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viernes, 24 de agosto de 2007

Del dios dinero a la conversión familiar: Testimonio de Patrizia y Stefano de la Comunidad Cenáculo



Después de casi tres años hemos logrado hacer la crónica de un matrimonio "drogadicto": el nuestro. El matrimonio como meta de la propia vida, encontrar la dulce mitad con la cual compartir la vida cotidiana en lo bueno y en lo malo, las dulzuras y amarguras que la vida te reserva; el ápice de todo esto es seguramente el nacimiento de un hijo. Era esto lo que buscábamos y lo que habíamos encontrado. Pero algo no funcionó. Año tras año la rutina cotidiana desvanecía nuestra relación. El "dios dinero", el exceso de trabajo, nuestro egoísmo… poco a poco nos han llevado a la muerte de nuestra unión sin que nos diéramos cuenta.
Luego nos cayó un rayo con cielo sereno: nuestra hija Valentina se drogaba. Porros, alcohol, todo lo que nos revelaba que no éramos una familia sino dos individuos que la vida cotidiana mantenía unidos por comodidad. En este punto nuestra unión parecía destinada a terminar, pero el amor que le teníamos a nuestra hija nos ha llevado a retomar el camino que también a nosotros, como padres, la Comunidad nos propone.

Al comienzo este camino parecía útil sólo para Valentina, allí seguramente ella entendería sus errores. Pero con el paso del tiempo la Comunidad nos enseñó que los que se habían equivocado y continuaban equivocándose éramos nosotros, que seguíamos con la intención de separarnos porque no nos podíamos perdonar, mientras pensábamos que nuestra hija ya habría entendido. Seguíamos echándonos las culpas, incapaces de olvidar y perdonar el mal que nos habíamos hecho.

Cuando Valentina vino de veríficar se nos abrieron los ojos del corazón, su cambio no hubiese servido de nada si tampoco nosotros hubiésemos cambiado. Así decidimos recomenzar olvidando el pasado, perdonándonos y poniendo en práctica las enseñanzas cristianas de la Comunidad.

No ha sido simple llegar a esta conclusión pero lo logramos porque hemos encontrado lo que le faltaba a nuestra unión: la oración, el don del perdón, el diálogo. Gracias a las palabras de sor Elvira estos dones han entrado en nuestros corazones y esperamos que permanezcan para siempre.

Ahora podemos decir que nuestra hija "drogada" ha sido el don más grande que Dios nos ha hecho.
Un afectuoso abrazo de una familia renacida.

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