* «Existe un riesgo también en el perdón. Consiste en formarse la mentalidad de quien cree tener siempre algo que perdonar a los demás. El peligro de creerse siempre acreedores de perdón, jamás deudores. Si reflexionáramos bien, muchas veces, cuando estamos a punto de decir: «¡Te perdono!», cambiaríamos actitud y palabras y diríamos a la persona que tenemos enfrente: «¡Perdóname!». Nos daríamos cuenta de que también nosotros tenemos algo que hacernos perdonar por ella. Aún más importante que perdonar es pedir perdón»
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