sábado, 4 de agosto de 2007
Vanidad de vanidades /Autor: Raniero Cantalamessa, ofmcap
Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. -predicador de la Casa Pontificia- a la liturgia de mañana domingo.
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XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Eclesiastés 1,2;2,21-23; Colosenses 3, 1-5.9-11; Lucas 12, 13-21
El Evangelio del domingo arroja luz sobre un problema fundamental para el hombre: el del sentido de actuar y trabajar en el mundo, que Qohélet en la primera lectura [Eclesiastés] expresa en términos desconsoladores: «¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?».
Uno entre la gente pidió a Jesús que interviniera en un litigio entre él y su hermano por cuestiones de herencia. Como a menudo, cuando presentan a Jesús casos particulares (si pagar o no el tributo al César; si lapidar o no a la mujer adúltera), Él no responde directamente, sino que afronta el problema en la raíz; se sitúa en un plano más elevado, mostrando el error que está en la base de la propia cuestión. Los dos hermanos están equivocados porque su conflicto no deriva de la búsqueda de la justicia y de la equidad, sino de la codicia. Entre ellos ya no existe más que la herencia para repartir. El interés acalla todo sentimiento, deshumaniza.
Para mostrar cuán errónea es esta actitud, Jesús añade, como es su costumbre, una parábola: la del rico necio que cree tener seguridad para muchos años por haber acumulado muchos bienes, y a quien esa misma noche se le pedirán cuentas de su vida.
Jesús concluye la parábola con las palabras: «Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios». Existe también una vía de salida al «todo es vanidad»: enriquecerse ante Dios. En qué consiste esta manera diferente de enriquecerse lo explica Jesús poco después, en el mismo Evangelio de Lucas: «Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12, 33-34). Hay algo que podemos llevar con nosotros, que nos sigue a todas partes, también después de la muerte: no son los bienes , sino las obras; no lo que hemos tenido, sino lo que hemos hecho. Lo más importante de la vida no es por lo tanto tener bienes, sino hacer el bien. El bien poseído se queda aquí abajo; el bien hecho lo llevamos con nosotros.
Perdida toda fe en Dios, hoy con frecuencia muchos se encuentran en las condiciones de Qohélet, que no conocía aún la idea de una vida después de la muerte. La existencia terrena parece en este caso un contrasentido. Ya no se usa el término «vanidad», que es de sabor religioso, sino el de absurdo. «¡Todo es absurdo!». El teatro del absurdo (Beckett, Ionesco), que floreció en las décadas posteriores a la guerra, era el reflejo de toda una cultura. Los que evitan la tentación de la acumulación de las cosas, como ciertos filósofos y escritores, caen en algo que tal vez es peor: la «náusea» ante las cosas. Las cosas, se lee en la novela La náusea de Sartre, están «de más», son oprimentes. En el arte, vemos las cosas deformadas, objetos que se aflojan, relojes que cuelgan como el salchichón. Se le llama «surrealismo», pero más que una superación, es un rechazo de la realidad. Todo exhala putridez, descomposición. ¡El abandono de la idea del cielo ciertamente no ha hecho más libre y alegre la vida en la tierra!
El Evangelio del domingo nos sugiere cómo remontar esta peligrosa pendiente. Las criaturas volverán a parecernos bellas y santas el día en que dejemos de querer sólo poseerlas o sólo «consumirlas», y las restituyamos al objetivo para el que nos fueron dadas, que es el de alegrar nuestra vida aquí abajo y facilitarnos alcanzar nuestro destino eterno. Hagamos nuestra una oración de la liturgia: «Enséñanos, Señor, a usar sabiamente los bienes de la tierra, tendiendo siempre a los bienes eternos».
viernes, 3 de agosto de 2007
Carta de Dios / Enviado por "Patdelarc"
Me senté en la mejor de mis estrellas y pensé en ti, solo en ti, porque, sabes:
Te amo, y por eso hice un mundo, donde pudieras estar, hasta que llegara el momento en que vivieras junto a mi.
En ese mundo puse la belleza en una flor, tierra y semillas para que pudieras comer. Cree el cielo y le di el día y la noche. Para el día hice el sol para que sintieras el calor de mi amor. En la noche esparcí la frescura para que sintieras sin ver, la oscuridad y en ella la luna y las estrellas para que supieras que en la penumbra hay belleza.
Cree el mar, animales, todos diferentes de forma y color para que los pudieras distinguir, también pensé en ellos y les di un lugar para vivir.
Pensé que te aburrirías si todo fuera del mismo color, por lo que a las plantas les di el verde, al día el azul, a la noche el negro, a las estrellas su brillo y hasta a tus ojos les di color.
Te dí libertad y surgió el mal en contraposición al bien. Llene tu corazón de bondad, amor y perdón.
Pensé que no podrías estar solo, e hice a una mujer, para que hubiera un cuerpo que diera vida. Para que entenderías infundí en ti la inteligencia.
Estaba yo feliz, pero luego vi que no utilizabas todos tus dones correctamente. Sentí decepción cuando creíste que yo no existía, que todo tenia una explicación científica, y la tiene, porque la puse para que pudieras entenderme con mayor facilidad.
Y como te amo, de vez en cuando o muy seguido hago concurrir en tu vida un problema, para que aprendas a crecer, y aun así, dudas de mí.
Todo el tiempo pienso en ti. Todos los días me comunico suavemente contigo. Y aunque te di ojos te veo ciego. En el mundo que te regalé sembraste semillas, pero no para comer. Sembraste el odio, el egoísmo, la frialdad y las dejaste crecer, y te pedí que las cortaras y no me hiciste caso, porque vives sumergido en tu mundo material.
Y como te haces sordo a mi voz, decidí escribirte esta carta para recordarte que te amo, y si me has hecho daño, te perdono. Te pido que me recibas en tu corazón, y que encuentres en Mi, consuelo, paz y tranquilidad.
Acércate a Mi, no necesito decirte quien soy.
Tú ya lo sabes.
jueves, 2 de agosto de 2007
La imagen de Dios / Autor: Padre Oscar Pezzarini
Son muchas las oportunidades en las que escuchamos a personas preguntarse si realmente existe Dios, y si es así por qué no “prueba” su existencia otorgándonos lo que le pedimos o actuando como nosotros mismos quisiéramos que actúe.
Son frecuentes los cuestionamientos donde se expresa que si realmente Dios existe, por qué no dejan de suceder determinadas cosas en el mundo, sobre todo cuando se ve tanta injusticia, tantos sufrimientos, si en definitiva nos han enseñado que Dios protege y ama a los buenos, a los que lo aman.
Porque parece que muchas veces Dios se vuelve como sordo ante los pedidos de los hombres.
Creo que una de las preguntas que debemos hacernos como punto de partida es la de ¿qué imagen de Dios tenemos? ¿Qué hemos aprendido o que nos han enseñado respecto a Dios y a la religión?
En muchas circunstancias nos encontramos con una manera de vivir el cristianismo como una forma de religiosidad que en el fondo no deja de ser un poco “egoísta”, aunque tal vez creamos también “piadosa”.
Por qué digo esto: porque nos hemos quedado quizás con la imagen de Dios como la de aquél que es bueno y todopoderoso en la medida en que nos da todo lo que deseamos.
Dios es bueno si me “soluciona” de manera digamos “mágica” todos mis problemas, y más poderoso aún será si me los resuelve rápido.
Dios es bueno y realmente existe si me concede “ya” todo lo que le pido, incluso si lo hace de una, es decir, con la primera oración o pedido que le haga.
Pero Dios no es alguien con quien puedo “negociar”, no es alguien a quien le “doy tanto” y él me “da tanto”, porque en ese caso, dejaría de ser un Dios entendido como el “Absoluto”, el que “todo lo puede”, el que por pura Gracia y “gratuitamente” me da mucho más de lo que soy capaz de ganar o merecer.
Es cierto que Dios no concede todo lo que pedimos, pero en realidad nos concede todo lo que nos hará bien y nos servirá para nuestro bien y deberíamos entender que la “gran oración” no es la que hace que “Dios quiera lo que yo quiero”, sino quizás que “yo logre llegar a querer lo que quiere Dios”.
La fe en Dios, su amor, la confianza en El son cosas bastante diferentes a lo que muchos cristianos piensan. Ser cristiano muchas veces será saber comprender que Dios hasta puede llegar a permitir que nos sucedan ciertas cosas que humanamente hasta nos pueden parecer incomprensibles, pero que en el infinito amor que Dios nos tiene, logran un profundo sentido y son en el fondo para nuestro mejor bien.
Por eso creo que nuestra “imagen” de Dios que podemos tener, podemos sintetizarla en darnos cuenta si tenemos un “verdadero amor a Dios”, si de verdad lo amamos como al Supremo que siempre estará pensando en nosotros y en nuestro bien, o nos quedamos con un Dios a quien de alguna manera podemos “utilizar” para nuestro provecho.
En el matrimonio, ¿jugamos en el mismo equipo? / Autor: P. Ángel Espinosa de los Monteros
¿Qué fue lo que prometimos?
“Prometo serte fiel”.
Lo importante es saber traducir ese “prometo serte fiel”. No nos referíamos solamente a la fidelidad en cuanto a que nunca comenzaríamos una relación sentimental, seria o superficial con otra persona, por un momento o para toda la vida. Significa muchísimo más.
Prometo llevar bien puesta la camiseta del equipo, tirar en la misma dirección y defender nuestra portería. Lo nuestro. A veces me he topado con un hombre o una mujer, que sólo viendo cómo se comporta con la persona a quien dice que ama, me dan ganas de preguntarle: ¿tú, para dónde tiras?
Si los dos tuvieran puesta la camiseta del mismo color y “se pasaran el balón”, meterían goles, alcanzarían metas, jugarían en equipo y así harían la vida más simple y tendrían la felicidad más a la mano.
Pero uno parece ser delantero de un equipo y el otro defensa del contrario: se estorban en las jugadas, se cometen frecuentes faltas, se ignoran. Algunos parecen estar buscando la tarjeta roja ¡después de haber visto no una sino mil veces la amarilla!
Esto no debe suceder en el matrimonio. “Amarse no es mirarse uno al otro, sino mirar en la misma dirección”. Tirar en la misma dirección. Amarse es tener una meta común y unos mismos ideales, y eso debe reflejarse en los acontecimientos de la vida diaria. Amarse es mirarse uno al otro con comprensión, respeto y con capacidad incluso de diferir.
“Prometo no bajarme del burro”. Te explico de qué se trata: en mis años de estudiante, paseaba en una ocasión por un pueblo de Santander, en el norte de España, y me encontré a un pastor con quien entablé una conversación debajo de un cobertizo, pues llovía a cántaros. La recuerdo como una charla muy interesante. En un determinado momento le pregunté cuántos años tenía de casado, a lo que respondió:
-“¿Cómo ve, Padre? Tenemos treinta años de casados y no nos hemos bajado del burro”.
La expresión realmente me encantó. Si él hubiese dicho, “no nos hemos bajado del tren... o del caballo”, hubiese sido diverso. El caballo sugiere libertad, velocidad, crines al viento... En cambio dijo: “no nos hemos bajado del burro”.
En el burro, como en el matrimonio, a veces se va hacia adelante, a veces hacia atrás, a veces rebuznando… a veces, el animal, -me refiero al burro- como que no se mueve. Así es en el matrimonio. A veces para atrás, a veces para adelante, a veces rebuznando... pero siempre los dos en el burro. ¿Qué importa por dónde y cuánto haya costado mientras hayan ido juntos, en la misma dirección, apoyándose, acompañándose, amándose?
“Prometo buscar tu realización, tu felicidad”.
Si prometiste serle fiel, te comprometiste a buscar su felicidad, ya que la fidelidad no puede reducirse a no fallarle en el sentido de nunca enamorarte de otra persona. Eso es más que nada una obligación, un requisito y algo que deberían dar por supuesto.
“Prometo serte fiel”, es llenar las expectativas que tenían el uno sobre el otro cuando eran novios. “Desde que nos vimos y pensamos en unirnos para toda la vida, pensamos que juntos seríamos felices y desparramaríamos esa felicidad en nuestros hijos. Si queremos sernos fieles, tenemos que hacer realidad ese sueño que tuvimos desde el inicio”.
No voy a olvidar jamás esa escena de la película “Los puentes de Madison” en la que ya casi al final de la vida, el marido, muriendo en la cama, llama a sus esposa y le dice más o menos lo siguiente:
-“Fanny, yo sé que tenías tus propios sueños e ilusiones en la vida, perdóname por no haberlas hecho realidad”.
La mujer simplemente lo besó en la frente e hizo un gesto de resignación.
Es tan fácil hacer felices a los demás cuando uno se lo propone, que sinceramente, honestamente, para no lograrlo, se necesita ser de verdad egoísta.
Cuando prometieron ser fieles, entre otras cosas, prometieron buscar con tesón la felicidad del otro, pues la fidelidad no es sólo cuidar que no haya engaños, sino que apunta a todo un proyecto de vida. De hecho, y aunque no es el ideal, hay matrimonios en los que, uno de los dos, por descuido, ha caído en una infidelidad. Pero como siempre ha buscado hacer feliz al cónyuge, este error -por más grave que sea- no es más que una mancha en una pared llena de luz. Desde luego que no es el caso de la persona descuidada, sensual, irresponsable, que frecuenta ambientes inconvenientes y que trata con personas del sexo opuesto sin ningún pudor y sin respeto. En una persona así, la caída siempre será inminente e injustificada. El derrumbe comenzó desde que se descuidó en su conducta ordinaria.
“Prometo serte fiel” es también cuidar el corazón. No permitir que nada ni nadie le robe la paz inicial. Prometieron luchar especialmente cuando les vinieran a la cabeza “ideas rubias”. La fidelidad no es no meterse con otra persona, sino sobre todo cuidar el corazón. Hay mucha gente que quizá jamás concretará una infidelidad conyugal, sin embargo vive en una continua deslealtad al no cuidar el corazón de cualquier amor que no sea su único y verdadero amor.
“Prometo serte fiel”, es decir, también, “prometo hablar bien de ti”. “Lo que tenga que decirte, te lo diré a ti, para ayudarte, con amor y por amor. No se lo diré a mi mamá ni a mis hijos, menos a mis amigas en un desayuno. Prometo hacer crecer tu fama dentro de lo más íntimo que tenemos que son nuestros hijos, padres, hermanos y también nuestros amigos. “Me esforzaré para que ellos siempre tengan una buena imagen de ti. Sólo escucharán cosas positivas acerca de quién y cómo eres tú. Estarán orgullosos de nosotros”.
Finalmente, “prometo serte fiel”, ahora sí, significa “que no te cambiaré por nadie. No te quiero para un amor intermitente u ocasional, ni como un amor de paso”.
Estas promesas que hicieron, además tienen dos especificaciones que deben considerar como muy importantes y darles su sentido propio, porque de verdad, parece que no todos las han entendido. Cuando se da una infidelidad en el matrimonio por parte de quien sea, y el cónyuge decide que “esto es lo único que no está dispuesto a perdonar”, y que “ahora sí se acabó todo”, es simplemente porque no ha entendido qué fue lo que prometió. ¿Cuáles son esas dos especificaciones?
1a En lo próspero y en lo adverso.
Hay quienes creen que lo próspero es tener dinero mientras lo adverso se identifica con todo tipo de carencias económicas.
Muchas parejas tienen los recursos necesarios para vivir felices y sin embargo no alcanzan la felicidad porque ésta se compone de muchos otros factores que ellos no han logrado completar.
Lo próspero es efectivamente cuando todo va bien. Como se suele decir: “viento en popa”. Hay algo de dinero, tienen su propia casa, no hay grandes intromisiones de la suegra, siguen teniendo más o menos las mismas aficiones y casi idénticos gustos, no se han desgastado con el tiempo, hay armonía, diálogo, intimidad… ¡Ah, lo próspero! ¿Por qué no todo en la vida es crecer? ¿Por qué no todo en este mundo camina hacia adelante sin más complicaciones?
La respuesta es muy sencilla: los problemas y las dificultades existen desde que aparecieron hombre y mujer sobre la tierra, y esta vida simplemente no sería la misma si quisiéramos quitarle esta contrapartida de la dificultad. Además no siempre está en nuestras manos evitar algunas dificultades que se van suscitando en el camino, pues muchas de ellas nos las imponen la sociedad, la cultura, el entorno en el que nos movemos… Pero es interesante que sepan partir de este presupuesto cuando piensan ya en el matrimonio y cuando están por emitir estas promesas que los comprometen para siempre.
Cabe añadir que en el matrimonio, los problemas son una oportunidad maravillosa de crecimiento. Este debe ser un camino de crecimiento, y para eso necesitan aprovechar todas las oportunidades.
En el matrimonio, lo adverso puede ser: dificultades en el campo económico, la pérdida del trabajo o el fracaso rotundo en el negocio, la intromisión indeseada de algún familiar político en el propio hogar, la llegada de los niños quizá demasiado rápida, la enfermedad de uno de ellos que acusa gravedad… Y, ¿por qué no? el hecho mismo de que el amor que sentían el uno por el otro ya no sea como era en el noviazgo, o al inicio del matrimonio.
2a En la salud y en la enfermedad.
“Prometo que en la salud, te aplaudiré, te proyectaré, te acompañaré y apostaré por ti. No estaré celoso de tus triunfos, ni permitiré que me afecte el que tú seas más que yo a los ojos de los demás”.
En la enfermedad, prometes que estarás a su lado. Pero cuando prometiste esto, no te referías a enfermedades que se arreglan con un suero ni aun con una enfermera de cabecera. Te referías a enfermedades más profundas, más complicadas, con alcances más intensos, como el alcoholismo, el desánimo, la pérdida del sentido de esta vida o enfermedades “del corazón” o del carácter.
Tú un día puedes llegar a dejar de amarlo (la) y es entonces cuando debes demostrarle que prometiste serle fiel. Es precisamente en estos momentos –de enfermedad “del corazón”- cuando puedes probar tu fidelidad. Qué fácil era cuando todo marchaba bien, cuando parecían competir en el darse cariño.
La fidelidad se demuestra en la prueba y en el dolor, y quizá no haya prueba más grande para una persona que ama de verdad, que el sentir que no es correspondida y que no es amada con la misma intensidad. Ante un problema de esta naturaleza, se puede reaccionar de dos maneras: pagar con la misma moneda, que no sería ni amor ni fidelidad, o luchar con todo el corazón por recuperar ese amor que se está apagando o se ve casi perdido.
La fidelidad sólo acepta este segundo tipo de actitud. “Si te pierdo, lucharé por reconquistarte, ése será mi programa”.
“Si la enfermedad es grave y llego incluso a perderte definitivamente, seguiré siendo tuyo, y tú seguirás siendo parte de mi proyecto de vida”. El hecho de que uno de los dos haya fallado, no implica que el otro deba fallar también. “Lucharé por reconquistarte”, como se ve en algunas películas o novelas, sólo que aquí es de verdad: no hay actores ni música de fondo ni paisajes bonitos... sino sacrificio, humillación y mucho valor para reconquistar el amor que una vez iluminó la vida y del que surgió la familia que ya existe.
Recuerdo a ese general francés, que después de la segunda guerra mundial fue requerido en el partido comunista. Con el aumento de sueldo y por participar de tantos beneficios que le ofrecieron, abandonó a su mujer de treinta y siete años, con siete hijos, y se marchó de la casa.
Lógicamente pronto encontró a otra y así continuaron sus vidas por separado. Pasaron veinte años y dicho partido nunca terminó de consolidarse bien, hasta que finalmente se disolvió. Muchos que habían gozado de los beneficios de la organización, pronto se vieron en la calle, sin dinero, sin familia y sin amantes, que son las primeras en irse cuando falta todo lo demás. Cansado, solo, ya acabado, vuelve un día a su casa, toca la puerta y le abre su mujer. Una esposa también cansada, que había sacado adelante a todos sus hijos, sola. Una madre heroica.
- “Quiero hablar contigo”- le dice.
-“Pasa”- abre la puerta y dibuja en el aire con su mano el ademán de “adelante”.
Pero él se da cuenta de que está la mesa puesta con dos lugares, y titubeando le dice:
-“Perdona, no quiero importunar, ¿estás esperando a alguien?”
-“Sí -responde segura y sin dejar de mirarlo a los ojos- desde hace veinte años todos los días la mesa ha estado puesta para dos, porque te sigo esperando”.
Lo más probable es que los sentimientos de esta mujer no fuesen tan favorables. Podemos incluso imaginar que ella hubiese querido golpearlo o que debió azotarle la puerta al instante sin permitirle no sólo entrar a la casa, sino tampoco entrar a un hogar que comenzaron los dos pero que sólo ella de verdad construyó. Este relato no tendría ningún valor si no fuera histórico.
Lo que lo hace grande es precisamente que sucedió. Es una mujer que sacó adelante sola a siete hijos y que se sobrepuso al orgullo y a un explicable rencor. Una de esas personas que tienen muy claro que el matrimonio es para siempre. Ella quizás pensaba: “él me dejó, pero yo no lo puedo dejar, porque Dios me lo dio, y por él tengo que responder”.
Ella sabía lo que era un compromiso con Dios, con un hombre y con unos hijos.
En una ocasión, una señora me vino a ver:
-“Padre, mi único pecado es que odio a mi marido.
Yo pensé: “pequeño detalle”.
- Me dejó hace cinco años. Ni quiero, ni puedo verlo”.
Comprendí que la dificultad era muy grande y le ofrecí una solución más para ella misma que para su matrimonio:
-“Señora, lo que usted necesita es un cambio de mentalidad. Renueve el compromiso que hizo hace treinta años: rece por él, de vez en cuando escríbale, preocúpese en la medida de sus posibilidades por él, aunque ya nunca puedan volver a reunirse. Usted será más feliz amando con un amor realmente heroico, que dando rienda suelta a odios estériles. El amor siempre nos deja algo, nos lleva a algo, produce algo. Del odio sólo germinan rencores, soberbia, impaciencias, insatisfacciones y un sin número de frustraciones, pues nuestro corazón fue hecho para amar. Ir en contra del amor es luchar contra nosotros mismos”.
Desgraciadamente muchos matrimonios se romperán porque nunca se entendió que la fidelidad que se prometieron al inicio, debería ser, como los mejores relojes, “a toda prueba”. Así es, a prueba de todo, incluidas la peor enfermedad, la más tremenda crisis y el más injusto adulterio.
El dominio de las sensaciones / Autor: P. Victor
“¿Hasta cuándo mi alma estará acongojada y habrá pesar en mi corazón, día tras día?” (Sal 13, 3).
A veces, más que la mente, nos dominan las sensaciones. Reconozcamos que las cosas que sentimos suelen tener más poder que las que pensamos. Porque podemos leer y meditar el Evangelio, escuchar bellas conferencias, creer que estamos convencidos de algunas ideas firmes y motivadoras, pero a veces esos pensamientos no nos motivan de verdad y lo que nos mueve es lo que sentimos.
Estamos muy atentos a nuestros estados de ánimo o pasamos en un mismo día de la alegría a la tristeza, del entusiasmo al descontento, del amor al resentimiento, de la esperanza al desaliento.
Otras veces, sentimos dentro de nosotros necesidades muy fuertes de todo tipo que nos reclaman demasiado. Por eso, aunque tengamos ideas muy hermosas en la mente, no somos felices, no disfrutamos de las cosas simples, nos enemistamos con la vida misma.
Entonces, es importante pedirle al Señor que pacifique nuestras sensaciones, que aplaque esas sensaciones que no producen más que melancolía, desgano, insatisfacció n. ¿Para qué perder las ganas de trabajar, de convivir, de crecer por culpa de sensaciones que no nos aportan nada bueno? Alimentemos mejor las sensaciones positivas, el pequeño pero verdadero placer de algunas cosas cotidianas que la vida nos regala. Alimentemos la sensación embriagadora de luchar por un desafío estimulante, el gusto de conseguir algo para alegrarle la existencia a otro ser humano, el placer de hacer algo bello para la gloria de Dios o la sensación de reposar serenamente en el cariño de Dios que nos ama.
Nada mejor que dejar entrar a Dios en el mundo de nuestras sensaciones, nada más sano que reconocer de frente ante Dios esas sensaciones que nos perturban, para que Él pueda serenarlos, aplacarlos, curarlos, armonizarlos con su afecto divino. Podrías intentarlo con esta oración:
Señor amado, Vos conoces las cosas que siento.
Vos no ignorás mis estados de ánimo, mis deseos, mis ganas, mis anhelos.
Y ves también la tristeza, la insatisfacción, el dolor inútil que muchas veces me domina porque no puedo disfrutar de todo lo que deseo, porque siento muchas cosas que no puedo saciar.
A veces, me doy cuenta que me convierto en un ser siempre disconforme que, cuando consigo lo que deseo, luego me parece poco, siempre, algo me falta…
Y descuido esas sensaciones bellas que nunca me parecen suficientes, que siempre me parecen demasiado pequeñas…
Por eso, te pido mi Dios, pacifica mis sensaciones; aplaca mis deseos. Dame la libertad interior para no ser esclavo de las sensaciones negativas, para que no me dominen mis estados de ánimo y los cambios de humor.
Penetra con Tu poder divino en ese mundo interior de mis variadas sensaciones.
Fortalece las sensaciones bellas que me hacen sencillamente feliz,
amable, humano, compañero de todos.
Debilita el poder de esas sensaciones que me agobian, que me entristecen, que me sofocan.
Toma mis sensaciones que me abruman, libérame de ellas para que no se apoderen de mí.
Pacifica mis sensaciones, Señor; derrama Tu Paz en mi sensibilidad y devuélveme –con tu vitalidad sana y feliz- la armonía interior que necesito.
Amén.
Plumas / Enviado por Mario Ruiz
Un hombre empezó a esparcir rumores sobre uno de sus vecinos. En pocos días, todo el vecindario conocía los chismes, que no tardaron en llegar a oídos de la persona involucrada. Por supuesto ella se ofendió mucho y quedó muy dolida.
Con el tiempo, la persona que empezó a esparcir los rumores descubrió que lo que ella había dicho era completamente falso. Buscando resarcirse de su error, fue a ver a un sabio para preguntarle qué podía hacer para reparar el mal que había hecho.
El sabio respondió: Ve al mercado, compra una gallina y mátala. En el camino hacia tu casa, quítale todas las plumas y tíralas, una por una, a lo largo del camino.
Bastante soprendido por el consejo, pero sin ánimo de contrariar, hizo lo que el sabio le había pedido. Y al día siguiente volvió a ver al sabio y le preguntó: ¿qué hago ahora?
El sabio le pidió que hiciera lo siguiente: Ahora regresa por el camino que tomaste al ir del mercado a tu casa y junta todas las plumas que tiraste ayer para traérmelas a mí.
Siguiendo las recomendaciones, la persona tomó el mismo camino, pero quedó tremendamente descepcionada ya que se dio cuenta que el viento había volado todas las plumas, llevándolas quién sabe dónde. Apenas consiguió recuperar 3 plumas, y eso después de muchas horas de búsqueda.
Cuando regresó para ver al sabio para contarle su fracaso, él le dijo:
"Ya ves como es sencillo tirar las plumas por el camino y casi imposible recuperarlas. Así es también con los rumores y los chismes.
No lleva mucho tiempo esparcirlos, pero una vez hecho, uno nunca puede deshacer totalmente el daño realizado".
Oracion por los Jovenes / Autor: Lorenzo González Kipper
¡Padre Santo! te pedimos por los jóvenes,
que son la esperanza del mundo.
no te pedimos que los saques de la corrupción
sino que los preserves de ella.
¡Padre! No permitas que se dejen llevar
por ideologías mezquinas.
que descubran que lo más importante
no es ser más, tener más, poder más,
sino servir más a los demás.
¡ Padre! Enséñales la verdad que libera,
que rompe las cadenas de la injusticia,
que hace hombres y forja santos.
Pon en cada uno de ellos, un corazón universal
que hable el mismo idioma,
que no vea el color de la piel,
sino el amor que hay dentro de cada uno.
Un corazón que a cada hombre le llame hermano,
Y que crea en la ciudad que no conoce las fronteras,
Porque su nombre es universo, amistad, amor, Dios.
¡ Padre Santo! Cuida a nuestros jóvenes.
Amén.
Sí supiera que esta fuera la última vez..../ Enviado por Luís Redondo
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertementey rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Sí supiera que esta fuera la última vez que te vería salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y llamaría de nuevo para darte más.
Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oir tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veré, diría te quiero
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por sí me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero y que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, jóven o viejo.
Hoy puede ser la ultima vez que veas a los que amas.
Por eso no esperes más, házlo hoy, ya que sí mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso.
Y que estuviste muy ocupado para concederle a alguien un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de tí, díles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Así, si el mañana nunca llega, no tendrás remordimientos por hoy.
Con mis más sinceros deseos de que tu felicidad
crezca día con día, y que Dios nuestro Señor te conceda tus más altos anhelos.
Guardar en el corazón / Autor: Máximo Alvarez
Pocas cosas hay tan hermosas como el entendimiento y la comunicación entre las personas, cuando comprobamos que comprenden lo que queremos decir y cuando nosotros mismos sabemos entender a los demás, llegando a adivinar lo que están pensando casi antes de que las palabras salgan de su boca. Algo totalmente distinto de aquellas conversaciones que parecen un diálogo entre sordos, como si se hablaran distintos lenguajes. Experiencias tan opuestas como Babel, donde se confundieron las lenguas y Pentecostés, donde todos se entendían a pesar de hablar lenguas distintas.
Adentrándonos en el terreno religioso resulta gratificante sentirnos escuchados y comprendidos por Dios y conocer con nitidez lo que quiere de nosotros, sus planes. Pero también puede ocurrir lo contrario: que nos dé la impresión de que Dios no nos escucha ni atiende o que seamos incapaces de conocer su voluntad.
El ser humano necesita comunicarse, expresar sus sentimientos, sus ideas; necesita de la acogida y comprensión de los demás. Pero a veces esto no es posible y no queda más remedio que guardar silencio, que callar lo que gustaría gritar o decir y rumiar las cosas en el interior. No es fácil, pero a la larga es mejor que hablar inútilmente.
Todo esto me trae a la memoria una frase del Evangelio referida a María, cuando se encontró con su hijo en el templo de Jerusalén después de tres días de angustiosa búsqueda, de ausencia e incertidumbre. Ella no entendía por qué Jesús les había hecho esto e incluso después de hablar con Él parece que no consiguió aclarar muchas dudas. Por lo que el evangelista comenta: ¡Y María conservaba todas estas cosas guardándolas en su corazón!.
Lo cual equivaldría a decir más o menos: no entiendo nada, pero no quiero discutir, me resigno a no encontrar una respuesta clara, esperar a que algún día, con el tiempo, pueda comprender el por qué de todo esto. Más o menos equivale a decir: Señor, hágase tu voluntad, aunque no la entienda.
Con frecuencia nuestra impaciencia nos lleva a querer respuestas y soluciones inmediatas para todo, a reaccionar bruscamente, a incomodarnos, a querer que los demás nos entiendan a la perfección o que Dios nos conceda al instante todo lo que le pedimos.
Puesto que no somos budistas tampoco es cuestión de cerrar los ojos como que no pasa nada, tratando de limpiar la mente y dejándola vacía. Por eso nos reconforta la actitud de María que nos invita a guardar las cosas conservándolas en el corazón.
La virtud del agradecimiento / Enviado por Yvette
"Quien no agradece, no ama" -Santa María Mazzarello, Fundadora de las Hijas de María Auxiliadora.
La pequeña virtud del agradecimiento es prueba de un gran corazón. Aún con el torpe o equivocado, debemos ser agradecidos, cuando menos por su buena intención.
La gratitud no significa "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales. El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.
¿No es propio de un corazón verdaderamente generoso, mostrarse agradecido hacia los demás, aún de lo más insignificante que hayan intentado hacer por él? No resulta sin embargo tan raro el olvido de los servicios que nos prestan los demás; o, simplemente, nuestra mala costumbre de no demostrar nuestra complacencia. A esto hay que oponer el pequeño valor del agradecimiento.
Sucede a menudo que, mientras esperamos en vano el agradecimiento de personas a quienes hemos ayudado o hecho por ellas verdaderos sacrificios, otros por quienes nos sacrificamos mucho menos conservan por largo tiempo su reconocimiento. ¿No sucede a veces que agradecemos el favor ocasional de un extraño pero no damos la importancia que merecen a las continuas delicadezas que recibimos en nuestro hogar?
Tenemos una memoria singularmente caprichosa. Si olvidamos fácilmente una amabilidad que nos han hecho, ¿con qué precisión retenemos, en cambio, el recuerdo de una falta de delicadeza, o de una ofensa? Un proverbio lo confirma: "La memoria del mal tiene larga huella, la memoria del bien muy pronto pasa". ¿Cómo sabemos recordar a los demás nuestros beneficios prestados o el trabajo que nos ha costado realizarlo?
DECIR GRACIAS
En muchos hogares se habrá oído alguna vez el siguiente diálogo. En la mesa familiar, el niño pide un poco de pan a su padre. Éste lo toma y le entrega un pedazo que el hijo muerde en el acto con avidez.
- Y bien, pregunta el padre, ¿qué se dice?
Con la boca todavía llena murmura tímidamente el chico:
- Gracias
- Gracias, ¿qué?
- Gracias, papá.
Y cuántas veces ocurre que una de las primeras palabras que pronuncia el niño es "no"; no es necesario que nadie se lo enseñe. En cambio, ¿cuántas repeticiones son necesarias para inculcarle el hábito de decir gracias?
"Gracias" es la palabra mágica que introduce en el hogar la cortesía, el buen orden y la serenidad. Y el pequeño valor del agradecimiento brota de una conciencia que la educación ha iluminado.
No nos olvidemos de agradecer todo, de decir gracias al menor servicio prestado por quien sea, pronunciando esta palabra sin ninguna entonación, como si estuviéramos cambiando una simple mirada. Por sí sola, esta palabrita recompensa todos los trabajos; repara la frase acaso un poco dura que habíamos dicho anteriormente; equivale a una sonrisa y, a veces, la provoca; hace feliz al que la pronuncia y a aquel a quien va dirigida.
GRACIAS SEÑOR
Por darme la calma en momentos difíciles.
Por darme la sabiduría para entender mejor los designios de la vida.
Por darme otra oportunidad.
Porque sé que no me has desamparado, cuando creo que voy solo y me siento perdido, y mirando atrás veo solo mis huellas, pero es que Tú mi Padre Amado.. Tú.. me llevas cargado.
Sólo te puedo decir Padre: "no me sueltes". En tus Benditas manos quiero seguir. "Gracias Señor" por ese gran amor. Pido para todos, los que por una causa o otra sufrimos. Cúbrenos con tu Manto.
¡Gracias Padre!
Hermosa obligación del hombre: orar y amar / Catequesis de san Juan María Vianney, presbítero
El sábado 4 de agosto se celebra San Juan María Vianney, patrón de los párrocos, que nació cerca de Lyon el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos. Murió el año 1859. Publicamos hoy pate de una catequesis impartida por él: "Hermosa obligación del hombre: orar y amar":
Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.
El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.
Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.
Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.
Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que el tiempo se me hacía corto.
Hay personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.
Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: «Sólo dos palabras, para deshacerme de ti..». Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.
Oración
Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su celo pastoral, concédenos por su intercesión y su ejemplo, ganar para Cristo a nuestros hermanos y alcanzar, juntamente con ellos, los premios de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Transfórmame Jesús / Enviado por Mónica
Te regalo un ejercicio cristificante:
(en oración, intenta tener el siguiente diálogo con Nuestro Señor…).
“Jesús, entra dentro de mí.
Toma posesión de todo mi ser.
Tómame con todo lo que soy…
…Lo que pienso, …lo que hago.
Toma lo más íntimo de mi corazón.
Si fuera Tu voluntad, cúrame esta herida que tanto me duele.
Sácame la espina de esta angustia.
Retira de mí estos temores, rencores, tentaciones. ..
Jesús, ¿qué quieres de mí? ¿Cómo mirarías a aquella persona?
¿Cuál sería tu actitud en aquella dificultad? ¿Cómo te comportarías en aquella situación?
Los que me ven, te vean, Jesús.
Transfórmame todo/a en Ti.
Sea yo una viva transparencia de Tu persona…”.
Aprendí a vivir a pesar de las espinas / Enviado por Zoraida
Aprendí a mirar las estrellas, alumbrando los sueños con ellas.
A mirar los colores del viento y a sentir el sabor del silencio.
Aprendí a encender ilusiones y a escuchar hablar los corazones, con palabras calladas, con matices de mil sensaciones.
Cuando un día, el dolor tomó mi mano, conocí de frente a la tristeza. la pena y el llanto se marcharon, al sentir el amor y su grandeza.
La soledad, querida compañera, la que con tanto miedo rechazaba, me mostró la paz y la armonía de los momentos que con ella estaba.
Comprendí, el sentido de la vida, viviendo el amor y la desdicha, sintiendo la alegría y la tristeza, conociendo lo breve de la vida.
Aprendí el valor de la paciencia, a calmar los vientos de mi ira, a llenar con mares de esperanza las zonas más oscuras de mi vida.
Es así, que aprendí a vivir.
Por todo ello... aprende a vivir sin espinas
¡No empieces el día de hoy con las espinas de ayer!
El día de ayer y todos los días y años anteriores han pasado ya,
están enterrados en el Tiempo.
Y no puedes cambiar ya nada en ellos.
¿Te han quedado espinas?
¡No las traigas arrastrando!
Porque seguirán pinchándote cada día hasta no dejarte vivir.
Hay espinas que puedes sacudirte echándoselas en las manos a Dios.
Hay heridas de espinas que puedes curar si sabes perdonar de veras.
Pero hay heridas que no podrás curar con todo el amor de este mundo,
sólo con el Amor de Dios.
¡Quita el cristal de aumento que pones encima de tus desdichas!
Muévete, grita, llora, respira profundo, ora y trata de ser feliz!
De cada espina que hemos tenido a lo largo de nuestras vidas hemos podido tener la capacidad de tener experiencia, y luego mas adelante poder tomar mejores decisiones.. . Lo comparto con mucho amor deseando que esas espinas no se queden ahí, sino que así como se han enterrado podamos sacarlas gracias al bálsamo sanador de Cristo Resucitado.
La benedicencia es un apostolado / Autor: P. Álvaro Corcuera, LC
¡Cuánto hemos de cuidar esta virtud! Es aquello que nos debe caracterizar, estemos donde estemos. ¿En qué consiste la benedicencia? Es una palabra prácticamente desconocida en el mundo en que vivimos; ni siquiera aparece mencionada en el diccionario. Sin embargo, sí se encuentra la palabra maledicencia, que designa el pecado contrario. Si la maledicencia es el vicio de hablar mal de los demás, la benedicencia es la virtud de hablar bien del prójimo. Para nosotros, la benedicencia es un apostolado. Vencer el mal con el bien. La benedicencia es una forma de apostolado que todos podemos realizar, es un modo concreto de pasar por el mundo, como Jesucristo, «haciendo el bien» (Hch 10, 38) y de edificar y servir a la Iglesia.
La maledicencia es un vicio que ofende gravemente la caridad, porque difunde sin motivo ni necesidad objetiva los defectos, los errores o los pecados de otras personas, dañando de este modo su reputación. Nadie tiene derecho a herir la buena fama de los demás. La benedicencia, por el contrario, busca únicamente difundir lo positivo que hay en los demás.
La benedicencia también es contraria al juicio temerario, que admite como verdadero, sin tener motivos suficientes, un defecto moral del prójimo. Los juicios temerarios nos llevan a la sospecha y al alejamiento del prójimo. Es la triste realidad de quien llega a “encasillar” o a catalogar a una persona, viendo más allá de sus actos e interpretando negativamente sus intenciones. Siembra duda, guarda silencios ante la buena fama del hermano, genera inquietud y malestar, roba la paz. Muchas veces juzgamos al prójimo atribuyéndole nuestros propios defectos. Sin embargo, el corazón bondadoso busca pensar bien, justificar, perdonar, comprender. El hombre de Dios tiene presente sus propios defectos, no para juzgar al prójimo, sino para vivir con humildad y siendo apóstoles de lo bueno. No somos nadie para juzgar al prójimo. Sólo Dios es el juez. Y, bien sabemos, esto produce paz en el alma. ¡Qué don tan grande es la paz! «Busca la paz, corre tras ella» (Sal 34, 15). Pues bien, un medio muy bueno para conseguir este regalo que Dios nos da, en la paz, es fijarnos en todo lo bueno, tanto en pensamientos como en palabras.
Cuando por razón de la autoridad de que alguno esté investido, se tenga responsabilidad sobre los actos de otras personas, hemos de actuar sirviendo y buscando el bien, siendo realistas ante el mal, pero no para juzgarlo, sino como el médico, para sanarlo y curarlo, aunque el remedio sea doloroso. Lo único que se busca es el bien del prójimo, como nos enseña Jesucristo en la parábola del buen samaritano que acabamos de meditar el domingo pasado: nos inclinamos hacia el hermano herido o caído, para vendarlo con suavidad, subirlo en la propia vida y asegurarnos de que esté bien atendido y cuidado, sin importar lo que nos pueda costar y sin pensar en que también nosotros estamos necesitados de ayuda.
Y en tercer lugar, la benedicencia se opone a la calumnia, que como nos dice nuestra fe, es un pecado gravísimo que atribuye al prójimo y divulga injustamente cosas falsas que lesionan su buena fama. En la calumnia se suman la difamación y la mentira, y por ello pienso que es uno de los pecados que más entristecen al corazón de Jesucristo.
Al igual que sucede con las demás virtudes, no se trata de vivir la benedicencia a la defensiva, simplemente preocupándonos por no fallar, por "no criticar"; se trata más bien, de cultivar una actitud interna, decididamente positiva, una buena disposición habitual que nos impulse a ejercitar esta virtud. No podemos, pues, conformarnos con silenciar los defectos y errores de nuestros hermanos ante los demás. En sí, esto ya es algo muy bueno pues, como decía el apóstol Santiago, «si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo» (St 3, 2). Desde este punto de vista, nunca podremos sentirnos justificados para hablar mal de nadie, de cualquier persona, pues sería lo opuesto a lo que Cristo nos predicó con sus palabras y su vida. Pero la benedicencia va más allá, busca difundir el buen nombre de los demás, valorando sus cualidades, señalando sus virtudes, destacando sus aciertos, sus logros y éxitos, alabando cuanto de bueno y virtuoso descubramos en ellos. Así, esta virtud se convierte en un apostolado, pues se transforma en caridad constructiva.
La benedicencia, como toda virtud, exige una conquista personal. No se da normalmente de modo espontáneo y natural. Tiene en su origen otro hábito aún más profundo: el pensar siempre bien de nuestro prójimo, estimarlo sinceramente en lo más íntimo de nuestro corazón. Esto implica vigilar sobre nuestros pensamientos, combatiendo muy principalmente los prejuicios, fuente de frecuentes y persistentes disensiones, cultivando con esmero la bondad, la comprensión, la afabilidad y la cortesía y, por encima de todo, siendo leales, justos y sinceros en sentimientos y palabras unos para con otros. Cristo supo esperar y comprender a los demás. Cristo, encontrando muchos pecadores, los acogió con corazón bondadoso y no justiciero. No difundió los errores de los pecadores, sino que los acogió con un corazón lleno de comprensión y bondad. ¡Qué conversiones logró con un poco de comprensión! Rechacemos tajantemente los sentimientos de celos, envidias, rivalidades y rencores. Que todo esto no tengan cabida en nuestro corazón, pues, como cristianos, estamos llamados a apoyarnos mutuamente y a ser una familia de hermanos en el amor de Cristo, que se aprecian, se estiman y se sirven con gran solicitud. «Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo», dice San Pablo (1 Cor 12, 26).
Jesucristo nos enseña que «el hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno; y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca» (Lc 6, 45). El "hombre viejo" –del que nos habla San Pablo (cf Col 3, 9)– herido por el pecado original, tiende a fijarse más en los fallos y defectos ajenos que en sus virtudes y aciertos. Pero los cristianos contamos con el auxilio de la gracia de Dios, en nosotros habita su Espíritu y tenemos, pues, las fuerzas que necesitamos para sobreponernos a esta tendencia, cultivando siempre pensamientos buenos y positivos.
Buenos días, Madre / Autor: Martín Bretón
Buenos días, Madre.
Te dedicare en este día, todas mis preocupaciones,
todos mis problemas los pondré a los pies tuyos,
11para que me ayudes a llevar la carga que cada día nos trae.
Madre bendita, soy todo tuyo. Me entrego totalmente a ti,
como Cristo se entrego por nosotros en la Cruz de la redención.
Con ella la carga será mas ligera, aunque no facil de llevar.
Amen
Vive cada día como si fuera el último / Enviado por Viviana
Vive cada día como si fuera el último.
Aprovecha al máximo cada hora, cada día y cada época de la vida.
Así podrás mirar al futuro con confianza y al pasado sin tristeza.
Sé Tú mismo.
Pero sé lo mejor de ti mismo.
Ten valor para ser diferente y seguir Tú propia estrella.
Y no tengas miedo de ser Feliz.
Goza de lo bello.
Ama con toda el alma y el corazón.
Cree que aman aquellas personas que tú amas.
Olvídate de lo que hayas hecho por tus amigos y recuerda, lo que ellos han hecho por ti.
No repares en lo que el mundo te debe y fíjate en lo que le debes al mundo.
Cuando te enfrentes a una decisión, tómala tan sabiamente como te sea posible.
Luego olvídala.
El momento de la certeza absoluta nunca llega.
Sobre todo recuerda, que Dios, ayuda a quienes se ayudan a sí mismos.
Actúa como si todo dependiera de ti, y reza como si todo dependiera de Dios.
Vive cada día a plenitud.
Conquístate a ti mismo. Hoy deseo sugerirte que hagas una experiencia contigo mismo, para beneficio de tu propia vida y de los que te rodean. Se trata de que te decidas a pensar y actuar durante sólo una semana:
"Hoy seré feliz. Expulsaré de mi espíritu todo pensamiento triste. Me sentiré alegre. No me quejaré de nada. Hoy agradeceré a Dios la alegría y felicidad que me regala. Trataré de ajustarme la vida. Aceptaré el mundo como es y procuraré encajar en este mundo
Si sucede algo que me desagrada, no me mortificaré ni me lamentaré, más bien agradeceré, de mis impulsos, pues para triunfar debo superarme, debo tener el dominio de mí mismo. Trabajaré alegremente, con entusiasmo, haré de mi trabajo una diversión. Comprobaré que soy capaz de trabajar con alegría. Resaltaré mis éxitos grandes o pequeños y no pensaré en mis fracasos. Seré agradable. No criticaré a nadie. Olvidaré los defectos de los demás y concentraré mi atención en sus virtudes. No envidiaré nada.
Tendré presente que muchos no tienen lo que yo tengo y que el destino feliz pertenece a los que luchan y que el futuro se resolverá en función de la actuación de mis Hoy. No pensaré en el pasado negativo. No guardaré rencor y practicaré el perdón."
Que lindos pensamientos... No son míos, pero valió la pena leerlos ¿verdad? Si los pones en práctica esta semana, te aseguro que realmente has emprendido la escalada de tu propia conquista, el mundo estará en tus manos y tu horizonte empezará a florecer increíblemente.
lunes, 30 de julio de 2007
Vuelve a empezar / Enviado por Mónica
Vuelve a empezar:
Aunque sientas cansancio.
Aunque el triunfo te abandone.
Aunque el error te lastime.
Aunque un negocio se quiebre.
Aunque una traición te hiera.
Aunque el dolor queme tus ojos.
Aunque una ilusión se apague.
Aunque ignoren tus esfuerzos.
Aunque la ingratitud sea la paga.
Aunque la incomprensión corte tus risas.
Aunque todo parezca nada...
No importa, ¡vuelve a empezar!
Pues eres más grande que tus desaciertos y eres muy valioso ante los ojos del más Grande:
Dios.
domingo, 29 de julio de 2007
Imposible conocer a Jesús prescindiendo de la fe en Dios / Autor: Raniero Cantalamessa ofmcap
Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap, predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia de hoy domingo.
* * *
XVII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Génesis 18, 20-21.23-32; Colosenses 2, 12-14; Lucas 11, 1-13
Jesús orando
El evangelio del domingo, XVII del Tiempo Ordinario, empieza con estas palabras: «Un día Jesús estaba orando en cierto lugar; cuanto terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar como enseñó Juan a sus discípulos". Él les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino"».
Cómo sería el rostro y toda la persona de Jesús cuando estaba inmerso en oración, lo podemos imaginar por el hecho de que sus discípulos, sólo con verle orar, se enamoran de la oración y piden al Maestro que les enseñe también a ellos a orar. Y Jesús les contenta, como hemos oído, enseñándoles la oración del Padre Nuestro.
También esta vez queremos reflexionar sobre el evangelio inspirándonos en el libro del Papa Benedicto XVI sobre Jesús: «Sin el arraigo en Dios –escribe el Papa-, la persona de Jesús es fugaz, irreal e inexplicable. Éste es el punto de apoyo sobre el que se basa este libro mío: considera a Jesús a partir de su comunión con el Padre. Éste es el verdadero centro de su personalidad» .
Los evangelios justifican ampliamente estas afirmaciones. Por lo tanto nadie puede contestar históricamente que el Jesús de los evangelios vive y actúa en continua referencia al Padre celestial, que ora y enseña a orar, que funda todo sobre la fe en Dios. Si se elimina esta dimensión del Jesús de los evangelios no queda de Él absolutamente nada.
De este dato histórico se deriva una consecuencia fundamental, esto es, que no es posible conocer al verdadero Jesús si se prescinde de la fe, si se realiza un acercamiento a Él como no creyentes o ateos declarados. No hablo en este momento de la fe en Cristo, en su divinidad (que viene después), sino de fe en Dios, en la acepción más común del término. Muchos no creyentes escriben hoy sobre Jesús, convencidos de que son ellos los que conocen al verdadero Jesús, no la Iglesia, no los creyentes. Lejos de mí (y creo que también del Papa) la idea de que los no creyentes no tengan derecho a ocuparse de Jesús. Jesús es «patrimonio de la humanidad» y nadie, ni siquiera la Iglesia, tienen el monopolio sobre Él. El hecho de que también los no creyentes escriban sobre Jesús y se apasionen con Él no puede sino agradarnos.
Lo que desearía mostrar son las consecuencias que se derivan de un punto de partida tal. Si se niega la fe en Dios o se prescinde de ella, no se elimina sólo la divinidad, o el llamado Cristo de la fe, sino también al Jesús histórico tout court; no se salva ni siquiera el hombre Jesús. Si Dios no existe, Jesús no es más que uno de los muchos ilusos que oró, adoró, habló con su sombra o con la proyección de su propia presencia, por decirlo al modo de Feuerbach. Pero ¿cómo se explica entonces que la vida de este hombre «haya cambiado el mundo»? Sería como decir que no la verdad y la razón han cambiado el mundo, sino la ilusión y la irracionalidad. ¿Cómo se explica que este hombre siga, a dos mil años de distancia, interpelando a los espíritus como ningún otro? ¿Puede todo ello ser fruto de un equívoco, de una ilusión?
No hay más que una vía de salida a este dilema, y hay que reconocer la coherencia de los que (especialmente en el ámbito del californiano «Jesus Seminar») la han tomado. Según aquellos, Jesús no era un creyente hebreo; era en el fondo un filósofo al estilo de los cínicos; no predicó un reino de Dios, ni un próximo final del mundo; sólo pronunció máximas sapienciales al estilo de un maestro Zen. Su objetivo era despertar en los hombres la conciencia de sí, convencerles de que no tenían necesidad ni de Él ni de otro Dios, porque ellos mismos llevaban en sí una chispa divina. Pero éstas son -mira por dónde- ¡las cosas que lleva décadas predicando la Nueva Era!
La mirada del Papa ha sido adecuada: sin el arraigo en Dios, la figura de Jesús es fugaz, irreal; yo añadiría contradictoria. No creo que esto deba entenderse en el sentido de que sólo quien se adhiere interiormente al cristianismo puede entender algo de él, pero ciertamente debería alertar respecto a creer que sólo situándose fuera de éste, fuera de los dogmas de la Iglesia, se pueda decir algo objetivo sobre él.
viernes, 27 de julio de 2007
Miquel Peix C.M.F.:"El que crea y se bautice, se salvará" / Autores: Arturo y Conchi
Anunciamos en días anteriores que escribiríamos sobre el padre claretiano Miquel Peix C.M.F., fallecido la pasada semana. Explicamos que con él trabajamos evangelizando en muchos ámbitos. Para la Gloria de Dios tenemos un problema en el momento de plasmar quién era Miquel Peix. Es difícil para nosotros realizar un resumen biográfico. Pero sí sólo tuviéramos ante nosotros una relación de cosas realizadas en su vida seguiríamos desconociendo a un hombre que vivió cada segundo de su vida arropado en los brazos del Padre Celestial como un niño. Por tanto en todos los textos donde hablemos de Miquel Peix, podremos explicar como servía al Señor, pero no muchas cosas de él, puesto que su celo evangélico le convirtió incluso estando enferma, en un apóstol dedicado a proclamar la palabra de Dios a tiempo y a destiempo, siempre y en todo lugar.
"Entonces les dijo: Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará". (Marcos 16, 15-16).
Escogemos este pequeño párrafo del Evangelio de Marcos para subrayar la primera característica de Miquel Peix: tenía un amor inmenso a los sacramentos y creía profundamente que cada persona que los recibía era transformada. Eso tratándose de un sacerdote puede verse como lo más normal y habitual. No obstante, antes de impartir cualquier sacramento oraba profundamente por las personas que lo iban a recibir para que la gracia de Dios fuera total y sus vidas cambiaran. Cuando Miquel presidía un bautismo se transfiguraba.
Vayamos a la praxis. Acudimos en miles de ocasiones a la cárcel con la Comunidad Pentecostés, formada por laicos para evangelizar, y de la que Miquel fue conciliario. Una vez, el sacerdote de la pastoral Penitenciaría, Josep Mª Fabró, nos pidió que atendiéramos a un Pakistaní llamado Mohamed. Era una persona joven de casta alta del Pakistan que había sido condenado por falsificaciones. Mohamed falsificaba documentos para conseguir droga. Con su dicción se contagió del Sida y contrajo tuberculosis. En la cárcel había dejado la droga pero por cultura social de su país el nunca pudo perdonarse todo lo que había hecho. Su familia no supo mientras vivió que estuvo en prisión. Esta gran culpabilidad le llevó a autolesionarse e intentar suicidarse múltiples veces.
Cuando empezamos a visitar a Mohamed él estaba violento. Sólo se le podía dejar hablar y que fluyera toda su impotencia. Era muy difícil tratar con él. El grado de dificultad se engrandecía por su cultura musulmana y por llegar incluso a sentirse merecedor de ser rechazado por su familia y por el mismo Dios. Pasados muchos meses pudimos empezar a orar con Mohamed al único Dios verdadero para que iluminará su vida. Nosotros respetando sus creencias siempre orábamos con Él a Dios Padre. Le decíamos que sólo Dios podía quitar toda culpabilidad y darle la paz y la esperanza que precisaba para vivir cada día.
Salió de permiso con la Comunidad y llegó un día que Mohamed nos pidió que le habláramos de la religión católica, de nuestra Fe. Nosotros de acuerdo con Miquel
Peix lo hicimos pero poniendo como condición que sólo sería a nivel informativo, que nosotros lo atendíamos como hijo Dios amado por el Padre Celestial. No obstante el empezó a tener hambre y sed de la Palabra de Dios y quiso la Biblia. Paralelamente, Mohamed cambió radicalmente. Dejó de autolesionarse. La dirección de la prisión y sus mismos compañeros no podían entender su transformación personal y su conversión.
llegó el día en que quiso ser bautizado y ahí estuvo siempre Miquel peix atento a evitar con nosotros que fuera una actitud interesada. Miquel nunca ponía condiciones, sólo que la persona fuera consciente del paso que iba a dar.
Miquel Peix bautizó a Mohamed, le dio su primera comunión y lo confesó con regularidad. Mohamed salió de la prisión definitivamente enfermando de gravedad por causa del Sida. Los miembros de la Comunidad Pentecostés lo cuidaron hasta su muerte atendiéndolo en la residencia donde fue ingresado hasta su muerte. Mohamed recibió la última unción y murió en paz. Su conversión en los últimos años de vida fue muy real. Tuvo una experiencia profunda del Amor de Dios y quiso convertirse al catolicismo por qué había vivido una religión de preceptos.
La paz acompaño a Mohamed en los últimos años de su vida gracias a la misericordia de Miquel Peix, que impartió con una Amor profundo los sacramentos, siempre desde un segundo plano, pero siempre siendo clave para llevar a toda persona al corazón de Dios.
“Por fe andamos, NO por vista” (2º Corintios 5:7) / Enviado por "Academia de Investigaciones Bíblicas Béit-Miláh"
1º Tesalonicenses 5:23 El hombre tal cual nace es llamado por la Biblia: “Hombre Natural” y este es conducido por su carnalidad, es decir, que quien le guía en toda su vida es su cuerpo y/o su alma. Cuando recibe a Cristo como su Salvador y Señor; el Espíritu Santo hace morada en él y le da vida nueva espiritual. A partir de este momento el Espíritu Santo de Dios debe conducir la vida del creyente a través de la guía en nuestro espíritu. Tanto nuestro cuerpo como nuestra alma deben dejar el primer lugar a Jesús para que El sea Señor de nuestra vida, de todos nuestros actos. A partir de este momento el cristiano debe andar por fe y no por vista, es decir, guiado completamente por el Espíritu Santo y no por su carnalidad.
Mateo 16:21-23 Nuestra mejor buena voluntad, no alcanza en la vida espiritual. Nuestra alma debe renunciar a conducir nuestra vida y debe ceder al Espíritu, poniendo la mira en las cosas de Dios y no en las cosas de los hombres. Adecuar nuestros pensamientos según Cristo y no según nosotros.
2º Corintios 4:18 Nuestra mirada debe estar puesta en las cosas que no se ven con nuestros ojos sino con nuestro espíritu. Las cosas que se ven con nuestros ojos naturales pueden hacernos desviar nuestros pasos de las cosas que debemos seguir.
Colosenses 3:2 No poner la mira en las cosas de la tierra sino en las de arriba.
Oseas 3:1 No mirar a dioses ajenos y rendirles culto.
Marcos 12:14 Jesús no miraba la apariencia de los hombres.
Lucas 9:59-62 Tampoco debemos de poner nuestra mira en los problemas, enfermedades o nuestras debilidades. Si miramos hacia lo que dejamos atrás cuando nos convertimos a Cristo, seguramente nos paralizaremos como una estatua (Gn 19:26). Nuestra mira debe ser hacia delante, hacia nuestro Señor. Leer Miqueas 7:7.
Hebreos 12:2 Poniendo los ojos en Jesús y menospreciando al mundo y a sus ofertas, al pecado y a Satanás, inclusive menospreciándonos a nosotros mismos para poder seguir fiel al Señor. Como un niño sigue a su padre; totalmente dependiente de él. Esto es andar por fe, depender totalmente de El.
Juan, el que bautizaba, dijo:
“Es necesario que El crezca y que yo mengüe.” Juan 3:30
¿Cuánto estamos menguando para que él crezca en nosotros? ¿Estamos andando por fe o por lo que vemos?
Dichoso el que esté leyendo y los que estén oyendo y guardando lo que en la Biblia ha sido escrito; porque el tiempo está cerca. (Apocalipsis 1:3)
Buenas noches, Señor / Enviado por Vivy
Se acaba el día, Señor.
Ha habido de todo:
momentos felices y momentos de dolor,
aciertos y equivocaciones.
A esta hora quiero acudir de nuevo a Ti,
para dejar en tus manos todo mi día.
Gracias por mis buenas obras.
Disculpa mis errores.
Todo lo pongo ante tu mirada de Padre.
Sé que me amas tal y como soy.
Sé, también, que mañana me ayudarás
a que las cosas me "salgan" mejor.
A tus manos entrego mi sueño y mi descanso,
porque sé que nunca me dejas solo.
Buenas noches, Señor.
Dame, Señor,
un buen descanso en la noche
y un nuevo amanecer ilusionado
y comprometido con tu Causa.
Buenas noches, Señor.
Amen.
Explicación de la parábola del sembrador / Autor: Xavier Caballero
Mateo 13, 18-23.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.
Reflexión
Lo verdaderamente asombroso es que la inmensa mayoría de las personas no luchan por «ser» alguien, sino por «tener» algo; no se apasionan por llenar sus almas, sino por ocupar un sillón; no se preguntan qué tienen por dentro, sino qué van a ponerse por fuera. Tal vez sea ésta la razón por la que en el mundo hay tantos tantas marionetas y tan pocas, tan poquitas personas. Sí, hay que amar la lucha. Creer en algo muy serio. Luchar por ello. Seguir luchando cuando nos cansemos. Seguir adelante cuando nos cansemos de caminar.
Jesús nos explica en el pasaje evangélico de hoy que la vida del cristiano y la de todo hombre es lucha. Hay que vencer el viento, la dureza de las piedras, las espinas... Quien ha tenido la fortuna de trabajar en el campo, comprende perfectamente la parábola del sembrador. Y es que no basta con tirar la semilla para cosechar frutos abundantes. Hay que elegir el terreno. Hay que preparar la tierra. Hay que cuidar la semilla y tirarla a tiempo. Hay que regar, quitar las malas hierbas y, sobre todo, hay que segar en el momento oportuno. Implica lucha. Trabajo. Esfuerzo. Se dice que: «De los esforzados es el Reino de los Cielos». Es ley de vida. A veces cuesta. Lo importante, no es tanto lo que hacemos, sino el amor con el que obramos. Cuando hay amor, Dios bendice y nos premia, aun si en muchas ocasiones no lo parece a primera vista. Para lograr estar siempre en la «lucha» contamos con un medio excelente: la oración. Jesús la usó y siempre le funcionó.
Cuando le preguntaron al jugador argentino del Udinese y de la selección de Argentina, Abel Eduardo Balbo, cuál era su experiencia de la oración respondió: “La oración es fundamental en mi vida. Oro a Dios cada día, lo hago desde que era niño. Me lo ha enseñado mi madre. Leo cotidianamente la Biblia y me doy cuenta de cuánto son ridículos los problemas del fútbol frente a la realidad verdadera de los hombres. Para mí es muy importante rezar cotidianamente: si uno quiere, siempre encuentra el tiempo para dedicarlo exclusivamente a Dios porque nada ni nadie es más importante que Él”.
Ojalá que sepamos valernos de la oración para permanecer en la «lucha» venciendo esos «problemas» cotidianos por amor a Dios y a nuestros hermanos.
Lectura espiritual del poema "Nada te Turbe de Santa Teresa de Jesús / Autor: Padre Tomás Álvarez. O.C.D.
Parece casi superfluo hacer la presentación del poema de la Santa. ¿Quién no lo conoce? Lo hemos leído de letra suya, más o menos imitada. Lo hemos cantado musitando su música sedante. Tantas veces hemos repetido sus versos en grupos de oración, haciendo espacio al silencio de todos. En momentos difíciles se lo hemos insinuado al amigo: mira que todo se pasa! Nada te turbe, decía Santa Teresa. Que Dios está por encima de todo...
Es tan breve el poema, que apenas ocupa espacio. Lo reproducimos una vez más, para leerlo pausadamente y desgranar uno a uno la espiga de sus versos:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
¡ Sólo Dios basta !
¿Cómo leer el poema? ¿Es -como se ha dicho- un salmo teresiano?
En tal caso ¿cómo entenderlo y apropiárnoslo? ¿Es un salmo sapiencial, de corte "gnómico", como pretenden los entendidos? ¿O es un salmo íntimo, como ciertos poemas del salterio bíblico, que invitan a la propia alma a prorrumpir en determinados sentimientos? Por ejemplo, "Alaba, alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre".
Si es un breve salmo sapiencial, hay que leerlo dejándole flecharnos el alma con el dardo de cada verso, cargado de resonancias, que desde cada sentencia nos devuelven a las sendas de la propia vida, sendas a veces tortuosas, a veces encrespadas o espinadas.
Si, en cambio, es un salmo íntimo, nos introduce en el alma de la autora, que se va diciendo a sí misma: "Teresa, que nada te turbe"...
Sí, son dos lecturas posibles, o dos ensayos de escucha ante la melodía de cada verso. Personalmente, prefiero la segunda. El "nada te turbe" es un requiebro en soledad. Teresa escribe su poema a solas. Como hacen siempre o casi siempre los poetas líricos y los místicos. Cierto que ella no compone esos versos como un billete de envío para convertirlos en misiva espiritual para alguno de sus amigos. Los compone como una vivencia más, o como simple latido del alma.
En primer lugar, Teresa no suele tutear a sus amigos. Ni siquiera a su hermana Juana o a su sobrina Teresita. Basta leer las cartas que les dirige. A Teresita, por ejemplo: "...hija mía, mucho me holgué con su carta y de que le den contento las mías..." A Teresa la tutea la voz interior: "Teresa, no hayas miedo"; "no te metas en eso!"; "diles que si podrán por ventura atarme las manos"; "¿en fríos te detienes?" "¡Ahora, Teresa ten fuerte!" Pero en ese diálogo, ella es la destinataria del tuteo. La tutea su Señor, como en la Biblia.
Ella, en cambio, sólo se tutea hablando consigo misma. Mejor dicho, ella tutea a la Teresa profunda, la de su interior: "¡tú, alma mía, por qué estás triste!" "O vida, vida, ¿cómo puedes sustentarte estando ausente de tu Vida? En tanta soledad, en qué te empleas, qué haces..." "Oh ánima mía, deja hacerse la voluntad de tu Dios. Eso te conviene" etc. Así en las Exclamaciones. y en Vida: "Paréceme fuera bien, oh ánima mía, que miraras el peligro de que el Señor te había librado..." (5,11).
Notémoslo bien. Teresa es capaz de ese extraño desdoblamiento de personalidad que le permite hablar con el tú de sí misma. Exactamente con su tú interior. Ella tiene densa interioridad. Hablando del "castillo de su alma", ¿no dijo ella que se parecía a un castillo entablado de moradas? Está convencida de que, en esa densidad del alma, le es posible enviar mensajes (o clamores) desde las moradas superficiales hasta la morada central del castillo. Porque el tú más identificado con ella reside ahí en lo hondo. Pues... ahí en lo hondo, se despliega su poema: "Teresa, que nada te turbe..."
Aparte esa clave literaria o estilística, hay todavía otra razón puramente espiritual, para proponer la lectura del poema como un murmullo de intimidad. A Teresa le han pasado ya tantas cosas en la vida. En su drama interior le ha ocurrido una tremenda, que la ha llenado de sobresalto. Fue el encuentro repentino con una Presencia interior que la traspasa y la desborda. Esa Presencia novedosa la desconcierta de tal suerte, que de pronto en su interior surge una voz capaz de sedar todo el oleaje. La voz interior le dice: "no hayas miedo, Teresa". Refrendado por el tremendo "Yo soy" de la Biblia. Exactamente estas tres palabras: "No hayas miedo, hija /que Yo soy / y no te desampararé" (Vida. 25,18)
Ese "no hayas miedo, hija", ¿no sería el punto de arranque de su inspiración poética y mística? En el libro de la Vida, Teresa lo comenta así "Paréceme que, según estaba (yo), eran menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase, y que no bastare nadie. Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz, que en un punto vi mi alma hecha otra... ¡Oh, qué buen Dios!" (ib).
Pues bien. Sabemos que los auténticos poemas líricos, una vez creados, se hacen autónomos, tienen vida propia, alejados de la voluntad del autor que los compuso. Y que por eso, son polivalentes o polisémicos. Cada lector puede escucharlos libremente: o como una voz en que Teresa excepcionalmente lo tutea: "a ti, lector, ¡que nada te turbe!"... O mientras lee, puede sentirse convocado a ese misterioso ámbito en que a la autora le suceden cosas y cosas..., y él la escucha diciéndose a sí misma: "Teresa, ¡que nada te turbe! que "Yo soy" está contigo!" Como ese "yo soy" estaba con Moisés.
No lo olvidemos. Teresa es una contemplativa. Se nutre de palabra bíblica. A través de sus meditaciones, tantas palabras bíblicas se le han quedado prendidas de las cuerdas del arpa interior.
En nuestro poema, lo cierto es que cada verso resulta ser un anillo de empalme con palabras bíblicas que ella ha pasado tantas veces desde el libro a los ojos, y desde los ojos al alma.
Nosotros, lectores de su poema, podemos rastrear el eco de esas vibraciones. Sin pretensiones de erudita búsqueda literaria. Sino como prolongaciones de onda en la vivencia espiritual de Teresa orante o de Teresa poeta.
El verso primero, nada te turbe, es claro eco de la palabra de Jesús a los amedrentados discípulos, momentos antes de la Pasión: "que no se turbe vuestro corazón" (Juan 14,1)
El verso segundo, nada te espante: no habla de susto sino de asombro. (Basta recordar cualquier otro pasaje teresiano: se le conmovía de gozo el alma, "espantada (=asombrada) de la gran bondad y magnificencia y misericordia de Dios": (Vida, 4,10). También es resonancia del asombro de los discípulos ante los gestos taumatúrgicos de Jesús: "¿eso o s asombra? ¡cómo os admiraréis cuando veáis al Hijo del Hombre subir adonde residía antes!" (Juan 6,63)
El verso todo se pasa, que materialmente remite a la consigna del filósofo griego "panta rei=todo pasa", también es eco de la palabra de Pablo: "pasa este mundo" (1Cor. 7,31), o las palabras de Jesús: "cielo y tierra pasarán" (Mt. 34,25), seguidas de la eterna vigencia de la palabra de Jesús ("mis palabras no pasarán"), que da paso a la sentencia del verso siguiente.
Dios no se muda. Sí, el Señor y su verdad permanecen para siempre (Salmo 116, 2). Para Teresa, la fidelidad de Dios en la amistad ("él es amigo verdadero") contrasta con la versatilidad de las amistades humanas: "Vos sois el amigo verdadero... Todas las cosas faltan. Vos, Señor de todas ellas, nunca faltáis..., que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía" (Vida, 25,17). Es un anticipo del verso último del poema.
La paciencia / todo lo alcanza. Se lo decía Jesús a los discípulos anunciándoles las persecuciones: "con vuestra paciencia poseeréis vuestra aloma, vuestra vida" (Lc. 21,19).
El verso final: ¡sólo Dios Basta!. Es la palabra lema de los contemplativos. Es el "sólo Dios" de San Bernardo o del hermano Rafael. "Solas con Él solo", será el lema teresiano para las jóvenes pioneras del Carmelo de San José.
Los tres absolutos del poema.
Los tres absolutos del poema son éstos:
- nada, nada , nada
- todo, todo
- sólo Dios!
Tres nadas, dos todos, un único sólo Dios.
Es posible que la dosis balsámica y sedante que desde el poema impregna al lector se deba a la cadencia de los dos versos finales, con su asonancia en a-a: "nada le falta / sólo Dios basta." Asonancia suavemente introducida en versos anteriores: todo se pasa / todo lo alcanza.
Pero, sin duda, más fuerte que esa cadencia musical es lo medular y absoluto del mensaje que nos llega a través del poema, con su alternancia de todos / nadas / sólo Dios. Tres veces nada, nada, nada. Dos veces el todo, todo: "todo se pasa / todo lo alcanza" Y una vez sola, pero cerrando el poema en el verso final: "¡sólo Dios!" y punto. O "sólo Dios" y basta. Si el poema era un sedante psicológico, por encima de la psicología prevalece la teología de la contemplativa y mística que es Teresa.
lunes, 23 de julio de 2007
Otros atributos de Dios / Enviado por Mª Eugenía de las Heras
Invoquemos al Espíritu Santo:
“Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María Santísima, tu amadísima Esposa"
Nosotros somos pequeños, Dios es grande, es inmenso: “Los cielos y los cielos de los cielos son incapaces de contenerte”. (1 Reyes 8, 27). Por eso Dios se encuentra presente en el cielo, en la tierra y en todo lugar, menos en el Infierno ya que de otra forma dejaría de ser Infierno. En los Hechos de los Apóstoles se dice que “en Él vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17, 28). Exclamaba el Salmista: “¿Dónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adonde huir de tu faz? Si subiere a los cielos, allí estás Tú; si bajase a los abismos, allí estás presente. Si tomara las alas de la aurora y quisiera habitar al extremo del mar, también allí me tomaría tu mano y me tendría tu diestra… tampoco las tinieblas son oscuras para ti…” (Salmo 139, 7-12).
Dios es el Señor de todo, por eso es muy libre de hacer lo que quiere, como lo quiere y cuando lo quiere.
No está obligado por nada ni por nadie, ni puede subordinarse a nadie ni a nada: “hace cuanto quiere en los cielos y en la tierra, en el mar y en todos los abismos” (Salmo 135, 6).
Dios todo lo gobierna, dirige la historia y las acciones de los hombres. Si lo que sucede es algo bueno es porque Dios lo quiere. El mal no brota de Dios sino del mal uso que los hombres hacemos de nuestra libertad. ¿Y por qué Dios tolera el mal? Por dos razones: 1º) Para respetar nuestra libertad: “Dios hizo al hombre y lo dejó en manos de su albedrío” (Eclesiástico 15, 14); nos quiere como hijos no como autómatas; y 2º) porque es tan sabio y poderoso que sabe sacar bien del mal: “Vosotros creíais hacerme un mal pero Dios ha hecho de él un bien” (Génesis 50, 20).
En su providencia tiene todo dispuesto, “Según número, peso y medida” (Sabiduría 11, 21), así da de comer a las aves del cielo y viste a los lirios del campo (cf. San Mateo 6, 25 y ss.) y con razón cuida de nosotros. Por eso siempre tenemos que confiar en Él poniéndonos en sus manos.
Dios es infinitamente justo. “Dará a cada uno según sus obras”, premiando a los buenos y castigando a los malos, dando a los que “con perseverancia en el buen obrar buscan la gloria, el honor y la incorrupción; la vida eterna; pero a los contumaces, rebeldes a la verdad, que obedecen a la injusticia: ira e indignación” (Romanos 2, 6-8). “De Dios nadie se burla” (Gálatas 6, 7).
Hoy se habla mucho de la misericordia infinita de Dios, y está muy bien que así sea. Pero no debemos olvidar que también en Dios está la justicia infinita. Si pasamos la medida de su misericordia, entrará en acción su justicia, por eso debemos tomar en serio nuestra vida y tratar de obrar de la mejor manera posible y, si tenemos la desgracia de cometer un pecado, confiar ciegamente en la misericordia de Dios que nos perdonará todas las veces que caigamos por debilidad. Pero, si yo pienso que Dios es misericordioso y me baso en esto para pecar impunemente, llegará el momento que Dios pasará a hacer justicia.e ahí veré muy claro que Dios también es justicia.
Por eso aprovechemos la infinita bondad y misericordia de Dios para ser cada día más buenos y obrar de acuerdo a los mandamientos y a las enseñanzas de Jesús en el Evangelio, y perdonemos todo y a todos sabiendo que Dios se encargará de dar a cada uno lo que le corresponde.
Dios juzgará hasta nuestras más mínimas acciones y pensamientos, por eso debemos llevar una vida santa y encomendarnos a María para que sea nuestra Abogada en el momento de la muerte.
domingo, 22 de julio de 2007
Via Crucis de un Niño que no Nació / Autor: Dr. Richard Thalmaann
"Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis." (Mc. 10,14)
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34)
Su muerte está decidida. La madre ignora todo el proceso y sus consecuencias. El médico no puede ignorarlo.
1º Estación: Jesús es Condenado a muerte.¡
He sido condenado a muerte ya antes de nacer! El amor no me ha llamado a la vida y por eso nadie me ama.
2º Estación: Jesús carga la cruz.
Me han cargado con el estigma de "no deseado", se me considera una desgracia, una carga no querida una complicacion y me rechazan. Debo desaparecer.
3º Estación: Jesús cae por primera vez.
Me han convertido en un problema, un caso, nadie me considera una persona... solo soy un "caso de embarazo no deseado" un inoportuno del cual fácilmente se pueden deshacer.
4º Estación: Jesús se encuentra con su santa madre.
Tu encuentro con María, tu madre, Señor, ha sido muy doloroso y triste, pero yo no tengo una madre como tu, que me consuele y llore por mi, estoy encerrado en el vientre de una mujer que me entregará para que me maten.
5º Estación: Simón el cirineo, ayuda a Jesús a cargar la cruz.
A ti, Señor, te han ayudado a llevar tu cruz, a mi nadie me ayuda ni se compadece de mi... A mi madre le darán anestésicos para que no sufra cuando yo me este muriendo.
6º Estación: Verónica limpia el rostro de Jesús.
¡Oh, Jesús, si a mi pudiera consolarme y ayudarme una Verónica en mi impotencia e indefensión! ¿Nadie está enterado ni entiende mi desgracia, mi tragedia personal? ¿Nadie me defiende? ¿POr que callan las leyes? ¿Por que callan los cristianos?
7º Estación: Jesús cae por segunda vez.
Mientras yo sea así de pequeño e indefenso, fácilmente me pueden destruir.
Mi padre hace cálculos a nivel económico, cuánto le puede llegar a costar, en lo referente a crianza, educación, etc. Económicamente soy una carga, evidentemente mi muerte es mas barata, menos gasto, es el argumento de mas peso... el que decidió mi suerte.
8º Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Jesús, mucho no te han ayudado el llanto de las mujeres de Jerusalén, ellos no han podido evitar tu muerte! ¡ Como a mi... de que me sirven los tan proclamados derechos y las leyes, si en vez de protegerme abren y allanan el camino a mi muerte!
9º Estación: Jesús cae por tercera vez.
¡La situación es clara, debo morir! Las planificaciones del mas alto nivel mundial, las llamadas "políticas de población" así lo han decidido... justo para mi no hay espacio ni lugar en este ancho y largo mundo...
10º Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Antes de crucificarte, Señor , te han despojado de tus vestiduras. Yo en cambio, todavía no tengo nada que me cubra, solo esta delicada piel de la cual me tomaran firmemente y desgarrarán.
11º Estación: Jesús es clavado en la cruz.
A ti te han clavado en la cruz, mi cuerpo será despedazado y desgarrado, concienzudamente mis restos serán contados y controlados. .. no sea que incluso pueda llegar a provocar una infección
12º Estación: Jesús Muere en la cruz.
Tú te estas muriendo y yo también. Tu eres inocente, al igual que yo. ¡ Acuérdate señor de mi, cuando llegues a tu reino de la vida eterna!
13º Estación: Jesús es bajado de la cruz.
Muerto tu has sido recogido por los brazos amorosos de tu afligida madre, y así nuevamente te acunó sobre el seno que te dio la vida... Pero yo... nadie me recoge, solo soy un mal recuerdo, una carga que pesa sobre la conciencia.. .
14º Estación: Jesús es colocado en el sepulcro.
A ti te depositaron en el sepulcro, a mi en un recipiente de desperdicios, de basura.
Mientras espero el día del juicio final, cuando con profundo dolor deberé testificar contra "mis padres", ruego con todo mi amor de hijo, como tu me enseñaste...
Padre, perdónalos, como yo los he perdonado, porque no saben lo que hacen.
No hay palabras que pueda justificar la matanza de inocentes
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