“El Espíritu Santo es dador de vida, y lo es porque nos injerta en Cristo, la vid verdadera, para que participemos de la vida divina y demos frutos de vida eterna. El Espíritu Santo dinamiza esta vida espiritual en nosotros moviéndonos a orar, iluminando el misterio de Cristo y el sentido de su Palabra, concienciándonos de que somos hijos de Dios porque grita en nuestros corazones «¡Abbá, Padre!». Pero también propaga esta vida por el mundo comunicando a los creyentes los carismas necesarios para extender con poder el Evangelio de Jesucristo, tal y como anunció el profeta Joel: «profetizarán vuestros hijos e hijas, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones»”
Vigilia de Pentecostés – B
Génesis 11, 1-9 / Éxodo 19, 3-8a.16-20b / Ezequiel 37, 1-14 / Joel 3, 1-5 / Romanos 8, 22-27 / Juan 7, 37-39
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