«Al renovar mi consagración pensé que debía dejar de beber esos 33 días como sacrificio. No sabía que en el tercer día de la consagración, se me animaría a dejar algo mientras continuaba mi preparación. Lo tomé como una confirmación por parte de Dios. En los días iniciales de la preparación, muchas consideraciones sobre el espíritu del mundo se referían al alcoholismo. Ante esas consideraciones, me resolví a renunciar al alcohol todo el tiempo que durase la renovación de mi consagración. Mi ayuno de alcohol continuará porque lo que he encontrado lejos de la botella es paz, felicidad y alegría. Y tengo que agradecerle a Nuestra Señora que, como madre, cuidó de su hijo y me inspiró a vivir de forma mejor, más saludable y más santa»
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