* «Era muy difícil al principio, porque ¡ya no Le soportaba! No tenía fe, ¡y le había maldecido tanto después de lo que me había pasado! Sin embargo, poco a poco, comencé a poner mi vida en sus manos. Iba a rezar a la iglesia, asistía a las novenas, y mi padre estaba ahí para ayudarme. Poco a poco, comencé a ver las maravillas que nos ofrece el Señor. Después de haber cubierto todas esas etapas con la ayuda de Dios, puedo afirmar: “Es maravilloso, y quien se confía a Él no tropezará jamás”»