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martes, 2 de diciembre de 2025

Papa León XIV en homilía en Beirut, 2-12-2025: «Es en la luz de la fe, en la promesa de la esperanza y en la alegría de la caridad donde Dios ha pensado nuestra vida y todos estamos llamados a no resignarnos ante el mal que se extiende»

* «La Palabra del Señor nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche, tanto para abrirnos a la gratitud como para estimularnos al compromiso común en favor de esta tierra. Como hemos escuchado, el motivo del agradecimiento de Jesús al Padre no es por obras extraordinarias, sino porque revela su grandeza precisamente a los pequeños y humildes, a aquellos que no llaman la atención, que parecen contar poco o nada, que no tienen voz. De hecho, el Reino que Jesús viene a inaugurar tiene precisamente esta característica de la que nos habló el profeta Isaías: es un brote, un pequeño retoño que surge de un tronco (cf. Is 11,1), una pequeña esperanza que promete el renacimiento cuando todo parece morir. Así se anuncia al Mesías y, al venir en la pequeñez de un brote, sólo puede ser reconocido por los pequeños, por aquellos que sin grandes pretensiones saben percibir los detalles ocultos, las huellas de Dios en una historia aparentemente perdida»    

 

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV 

* «Todos debemos unir nuestros esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor. Y sólo hay una forma de hacerlo: desarmemos nuestros corazones, dejemos caer las armaduras de nuestras cerrazones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo, despertemos en lo más profundo de nuestro ser el sueño de un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia, donde todos puedan reconocerse hermanos y hermanas y donde, finalmente, se pueda realizar lo que nos describe el profeta Isaías: «El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos» (Is 11,6)»

 2 de diciembre de 2025.- (Camino Católico)  “Hoy debemos decir como Jesús: ‘¡Te alabamos, Padre!’. Te damos gracias porque estás con nosotros y no nos dejas vacilar. Al mismo tiempo, esta gratitud no debe quedarse en un consuelo íntimo e ilusorio. Debe llevarnos a la transformación del corazón, a la conversión de la vida, a considerar que es precisamente en la luz de la fe, en la promesa de la esperanza y en la alegría de la caridad donde Dios ha pensado nuestra vida. Y, por eso, todos estamos llamados a cultivar estos brotes, a no desanimarnos, a no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero, a no resignarnos ante el mal que se extiende” ha reflexionado el el Papa León XIV en la homilía de la misa que ha presidido en el Waterfront de Beirut, última actividad de su viaje apostólico al Líbano. 

El Pontífice ha instado a los cerca de 150 mil presentes a unir “esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor” y para hacerlo ha invitado a “desarmar los corazones” y a dejar “caer las armaduras de las cerrazones étnicas y políticas”. Y ha clamado: “¡Líbano, levántate! ¡Sé morada de justicia y de fraternidad! ¡Sé profecía de paz para todo el Levante!”



Antes de dirigirse al Waterfront de Beirut, León XIV acudió al puerto para una oración silenciosa en el lugar de la explosión del 2020, manifestando su cercanía y solidaridad a las familias de las más de 200 personas fallecidas en la catástrofe.


Hablando en francés, el Santo Padre ha iniciado su homilía agradeciendo al Señor por “tantos dones recibidos por su bondad”, en estos “días intensos que hemos compartido con alegría” y “por lo que nos ha permitido vivir juntos”.




Al término de la misa, el Papa León ha dirigido un fuerte llamamiento a la paz, palabra clave de su pontificado: “Con mi primer viaje apostólico, realizado durante el Año jubilar, he deseado hacerme peregrino de esperanza en Medio Oriente, implorando a Dios el don de la paz para esta amada tierra, marcada por la inestabilidad, las guerras y el dolor”. 


El Pontífice invita a buscar la paz en el Señor, sobre todo en los momentos de desánimo y desesperación. “Contemplémoslo con esperanza y valentía —afirma en inglés— invitando a todos a recorrer el camino de la convivencia, la fraternidad y la paz”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro y el del llamamiento del final de la Misa es el siguiente:




VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD LEÓN XIV A TURQUÍA Y EL LÍBANO

CON PEREGRINACIÓN A İZNIK (TURQUÍA)

CON MOTIVO DEL 1700 ANIVERSARIO DEL PRIMER CONCILIO DE NICEA

(27 de noviembre - 2 de diciembre de 2025)

SANTA MISA I DOMINGO DE ADVIENTO

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

"Beirut Waterfront" (Beirut)

Martes de la 1ª semana de Adviento,  2 de diciembre de 2025

Queridos hermanos y hermanas:

Al finalizar estos días intensos, que hemos compartido con alegría, celebramos nuestra acción de gracias al Señor por tantos dones recibidos de su bondad, por el modo en que se hace presente entre nosotros, por su Palabra que se nos ofrece en abundancia y por lo que nos ha permitido vivir juntos.

También Jesús, como acabamos de escuchar en el Evangelio, tiene palabras de gratitud para el Padre y, dirigiéndose a Él, reza diciendo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra» (Lc 10,21).

Sin embargo, la dimensión de la alabanza no siempre encuentra espacio dentro de nosotros. A veces, agobiados por las fatigas de la vida, preocupados por los numerosos problemas que nos rodean, paralizados por la impotencia ante el mal y oprimidos por tantas situaciones difíciles, nos sentimos más inclinados a la resignación y a la queja que al asombro del corazón y al agradecimiento.

La invitación a cultivar siempre actitudes de alabanza y gratitud la dirijo precisamente a ustedes, querido pueblo libanés. A ustedes, que son destinatarios de una belleza singular con la que el Señor ha adornado su tierra y que, al mismo tiempo, son espectadores y víctimas de cómo el mal, en sus múltiples formas, puede empañar esta maravilla.

Desde esta explanada que se asoma al mar, también yo puedo contemplar la belleza del Líbano cantada por la Escritura. El Señor ha plantado aquí sus altos cedros, los ha alimentado y saciado (cf. Sal 104,16), ha perfumado las vestiduras de la esposa del Cantar de los Cantares con el aroma de esta tierra (cf. Ct 4,11) y, en Jerusalén, ciudad santa revestida de luz por la venida del Mesías, anuncia: «Hasta ti llegará la gloria del Líbano, con el ciprés, el olmo y el abeto, para glorificar el lugar de mi Santuario, para honrar el lugar donde se posan mis pies» (Is 60,13).

Al mismo tiempo, sin embargo, esa belleza se ve oscurecida por la pobreza y el sufrimiento, por las heridas que han marcado su historia —acabo de rezar en el lugar de la explosión, en el puerto—; se ve oscurecida por los numerosos problemas que los afligen, por un contexto político frágil y a menudo inestable, por la dramática crisis económica que les oprime, por la violencia y los conflictos que han despertado antiguos temores.

En un escenario de este tipo, la gratitud cede fácilmente paso al desencanto, el canto de alabanza no encuentra espacio en la desolación del corazón, la fuente de la esperanza se seca por la incertidumbre y la desorientación.

Sin embargo, la Palabra del Señor nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche, tanto para abrirnos a la gratitud como para estimularnos al compromiso común en favor de esta tierra.

Como hemos escuchado, el motivo del agradecimiento de Jesús al Padre no es por obras extraordinarias, sino porque revela su grandeza precisamente a los pequeños y humildes, a aquellos que no llaman la atención, que parecen contar poco o nada, que no tienen voz. De hecho, el Reino que Jesús viene a inaugurar tiene precisamente esta característica de la que nos habló el profeta Isaías: es un brote, un pequeño retoño que surge de un tronco (cf. Is 11,1), una pequeña esperanza que promete el renacimiento cuando todo parece morir. Así se anuncia al Mesías y, al venir en la pequeñez de un brote, sólo puede ser reconocido por los pequeños, por aquellos que sin grandes pretensiones saben percibir los detalles ocultos, las huellas de Dios en una historia aparentemente perdida.

Es también una indicación para nosotros, para que tengamos ojos que sepan reconocer la pequeñez del retoño que surge y crece incluso en medio de una historia dolorosa. Pequeñas luces que brillan en la noche, pequeños brotes que despuntan, pequeñas semillas plantadas en el árido jardín de este tiempo histórico, también nosotros podemos verlos, aquí y también ahora. Pienso en su fe sencilla y genuina, arraigada en sus familias y alimentada por las escuelas cristianas; en el trabajo constante de las parroquias, las congregaciones y los movimientos para responder a las preguntas y necesidades de la gente; me vienen a la mente los numerosos sacerdotes y religiosos que se dedican a su misión en medio de múltiples dificultades; así como también los laicos, comprometidos en el campo de la caridad y en la promoción del Evangelio en la sociedad. Por estas luces que con esfuerzo tratan de iluminar la oscuridad de la noche, por estos brotes pequeños e invisibles que, sin embargo, abren la esperanza en el futuro, hoy debemos decir como Jesús: “¡Te alabamos, Padre!”. Te damos gracias porque estás con nosotros y no nos dejas vacilar.

Al mismo tiempo, esta gratitud no debe quedarse en un consuelo íntimo e ilusorio. Debe llevarnos a la transformación del corazón, a la conversión de la vida, a considerar que es precisamente en la luz de la fe, en la promesa de la esperanza y en la alegría de la caridad donde Dios ha pensado nuestra vida. Y, por eso, todos estamos llamados a cultivar estos brotes, a no desanimarnos, a no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero, a no resignarnos ante el mal que se extiende.

Cada uno debe poner de su parte y todos debemos unir nuestros esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor. Y sólo hay una forma de hacerlo: desarmemos nuestros corazones, dejemos caer las armaduras de nuestras cerrazones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo, despertemos en lo más profundo de nuestro ser el sueño de un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia, donde todos puedan reconocerse hermanos y hermanas y donde, finalmente, se pueda realizar lo que nos describe el profeta Isaías: «El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos» (Is 11,6).

Este es el sueño que se les ha confiado, es lo que el Dios de la paz pone en sus manos: ¡Líbano, levántate! ¡Sé morada de justicia y de fraternidad! ¡Sé profecía de paz para todo el Levante!

Hermanos y hermanas, yo también quiero decir, repitiendo las palabras de Jesús: “Te alabo, Padre”. Elevo mi acción de gracias al Señor por haber compartido estos días con ustedes, mientras llevo en mi corazón sus sufrimientos y sus esperanzas. Rezo por ustedes, para que esta tierra del Levante esté siempre iluminada por la fe en Jesucristo, sol de justicia, y, gracias a Él, conserve la esperanza que no declina.

_________________________

Llamamiento del Santo Padre al finalizar la Santa Misa en Beirut

Queridos hermanos y hermanas:

En estos días, con mi primer viaje apostólico, realizado durante el Año jubilar, he deseado hacerme peregrino de esperanza en Medio Oriente, implorando a Dios el don de la paz para esta amada tierra, marcada por la inestabilidad, las guerras y el dolor.

Queridos cristianos del Levante, cuando los resultados de sus esfuerzos de paz tardan en llegar, los invito a alzar la mirada al Señor que viene. Contemplémoslo con esperanza y valentía, invitando a todos a recorrer el camino de la convivencia, la fraternidad y la paz. ¡Sean constructores de paz, anunciadores de paz, testigos de paz!

Oriente Medio necesita actitudes nuevas, para rechazar la lógica de la venganza y la violencia, para superar las divisiones políticas, sociales y religiosas, para abrir capítulos nuevos bajo el signo de la reconciliación y la paz. La vía de la hostilidad mutua y de la destrucción en el horror de la guerra ha ido demasiado lejos, con los deplorables resultados que están a la vista de todos. Necesitamos cambiar de camino, necesitamos educar el corazón para la paz.

Desde esta plaza, rezo por todos los pueblos que sufren a causa de la guerra. Rezo también por Guinea-Bisáu, deseando una solución pacífica de las controversias políticas. Y no olvido a las víctimas del incendio en Hong Kong, así como a sus queridas familias.

Y ruego especialmente por el amado Líbano. Pido nuevamente a la comunidad internacional que no se escatimen esfuerzos para promover procesos de diálogo y reconciliación. Dirijo un apremiante llamamiento a cuantos están investidos de autoridad política y social, aquí y en todos los países marcados por guerras y violencia: ¡escuchen el clamor de sus pueblos que invocan la paz! Pongámonos todos al servicio de la vida, del bien común y del desarrollo integral de las personas.

Finalmente, a ustedes, cristianos del Levante, ciudadanos de estas tierras por derecho propio, les repito: ¡ánimo! Toda la Iglesia los mira con afecto y admiración. Que la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora de Harissa, los proteja siempre.

PAPA LEÓN XIV






Fotos: Vatican Media, 2-12-2025

Santa Misa del martes de la 1ª semana de Adviento, en Beirut, presidida por el Papa León XIV, 2-12-2025

Foto: Vatican Media, 2-12-2025


2 de diciembre de 2025.- (Camino Católico)  En su último día de viaje apostólico al Líbano, el Papa León XIV ha presidido la Santa Misa del martes de la 1ª semana de Adviento, en el Waterfront de Beirut, ante 150.000. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.  



En su homilía, el Papa ha manifestado su agradecimiento por estos días intensos compartidos con alegría e instó a desarmar los corazones, para que triunfen la paz y la justicia. Y ha subrayado que “hoy debemos decir como Jesús: ‘¡Te alabamos, Padre!’. Te damos gracias porque estás con nosotros y no nos dejas vacilar. Al mismo tiempo, esta gratitud no debe quedarse en un consuelo íntimo e ilusorio. Debe llevarnos a la transformación del corazón, a la conversión de la vida, a considerar que es precisamente en la luz de la fe, en la promesa de la esperanza y en la alegría de la caridad donde Dios ha pensado nuestra vida. Y, por eso, todos estamos llamados a cultivar estos brotes, a no desanimarnos, a no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero, a no resignarnos ante el mal que se extiende”.





Al llegar al Waterfront de Beirut, desde el papamóvil cubierto, el Santo Padre ha saludado sin perder la sonrisa a los fieles que le esperaban con entusiasmo para participar en la Santa Misa, la última cita de su visita al país de los cedros.



Luego, el Santo Padre ha avanzado en una solemne procesión junto a los concelebrantes hasta el altar al aire libre, engalanado para la ocasión con una alfombra roja y una gran cruz iluminada, portando su báculo, mitra y con la casulla morada propia del tiempo litúrgico del Adviento.



El Patriarca de Antioquia, Youssef Absi, le ha dirigido unas palabras de bienvenida, expresándole su agradecimiento por esta visita —en un momento crítico para el Líbano y toda la región—, la cual reciben como un mensaje de esperanza y un signo de la cercanía.



Al finalizar la Misa, el Santo Padre ha recordado que ha viajado a Medio Oriente “como peregrino de esperanza”, implorando a Dios “el don de la paz en esta amada tierra, marcada por la inestabilidad, las guerras y el sufrimiento”. (Leer el texto íntegro de este llamamiento con la homilía pinchando en este enlace)


“Cuando los resultados de sus esfuerzos por la paz se hagan esperar, les invito a levantar la mirada hacia el Señor que viene. Miremos hacia él con esperanza y valentía, invitando a todos a emprender el camino de la convivencia para la eternidad y la paz. Sean artesanos de paz, heraldos de paz, testigos de paz”, exhorta.


En este contexto, afirma que Medio Oriente “necesita nuevos enfoques para rechazar la mentalidad de venganza y violencia, para superar las divisiones políticas, sociales y religiosas, y abrir nuevos capítulos en nombre de la reconciliación y la paz”.


“El camino de la hostilidad mutua y la destrucción en el horror de la guerra se ha recorrido demasiado tiempo, con los deplorables resultados que todos tenemos ante nuestros ojos. ¡Necesitamos cambiar de rumbo, necesitamos educar nuestros corazones para la paz!”, exclama.



Desde el corazón de Beirut, el Papa reza por los pueblos que sufren a causa de la guerra. También elevó “oraciones de esperanza” por una solución pacífica a las actuales disputas políticas en Guinea-Bisáu, y no olvidó a las víctimas y a sus familias del incendio en Hong Kong.


“¡Rezo especialmente por el amado Líbano! Pido una vez más a la comunidad internacional que no escatime esfuerzos en promover procesos de diálogo y reconciliación, y hago un sentido llamado a quienes tienen autoridad política y social aquí y en todos los países marcados por la guerra y la violencia: ¡Escuchen el clamor de sus pueblos, que piden paz!”.

Por último, les anima a tener valor y pide a la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Harissa, que “les proteja siempre”.




lunes, 1 de diciembre de 2025

Papa León XIV a los jóvenes en el Líbano: «Cristo murió y resucitó para la salvación de todos; Él es el fundamento de nuestra confianza y el testigo de la misericordia que redime al mundo de todo mal»

* «El amor es auténtico y puede durar para siempre sólo cuando refleja el esplendor eterno de Dios, que es amor (cf. 1 Jn 4,8). Las relaciones sólidas y fecundas se construyen juntos, sobre la confianza recíproca, sobre ese “para siempre” que palpita en toda vocación a la vida familiar y a la consagración religiosa. Queridos amigos, ¿qué es lo que expresa la presencia de Dios en el mundo más que cualquier otra cosa? El amor, la caridad. La caridad habla un lenguaje universal porque habla al corazón de cada uno. No es un ideal, sino una historia revelada en la vida de Jesús y de los santos, que son nuestros compañeros en las pruebas de la vida»

      

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con toda la alocución del Papa 

* «A través de los ojos de san Chárbel, cerrados para ver mejor a Dios, nosotros seguimos percibiendo con mayor claridad la luz de Dios. Es bellísimo el canto que se le dedica: “Oh, tú que duermes y tus ojos son luz para los nuestros, sobre tus párpados ha florecido un grano de incienso”. Queridos jóvenes, que también en los ojos de ustedes brille la luz divina y florezca el incienso de la oración. En un mundo de distracciones y vanidades, tengan cada día un tiempo para cerrar los ojos y mirar sólo a Dios. Él, aunque a veces parezca silencioso o ausente, se revela a quien lo busca en el silencio. Mientras se esfuerzan en hacer el bien, les pido que sean contemplativos como san Chárbel: rezando, leyendo la Sagrada Escritura, participando en la Santa Misa, deteniéndose en adoración. El Papa Benedicto XVI decía a los cristianos de Medio Oriente: “Os invito a cultivar de forma continua la amistad verdadera con Jesús por medio del poder de la oración” (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 63)» 

1 de diciembre de 2025.- (Camino Católico)  En su encuentro con decenas de miles de jóvenes libaneses reunidos en la plaza frente al Patriarcado Maronita de Antioquía, León XIV los invita a buscar relaciones con raíces sólidas, como los cedros que simbolizan el país, en un mundo que parece poner plazos incluso al amor. Tras escuchar sus testimonios y responder a sus preguntas, les hace una "promesa" de un futuro sin conflictos, un "amanecer brillante" capaz de iluminar la "noche oscura" del mundo. Y proclama que “el verdadero principio de vida nueva es la esperanza que viene de lo alto: ¡es Cristo! Él murió y resucitó para la salvación de todos. Él, el que vive, es el fundamento de nuestra confianza; Él es el testigo de la misericordia que redime al mundo de todo mal”.


El amor y la caridad, afirma el Papa, dan testimonio de la «presencia de Dios en el mundo». Lo hacen hablando un lenguaje universal, dirigido a los corazones, no a través de ideales abstractos, sino a través de las historias de Jesús y los santos. El Papa invita a estos últimos, especialmente a los más jóvenes, a mirar, a trazar nuevos caminos sin desanimarse por las injusticias ni los «contratestimonios».


“Con la fuerza que reciben de Cristo, ¡construyan un mundo que sea mejor que el que han encontrado! Ustedes, jóvenes, son más directos en tejer relaciones con los demás, incluso diferentes por su entorno cultural o religioso. La verdadera renovación, que un corazón joven desea, comienza con gestos cotidianos: recibiendo al que está cerca y al que viene de lejos, tendiendo la mano al amigo y al refugiado, a través del difícil pero necesario perdón al enemigo”, ha afirmado el Pontífice. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:


VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD LEÓN XIV

A TÜRKIYE Y AL LÍBANO

CON PEREGRINACIÓN A İZNIK (TÜRKIYE)

EN OCASIÓN DEL 1700.º ANIVERSARIO DEL PRIMER CONCILIO DE NICEA

(27 de noviembre - 2 de diciembre de 2025)

ENCUENTRO CON LOS JÓVENES

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Plaza frente al Patriarcado de Antioquía de los maronitas en Bkerké

Lunes, 1 de diciembre de 2025

Queridos jóvenes del Líbano, “assalamu lakum!” (¡la paz esté con ustedes!).

Este saludo de Jesús resucitado (cf. Jn 20,19) sostiene la alegría de nuestro encuentro. El entusiasmo que sentimos en el corazón expresa la amorosa cercanía de Dios, que nos reúne como hermanos y hermanas para compartir la fe en Él y la comunión entre nosotros.

Agradezco a todos ustedes por la calidez con la que me han recibido, así como a Su Beatitud por las cordiales palabras de bienvenida. En modo particular saludo a los jóvenes provenientes de Siria e Irak, y a los libaneses que han vuelto a su patria desde varios países.

Estamos reunidos aquí para escucharnos mutuamente, yo el primero, pidiendo al Señor que inspire nuestras decisiones futuras.

En este sentido, los testimonios que Anthony y Maria, Elie y Joelle han compartido con nosotros realmente nos abren la mente y el corazón. Sus relatos hablan de valentía en el sufrimiento, de esperanza en la desilusión, de paz interior en medio de la guerra.

Son como estrellas luminosas en una noche oscura, en la cual ya vislumbramos el resplandor del alba. En todos estos contrastes, muchos de los aquí presentes pueden reconocer sus propias experiencias, tanto en el bien como en el mal.

La historia del Líbano está tejida de páginas gloriosas, pero también marcada por heridas profundas que tardan en cicatrizar. Estas heridas tienen causas que sobrepasan las fronteras nacionales y se entrelazan con dinámicas sociales y políticas muy complejas.

Queridos jóvenes, quizá lamenten haber heredado un mundo desgarrado por guerras y desfigurado por injusticias sociales. Y, sin embargo, en ustedes reside una esperanza, un don, que a nosotros adultos parece escapársenos. Ustedes tienen tiempo. Tienen más tiempo para soñar, organizar y realizar el bien. ¡Ustedes son el presente y en sus manos ya se está construyendo el futuro! Y tienen el entusiasmo para cambiar el curso de la historia. La verdadera resistencia al mal no es el mal, sino el amor, capaz de curar las propias heridas mientras sana las de los demás.

La dedicación de Anthony y María por quienes estaban en necesidad, la perseverancia de Elie y la generosidad de Joelle son profecías de un futuro nuevo, que debe anunciarse mediante la reconciliación y la ayuda recíproca. Así se cumple la palabra de Jesús: “Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia” y “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (cf. Mt 5,4.9). Queridos jóvenes, ¡vivan a la luz del Evangelio y serán bienaventurados a los ojos del Señor!

Su patria, el Líbano, florecerá hermosa y vigorosa como el cedro, símbolo de la unidad y fecundidad del pueblo. Sabemos bien que la fuerza del cedro está en las raíces, que normalmente tienen la misma extensión que las ramas. El número y la fuerza de las ramas corresponde al número y la fuerza de las raíces. Así también, el gran bien que hoy vemos en la sociedad libanesa es el resultado del trabajo humilde, oculto y honesto de tantos hacedores del bien, de tantas raíces buenas que no quieren hacer crecer sólo una rama del cedro libanés, sino todo el árbol, en toda su belleza. Recurran a las raíces buenas del compromiso de quienes sirven a la sociedad y no se sirven de ella para interés propio. Con un compromiso generoso por la justicia, proyecten juntos un futuro de paz y desarrollo. ¡Sean la savia de esperanza que el país espera!

A propósito, sus preguntas permiten trazar un camino ciertamente exigente, pero por eso mismo apasionante.

Me han preguntado dónde encontrar el punto firme para perseverar en el compromiso por la paz. Queridos amigos, ese punto firme no puede ser una idea, un contrato o un principio moral. El verdadero principio de vida nueva es la esperanza que viene de lo alto: ¡es Cristo! Él murió y resucitó para la salvación de todos. Él, el que vive, es el fundamento de nuestra confianza; Él es el testigo de la misericordia que redime al mundo de todo mal. Como recuerda san Agustín, haciendo eco al apóstol Pablo: «de Él tenemos paz [...] y nuestra paz es Él en persona» (Comentario al Evangelio de Juan, LXXVII, 3).

La paz no es auténtica si es sólo fruto de intereses particulares; es verdaderamente sincera cuando yo hago al otro lo que quisiera que el otro hiciera conmigo (cf. Mt 7,12). Con profundo discernimiento, san Juan Pablo II decía que «no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón» (Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2002). Y es así. Del perdón proviene la justicia, que es fundamento de la paz.

Su segunda pregunta puede encontrar respuesta en esta misma dinámica. Es verdad. Vivimos tiempos en los que las relaciones personales parecen frágiles y se consumen como si fueran objetos. Incluso entre los más jóvenes, a veces, a la confianza en el prójimo se contrapone el interés individual; a la dedicación hacia el otro se prefiere el propio beneficio. Estas actitudes vuelven superficiales incluso palabras bellísimas como “amistad” y “amor”, que a menudo se confunden con un sentido de satisfacción egoísta. Si en el centro de una relación de amistad o de amor está nuestro yo, esa relación no puede ser fecunda.

Del mismo modo, no se ama de verdad si se ama con fecha de caducidad, mientras dura un sentimiento. Un amor con vencimiento es un amor mediocre. Al contrario, la amistad es verdadera cuando dice “tú” antes que “yo”. Esta mirada respetuosa y acogedora hacia el otro nos permite construir un “nosotros” más grande, abierto a toda la sociedad, a toda la humanidad. Y el amor es auténtico y puede durar para siempre sólo cuando refleja el esplendor eterno de Dios, que es amor (cf. 1 Jn 4,8). Las relaciones sólidas y fecundas se construyen juntos, sobre la confianza recíproca, sobre ese “para siempre” que palpita en toda vocación a la vida familiar y a la consagración religiosa.


Queridos amigos, ¿qué es lo que expresa la presencia de Dios en el mundo más que cualquier otra cosa? El amor, la caridad. La caridad habla un lenguaje universal porque habla al corazón de cada uno. No es un ideal, sino una historia revelada en la vida de Jesús y de los santos, que son nuestros compañeros en las pruebas de la vida. Miren en particular a tantos jóvenes que, como ustedes, no se dejaron desanimar por las injusticias y por los contraejemplos recibidos, incluso en la Iglesia, sino que intentaron trazar caminos nuevos en busca del Reino de Dios y de su justicia.

Con la fuerza que reciben de Cristo, ¡construyan un mundo que sea mejor que el que han encontrado! Ustedes, jóvenes, son más directos en tejer relaciones con los demás, incluso diferentes por su entorno cultural o religioso. La verdadera renovación, que un corazón joven desea, comienza con gestos cotidianos: recibiendo al que está cerca y al que viene de lejos, tendiendo la mano al amigo y al refugiado, a través del difícil pero necesario perdón al enemigo.

Miremos los muchos ejemplos maravillosos que nos han dejado los santos. Pensemos en Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, dos jóvenes que han sido canonizados en este año santo del Jubileo. Miremos a los numerosos santos libaneses. ¡Qué belleza singular se manifiesta en la vida de santa Rafqa, que con fuerza y mansedumbre resistió por años el dolor de la enfermedad! ¡Cuántos gestos de compasión realizó el beato Yakub El-Haddad, ayudando a las personas más abandonadas y olvidadas por todos!

¡Qué luz tan potente proviene de la penumbra en la cual decidió retirarse san Chárbel, convertido en uno de los símbolos del Líbano en el mundo! Sus ojos se representan siempre cerrados, como para custodiar un misterio infinitamente más grande. A través de los ojos de san Chárbel, cerrados para ver mejor a Dios, nosotros seguimos percibiendo con mayor claridad la luz de Dios. Es bellísimo el canto que se le dedica: “Oh, tú que duermes y tus ojos son luz para los nuestros, sobre tus párpados ha florecido un grano de incienso”.

Queridos jóvenes, que también en los ojos de ustedes brille la luz divina y florezca el incienso de la oración. En un mundo de distracciones y vanidades, tengan cada día un tiempo para cerrar los ojos y mirar sólo a Dios. Él, aunque a veces parezca silencioso o ausente, se revela a quien lo busca en el silencio.


Mientras se esfuerzan en hacer el bien, les pido que sean contemplativos como san Chárbel: rezando, leyendo la Sagrada Escritura, participando en la Santa Misa, deteniéndose en adoración. El Papa Benedicto XVI decía a los cristianos de Medio Oriente: «Os invito a cultivar de forma continua la amistad verdadera con Jesús por medio del poder de la oración» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 63).

Queridos amigos, entre todos los santos resplandece la Toda Santa, María, Madre de Dios y Madre nuestra. Muchos jóvenes llevan siempre consigo un rosario, en el bolsillo, en la muñeca o al cuello. ¡Qué hermoso es mirar a Jesús con los ojos del corazón de María! También desde aquí, donde estamos en este momento, ¡qué dulce es levantar la mirada hacia Nuestra Señora del Líbano con esperanza y confianza!

Queridos jóvenes, permítanme finalmente entregarles la oración, simple y bellísima, atribuida a san Francisco de Asís:

“Oh, Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que lleve yo el amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la unión. Donde haya duda, que lleve yo la fe. Donde haya error, que lleve yo la verdad. Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría. Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz”.

Que esta oración mantenga viva en ustedes la alegría del Evangelio, el entusiasmo cristiano. “Entusiasmo” significa “tener a Dios en el alma”. Cuando el Señor habita en nosotros, la esperanza que Él nos da se vuelve fecunda para el mundo. Verán, la esperanza es una virtud pobre, porque se presenta con las manos vacías; son manos libres para abrir las puertas que parecen cerradas por el cansancio, el dolor y la desilusión.

El Señor estará siempre con ustedes, y estén seguros del apoyo de toda la Iglesia en los desafíos decisivos de su vida y de la historia de su amado país. Los confío a la protección de la Madre de Dios y Señora nuestra, que desde la cima de esta montaña contempla este nuevo florecer. Jóvenes libaneses, ¡crezcan vigorosos como los cedros y hagan florecer al mundo con esperanza!

PAPA LEÓN XIV

Fotos: Vatican Media, 1-12-2025