Han pasado ya veinte años. Un matrimonio recién casado, los dos licenciados, recibieron la propuesta de dirigir y configurar una empresa, con un equipo de 20 personas, con capital mixto, de empresarios privados y de una institución pública del Estado. Ellos eran personas de fe piadosa, que siempre habían acudido a la Iglesia Católica, desde pequeños.
Comentaron la propuesta de constituir esa empresa a amigos y familiares con todo el gozo y la ilusión de crear algo nuevo. Unos días después una persona de profunda oración y de su confianza se dirigió a ellos y les explicó: "he orado por el proyecto de nueva empresa y no es la voluntad de Dios que trabajen para quienes se lo han pedido". Conozco al matrimonio personalmente y me contaron que su reacción fue de total desconcierto: "Si no tenemos un buen trabajo, ¿cómo Dios no va a querer que aprovechemos esta oportunidad para ganar nuestro sustento honradamente?. La persona que ha escuchado eso en oración es muy buena y piadosa pero seguramente está equivocada".
El matrimonio en lugar de orar implorando "hagase tú voluntad Señor", se dirigía a Dios pidiendo "danos este trabajo que lo necesitamos". Pero paralelamente iniciaron la constitución de la empresa. Se contrataron las 20 personas y empezó el negocio. El capital era mayoritariamente de la institución pública del Estado. La empresa duró 70 días.
Sin previo aviso los responsables políticos de la institución pública dijeron que la empresa no era rentable y no estaba cumpliendo los objetivos, que estaban por escrito. Todo esto era falso. Las previsiones se habían alcanzado con creces a nivel económico. Sin embargo, los miembros políticos del Consejo de Administración, quisieron aprobar, con el beneplácito del matrimonio amigo, que las perdidas eran de 18 millones de pesetas en lugar de el medio millón real.
El matrimonio se empezó a dar cuenta que la persona que había escuchado al Señor no se había equivocado. Ellos eran quienes debían haber orado para que Dios iluminará su corazón en esta situación. Se despidieron a todos los trabajadores con la amenaza especial para el matrimonio amigo que no encontrarían nunca más ningún trabajo si no firmaban las falsas perdidas.
Pese a las amenazas la pareja no firmó la falsedad. Luego, al estar sin trabajo se deprimieron. No obstante, Jesús estaba llamando a sus corazones y aprovecho esa delicada situación para atraerlos hacia Él y que tuvieran una poderosa experiencia del Amor de Dios. Ellos iniciaron una nueva vida en Cristo y desde hace 20 años, cada uno de ellos pone en oración cada cosa que debe realizar en la vida.
Es así como Dios nos quiere, a su lado, dependiendo siempre de Él, confiando en que sus caminos no son nuestros caminos y por tanto debe enseñarnos las veredas que debemos tomar en cada cuestión.
Padre Santo, enseñanos a escuchar tú voz, como lo hacía Jesús, dedicando cada día tiempo. Danos la gracia de perseverar en ponernos ante Ti. Pon en nosotros Tú mirada. Que veamos todo según Tú visión. Haznos dóciles. Curanos interiormente y conviertenos en cada vez más semejantes a Ti. Amén.
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