* «No lo olvidemos: en el origen de la vida cristiana está la experiencia del encuentro con el Señor, que no depende de nuestros méritos o de nuestro compromiso, sino del amor con el que Él viene a buscarnos, llamando a la puerta de nuestro corazón e invitándonos a una relación con Él. Yo me pregunto y les pregunto: ¿Me he encontrado con al Señor? ¿Me dejo encontrar por el Señor? Más aún, en el origen de la vida sacerdotal y de la vida consagrada no estamos nosotros, nuestros dones o algún mérito especial, sino que está la sorprendente llamada del Señor, su mirada misericordiosa que se ha inclinado sobre nosotros y nos ha elegido para este ministerio, aunque no seamos mejores que los demás. Somos pecadores como los demás. Y esto, hermanas, hermanos, es pura gracia. ¡pura gracia! Me gusta lo que san Agustín decía: Mira de una lado al otro, busca el mérito y no encontrarás nada. Solo gracia. Es pura gracia, pura gratuidad, un don inesperado que abre nuestro corazón al estupor ante la condescendencia de Dios»
Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con el discurso del Papa a los jóvenes
* «Es Él quien nos ha elegido (cf. Jn 15,16) Es Él. Él , al centro: si lo recordamos, incluso cuando sentimos el peso del cansancio y de alguna decepción, permanecemos serenos y confiados, seguros de que Él no nos dejará con las manos vacías, nunca. Nos hará esperar, eso es cierto, pero no nos dejará con las manos vacías. Como los pescadores, entrenados en la paciencia, también nosotros, en medio de los complejos desafíos de nuestro tiempo, estamos llamados a cultivar la actitud interior de espera, de paciencia, así como la capacidad de afrontar lo inesperado, los cambios, los riesgos asociados a nuestra misión. Con esa apertura, pero con el corazón despierto. Y pedir al Espíritu Santo esa capacidad de discernir los signos de los tiempos: esto sí, esto no va bien. Pero podemos hacerlo porque en el origen de nuestro ministerio está su llamada, y no nos dejará solos. Podemos echar las redes y esperar con confianza. Esto nos salva, incluso en los momentos más difíciles; por eso, recordemos la llamada, aceptémosla cada día y permanezcamos con el Señor. Todos sabemos que hay momentos difíciles. Momentos de oscuridad, momentos de desolación, ¿verdad? En esos momentos oscuros, recordad la llamada, la primera llamada. Y de ahí, tomar fuerzas. Cuando esta experiencia está firmemente arraigada en nosotros, entonces podemos ser audaces en la misión a realizar»