* «Inmaculada, reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo, pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya. Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumente en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús»
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