* «Cuando el sacerdote me absolvió de los pecados con el perdón de Dios, de repente, comprendí que Dios me había dado un corazón hecho para amar y recibir amor, y no para despreciarlo. Al levantarme, me sentí completamente diferente y lista para vivir otra vida… Oré a Dios: ‘Escucha Señor, si es la vida religiosa lo que quieres para mí, ¡qué bueno! Me voy de inmediato. ¡Si es el matrimonio, tendrás que ayudarme!’»
No hay comentarios:
Publicar un comentario