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lunes, 23 de julio de 2007

Otros atributos de Dios / Enviado por Mª Eugenía de las Heras


Invoquemos al Espíritu Santo:

“Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María Santísima, tu amadísima Esposa"

Nosotros somos pequeños, Dios es grande, es inmenso: “Los cielos y los cielos de los cielos son incapaces de contenerte”. (1 Reyes 8, 27). Por eso Dios se encuentra presente en el cielo, en la tierra y en todo lugar, menos en el Infierno ya que de otra forma dejaría de ser Infierno. En los Hechos de los Apóstoles se dice que “en Él vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17, 28). Exclamaba el Salmista: “¿Dónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adonde huir de tu faz? Si subiere a los cielos, allí estás Tú; si bajase a los abismos, allí estás presente. Si tomara las alas de la aurora y quisiera habitar al extremo del mar, también allí me tomaría tu mano y me tendría tu diestra… tampoco las tinieblas son oscuras para ti…” (Salmo 139, 7-12).

Dios es el Señor de todo, por eso es muy libre de hacer lo que quiere, como lo quiere y cuando lo quiere.

No está obligado por nada ni por nadie, ni puede subordinarse a nadie ni a nada: “hace cuanto quiere en los cielos y en la tierra, en el mar y en todos los abismos” (Salmo 135, 6).

Dios todo lo gobierna, dirige la historia y las acciones de los hombres. Si lo que sucede es algo bueno es porque Dios lo quiere. El mal no brota de Dios sino del mal uso que los hombres hacemos de nuestra libertad. ¿Y por qué Dios tolera el mal? Por dos razones: 1º) Para respetar nuestra libertad: “Dios hizo al hombre y lo dejó en manos de su albedrío” (Eclesiástico 15, 14); nos quiere como hijos no como autómatas; y 2º) porque es tan sabio y poderoso que sabe sacar bien del mal: “Vosotros creíais hacerme un mal pero Dios ha hecho de él un bien” (Génesis 50, 20).

En su providencia tiene todo dispuesto, “Según número, peso y medida” (Sabiduría 11, 21), así da de comer a las aves del cielo y viste a los lirios del campo (cf. San Mateo 6, 25 y ss.) y con razón cuida de nosotros. Por eso siempre tenemos que confiar en Él poniéndonos en sus manos.

Dios es infinitamente justo. “Dará a cada uno según sus obras”, premiando a los buenos y castigando a los malos, dando a los que “con perseverancia en el buen obrar buscan la gloria, el honor y la incorrupción; la vida eterna; pero a los contumaces, rebeldes a la verdad, que obedecen a la injusticia: ira e indignación” (Romanos 2, 6-8). “De Dios nadie se burla” (Gálatas 6, 7).

Hoy se habla mucho de la misericordia infinita de Dios, y está muy bien que así sea. Pero no debemos olvidar que también en Dios está la justicia infinita. Si pasamos la medida de su misericordia, entrará en acción su justicia, por eso debemos tomar en serio nuestra vida y tratar de obrar de la mejor manera posible y, si tenemos la desgracia de cometer un pecado, confiar ciegamente en la misericordia de Dios que nos perdonará todas las veces que caigamos por debilidad. Pero, si yo pienso que Dios es misericordioso y me baso en esto para pecar impunemente, llegará el momento que Dios pasará a hacer justicia.e ahí veré muy claro que Dios también es justicia.

Por eso aprovechemos la infinita bondad y misericordia de Dios para ser cada día más buenos y obrar de acuerdo a los mandamientos y a las enseñanzas de Jesús en el Evangelio, y perdonemos todo y a todos sabiendo que Dios se encargará de dar a cada uno lo que le corresponde.

Dios juzgará hasta nuestras más mínimas acciones y pensamientos, por eso debemos llevar una vida santa y encomendarnos a María para que sea nuestra Abogada en el momento de la muerte.

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