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jueves, 1 de abril de 2021

Oficio de Lectura del Jueves Santo de la Cena del Señor 2021

 


Camino Católico.- Oficio de Lectura del Jueves Santo de la Cena del Señor, 1 de abril de 2021, emitidas por 13 TV desde la Capilla de la Sucesión Apostólica de Madrid, ubicada en la sede de la Conferencia Episcopal Española. El texto completo para seguir el oficio es el siguiente:

Oficio de Lectura – JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR 2021

Invocación

V.- Dios mío, ven en mi auxilio.
R.- Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Victoria, tú reinarás.
¡Oh Cruz, tú nos salvarás!
El Verbo en ti clavado, muriendo, nos rescató;
de ti, madero santo, nos viene la redención.
Extiende por el mundo tu reino de salvación.
¡Oh Cruz fecunda, fuente de vida y bendición!
Impere sobre el odio tu reino de caridad;
alcancen las naciones el gozo de la unidad.
Aumenta en nuestras almas tu reino de santidad;
el río de la gracia apague la iniquidad.
La gloria por los siglos a Cristo libertador,
su cruz nos lleva al cielo, la tierra de promisión.

Salmodia

Antífona 1: Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.

Salmo 68, 2-22. 30-37

ME DEVORA EL CELO DE TU TEMPLO

Le dieron a beber vino mezclado con hiel (Mt 27, 34).

Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los pelos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos,
se burlan de mí;
cuando me visto de saco,
se ríen de mí;
sentados a la puerta cuchichean,
mientras beben vino me sacan coplas.

Antífona 2: En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.

II

Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme enseguida.
Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.

Antífona 3: Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. (T. P. Aleluya).

III

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.

Versículo

V.- Cuando yo sea elevado sobre la tierra.
R.- Atraeré a todos hacia mí.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de las Lamentaciones 2, 11-22

LAMENTOS Y SÚPLICAS

Mis ojos están anegados en llanto, se estremecen mis entrañas, se derrama por tierra
mi hiel, por la ruina de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen los niños lactantes en las
plazas de la ciudad.
Preguntaban a sus madres: «¿Dónde hay pan y vino?», mientras desfallecían, como los
heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres.
¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén?, ¿a quién te compararé,
para consolarte, virgen, hija de Sión? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá
curarte? Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus
culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
Los que van por el camino se frotan las manos al verte, silban y menean la cabeza
contra la ciudad de Jerusalén: «¿Es ésta la ciudad más hermosa, la alegría de toda la
tierra?» Se burlaron a carcajadas de ti todos tus enemigos, silbaron y rechinaron los
dientes diciendo: «La hemos arrasado; éste es el día que esperábamos: lo hemos
conseguido y lo estamos viendo.»

El Señor ha realizado su designio, ha cumplido la palabra que había pronunciado hace
tiempo: ha destruido sin compasión; ha exaltado el poder del adversario, ha dado al
enemigo el gozo de la victoria. Grita con toda el alma al Señor; laméntate, Sión, derrama

torrentes de lágrimas, de día y de noche, no te concedas reposo, no descansen tus ojos.
Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en
presencia del Señor, levanta hacia él las manos, por la vida de tus niños, desfallecidos de
hambre en las encrucijadas:
«Mira, Señor, fíjate: ¿a quién has tratado así? ¿Cuándo las mujeres se han comido a
sus hijos, a sus hijos tiernos? ¿Cuándo han asesinado en el templo del Señor a sacerdotes
y profetas? Se tienden en el suelo de las calles muchachos y ancianos, mis jóvenes y mis
doncellas cayeron a filo de espada; el día de tu ira diste muerte, mataste sin compasión.
Convocaste, como para una fiesta, terrores que me cercan: el día de tu ira nadie pudo
salvarse ni escapar. A los que yo crié y alimenté los aniquiló el enemigo.»

Responsorio Cf. Lm 2, 18

R.- Jerusalén, levántate y despójate de tus vestidos de gloria; vístete de luto y aflicción. *
Porque en ti ha sido ajusticiado el Salvador de Israel.
V.- Derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; que no descansen tus ojos.
R.- Porque en ti ha sido ajusticiado el Salvador de Israel.

Segunda Lectura

De la homilía de Melitón de Sardes, obispo, sobre la Pascua
(Núms. 65-71: SC 123, 95-101)

EL CORDERO INMACULADO NOS SACÓ DE LA MUERTE A LA VIDA

Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio de Pascua, que es
Cristo; a él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Él vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufrimientos humanos; se revistió de
la naturaleza humana en el vientre virginal y apareció como hombre; hizo suyas las
pasiones y sufrimientos humanos con su cuerpo, sujeto al dolor, y destruyó las pasiones
de la carne, de modo que quien por su espíritu no podía morir acabó con la muerte
homicida.
Se vio arrastrado como un cordero y degollado como una oveja, y así nos redimió de
idolatrar al mundo, el que en otro tiempo libró a los israelitas de Egipto, y nos salva de la
esclavitud diabólica, como en otro tiempo a Israel de la mano del Faraón; y marcó
nuestras almas con su propio Espíritu, y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.
Éste es el que cubrió a la muerte de confusión y dejó sumido al demonio en el llanto,
como Moisés al Faraón. Este es el que derrotó a la iniquidad y a la injusticia, como Moisés
castigó a Egipto con la esterilidad.
Éste es el que nos sacó de la servidumbre a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la
muerte a la vida, de las tinieblas al recinto eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo
y un pueblo elegido y eterno. Él es la Pascua nuestra salvación.
Éste es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue
asesinado en Abel y atado de manos en Isaac, el mismo que peregrinó en Jacob y vendido
en José, expuesto en Moisés y sacrificado en el cordero, perseguido en David y
deshonrado en los profetas. Éste es el que se encarnó en la Virgen, fue colgado en el
madero y fue sepultado en tierra, y el que, resucitado de entre los muertos, subió al cielo.
Éste es el cordero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo que nació de María, la
hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del rebaño, empujado a la muerte,
inmolado al atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado en el leño,
ni se descompuso en tierra; el mismo que resucitó de entre los muertos e hizo que el
hombre surgiera desde lo más hondo del sepulcro.

Responsorio Rm 3, 23-25; Jn, 1, 29

R.- Todos los hombres pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados
gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención realizada en él; * a
quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y
mediante la fe.
V.- Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
R.- A quien Dios ha propuesto corno instrumento de propiciación, por su propia sangre y
mediante la fe.

Oración

Oremos:

Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama
sobre nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu

Hijo nos hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su
resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.- Bendigamos al Señor.
R.- Demos gracias a Dios.

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