* «Quedé anonadado porque yo era un gran incrédulo. Tres preguntas vinieron luego a mí: ‘¿Estás listo para perdonar a todos los que te han hecho daño? ¿Estás listo para perdonarte? ¿Me perdonas?’ Y entonces volví a escuchar de nuevo: ‘Stephan, ¿quieres perdonarme?’… ¿Pero por qué, Señor?; ‘Por todo el sufrimiento que has tenido en tu vida y la libertad que te di’… ¡Sí, te perdono de todo corazón!… y todo esto sucedió en tres minutos»
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