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sábado, 18 de agosto de 2007

Más allá del sufrimiento / Autor: P. Ángel Peña, misionero agustino recoleto







Tema: ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN A
LA MUERTE DE SU MADRE, SANTA MÓNICA








Deja, Señor, que mi llanto
fluya manso y calmante.
¡Sé qué tú sabrás interpretar mis lágrimas!
Déjame llorar, Señor, a lágrima viva, siquiera una hora,
A mi madre recién muerta ante mis ojos, a mi madre que, por tantos y tantos años,
me ha llorado a mí, muerto entre los vivos.

He cerrado los ojos de mi madre,
mientras contenía las lágrimas
en penosísima congoja interior.
Yo disimulaba también el lamento
dolorido de mi corazón,
pues sabía que mi madre no moría del todo.

Estaba seguro de su vida en la eternidad
por el testimonio
diario de su fe no fingida
y por la fuerza de tu gracia, Señor.

Pero, a pesar de las consolaciones de la fe,
me quemaba vivamente la herida
reciente de esta separación,
acostumbrado como estaba a la grata presencia de mi madre
y hecha mi alma a la delicia cotidiana de estar juntos.

Privado de aquel consuelo,
me sentí desgarrado,
como si desapareciera la seguridad de mis pasos.
Sentí una hendidura en
mi alma, pues mi vida y la suya, fundidas en sentimientos
y con deseos tan unísonos,
se habían hecho una sola...

Ahora nada podía calmar mi dolor, ni siquiera las palabras de los amigos ni los saludos de quienes se creían obligados
a acompañarme en aquel trance,
ni los consuelos de muchos cristianos ni las voces de aliento religioso
ni los pésames, ni el retiro a la soledad.

Déjame llorar en tu presencia, Dios mío.
Perdóname el desahogo de
soltar la compuerta
de mis lágrimas represadas
y consentir que fluyan cuanto quieran.
Te pido, Oh Dios, que mi madre repose en tu paz
juntamente con su esposo,
a quien amó enteramente.
De nuevo juntos en tu paraíso,
reúne a mis padres,
por quienes me
trajiste a la vida.
Que se cumpla lo único que ella me pidió:
Ruega por mi alma ante el altar del Señor.
(Confesiones 9,12,29-33 y 9,13,34-37).

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