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jueves, 2 de agosto de 2007

La virtud del agradecimiento / Enviado por Yvette



"Quien no agradece, no ama" -Santa María Mazzarello, Fundadora de las Hijas de María Auxiliadora.

La pequeña virtud del agradecimiento es prueba de un gran corazón. Aún con el torpe o equivocado, debemos ser agradecidos, cuando menos por su buena intención.

La gratitud no significa "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales. El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.

¿No es propio de un corazón verdaderamente generoso, mostrarse agradecido hacia los demás, aún de lo más insignificante que hayan intentado hacer por él? No resulta sin embargo tan raro el olvido de los servicios que nos prestan los demás; o, simplemente, nuestra mala costumbre de no demostrar nuestra complacencia. A esto hay que oponer el pequeño valor del agradecimiento.

Sucede a menudo que, mientras esperamos en vano el agradecimiento de personas a quienes hemos ayudado o hecho por ellas verdaderos sacrificios, otros por quienes nos sacrificamos mucho menos conservan por largo tiempo su reconocimiento. ¿No sucede a veces que agradecemos el favor ocasional de un extraño pero no damos la importancia que merecen a las continuas delicadezas que recibimos en nuestro hogar?

Tenemos una memoria singularmente caprichosa. Si olvidamos fácilmente una amabilidad que nos han hecho, ¿con qué precisión retenemos, en cambio, el recuerdo de una falta de delicadeza, o de una ofensa? Un proverbio lo confirma: "La memoria del mal tiene larga huella, la memoria del bien muy pronto pasa". ¿Cómo sabemos recordar a los demás nuestros beneficios prestados o el trabajo que nos ha costado realizarlo?

DECIR GRACIAS

En muchos hogares se habrá oído alguna vez el siguiente diálogo. En la mesa familiar, el niño pide un poco de pan a su padre. Éste lo toma y le entrega un pedazo que el hijo muerde en el acto con avidez.

- Y bien, pregunta el padre, ¿qué se dice?
Con la boca todavía llena murmura tímidamente el chico:
- Gracias
- Gracias, ¿qué?
- Gracias, papá.

Y cuántas veces ocurre que una de las primeras palabras que pronuncia el niño es "no"; no es necesario que nadie se lo enseñe. En cambio, ¿cuántas repeticiones son necesarias para inculcarle el hábito de decir gracias?

"Gracias" es la palabra mágica que introduce en el hogar la cortesía, el buen orden y la serenidad. Y el pequeño valor del agradecimiento brota de una conciencia que la educación ha iluminado.

No nos olvidemos de agradecer todo, de decir gracias al menor servicio prestado por quien sea, pronunciando esta palabra sin ninguna entonación, como si estuviéramos cambiando una simple mirada. Por sí sola, esta palabrita recompensa todos los trabajos; repara la frase acaso un poco dura que habíamos dicho anteriormente; equivale a una sonrisa y, a veces, la provoca; hace feliz al que la pronuncia y a aquel a quien va dirigida.



GRACIAS SEÑOR

Por darme la calma en momentos difíciles.
Por darme la sabiduría para entender mejor los designios de la vida.
Por darme otra oportunidad.
Porque sé que no me has desamparado, cuando creo que voy solo y me siento perdido, y mirando atrás veo solo mis huellas, pero es que Tú mi Padre Amado.. Tú.. me llevas cargado.

Sólo te puedo decir Padre: "no me sueltes". En tus Benditas manos quiero seguir. "Gracias Señor" por ese gran amor. Pido para todos, los que por una causa o otra sufrimos. Cúbrenos con tu Manto.

¡Gracias Padre!

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