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viernes, 17 de agosto de 2007

El Santo, el demonio y la confesión / Autor: Padre Pio de Pietrelcina


“Un día, mientras yo estaba oyendo las confesiones, un hombre vino al confesionario dónde yo estaba. Él era alto, guapo, me vistió con algo de refinamiento y era amable y cortés. Comenzó a confesar sus pecados; los cuales, eran de cada tipo: contra Dios, contra el hombre y contra las morales. ¡Todos los pecados eran molestos! Yo estaba desorientado, por todos los pecados que él me dijo, yo respondí.

Yo le traje la Palabra de Dios, el ejemplo de la Iglesia, las morales de los Santos, pero el penitente enigmático se opuso a mi palabras justificando, con habilidad extrema y cortesía, todo tipo de pecado.

Él vació todas las acciones pecadoras y él intentó hacer normal, natural, y humanamente comprensible todas sus acciones pecadoras. Y esto no solamente para los pecados que eran repugnantes contra Dios, Nuestra Señora, y los Santos. Él fué rotundo sobre la argumentación, pero, que pecados morales tan sucios y ásperos. Las respuestas que él me dio con la delgadez experimentada y malicia me sorprendieron.

Yo me pregunté: ¿quién es él? ¿De qué mundo viene él? Y yo intenté mirarlo
bien, leer algo en su cara. Al mismo tiempo concentré mis oídos a cada palabra,
para darle el juicio correcto que merecían. Pero de repente; a través de
una luz vivida, radiante e interior yo reconocí claramente quién era él.

Con autoridad divina yo le dije: diga…….”Viva Jesús por siempre” “Viva
María eternamente” En cuanto yo pronuncié estos nombres dulces y poderosos, Satanás desapareció al instante en un goteo de fuego, mientras dejaba un hedor insoportable".

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