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viernes, 18 de enero de 2008

“Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.” ¿Aceptas mis designios? / Autores: Conchi y Arturo

"Queridos hermanos, amémonos unos a otros, porque el amor procede de Dios. Todo aquel que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Dios ha mostrado su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él. El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados." (1 Juan 4, 7-11)

En estos versículos de la Biblia encontramos respuesta a dos de las preguntas que solemos hacernos muchas veces en nuestra vida terrena: ¿Qué es Dios? "Dios es Amor". ¿Qué soy yo? "Hijo de Dios". A fuerza de escucharlo nos parecen dos cosas obvias. Si somos sinceros descubriremos que no hemos asumido profundamente estas dos verdades vitales para nuestra existencia. El crecimiento de estas dos realidades hace emerger el rostro de Cristo en nuestra vida y nos llena de paz.

Dios contrario al mal

Para amar auténticamente hay que acudir a la fuente del Amor: "procede de Dios". Creer que amar consiste en elogios, sensibilidades, emociones físicas, poéticas y en la ausencia de conflictos es no haberse sumergido en la Palabra de Dios. Los hombres somos los sembradores del conflicto. El pecado original no fue sexual sino de rechazo del amor. Adán y Eva no obedecieron las Palabras del Padre Celestial y rechazaron el Plan de Amor eterno que tenía preparado para todos.

Dios ante ese rechazo nos sigue amando profundamente y responde a nuestros conflictos enviando a Jesús, su Hijo, para que con su muerte y resurrección nos rescate de los pecados pasados, presentes y futuros. Cristo es nuestro rescate permanente si nos acogemos a su salvación. Por muchos pecados que cometamos ningún sobre esfuerzo humano podría reparar el daño causado. Cada acto de mal en nuestra vida, aunque nadie lo vea o sea de omisión tiene consecuencias para los demás.

El amor de Dios es único por todos y cada uno de los seres humanos. Él nos pensó desde toda la eternidad para que vivamos en su presencia en plenitud de felicidad perpetua. Por eso cumplimos nuestra misión de "Hijos de Dios" cuando nos amamos como Dios lo hace con cada uno de nosotros, dando vida siempre. Él
nos creo de la nada y nos regala todo. No nos condena, nos rescata si acudimos a Él. El Dios Trinitario es totalmente contrario a todo el mal que hacemos pero nos ama como hijos únicos.

Una historia de amor

Un hombre se sienta a nuestro lado en la iglesia y ora triste. Parece tener menos de 70 años. Después de hacernos unas consultas sobre los horarios de la parroquia su rostro se ilumina y empieza a contarnos:

-Hace unas semanas enterré a mi esposa. Era mayor que yo. Oro porque realmente creo en Dios y seguro que Él me escucha. Mi esposa lo era todo para mi.

-Se nota en su mirada que amaba mucho a su mujer.

-Lo nuestro fue un amor maduro. Ella estaba viuda. La conocí cuando estaba dispuesto a volver a Castilla, mi tierra natal. Yo trabajaba en una cantera y me rompí un dedo. Tuve que abandonar el trabajo y como necesitaba subsistir antes de volver a mi pueblo busqué una ocupación y la encontré en una casa de campo en la parte oeste del pueblo, allí donde hay actualmente.....

-Por los detalles que da está usted hablando de hace muchos años....

-Aunque no lo parezca yo voy a cumplir los ochenta y mi mujer falleció a los noventa y un años. Trabajando en la casa de campo me sobrevinieron vómitos de sangre y como los médicos desconocían mi enfermedad recomendaron que no me moviera de la vivienda. En aquel tiempo no había ni ambulancias.

-Y ¿Qué sucedió?

-Pues que la propietaria era la viuda que me había contratado. Como ella debía ir por la mañana a vender los productos al mercado le encargaba a una vecina que me cuidara cuando ella no estaba. Asumió un riesgo grande la que luego sería mi esposa porque el médico le había advertido que me podía morir en cualquier momento y yo sólo era un empleado.

Al final permanece el amor

-Eso es amar como Dios desea que se ame, cuidándonos los unos a los otros como Él lo hace con cada uno!!!

-Entre nosotros no existía ninguna relación. Al recuperarme ella me buscó un trabajo en una empresa del pueblo a través de una hermana suya. A los 15 días ya trabajaba.

-¿Y cómo se casaron?

-Estaba tan impresionado por como me había cuidado aquella mujer que de aquella enfermedad Dios hizo surgir un amor muy maduro. Estoy convencido que fue realmente la mano del Señor la que inflamó nuestro corazón. Mi mujer lo ha sido todo para mí. Ahora vivo sólo y me acuesto pronto. Noto mucho su vacio, pero a la vez su recuerdo me lo llena todo. Realmente nos amamos mucho.

-Dios lo hace concurrir todo para el bien de los que ama y a usted le queda el haberse sentido profundamente amado por su esposa y el que usted siempre le ha correspondido. Incluso ahora ha venido a rezar por ella.

-Es lo único que puedo hacer. Creo profundamente en Dios y estoy seguro que mis oraciones llegan a Él y son escuchadas.

-No hay ninguna duda. Dios les ama a usted y a su esposa como seres únicos. Ella, con el amor con que vivió y que ha dejado depositado en su corazón de buen seguro debe estar disfrutando de la felicidad de la presencia de Dios.

-¿Ustedes creen? Es que nosotros hemos vivido amándonos el uno al otro sin tener un sólo reproche en el momento de separarnos.

-Eso es lo que dice San Pablo a los Corintios. Al final de nuestra vida sólo permanecerá el Amor. Y eso es lo que le pasa a usted que vive el duelo y a la vez sigue percibiendo todo el amor que su mujer depositó en su corazón...

-Es lo que yo pienso...pero me alegra que me lo confirmen.

El hombre se despide con el rostro iluminado y con las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Le deseamos que siga amando a todas las personas como lo hizo con su mujer.

Sin amor todo lo que haga de nada sirve

Nos esforzamos mucho en ser atentos, tener buena imagen, obtener títulos universitarios y un sin fin de diplomas. Aprendemos informática, idiomas y lo que haga falta para parecer los mejores. No tenemos conciencia de que eso en muchos momentos de la vida es perder el tiempo.

Somos hijos amados de Dios llamados al Amor y destinados exclusivamente a amar:

"Si hablo las lenguas de los hombres, y aun las de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que retiñe. Y si tengo el don de profecía, y entiendo los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas; y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres cuanto poseo, y aun si entrego mi cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve." 1 Corintios 13, 1-3

A esta párrafo escrito por San Pablo podemos añadirle todos los actos que hemos realizado en la vida y apostillar al final: "...pero no tengo amor, de nada me sirve." Si Dios es Amor sólo Dios puede enseñarnos a amar. ¿Acudimos cada día a Él para que nos enseñe a amar y nos llene del agua viva del Amor? Únicamente una actitud es útil hablando en términos humanos de aprovechar el tiempo: "Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. De manera que, así en la vida como en la muerte, del Señor somos."
(Rom 14, 8) Andamos en tinieblas y nos dañamos, a nosotros y a los demás, cuando hacemos cosas sin contar con la sabiduria y el amor de Dios.

Como afirmó el mismo Pablo en el Areópago y consta en los Hechos de los Apóstoles 17, 24-28:

"El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por los hombres ni necesita que nadie haga nada para él, pues él da a todos la vida, el aire y todo lo demás.
A partir de un solo hombre hizo él todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha señalado el tiempo y el lugar en que deben vivir, para que busquen a Dios, y quizá, como a tientas, puedan encontrarle, aunque en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos; como también dijeron algunos de vuestros poetas: ‘Somos descendientes de Dios."


El Bautismo nos sumergió de nuevo en la misión de ser Hijos de Dios. Cuando fuimos bautizados el Padre del Cielo actualizó sobre todos y cada uno de nosotros las mismas palabras que dirigió a Cristo en el Jordán ante Juan: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido.” (Mateo 3,17): Todas las personas nos sentimos halagadas y orgullosas de ser elegidas para un trabajo, para un cargo público, para ser depositarios de una confianza...¿Tenemos realmente asumido que cualquier elección humana es inferior a haber sido designados por el amor de Dios Hijos suyos? ¿Cuantas veces hemos sido conscientes en nuestra vida que somos Hijos
elegidos de Dios creados para amar?

Escucha las Palabras de Dios que están dirigidas para tí a cada instante: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.” ¿Aceptas esa elección realizada por la sabiduría del autor de toda Vida? ¿Quieres ejercer el único cargo para el que verdaderamente has sido designado? ¿Tienes claro, que Dios quiere hacer de tí un especialista en el auténtico Amor? Si es así, sé capaz de exclamar con humildad y gozo : "Habla y enseña Señor que tu siervo escucha !!!"

En 2 Pedro 1, 3-11, se nos indican los criterios que debemos aplicar para caminar en la Voluntad de Dios y responder a su elección:

"Dios, por su poder, nos ha concedido todo lo que necesitamos para la vida y la devoción, al hacernos conocer a aquel que nos llamó por su propia grandeza y sus obras maravillosas. Por medio de ellas nos ha dado sus promesas, que son muy grandes y de mucho valor, y por las cuales llegaréis a tener parte en la naturaleza de Dios y escaparéis de la corrupción que los malos deseos han traído al mundo. Por eso debéis esforzaros por añadir a vuestra fe la buena conducta; a la buena conducta, el conocimiento; al conocimiento, el dominio propio; al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la devoción; a la devoción, el afecto fraternal; y al afecto fraternal, el amor.
Si poseéis estas cualidades y las desarrolláis, ni vuestra vida será inútil ni habréis conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no las posee es como un ciego o corto de vista; ha olvidado que fue limpiado de sus pecados anteriores. Por tanto, hermanos, ya que Dios os ha llamado y escogido, procurad que esto arraigue en vosotros, pues haciéndolo así nunca caeréis. De ese modo se os abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."


Escucha orando estas palabras escritas en Isaias 42, 6-7, y que el Señor desea actualizar hoy para tí:

"Yo, el Señor, te llamé
y te tomé por la mano,
para que seas instrumento de salvación;
yo te formé, pues quiero que seas
señal de mi pacto con el pueblo,
luz de las naciones.
Quiero que des vista a los ciegos
y saques a los presos de la cárcel,
del calabozo donde viven en la oscuridad."


¿Quieres triunfar?

Hay un texto que nos han enviado y del cual desconocemos el autor. Resume muy bien el auténtico triunfo. Realmente has sido creado para tener el mayor de los éxitos y lo conseguirás si se cumplen estas premisas:

Cuando el egoísmo no limite tu capacidad de amar.

Cuando confíes en ti mismo aunque todos duden de ti y
dejes de preocuparte por el qué dirán.

Cuando tus acciones sean tan concisas en duración como
largas en resultados.

Cuando puedas renunciar a la rutina sin que ello
altere el metabolismo de tu vida.

Cuando sepas distinguir una sonrisa de una burla, y
prefieras la eterna lucha que la compra de la falsa
victoria.

Cuando actúes por convicción y no por adulación.

Cuando puedas ser pobre sin perder tu riqueza y rico
sin perder tu humildad.

Cuando sepas perdonar tan fácilmente como ahora te
disculpas.

Cuando puedas caminar junto al pobre sin olvidar que
es un hombre, y junto al rico sin pensar que es un
dios.

Cuando sepas enfrentar tus errores tan fácil y
positivamente como tus aciertos.

Cuando halles satisfacción compartiendo tu riqueza.

Cuando sepas obsequiar tu silencio a quien no te pide
palabras, y amor al que te lo mendiga a gritos pese a que sea tu enemigo.

Cuando ya no debas sufrir por conocer la felicidad y
no seas capaz de cambiar tus sentimientos o tus metas
por el placer.

Cuando no trates de hallar las respuestas en las cosas
que te rodean, sino en Dios y en tu propia persona.

Cuando aceptes los errores, cuando no pierdas la
calma, entonces y sólo entonces, serás... ¡un
triunfador!

Dios es la la llave para abrir todas tus puertas. Sólo debes decir: "Señor quiero vivir de tu vida"

Alabemos a Dios:

Alabad al Señor, seres celestiales:
alabad el poder y la gloria del Señor,
alabad el glorioso nombre del Señor,
adorad al Señor en su hermoso santuario.

La voz del Señor resuena sobre el mar;
el Dios glorioso hace tronar:
¡el Señor está sobre el mar inmenso!
La voz del Señor resuena poderosa,
la voz del Señor resuena imponente,
la voz del Señor desgaja los cedros.
¡El Señor desgaja los cedros del Líbano!
Hace temblar los montes Líbano y Sirión,
¡los hace saltar como toros y becerros!
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor hace temblar al desierto,
¡el Señor hace temblar al desierto de Cadés!
La voz del Señor sacude las encinas
y deja sin árboles los bosques.
En su templo, todos le rinden honor.


El Señor gobierna las lluvias,
¡el Señor gobierna cual rey eterno!
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con paz.


Salmo 29 (28)

Y demos gracias a Dios que es y da siempre Amor:

Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas,
porque me ha prestado atención.
¡Toda mi vida le invocaré!
La muerte me enredó en sus lazos,
la angustia del sepulcro me alcanzó
y fui presa del miedo y del dolor.
Entonces invoqué el nombre del Señor
y le rogué que me salvara la vida.

El Señor es justo y compasivo;
nuestro Dios es todo ternura.
El Señor cuida de los sencillos.
Cuando yo estaba sin fuerzas, me salvó.
Ahora sí, puedo volver a sentirme tranquilo
porque el Señor ha sido bueno conmigo,
porque me ha librado de la muerte,
porque me ha librado de llorar y de caer.
Seré obediente al Señor
en el mundo de los que viven.

Yo tenía fe, a pesar de que decía
que era grande mi aflicción.
Desesperado, afirmé
que todo hombre es mentiroso.

¿Cómo podré pagar al Señor
todo el bien que me ha hecho?
¡Levantaré la copa de la salvación
e invocaré su nombre!
Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo.

Mucho le cuesta al Señor
ver morir a los que le aman.
¡Oh Señor, yo soy tu siervo!,
¡soy el hijo de tu sierva!
Tú has roto los lazos que me ataban.
En gratitud, te ofreceré sacrificios,
e invocaré, Señor, tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios del templo del Señor,
¡en medio de ti, Jerusalén!

Aleluya!


Salmo 116 (114-115)