* «El primer día en misa sentí que Dios me hablaba a través de las bienaventuranzas. Pero cuando realmente me tocó el corazón fue con la lectura del paralítico: “Tus pecados te son perdonados, coge tu camilla y vete”. Fue la primera vez que me sentí limpio, perdonado y en paz en toda mi vida. A partir de ahí, cada momento de la peregrinación fue una afirmación del amor de Dios hacia mí. Me confesé por primera vez y decía: “Señor, el corazón me va a estallar, ya no necesito más pruebas de que me amas. No necesito nada más”. En el vuelo de vuelta a Madrid borré de mi móvil todas las aplicaciones de citas y los contactos que no quería mantener. Y nada más llegar, volví a casa de mi madre. Necesitaba cambiar de vida al cien por cien, porque pensaba que este subidón podía desvanecerse»
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miércoles, 25 de septiembre de 2019
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