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sábado, 3 de abril de 2021

Homilía del P. Manuel Fanjul en el Oficio de Lectura del Sábado Santo, 3-4-2021: «Cristo desciende a los Infiernos para vencer a la muerte»


 Camino Católico.- Homilía del padre Manuel Fanjul, Director de Publicaciones de la CEE y responsable de las celebraciones litúrgicas, en el Oficio de Lectura del Sábado Santo, 3 de abril de 2021, emitido por 13 TV desde la Capilla de la Sucesión Apostólica de Madrid, ubicada en la sede de la Conferencia Episcopal Española.

“No podríamos estar un día como hoy haciendo nada mejor que lo que estamos haciendo aquí y ahora. Reunidos junto al sepulcro del Señor, orando, meditando y sobre todo esperando. El Señor ha muerto. Hemos adorado su Santa Cruz y su Cuerpo, que ha sido depositado en el sepulcro”, comienza remarcando Fanjul.

“El sepulcro al que le llevó la muerte y en el que resucitará. Mientras, sus amigos y enemigos piensan que todo ha acabado, piensan en el fracaso de Jesús. Pero Jesús cumple una misión. Lo decimos cada domingo en el Credo, descendió a los Infiernos. Mientras su cuerpo estaba en el sepulcro, su Espíritu desciende a los Infiernos, es decir, al lugar de los muertos”.

El responsable de las Celebraciones Litúrgicas de la CEE recordaba en su meditación que, en la primera carta, ya hacía referencia a este descenso a los Infiernos como una predicación: “Muerto en la Carne, pero edificado en el Espíritu. Fue a predicar incluso a los espíritus en prisión, a los que predica estando muerto en el sepulcro. Son todos los justos del Antiguo Testamento que murieron antes de nacer Jesús. Eran prisioneros de la muerte porque la muerte no tenía victoria. Las puertas del Infierno estaban cerradas, eran de hierro y no se podían abrir”.

Continuaba Manuel Fanjul afirmando que en Occidente la Iglesia suele representar la Resurrección de Cristo cuando sale del sepulcro lleno de luz y con los soldados dormidos y asustados: “Cuando Cristo baja al Sheol y abre las puertas que nadie podía abrir, lleva en su mano la llave. En muchos iconos aparece Jesús portando la única llave que podía abrir esas puertasDios abre las puertas de la muerte, que el pecado había cerrado pensando que había vencido para siempre. Jesús baja, las abre y les anuncia la salvación.

Por eso, precisa el Director de Publicaciones de la CEE, aparece representada en la Puerta del Sagrario de la Capilla de la Sucesión Apostólica “la preciosa miniatura en la que aparece a Jesús en este momento del Sábado Santo, pero ya no tirando de Adán y Eva como vemos en los iconos. Le representa como el buen pastor que carga a los muertos sobre sus hombros para darles la vida. La liturgia oriental y con ella los Santos Padres, han cantado siempre este Misterio de manera poética y preciosa”.

Bajaste a lo más hondo de la tierra

y quebraste las puertas y cerrojos

que a todos prisioneros retenían y,

después de tres días,

cual Jonás en el seno del cenotafio

saliste del sepulcro vencedor.

Cristo resucitó de entre los muertos,

hiriendo con su muerte a la misma muerte

y dando la vida en su sepulcro a los muertos

De esta manera, apunta Fanjul, “ahora podemos mirar a la muerte a los ojos y preguntarle ¿dónde está ahora, muerte, tu victoria?”

Por último, el director de publicaciones de la Conferencia Episcopal Española ha recitado una antigua y bella homilía sobre el Sábado Santo que cada año se lee en el Oficio de Lectura de este día, y que recoge el encuentro entre el Señor y las puertas que ha abierto con la llave del amor reflejado en la Cruz.

Oficio de Lectura del Sábado Santo, 3-4-2021

 


Camino Católico.- Oficio de Lectura del Viernes Santo de la Muerte del Señor, 3 de abril de 2021, presidido por el padre Manuel Fanjul, Director de Publicaciones de la CEE y responsable de las celebraciones litúrgicas, emitido por 13 TV desde la Capilla de la Sucesión Apostólica de Madrid, ubicada en la sede de la Conferencia Episcopal Española. El texto completo para seguir el oficio es el siguiente:

Oficio de Lectura – SÁBADO SANTO 2021

Invocación

V.- Dios mío, ven en mi auxilio.
R.- Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!»
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.

¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,

ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.

Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.

Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

Salmodia

Antífona 1: En paz me acuesto y duermo tranquilo.

Salmo 4

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis,
reflexionad en el silencio de vuestro lecho;
ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

Antífona 2: Mi carne descansa serena.

Salmo 15

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Antífona 3: Levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

Salmo 23

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
— Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Versículo

V.- Defiende mi causa y rescátame.
R.- Con tu promesa dame vida.

Lecturas

Primera Lectura

De la carta a los Hebreos 4, 1-13

1Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad. 2También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado. 3Así pues, los creyentes entremos en el descanso, de acuerdo con lo dicho: He jurado en mi cólera | que no entrarán en mi descanso, y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. 4Acerca del día séptimo se dijo: Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho. 5En nuestro pasaje añade: No entrarán en mi descanso. 6Puesto que, según esto, quedan algunos por entrar en él, y los primeros que recibieron la buena noticia no entraron por su rebeldía, 7Dios señala otro día, hoy, al decir mucho tiempo después, por boca de David, lo antes citado: Si escucháis hoy su voz, | no endurezcáis vuestros corazones. 8Si Josué les hubiera dado el descanso, Dios no habría hablado luego de otro día; 9por consiguiente, todavía queda un tiempo de descanso para el pueblo de Dios, 10pues el que entra en su descanso, también él descansa de sus tareas, como Dios de la suyas. 11Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia. 12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. 13Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Responsorio Cf. Mt 27, 66. 60. 62

R.- Después de sepultar al Señor, hicieron rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y
lo sellaron. * Y pusieron guardias para custodiarlo.

V.- Los jefes de los sacerdotes se presentaron ante Pilato, y le pidieron que diese orden de
vigilar el sepulcro.
R.- Y pusieron guardias para custodiarlo.

Segunda Lectura

De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado
(PG 43, 439. 451. 462-463)

EL DESCENSO DEL SEÑOR AL ABISMO

¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una
gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y
sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían
desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo.

Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitara los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo tiempo Dios e
Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva.
El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al
verlo, nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice
a todos: «Mi Señor esté con todos.» Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: «Y con tu
espíritu.» Y, tomándolo por la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes,
levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.
Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y
ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: «Salid», y a
los que se encuentran en las tinieblas: «iluminaos», y a los que duermen: «Levantaos.»
A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas
cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos.
Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate,
salgamos de aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti, yo, tu Señor, he revestido tu condición
servil; por ti, yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo;
por ti, me he hecho hombre, semejante a un inválido que tiene su cama entre los
muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el
huerto, y en el huerto he sido crucificado.
Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer aliento
de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para reformar, de acuerdo
con mi imagen, tu imagen deformada; contempla los azotes en mis espaldas, que he
aceptado para aliviarte del peso de los pecados, que habían sido cargados sobre tu
espalda; contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los he
aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido.
Dormí en la cruz, y la lanza atravesó m¡ costado, por ti, que en el paraíso dormiste, y
de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca
del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.
Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el
paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era
sino imagen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que
estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora te concedo que el
querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.
El trono de los querubines está a punto, los portadores atentos y preparados, el tálamo
construido, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas,
han sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado
desde toda la eternidad.»

Responsorio

R.- ¡Se fue nuestro Pastor, la fuente de agua viva! A su paso el sol se oscureció. Hoy fue
por él capturado el que tenía cautivo al primer hombre. * Hoy nuestro Salvador rompió las
puertas y cerrojos de la muerte.
V.- Demolió las prisiones del abismo y destrozó el poder del enemigo.
R. Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.

Oración

Oremos:

Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso
del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el
bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

V.- Bendigamos al Señor.
R.- Demos gracias a Dios.

viernes, 2 de abril de 2021

Oficio de Lectura del Viernes Santo de la Muerte del Señor presidido por el Cardenal Carlos Amigo, 2-4-2021


Camino Católico
.- Oficio de Lectura del Viernes Santo de la Muerte del Señor, 2 de abril de 2021, presidido por el Cardenal Carlos Amigo, emitido por 13 TV desde la Capilla de la Sucesión Apostólica de Madrid, ubicada en la sede de la Conferencia Episcopal Española. El texto completo para seguir el oficio es el siguiente:

Oficio de Lectura – VIERNES SANTO DE LA MUERTE DEL SEÑOR 2021

Invocación

V.- Dios mío, ven en mi auxilio.
R.- Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!»
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.

¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,

ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.

Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.

Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

Salmodia

Antífona 1: Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.

Salmo 2

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo».
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
Él me ha dicho:
«Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza».
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,

rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Antífona 2: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

Salmo 21, 2-23

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso;
aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.
En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres;
en ti confiaban, y no los defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.
Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.
Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;
mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
líbrame a mí de la espada,
y a mí única vida de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a éste pobre, de los cuernos del búfalo.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

Antífona 3: Me tienden lazos los que atentan contra mí.

Salmo 37

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;
no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas;
mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío.
Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.
Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros se alejan de mí,

mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.
Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.
En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

Versículo

V.- Se levantan contra mí testigos falsos.
R.- Que respiran violencia.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de las Lamentaciones 3, 1-33

LAMENTO Y ESPERANZA EN LA TRIBULACIÓN

Yo soy el hombre que ha sufrido la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y
me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Contra mí solo vuelve él y revuelve su mano
todo el día.
Mi carne y mi piel ha consumido, ha quebrado mis huesos. Ha forjado un yugo para mí
y ha cercado de angustia mi cabeza. Me ha hecho morar en las tinieblas, con los muertos
de antaño.
Me ha emparedado y no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas. Aun cuando grito
y pido auxilio, él sofoca mi súplica. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha
obstruido mis senderos.

Ha sido para mí como un oso en acecho, como león en escondite. Sembrando de
espinas mis caminos, me ha desgarrado, me ha dejado hecho un horror. Ha tensado su
arco y me ha fijado como blanco de sus flechas.
Ha clavado en mis lomos los hijos de su aljaba. De todo mi pueblo me ha hecho lairrisión, su copla todo el día. Él me ha hartado de amargura, me ha abrevado con ajenjo.
Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza. Mi alma está alejada
de la paz, he olvidado lo que es dicha. Dije: «¡Ha fenecido mi vigor y la esperanza que del
Señor me venía!»
Recordar mi miseria y mi angustia es ajenjo y amargor. Mas mi alma lo recuerda, sí, lo
recuerda y se derrite de tristeza dentro de mí. He aquí lo que revolveré en mi corazón
para cobrar confianza:
Que el amor del Señor no se ha acabado ni se ha agotado su ternura; cada mañana se
renuevan. ¡Grande es tu fidelidad! «Mi porción es el Señor —dice mi alma—, por eso en él
esperaré.»
Bueno es el Señor para el que en él espera, para el alma que lo busca. Bueno es
esperar en silencio la salvación del Señor. Bueno es para el hombre soportar el yugo desde
su juventud.
Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca
en el polvo: quizá haya esperanza; que presente la mejilla a quien lo hiere, que se harte
de oprobios.
Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a castigar, luego se
apiada según su inmenso amor, pues no pone su complacencia en castigar y afligir a los
hijos de hombre.

Responsorio Is 57, 1-2a; 53, 7b-8a

R.- Perece el justo, y nadie hace caso; se llevan a los hombres fieles, y nadie comprende
que por la maldad se llevan al inocente, * para que entre en la paz.
V.- Como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca; sin defensa, sin justicia se
lo llevaron.
R.- Para que entre en la paz.

Segunda Lectura

De las catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo
(Catequesis 3, 13-19: SC 50, 174-177)

EL VALOR DE LA SANGRE DE CRISTO

¿Quieres saber el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la
profetizaron y recorramos las antiguas Escrituras
Inmolad —dice Moisés— un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos
jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional,
¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda —responde Moisés—: no
porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la
sangre del Señor.»
Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve
brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero
Cordero, huirá todavía más lejos.
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y
cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor.
Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza y le
traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo;
sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha
en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la
riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y
yo recibo el fruto del sacrificio.
Del costado salió sangre y agua. No quiero, amable oyente, que pases con indiferencia
ante tan gran misterio pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho
que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con
estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la
renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado
ambas del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de
Adán fue formada Eva.

Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de
sus huesos, aludiendo ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que hizo a la mujer
del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida de su
costado para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla
de Adán, mientras éste dormía así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo
hubo muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la
nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que
la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y
con leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su
sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

Responsorio 1 Pe 1, 18-19; Ef 2, 18; 1 Jn 1, 7

R.- Os rescataron, no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de
Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha. * Por medio de él tenemos acceso al Padre en un
solo Espíritu.
V.- La sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos purifica de todo pecado.
R.- Por medio de él tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.

Oración

Oremos:

Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó
el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Jesucristo nuestro
Señor.

Amén.

Conclusión

V.- Bendigamos al Señor.
R.- Demos gracias a Dios.