si sigues siendo un pecador en este tiempo,
la Navidad no existe para ti.
La Navidad te invita a recuperar tu alma de niño,
el niño inocente que fuiste alguna vez.
Al nacimiento de Jesús fueron invitados unos pastores,
gente sencilla y buena.
No fueron invitados los cortesanos de Herodes,
ni los fariseos, ni los miembros del Sanedrín.
No fueron los grandes de este mundo,
sino los pastores.
Por humildes y sencillos,
por ser dóciles al mensaje Divino.
Hoy siguen siendo invitados los humildes,
los que aceptan a Dios y sus mandamientos,
los sencillos, los pobres de espíritu.
Jesús es el patrón de los desamparados,
de los sin techo, de los emigrantes,
de todos los miserables, enfermos, hambrientos…
Cristo nace como un gitano.
Para el Creador del mundo un establo de animales.
No había lugar para Él en ninguna casa de Belén.
Para enseñarnos que las cosas materiales
no son la felicidad del hombre sino las celestiales.
¡Qué contraste tan brutal con ese afán nuestro
de poseer más y más cosas!
Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos.
“He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir”…
Ojalá que esta Navidad,
tú también puedas decir eso:
He encontrado a Cristo y por tanto la alegría de vivir…
Porque de lo contrario,
“aunque Cristo naciese mil veces en Belén,
si no nace en ti, seguirás eternamente perdido”.
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Fuente: Catholic.net
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