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viernes, 27 de julio de 2007
Miquel Peix C.M.F.:"El que crea y se bautice, se salvará" / Autores: Arturo y Conchi
Anunciamos en días anteriores que escribiríamos sobre el padre claretiano Miquel Peix C.M.F., fallecido la pasada semana. Explicamos que con él trabajamos evangelizando en muchos ámbitos. Para la Gloria de Dios tenemos un problema en el momento de plasmar quién era Miquel Peix. Es difícil para nosotros realizar un resumen biográfico. Pero sí sólo tuviéramos ante nosotros una relación de cosas realizadas en su vida seguiríamos desconociendo a un hombre que vivió cada segundo de su vida arropado en los brazos del Padre Celestial como un niño. Por tanto en todos los textos donde hablemos de Miquel Peix, podremos explicar como servía al Señor, pero no muchas cosas de él, puesto que su celo evangélico le convirtió incluso estando enferma, en un apóstol dedicado a proclamar la palabra de Dios a tiempo y a destiempo, siempre y en todo lugar.
"Entonces les dijo: Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará". (Marcos 16, 15-16).
Escogemos este pequeño párrafo del Evangelio de Marcos para subrayar la primera característica de Miquel Peix: tenía un amor inmenso a los sacramentos y creía profundamente que cada persona que los recibía era transformada. Eso tratándose de un sacerdote puede verse como lo más normal y habitual. No obstante, antes de impartir cualquier sacramento oraba profundamente por las personas que lo iban a recibir para que la gracia de Dios fuera total y sus vidas cambiaran. Cuando Miquel presidía un bautismo se transfiguraba.
Vayamos a la praxis. Acudimos en miles de ocasiones a la cárcel con la Comunidad Pentecostés, formada por laicos para evangelizar, y de la que Miquel fue conciliario. Una vez, el sacerdote de la pastoral Penitenciaría, Josep Mª Fabró, nos pidió que atendiéramos a un Pakistaní llamado Mohamed. Era una persona joven de casta alta del Pakistan que había sido condenado por falsificaciones. Mohamed falsificaba documentos para conseguir droga. Con su dicción se contagió del Sida y contrajo tuberculosis. En la cárcel había dejado la droga pero por cultura social de su país el nunca pudo perdonarse todo lo que había hecho. Su familia no supo mientras vivió que estuvo en prisión. Esta gran culpabilidad le llevó a autolesionarse e intentar suicidarse múltiples veces.
Cuando empezamos a visitar a Mohamed él estaba violento. Sólo se le podía dejar hablar y que fluyera toda su impotencia. Era muy difícil tratar con él. El grado de dificultad se engrandecía por su cultura musulmana y por llegar incluso a sentirse merecedor de ser rechazado por su familia y por el mismo Dios. Pasados muchos meses pudimos empezar a orar con Mohamed al único Dios verdadero para que iluminará su vida. Nosotros respetando sus creencias siempre orábamos con Él a Dios Padre. Le decíamos que sólo Dios podía quitar toda culpabilidad y darle la paz y la esperanza que precisaba para vivir cada día.
Salió de permiso con la Comunidad y llegó un día que Mohamed nos pidió que le habláramos de la religión católica, de nuestra Fe. Nosotros de acuerdo con Miquel
Peix lo hicimos pero poniendo como condición que sólo sería a nivel informativo, que nosotros lo atendíamos como hijo Dios amado por el Padre Celestial. No obstante el empezó a tener hambre y sed de la Palabra de Dios y quiso la Biblia. Paralelamente, Mohamed cambió radicalmente. Dejó de autolesionarse. La dirección de la prisión y sus mismos compañeros no podían entender su transformación personal y su conversión.
llegó el día en que quiso ser bautizado y ahí estuvo siempre Miquel peix atento a evitar con nosotros que fuera una actitud interesada. Miquel nunca ponía condiciones, sólo que la persona fuera consciente del paso que iba a dar.
Miquel Peix bautizó a Mohamed, le dio su primera comunión y lo confesó con regularidad. Mohamed salió de la prisión definitivamente enfermando de gravedad por causa del Sida. Los miembros de la Comunidad Pentecostés lo cuidaron hasta su muerte atendiéndolo en la residencia donde fue ingresado hasta su muerte. Mohamed recibió la última unción y murió en paz. Su conversión en los últimos años de vida fue muy real. Tuvo una experiencia profunda del Amor de Dios y quiso convertirse al catolicismo por qué había vivido una religión de preceptos.
La paz acompaño a Mohamed en los últimos años de su vida gracias a la misericordia de Miquel Peix, que impartió con una Amor profundo los sacramentos, siempre desde un segundo plano, pero siempre siendo clave para llevar a toda persona al corazón de Dios.
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