* «El Señor comenzó a hablarme al corazón de manera cada vez más clara. Día tras día, creció en mí el deseo de entregarme a Él en el sacerdocio. La absoluta discreción de mi guía espiritual de entonces, que hizo que la semilla madurara con el tiempo. El don que me ha llegado es indescriptible precisamente porque es un don de Dios»
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