"Un viernes, escribe más abajo, durante la sagrada Comunión, dijo estas palabras a su indigna esclava, si ella no se engaña: Yo te prometo, por el exceso de la misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulguen los primeros viernes nueve meses seguidos, la gracia de la penitencia final; que no morirán en mi enemistad, ni sin recibir los Sacramentos y que mi Corazón les será asilo seguro en su hora postrera".
"Si supieseis de cuánto mérito y gloria es honrar a este amable Corazón de Jesús, y cuán grande será el galardón que dará a los que, después de haberse consagrado a El, sólo pretendan honrarle!... Sí. creo que esta sola intención acrecentará más el mérito de sus acciones delante de Dios, que cuanto pudieran hacer sin esa aplicación y pureza."
"Este Divino Corazón os pagará, no solamente en vuestra persona, sino en la de vuestros parientes y de todos aquellos por quienes os interesáis, a los cuales mirará con ojos propicios y misericordiosos, para socorrerlos y protegerlos en todo, con tal que acudan a El con confianza, porque tendrá eterna memoria de lo que hacen por su gloria."
"Regalóme con una visita, que me fue por extremo provechosa, a causa de los buenos efectos que dejó en mi corazón. Entonces me aseguró, que el gusto que toma en ser amado, conocido y honrado de las criaturas en tan grande, que me prometió, si no me engaño, que los que se hayan dedicado y consagrado a El no perecerán jamás; que por ser Ella fuente de todas las bendiciones, las repartirá con afluencia en todos los lugares donde se ponga y venere la imagen de su Divino Corazón; que juntará las familias divididas y protegerá y asistirá a las que se vean en alguna necesidad y que acudan a El con confianza; que derramará la suave unción de su caridad sobre todas las comunidades que le honren y se pongan bajo su especial protección; que desviará los golpes de la divina justicia para restituirlas a la gracia, cuando de ella hubieren caído".
"Si veis en vosotros un sinnúmero de impaciencias y enojos, arrojadlos en la fragua de la mansedumbre del amable Corazón de Jesús, para que os haga mansos y humildes".
"Si nadáis en un mar de distracciones, sumidlas en el fondo de tranquilidad del Sagrado Corazón, que os alcanzará indefectible victoria".
"¿No podéis hacer nada en la oración? Contentaos con ofrecer la que este divino Salvador hace por nosotros en el Sacramento del altar, ofreciendo sus afectos en reparación de vuestra tibieza, y decid en cada acción: Dios mío, yo quiero hacer o padecer esto en el Sagrado Corazón de vuestro Hijo, y según sus santas intenciones, las cuales os ofrezco para resarcir las miserias e imperfecciones de las mías. Y así, en todo lo demás. Y cuando os sobrevenga alguna pena o mortificación, alentaos y decid: Toma lo que el Sagrado Corazón te envía para unirte a El. Y procurad ante todo conservar la paz del corazón, que vale más que todos los tesoros del mundo. El modo de conservarla es negar vuestra voluntad y poner en su lugar la de este adorable Corazón, para que El quiera por nosotros lo que sea más para su gloria, contentándonos con sometemos y abandonamos a El. En una palabra, este Divino Corazón suplirá todo lo que falte; El amará a Dios por vos, y vos le amaréis en El y por El."
"La cruz es en este mundo el patrimonio de los escogidos".
"Aunque Dios quiera salvarnos, quiere que ayudemos de nuestra parte, si no, nada hará sin nosotros. Por esto hemos de estar resueltas a padecer. Este es el tiempo de siembra provechosa para la eternidad, allí será abundante la cosecha. No os desaniméis, vuestros trabajos arrostrados con paciencia valen mil veces más que cualquiera otra penitencia."
"No os espanten los muchos contratiempos que se os ofrecerán en el establecer el reinado de este amable Corazón; las contrariedades son prendas seguras de ser de Dios la cosa, pues que sus obras se llevan a ejecución, por lo común, entre contradicciones y trabajos".
"A pesar de toda oposición, este Divino Corazón eventualmente triunfará. Dichosos los que han sido instrumentos para establecer su Reinado. "
"Acepta lo que te manda el Sagrado Corazón de Jesucristo para unirte a si."
"Este divino Corazón es pura dulzura, humildad y paciencia, por lo tanto, debemos esperar... El sabe cuándo actuar."
EL ALMA QUE SEA MÁS HUMILDE Y DESPRECIADA TENDRÁ LUGAR DE PREFERENCIA EN ESTE CORAZÓN ADORABLE
"Solo el corazón humilde puede entrar en el Sagrado Corazón de Jesús, conversar con Él, amarle y ser amado de Él".
"El Sagrado Corazón de nuestro Soberano Dueño es una fuente inagotable que anhela derramarse en los corazones humildes, vacíos y desprendidos de todo, y prontos a sacrificarse a su servicio por mucho que cueste a la naturaleza".
"Al Corazón de Jesús le agradan mucho los servicios de los pequeños y humildes de corazón, y paga con bendiciones sus trabajos".
"Halla purísimo placer en las almas anonadadas que son totalmente suyas y todo lo poseen en Él, cuando están desposeídas de sí propias".
"En sobreviniendo la humillación, regocijaos, porque entraréis muy adentro en el Corazón de Jesús".
"Abrazaos humildemente con las cosas que más os humillen y anonaden, como medios muy al caso para hacer que triunfe el dulce y amable Corazón de Jesús, y reine el vuestro en el suyo."
"Juzgo que os hace especial merced en daros a conocer y haciendo que améis vuestra abyección; porque no hay medio más eficaz que ése para penetrar y permanecer en la amistad del Sagrado Corazón de Jesús."
"Es un cordial a propósito para dar la vida de la gracia a vuestra alma, y la del puro amor a vuestro corazón y a todas las buenas acciones. En fin, la virtud del Sagrado Corazón de Jesús abate hasta nosotros su grandeza, si nos halla anonadados en el amor de nuestra pequeñez, y cuidará de levantaros a su unión al paso de todo aquello que resplandece a los ojos de las criaturas. Con esto todo está dicho".
"¡Dios mío! ¡Que tesoro tan inmenso es el amor a la pequeñez y a nuestra propia abyección! ¡Qué no debiéramos hacer y padecer por alcanzarlo! El alma que tanto bien posee, está segura y nada puede faltarle, porque el Todopoderoso en ella se complace y recrea".
"Mirad, pues, este camino humilde como el verdadero, trazado por Él, y el más indefectible para llegar a Él. ¿Qué teméis en un sendero tan seguro como el de las humillaciones, en donde la mejor de todas nos viene sin repararlo siquiera? Porque la humildad es de tal naturaleza, que desaparece en el punto mismo que la echamos de ver en nosotros."
LA MÁS DESECHADA Y DESNUDA DE TODO, SERÁ LA QUE MÁS LE POSEA
"Solo en el total desasimiento de vos mismo y de todo lo que no es Dios hallaréis la verdadera paz y dicha perfecta, porque no teniendo nada, lo hallaréis todo en el Sagrado Corazón de Jesús."
"Sed pobre de todo, y el Corazón de Jesús os enriquecerá."
"Vaciaos de todo, y Él os henchirá."
"Olvidaos de vos mismo y entregaos a Él, y Él tendrá cuenta y cuidado de vos."
"No puedo deciros más sino que el anonadamiento de vos mismo os elevará a la unión del Soberano Bien. Olvidándoos, lo poseeréis, y abandonándoos a Él, Él os poseerá."
"Y ¿qué mayor bien que no ser nada para el mundo ni para nosotros mismos, por ser poseídos de Dios y poseerle a "El solo?"
LA MÁS OBEDIENTE CANTARÁ POR ÉL VICTORIAS
"Mi divino maestro, dice, me era asiduo compañero en los oficios que tenía que hacer a todas horas. En este tiempo recibí gracias tan extraordinarias, sobre todo en el misterio de la Pasión, que nunca las había sentido iguales; y esto causó en mí un tan grande amor a la Cruz, que no puedo vivir un instante sin padecer, pero en silencio, sin consuelo ni alivio, y morir con este Soberano de mi alma, abrumada por la cruz de toda clase de padecimientos; esto ha durado toda mi vida, la cual por su misericordia se ha pasado toda en este linaje de ejercicios, que son los del puro amor".
LA MÁS SILENCIOSA SERÁ DE ÉL LA MEJOR ENSEÑADA
"Guardad siempre vuestro interior en silencio, hablando poco con las criaturas y mucho con Dios, padeciendo y trabajando por su amor".
"Tened los sentidos interiores y exteriores en el Sagrado Corazón de nuestro Señor, imponiéndoles un profundo silencio: silencio interior, cercenando pensamientos inútiles y sutilezas del amor propio, para disponernos a oír al voz del esposo; silencio en todo lo que pueda seros a vos materia de alabanza y excusa, de censura y acusación a los otros; silencio en los ímpetus con que la naturaleza inmortificada pretenda mostrar alegría o descontento en cosas tristes..., y este silencio será para honrar el de Jesús solitario en el Santísimo Sacramento. Por este medio aprenderéis a conversar con su Sagrado Corazón y a amarle en silencio".
"La afición a nuestro menosprecio en el Corazón de Jesús, nos basta para honrar los misterios de su santa muerte y pasión; y Cristo desea que le honremos guardando este sagrado silencio, como Él, en todas las ocasiones de humillación y trabajo; porque os confieso que no hay cosa que tanto me contente, como la taciturnidad que guardó tan exactamente en el discurso de la pasión. A imitación suya, no abramos la boca sino para orar por los que nos afligen y maltratan".
LA MÁS CARITATIVA SERÁ DE ÉL LA MÁS AMADA
"Habéis de mostraros mansos en llevar con paciencia los desabrimientos, genialidades y molestias del prójimo, sin desazonarnos por las contrariedades que os ocasionen; al contrario, hacedle de buen grado los servicios que podáis, porque éste es el modo de granjear la amistad y gracia del Sagrado Corazón de Jesús".
"Buscar ocasión de contentarle con el ejercicio de la santa caridad, sintiendo y hablando bien de vuestros prójimos, asistiendo a los pobres cuando podáis, espiritual o corporalmente, mirando a Jesucristo en persona de ellos, y no haciéndoles cosa que no quisiéramos que con nosotros se hiciese".
"Tened con todos paciencia, para merecer que todos en particular los pobres, acudan a vosotros en sus necesidades. Tened a todo el mundo por amigo y a nadie por enemigo, en cuanto según Dios sea posible".
"Yo te amo corazón amabilísimo, como a mi soberano Bien, mi dicha, mi alegría y el único digno del amor de todos los corazones. "
"Cuando te levantes, entra en el Sagrado Corazón de Jesús y conságrale tu cuerpo, tu alma, tu corazón y tu ser por completo, para solamente vivir por su amor y gloria. "
"Puedo ver, tan claro como el día, que una vida que no tiene el amor de Jesucristo vive la más grande miseria."
"Aplíquense a amar y sufrir amando. Cuando adquirimos la perfecta sabiduría, entonces haremos todo lo que Dios desea de nosotros."
"Cuando uno ama, todo habla de amor, hasta nuestros trabajos que requieren nuestra total atención pueden ser un testimonio de nuestro amor."
"Debemos amar al Santo de los Santos, para hacernos santos: quién nos puede impedir esto, si tenemos un corazón para amar y un corazón para sufrir. "
"Muere o conquista... No puede haber ninguna reserva en el amor."
"Has todo por amor y para el amor, haciendo buen uso del tiempo presente, y no estés ansioso sobre el futuro."
"Para hacer buen uso del tiempo ama ardientemente y constantemente; debemos entregarnos totalmente al amor, dejando que actúe por nosotros. "
"Nuestro corazón es tan pequeño, que no caben en él dos amores; y habiendo sido creado sólo para el divino, no puede tener descanso cuando se halla con otro."
"Que tu lema sea: El Amor me ha conquistado, solo El puede poseer mi corazón."
"Ámalo con todas tus fuerzas, piensa siempre en Él, deja que Él haga contigo y para ti todo lo que Él deseé, no ansíes nada mas."
"Que el Sagrado Corazón logre en ti todos sus designios y que Él sea tu fortaleza, para que tu puedas con valentía cargar el peso de tus responsabilidades. "
"Amor, gloria y alabanzas sean dadas por siempre al Corazón de nuestro adorable Salvador, que es todo amor, todo amoroso y todo amable."
"Yo clamo al Sagrado Corazón de mi amadísimo Jesús, que es mi único tesoro, que te regale de la abundancia de su puro amor."
"Las más amargas tristezas son dulzuras en su adorable Corazón, donde todo se cambia al amor."
"Mi amor reina en el padecimiento, triunfa en la humildad y goza en la unidad."
"Hemos de procurar en lo posible penetrar dentro de este Corazón adorable, haciéndonos muy pequeños, por la humilde confesión de nuestra nada."
"Si obras, sea tan sólo por los impulsos del Corazón de Jesús; muere en silencio delante de El a todo lo que es natural o humano."
"¡Oh Corazón divino! A ti me adhiero y en ti me pierdo. Sólo de ti quiero vivir, por ti y para ti."
"Hallo en el Sagrado Corazón de mi Jesús todo lo que falta a mi pobreza, porque está rebosando de misericordia. No he hallado remedio más eficaz en mis aflicciones que el Sagrado Corazón de mi adorable Jesús."
"Basta que le conozcan; después este Divino Corazón se encargará de llenar con la unción de su gracia los corazones que Él escogió."
"Debemos consumirnos y transformarnos, sin otro remedio, en esta ardiente hoguera del Sagrado Corazón de Nuestro adorable Dueño, sin salir de ella jamás."
"Si supieras cuán dulce es amar a Dios, ningún trabajo os parecería intolerable en razón de conseguir este amor."
"Escondedme, dulce Salvador mío, en el sagrario de vuestro costado y en vuestro adorable Corazón, fragua encendida del puro amor y así estaré seguro."
"El adorable Corazón de Jesús debe ser el santificador y consumador de los nuestros con los santos incendios de su puro amor."
"Basta amar al Santo de los Santos, para llegar a ser santos"
"Nuestro Señor quisiera veros adelantar a pasos largos en la senda de su amor... No regateéis con Él más tiempo, entregádselo todo, y Él hará que lo halléis todo en su Divino Corazón."
"Andad despacio, procurando adaptar vuestra vida interior y exterior al modelo de la humilde mansedumbre del Corazón de Jesús."
"Puesto que quien ama es todopoderoso amemos y ninguna cosa se nos hará cuesta arriba."
"El Sagrado Corazón de Jesús sabe bien lo que pasa en el vuestro, y por esto permite vuestras penas. Guardad paz y someteos a las disposiciones que tome sobre vuestras almas. Al fin hallaréis la victoria y la paz en el Sagrado Corazón."
"¿Qué tenéis vosotros que temer, si este Sagrado Corazón os rodea con su poder, como con un muro inexpugnable a los asaltos del enemigo?"
"¡Señor, mi corazón es vuestro! No permitáis le ocupe cosa sino Vos que sois el galardón de mis victorias y el apoyo de mi debilidad."
"Como el amor hace uno a los amantes, si queréis ser amado de Jesús habéis de ser manso como Él, y humilde como Él."
"¡Cuán obligados estáis al Sagrado Corazón de nuestro buen Maestro, que tanto os ama! Amadle a Él en retorno con todo el amor de que sois capaces y tributadle toda bendición y toda gloria."
"Este Divino Corazón os hará que experimentéis los efectos de su generosa mano, si confiáis plenamente en su amorosa bondad."
"Vuestro Corazón ha de ser el trono de vuestro Amado, retornándole amor por amor, guardándole aquella lealtad que más le guste, según Él os dé a conocer. Entregamiento total por el amor, en el amor, al amor, sin tasa ni restricción."
"Amad y haced lo que queréis, porque quien posee el amor todo lo posee."
"El amor nada quiere de corazones divididos; lo quiere todo o nada. El amor os lo hará todo fácil."
"Vayamos, pues, con filial confianza, y arrojémonos en sus brazos, extendidos por el amor en la cruz para recibirnos. Digámosle a menudo: Dios mío, Vos sois mi Padre; tened compasión de mí, según vuestra misericordia. "
"¡Ah! Si pudierais entender la gran caridad de Nuestro Señor para con vosotros, veríais claro que sus permisiones y disposiciones son puro amor."
"El Corazón de Jesús os pide confianza en su bondad para que experimentéis la dulzura y fuerza de su asistencia en vuestras necesidades, la cual irá siempre al paso de la confianza."
"El Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo hará en todo mis veces si le dejo obrar. Querrá, amará, deseará por mí, y suplirá todas mis faltas."
"Entra en este Sagrado Corazón como convidado al banquete de amor de tu único y perfecto amigo, que quiere embriagarte con el deleitoso vino de su puro amor."
"Jesucristo es el solo y verdadero amigo de nuestros corazones, que han sido creados para Él solo; por esto no pueden hallar contento, descanso ni hartura sino en sólo Él."
"Haced las cosas todas en el amor y para el amor, porque el amor da mérito y realce a todas las cosas."
martes, 16 de octubre de 2007
Alguien te necesita / Enviado por Vivy
Hay personas calladas,
que necesitan de alguien para conversar.
Hay personas tristes, que necesitan de alguien, que las consuele.
Hay personas tímidas, que necesitan de alguien, que las ayude a vencer la timidez.
Hay personas solas, que necesitan de alguien, compartir
Hay personas con miedo, que necesitan de alguien, que les dé la mano.
Hay personas fuertes, que necesitan de alguien, que las haga pensar en la mejor manera de usar su fuerza.
Hay personas habilidosas, que necesitan de alguien, para ayudar a descubrir, la mejor manera de usar su habilidad.
Hay personas que juzgan, que no saben hacer nada y necesitan de alguien, que las ayude a descubrir cuánto saben hacer.
Hay personas apresuradas, que necesitan de alguien, que les muestre todo lo que no tienen tiempo para ver.
Hay personas impulsivas, que necesitan de alguien, que las ayude a no lastimar a otros.
Hay personas que se sienten afuera y necesitan de alguien, que les muestre el camino de entrada.
Hay personas que dicen que no sirven para nada y necesitan de alguien, que las ayude a descubrir cuán importantes pueden ser.
Necesitan de alguien...
quizás de ti o de mí...
que necesitan de alguien para conversar.
Hay personas tristes, que necesitan de alguien, que las consuele.
Hay personas tímidas, que necesitan de alguien, que las ayude a vencer la timidez.
Hay personas solas, que necesitan de alguien, compartir
Hay personas con miedo, que necesitan de alguien, que les dé la mano.
Hay personas fuertes, que necesitan de alguien, que las haga pensar en la mejor manera de usar su fuerza.
Hay personas habilidosas, que necesitan de alguien, para ayudar a descubrir, la mejor manera de usar su habilidad.
Hay personas que juzgan, que no saben hacer nada y necesitan de alguien, que las ayude a descubrir cuánto saben hacer.
Hay personas apresuradas, que necesitan de alguien, que les muestre todo lo que no tienen tiempo para ver.
Hay personas impulsivas, que necesitan de alguien, que las ayude a no lastimar a otros.
Hay personas que se sienten afuera y necesitan de alguien, que les muestre el camino de entrada.
Hay personas que dicen que no sirven para nada y necesitan de alguien, que las ayude a descubrir cuán importantes pueden ser.
Necesitan de alguien...
quizás de ti o de mí...
lunes, 15 de octubre de 2007
La virtud teologal de la fe / Autor: Juan Pablo I
Mi primer saludo va a mis hermanos los obispos que veo aquí presentes en gran número.
El Papa Juan, en unas notas que han sido incluso impresas, decía: “Esta vez he hecho el retiro sobre las siete lámparas de la santificación”. Siete virtudes quería decir, que son fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A ver si hoy el Espíritu Santo ayuda al pobre Papa a explicar al menos una de estas lámparas, la primera: la fe.
Aquí en Roma ha habido un poeta, Trilussa, que también quiso hablar de la fe. En una de sus poesías ha dicho: “Aquella ancianita ciega que encontré / la noche que me perdí en medio del bosque, / me dijo: Si no conoces el camino, / te muestro yo que lo conozco. / Si tienes el valor de seguirme, / te iré dando voces de vez en cuando hasta el fondo, allí donde hay un ciprés, / hasta la cima donde hay una cruz. Yo contesté: Puede ser... pero encuentro extraño / que me pueda guiar quien no ve... / Entonces la ciega me cogió de la mano / y suspirando me dijo: ¡Camina!... Era la fe”.
Como poesía, tiene su gracia. En cuanto teología, es defectuosa. Defectuosa porque cuando se trata de fe, el gran director de escena es Dios; pues Jesús ha dicho: ninguno viene a mí si el Padre mío no lo atrae. San Pablo no tenía la fe; es más, perseguía a los fieles. Dios le espera en el camino de Damasco: “Pablo —le dice— no pienses en encabritarte y dar coces como un caballo desbocado. Yo soy Jesús a quien tú persigues. Tengo mis planes sobre ti. Es necesario que cambies”. Se rindió Pablo; cambió de arriba a abajo la propia vida. Después de algunos años escribirá a los filipenses: “Aquella vez, en el camino de Damasco, Dios me aferró; desde entonces no hago sino correr tras Él para ver si soy capaz de aferrarle yo también, imitándole y amándole cada vez más”.
Esto es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Cosa no siempre fácil. Agustín ha narrado la trayectoria de su fe; especialmente las últimas semanas fue algo terrible; al leerlo se siente cómo su alma casi se estremece y se retuerce en luchas interiores. De este lado, Dios que lo llama e insiste; y de aquél, las antiguas costumbres,«viejas amigas—escribe él— que me tiraban suavemente de mi vestido de carne y me decían: “Agustín, pero ¿cómo?, ¿Tú nos abandonas? Mira que ya no podrás hacer esto, ni podrás hacer aquello y, ¡para siempre!”». ¡Qué difícil! «Me encontraba —dice— en la situación de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: “¡Fuera, levántate, Agustín!”. Yo, en cambio, decía: “Sí, más tarde, un poquito más todavía”. Al fin, el Señor me dio un buen empujón y salí». Ahí está, no hay que decir: Sí, pero; sí, luego. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Enseguida! Ésta es la fe. Responder con generosidad al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? El que es humilde y se fía enteramente de Dios.
Mi madre me solía decir cuando empecé a ser mayor: de pequeño estuviste muy enfermo; tuve que llevarte de médico en médico y pasarme en vela noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo podía contestarle: Mamá, no te creo? Claro que te creo, creo lo que me dices, y sobre todo te creo a ti. Así es en la fe. No se trata sólo de creer las cosas que Dios ha revelado, sino creerle a Él, que merece nuestra fe, que nos ha amado tanto y ha hecho tanto por amor nuestro.
Claro que es difícil también aceptar algunas verdades, porque las verdades de la fe son de dos clases: unas, agradables; otras son duras a nuestro espíritu. Por ejemplo, es agradable oír que Dios tiene mucha ternura con nosotros, más ternura aún que la de una madre con sus hijos, como dice Isaías. Qué agradable es esto y qué acorde con nuestro modo de ser.
Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con los futuros sacerdotes sed padres, sed madres. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino. Me sigue, me suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no! ; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. Esto no gusta. Pero es verdad de fe.
Hay, además, otra dificultad, la Iglesia. San Pablo preguntó: ¿Quién eres, Señor? —Soy ese Jesús a quien tú persigues. Una luz, un relámpago le pasó por la inteligencia. Yo no persigo a Jesús, ni siquiera lo conozco; persigo a los cristianos, eso sí. Se ve que Jesús y los cristianos, Jesús y la Iglesia, son una misma cosa: indivisible, inseparable.
Leed a San Pablo: Corpus Christi quad est Ecclesia. Cristo y Iglesia son una sola cosa. Cristo es la Cabeza, nosotros, la Iglesia, somos sus miembros. No es posible tener fe y decir creo en Jesús, acepto a Jesús, pero no acepto la Iglesia. Hay que aceptar la Iglesia, tal como es; y ¿cómo es esta Iglesia? El Papa Juan la ha llamado «Mater et Magistra». Maestra también. San Pablo ha dicho: “Nos acepte cada uno como ayudantes de Cristo, y administradores y dispensadores de sus misterios”.
Cuando el pobre Papa, cuando los obispos y los sacerdotes presentan la doctrina, no hacen más que ayudar a Cristo. No es una doctrina nuestra, es la de Cristo, sólo tenemos que custodiarla y presentarla.
Yo estaba presente cuando el Papa Juan inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962. Entre otras cosas, dijo: “Esperamos que con el Concilio la Iglesia dé un salto hacia delante”. Todos lo esperábamos. Un salto hacia adelante, pero ¿por qué caminos? Lo dijo enseguida: sobre las verdades ciertas e inmutables. Ni siquiera le pasó por la cabeza al Papa Juan que eran las verdades las que tenían que caminar, ir hacia adelante, y después cambiar, poco a poco. Las verdades son esas; nosotros debemos andar por el camino de estas verdades, entendiéndolas cada vez mejor, poniéndonos al día, presentándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos.
También el Papa Pablo tenía la misma preocupación. Lo primero que hice en cuanto fui Papa, fue entrar en la capilla privada de la Casa Pontificia; en ella, al fondo, el Papa Pablo hizo colocar dos mosaicos, uno de San Pedro y otro de San Pablo: San Pedro muriendo y San Pablo muriendo también. Pero debajo de San Pedro figuran estas palabras de Jesús: “Oraré por ti, Pedro, para que no desfallezca tu fe”. Y debajo de San Pablo, que está recibiendo el golpe de la espada: “He cumplido mi carrera, he conservado la fe”. Ya sabéis que en el último discurso del 29 de junio pasado, Pablo VI dijo: “Después de quince años de pontificado puedo dar gracias al Señor porque he defendido la fe y la he conservado”.
También es madre la Iglesia. Si es continuadora de Cristo y Cristo es bueno, también la Iglesia debe ser buena, buena con todos; pero ¿y si se diera el caso de que alguna vez hubiera gente mala en la Iglesia? Nosotros tenemos mamá. Si la mamá está enferma, si mi mamá se quedase coja, yo la querría todavía más. Lo mismo en la Iglesia: si existen defectos y faltas —y existen— jamás debe disminuir nuestro amor a la Iglesia.
Ayer —y con esto termino— me mandaron el número de Città Nuova: he visto que reproducen, grabado, un discurso mío muy breve, con este episodio: Un predicador inglés, Mac Nabb, hablando en Hyde Park, se había referido a la Iglesia. Al terminar, uno pide la palabra y dice: Bonito lo que ha dicho. Pero yo conozco algunos sacerdotes católicos que no han estado con los pobres y se han hecho ricos. Conozco también maridos católicos que han traicionado a su mujer. No me gusta esta Iglesia formada por pecadores. El Padre le dijo: Tiene algo de razón. Pero ¿puedo hacer una objeción? —Veamos .—Perdone, pero si no me equivoco, lleva el cuello de la camisa un poco sucio. —Sí, lo reconozco.—Pero ¿está sucio porque no ha empleado jabón o porque ha utilizado el jabón y no ha servido para nada? —No, no he usado jabón.
Pues bien, también la Iglesia católica tiene un jabón extraordinario: Evangelio, sacramentos, oración. El Evangelio leído y vivido; los sacramentos celebrados del modo debido; la oración bien hecha, serían un jabón maravilloso capaz de hacernos santos a todos. No somos todos santos por no haber utilizado bastante este jabón.
Procuremos responder a las esperanzas de los Papas que han convocado y aplicado el Concilio, el Papa Juan y el Papa Pablo. Tratemos de mejorar la Iglesia haciéndonos más buenos nosotros. Cada uno de nosotros y toda la Iglesia podría recitar la oración que yo tengo costumbre de decir: “Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas”.
Debo decir también una palabra a nuestros queridos enfermos, que veo aquí.
Lo sabéis, Jesús lo ha dicho: me escondo tras ellos; lo que a ellos se hace, a mí se me hace. Por tanto, en sus personas veneramos al Señor mismo, y les deseamos que el Señor esté cerca de ellos, les ayude y los sostenga.
A la derecha, en cambio, están los recién casados. Han recibido un gran sacramento; deseémosles que el sacramento recibido sea de verdad portador no sólo de bienes materiales, sino más aún de gracias espirituales. El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, que solía decir: “¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!” Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: « ¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa! ». Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; «Venga, venga, padre, —le dijo— yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene usted, me revuelve las cartas en la mesa, y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento!».
Con estos deseos, damos la enhorabuena a estos queridos recién casados; ¡que Dios los bendiga!
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Palabras pronunciadas en la AUDIENCIA GENERAL del Miércoles 13 de septiembre de 1978
El Papa Juan, en unas notas que han sido incluso impresas, decía: “Esta vez he hecho el retiro sobre las siete lámparas de la santificación”. Siete virtudes quería decir, que son fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A ver si hoy el Espíritu Santo ayuda al pobre Papa a explicar al menos una de estas lámparas, la primera: la fe.
Aquí en Roma ha habido un poeta, Trilussa, que también quiso hablar de la fe. En una de sus poesías ha dicho: “Aquella ancianita ciega que encontré / la noche que me perdí en medio del bosque, / me dijo: Si no conoces el camino, / te muestro yo que lo conozco. / Si tienes el valor de seguirme, / te iré dando voces de vez en cuando hasta el fondo, allí donde hay un ciprés, / hasta la cima donde hay una cruz. Yo contesté: Puede ser... pero encuentro extraño / que me pueda guiar quien no ve... / Entonces la ciega me cogió de la mano / y suspirando me dijo: ¡Camina!... Era la fe”.
Como poesía, tiene su gracia. En cuanto teología, es defectuosa. Defectuosa porque cuando se trata de fe, el gran director de escena es Dios; pues Jesús ha dicho: ninguno viene a mí si el Padre mío no lo atrae. San Pablo no tenía la fe; es más, perseguía a los fieles. Dios le espera en el camino de Damasco: “Pablo —le dice— no pienses en encabritarte y dar coces como un caballo desbocado. Yo soy Jesús a quien tú persigues. Tengo mis planes sobre ti. Es necesario que cambies”. Se rindió Pablo; cambió de arriba a abajo la propia vida. Después de algunos años escribirá a los filipenses: “Aquella vez, en el camino de Damasco, Dios me aferró; desde entonces no hago sino correr tras Él para ver si soy capaz de aferrarle yo también, imitándole y amándole cada vez más”.
Esto es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Cosa no siempre fácil. Agustín ha narrado la trayectoria de su fe; especialmente las últimas semanas fue algo terrible; al leerlo se siente cómo su alma casi se estremece y se retuerce en luchas interiores. De este lado, Dios que lo llama e insiste; y de aquél, las antiguas costumbres,«viejas amigas—escribe él— que me tiraban suavemente de mi vestido de carne y me decían: “Agustín, pero ¿cómo?, ¿Tú nos abandonas? Mira que ya no podrás hacer esto, ni podrás hacer aquello y, ¡para siempre!”». ¡Qué difícil! «Me encontraba —dice— en la situación de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: “¡Fuera, levántate, Agustín!”. Yo, en cambio, decía: “Sí, más tarde, un poquito más todavía”. Al fin, el Señor me dio un buen empujón y salí». Ahí está, no hay que decir: Sí, pero; sí, luego. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Enseguida! Ésta es la fe. Responder con generosidad al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? El que es humilde y se fía enteramente de Dios.
Mi madre me solía decir cuando empecé a ser mayor: de pequeño estuviste muy enfermo; tuve que llevarte de médico en médico y pasarme en vela noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo podía contestarle: Mamá, no te creo? Claro que te creo, creo lo que me dices, y sobre todo te creo a ti. Así es en la fe. No se trata sólo de creer las cosas que Dios ha revelado, sino creerle a Él, que merece nuestra fe, que nos ha amado tanto y ha hecho tanto por amor nuestro.
Claro que es difícil también aceptar algunas verdades, porque las verdades de la fe son de dos clases: unas, agradables; otras son duras a nuestro espíritu. Por ejemplo, es agradable oír que Dios tiene mucha ternura con nosotros, más ternura aún que la de una madre con sus hijos, como dice Isaías. Qué agradable es esto y qué acorde con nuestro modo de ser.
Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con los futuros sacerdotes sed padres, sed madres. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino. Me sigue, me suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no! ; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. Esto no gusta. Pero es verdad de fe.
Hay, además, otra dificultad, la Iglesia. San Pablo preguntó: ¿Quién eres, Señor? —Soy ese Jesús a quien tú persigues. Una luz, un relámpago le pasó por la inteligencia. Yo no persigo a Jesús, ni siquiera lo conozco; persigo a los cristianos, eso sí. Se ve que Jesús y los cristianos, Jesús y la Iglesia, son una misma cosa: indivisible, inseparable.
Leed a San Pablo: Corpus Christi quad est Ecclesia. Cristo y Iglesia son una sola cosa. Cristo es la Cabeza, nosotros, la Iglesia, somos sus miembros. No es posible tener fe y decir creo en Jesús, acepto a Jesús, pero no acepto la Iglesia. Hay que aceptar la Iglesia, tal como es; y ¿cómo es esta Iglesia? El Papa Juan la ha llamado «Mater et Magistra». Maestra también. San Pablo ha dicho: “Nos acepte cada uno como ayudantes de Cristo, y administradores y dispensadores de sus misterios”.
Cuando el pobre Papa, cuando los obispos y los sacerdotes presentan la doctrina, no hacen más que ayudar a Cristo. No es una doctrina nuestra, es la de Cristo, sólo tenemos que custodiarla y presentarla.
Yo estaba presente cuando el Papa Juan inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962. Entre otras cosas, dijo: “Esperamos que con el Concilio la Iglesia dé un salto hacia delante”. Todos lo esperábamos. Un salto hacia adelante, pero ¿por qué caminos? Lo dijo enseguida: sobre las verdades ciertas e inmutables. Ni siquiera le pasó por la cabeza al Papa Juan que eran las verdades las que tenían que caminar, ir hacia adelante, y después cambiar, poco a poco. Las verdades son esas; nosotros debemos andar por el camino de estas verdades, entendiéndolas cada vez mejor, poniéndonos al día, presentándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos.
También el Papa Pablo tenía la misma preocupación. Lo primero que hice en cuanto fui Papa, fue entrar en la capilla privada de la Casa Pontificia; en ella, al fondo, el Papa Pablo hizo colocar dos mosaicos, uno de San Pedro y otro de San Pablo: San Pedro muriendo y San Pablo muriendo también. Pero debajo de San Pedro figuran estas palabras de Jesús: “Oraré por ti, Pedro, para que no desfallezca tu fe”. Y debajo de San Pablo, que está recibiendo el golpe de la espada: “He cumplido mi carrera, he conservado la fe”. Ya sabéis que en el último discurso del 29 de junio pasado, Pablo VI dijo: “Después de quince años de pontificado puedo dar gracias al Señor porque he defendido la fe y la he conservado”.
También es madre la Iglesia. Si es continuadora de Cristo y Cristo es bueno, también la Iglesia debe ser buena, buena con todos; pero ¿y si se diera el caso de que alguna vez hubiera gente mala en la Iglesia? Nosotros tenemos mamá. Si la mamá está enferma, si mi mamá se quedase coja, yo la querría todavía más. Lo mismo en la Iglesia: si existen defectos y faltas —y existen— jamás debe disminuir nuestro amor a la Iglesia.
Ayer —y con esto termino— me mandaron el número de Città Nuova: he visto que reproducen, grabado, un discurso mío muy breve, con este episodio: Un predicador inglés, Mac Nabb, hablando en Hyde Park, se había referido a la Iglesia. Al terminar, uno pide la palabra y dice: Bonito lo que ha dicho. Pero yo conozco algunos sacerdotes católicos que no han estado con los pobres y se han hecho ricos. Conozco también maridos católicos que han traicionado a su mujer. No me gusta esta Iglesia formada por pecadores. El Padre le dijo: Tiene algo de razón. Pero ¿puedo hacer una objeción? —Veamos .—Perdone, pero si no me equivoco, lleva el cuello de la camisa un poco sucio. —Sí, lo reconozco.—Pero ¿está sucio porque no ha empleado jabón o porque ha utilizado el jabón y no ha servido para nada? —No, no he usado jabón.
Pues bien, también la Iglesia católica tiene un jabón extraordinario: Evangelio, sacramentos, oración. El Evangelio leído y vivido; los sacramentos celebrados del modo debido; la oración bien hecha, serían un jabón maravilloso capaz de hacernos santos a todos. No somos todos santos por no haber utilizado bastante este jabón.
Procuremos responder a las esperanzas de los Papas que han convocado y aplicado el Concilio, el Papa Juan y el Papa Pablo. Tratemos de mejorar la Iglesia haciéndonos más buenos nosotros. Cada uno de nosotros y toda la Iglesia podría recitar la oración que yo tengo costumbre de decir: “Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas”.
Debo decir también una palabra a nuestros queridos enfermos, que veo aquí.
Lo sabéis, Jesús lo ha dicho: me escondo tras ellos; lo que a ellos se hace, a mí se me hace. Por tanto, en sus personas veneramos al Señor mismo, y les deseamos que el Señor esté cerca de ellos, les ayude y los sostenga.
A la derecha, en cambio, están los recién casados. Han recibido un gran sacramento; deseémosles que el sacramento recibido sea de verdad portador no sólo de bienes materiales, sino más aún de gracias espirituales. El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, que solía decir: “¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!” Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: « ¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa! ». Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; «Venga, venga, padre, —le dijo— yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene usted, me revuelve las cartas en la mesa, y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento!».
Con estos deseos, damos la enhorabuena a estos queridos recién casados; ¡que Dios los bendiga!
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Palabras pronunciadas en la AUDIENCIA GENERAL del Miércoles 13 de septiembre de 1978
A tí, que buscas a Dios / Autor: Jaume Boada Rafi O .P.
Hermano: pon en descanso tu propio corazón.
Tú, que buscas a Dios; tú, que sientes en tu alma el deseo de orar; tú, que percibes la voz del Señor que te invita a un encuentro profundo con Él, no desoigas su voz. Ten la serenidad y la disponibilidad necesarias para "perder tu tiempo" con Dios. Renuncia por un momento a tu actividad. Deja este ritmo de vida marcado, inexorablemente, por las agujas del reloj.
Vive tu tiempo para Dios como "un tiempo fuera del tiempo".
Está atento. No duermas, pero tampoco tengas prisa.
Piensa en ti. Busca recrear tu propio interior. No creas que esta actitud es egoísta.
Las personas que comparten tu vida no sólo necesitan de ti, o de tu servicio, o de tu disponibilidad. Esperan que tú les puedas decir con tu vida una palabra que nazca de dentro, una palabra del alma, una palabra que suene a silencio.
No vivas en actitud prescindente o alienada. Piensa que es necesario que renueves tu interioridad.
Para ello, dile al Señor un sí muy grande, muy sincero. Estás dispuesto a encontrarte con Él. Después, en la vida, tendrás que ser su testigo.
Ten en cuenta que en estos días te asediará la tentación de la actividad o de las prisas. Te molestará el recuerdo de las cosas que aún tienes por hacer. No te dejes vencer por estas preocupaciones. Ahora tienes un tiempo para renovarte a fondo, haciendo nuevo tu corazón, más disponible para amar y para darse.
Llora, sí, llora por ti. Reconoce tus pecados y, con ellos, el gran pecado de la superficialidad. Llora por tus egoísmos.
Deja a un lado el planteamiento activista de tu vida, la eficiencia, el "hacer por hacer" a cualquier precio, olvidando, incluso, lo más necesario, olvidando que eres tú y el Señor quienes hacen el camino.
Valora tu tiempo como un tiempo de Dios y para El. Busca hacer de tu vida una ofrenda de alabanza y de adoración al Padre por amor.
Pero, para ello, no puedes ignorar y desconocer la realidad del Señor vivo y presente en tu propio corazón, que llama sin cesar a la puerta de tu alma: "Estoy a la puerta y llamo -dice el Señor-. Si alguien me abre, cenaré con él y él conmigo".
Vive siempre en Dios, plenamente arraigado en la vida y, desde ella, aprende a orar la Palabra. Aprende a orar la Palabra, es la Palabra del Señor, tu Dios, tu Señor, tu Amor, tu Vida. Y para ello, busca sin cesar caminos de oración en tu vida. Buscar es amar y amar es buscar, el Espíritu Santo guía tu ruta. Escúchalo.
Mete a Dios en tu vida. Libérate para conseguirlo de todas aquellas ataduras que te dificultan el camino para descender a tu propio corazón.
No dudes en guardar en tu vida espacios reservados a la soledad y al silencio. Este es un tiempo privilegiado para ello.
En la soledad y en el silencio comprenderás la verdad de las palabras de Guillermo de Saint-Thierry: "El que vive en Dios nunca se siente menos solo que cuando está solo". Y Esto es así porque saborea su felicidad. Entonces es dueño de sí mismo, porque disfruta de Dios en él y de él en Dios.
Ama la soledad, donde el Señor te hablará al corazón para recordar su amor primero. Allí te capacitarás para acoger la Palabra, para orarla en tu vida.
"Una palabra habló el Padre -dice San Juan de la Cruz-, que fue su Hijo". Y esta Palabra siempre habla en el eterno silencio. Y en silencio ha de ser oída del alma.
Reconoce que caminar por la ruta del corazón te exigirá subir a la montaña y al desierto con el Señor para orar y para ser tentado, para ser probado.
El Espíritu te conducirá hacia el Monte Sinaí para reconocer la trascendencia de Dios y la inmensidad inabarcable de su misterio.
Pero también tendrás que subir a la montaña, donde podrás contemplar el rostro transfigurado y luminoso del Señor. Recuerda, sin embargo, que para los discípulos predilectos de Jesús, fue una visión fugaz, como para darles a entender que "más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor &endash;dice, de nuevo, San Juan de la Cruz-, que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener".
No dudes en mantener tu fidelidad al camino que has emprendido cuando la oscuridad o el desconcierto se adueñen de tu alma. Ten fe. Él te ha llamado. Vive con amor tu andar, pues no consiste el amor en sentir mucho, sino en experimentar gran desnudez y sufrimiento por alcanzar a contemplar el rostro del Señor a quien amas. Él te ha hecho caminar en el deseo de contemplar su rostro.
Que puedas decir, en verdad, con el apóstol Pablo: "Para mí, vivir es Cristo", ya que, en encontrar esta vida has puesto tu empeño y tu vocación consagrada.
Conduce también tu corazón al Monte de los Olivos, que es el lugar donde aprenderás a vivir amorosamente y en cruz la voluntad del Padre. Desde este Monte verás ya el Calvario, el lugar de la Cruz.
No temas la Cruz, no la rehuyas. Para que tu alma pueda encontrarse cara a cara con el rostro del Señor, tendrás que poder decir, como Pablo, el apóstol a los Gálatas: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mí".
También subirás al Monte de las Bienaventuranzas. Escucharás en tu alma las palabras de Jesús. Te encontrarás, cara a cara, con la Palabra, el Verbo. El Señor Jesús, que te dice con fuerza: "Ten la alegría que yo tengo, la alegría plena. Sé feliz. Bienaventurados los pobres de alma. Bienaventurados los limpios de corazón. Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia. Bienaventurados… bienaventurados…".
Abandónate, para ello, al querer de Dios, aunque sea muchas veces un querer de Cruz.
"No te canses, que no entrarás en el sabor y la suavidad del Espíritu -dice Juan de la Cruz-, si no te dieres a la mortificación de todo esto que quieres".
Que tu alimento sea el evangelio, y tu apoyo el libro de los Salmos, oración de la vida y de la fe.
Canta a la vida con gozo, pues el Señor está en ti, Salvador y Rey. Sí, Él se hará más cercano cuando más atrás dejes tu propio camino y vayas realizando lo que Él quiere para ti.
Conviértete en hombre nuevo creado a imagen y semejanza de Dios. Para ello reconoce tu pecado y canta su misericordia que no tiene fin.
Ábrete a la misericordia y déjate salvar por el amor.
Confía tu oración al viento del Espíritu. Reconoce para ello tu pobreza. Que la humildad, la pequeñez de alma te haga libre. Acéptate con tus pobrezas y con tus limitaciones. Haz como el niño que se deja llevar por la mano amorosa del Padre.
Busca la comunión interior en la paz contigo mismo, en la serenidad y docilidad con la que aceptas las manifestaciones de Dios, y en la caridad, el amor fraterno que es tu norma de vida entre los hermanos. Sé para todos ellos, sacramento del encuentro de todos con el Señor. Ámalos y acéptalos en tu vida.
No hagas tu camino en solitario. Vive en comunión con los que comparten tu vida. La soledad en la que haces tu camino hacia el corazón, hacia el encuentro con Dios, ha de ser una soledad en comunión.
Mira, desde la perspectiva que te ofrece el camino esencial de tu búsqueda de Dios, el rostro nuevo que adquieren los hermanos. Reconoce en los más pequeños y pobres, en los que más sufren, el rostro de Cristo herido.
No dudes en pasar del amor a la soledad contemplativa, al encuentro de comunión con los hermanos. Hazte presente en ellos y hazlos presente en este tiempo de silencio. Son siempre parte esencial de tu camino de encuentro con Dios.
Descubre las manos que se tienden ante ti pidiendo tu ayuda, tu pan, tu consuelo. No llegarás al templo de Dios si pasas de largo ante el hermano herido en el camino. Recuerda la parábola del Buen Samaritano.
Vive el amor con libertad. No te ates, no condiciones tu vida con una manera de amar que te aparte del camino. Aprende a amar y a escuchar, pero ama si ilusiones, ama a tus hermanos tal y como son. Que no te limite el amor si los encuentras manchados por el polvo de la vida o el sudor y las lágrimas del dolor.
Ten un corazón bueno y se testigo de la ternura de Dios.
Siéntate en la mesa de comunión que es la Trinidad Santa que habita en tu alma. Ella está en ti, hace camino contigo. Es una fiesta de comunión.
Encuéntrate con el rostro de Cristo grabado en la cruz. Vive con intensidad su presencia sacramental en el Sagrario. El Maestro está aquí y te espera.
Reconocerás, a lo largo de tu ruta, que lo que más buscas y deseas ya está en ti.
Vive la comunión con la presencia divina de la gracia que está en lo más profundo de tu ser y haz como María: sé dócil a la obra de Dios en ti. Magnifica la grandeza de su amor con la misma verdad con la que reconoces tus límites.
Acoge al Espíritu Santo. Guarda en ti la Palabra, vive en Cristo y, como María, canta su misericordia sin fin.
Tú, que buscas a Dios; tú, que sientes en tu alma el deseo de orar; tú, que percibes la voz del Señor que te invita a un encuentro profundo con Él, no desoigas su voz. Ten la serenidad y la disponibilidad necesarias para "perder tu tiempo" con Dios. Renuncia por un momento a tu actividad. Deja este ritmo de vida marcado, inexorablemente, por las agujas del reloj.
Vive tu tiempo para Dios como "un tiempo fuera del tiempo".
Está atento. No duermas, pero tampoco tengas prisa.
Piensa en ti. Busca recrear tu propio interior. No creas que esta actitud es egoísta.
Las personas que comparten tu vida no sólo necesitan de ti, o de tu servicio, o de tu disponibilidad. Esperan que tú les puedas decir con tu vida una palabra que nazca de dentro, una palabra del alma, una palabra que suene a silencio.
No vivas en actitud prescindente o alienada. Piensa que es necesario que renueves tu interioridad.
Para ello, dile al Señor un sí muy grande, muy sincero. Estás dispuesto a encontrarte con Él. Después, en la vida, tendrás que ser su testigo.
Ten en cuenta que en estos días te asediará la tentación de la actividad o de las prisas. Te molestará el recuerdo de las cosas que aún tienes por hacer. No te dejes vencer por estas preocupaciones. Ahora tienes un tiempo para renovarte a fondo, haciendo nuevo tu corazón, más disponible para amar y para darse.
Llora, sí, llora por ti. Reconoce tus pecados y, con ellos, el gran pecado de la superficialidad. Llora por tus egoísmos.
Deja a un lado el planteamiento activista de tu vida, la eficiencia, el "hacer por hacer" a cualquier precio, olvidando, incluso, lo más necesario, olvidando que eres tú y el Señor quienes hacen el camino.
Valora tu tiempo como un tiempo de Dios y para El. Busca hacer de tu vida una ofrenda de alabanza y de adoración al Padre por amor.
Pero, para ello, no puedes ignorar y desconocer la realidad del Señor vivo y presente en tu propio corazón, que llama sin cesar a la puerta de tu alma: "Estoy a la puerta y llamo -dice el Señor-. Si alguien me abre, cenaré con él y él conmigo".
Vive siempre en Dios, plenamente arraigado en la vida y, desde ella, aprende a orar la Palabra. Aprende a orar la Palabra, es la Palabra del Señor, tu Dios, tu Señor, tu Amor, tu Vida. Y para ello, busca sin cesar caminos de oración en tu vida. Buscar es amar y amar es buscar, el Espíritu Santo guía tu ruta. Escúchalo.
Mete a Dios en tu vida. Libérate para conseguirlo de todas aquellas ataduras que te dificultan el camino para descender a tu propio corazón.
No dudes en guardar en tu vida espacios reservados a la soledad y al silencio. Este es un tiempo privilegiado para ello.
En la soledad y en el silencio comprenderás la verdad de las palabras de Guillermo de Saint-Thierry: "El que vive en Dios nunca se siente menos solo que cuando está solo". Y Esto es así porque saborea su felicidad. Entonces es dueño de sí mismo, porque disfruta de Dios en él y de él en Dios.
Ama la soledad, donde el Señor te hablará al corazón para recordar su amor primero. Allí te capacitarás para acoger la Palabra, para orarla en tu vida.
"Una palabra habló el Padre -dice San Juan de la Cruz-, que fue su Hijo". Y esta Palabra siempre habla en el eterno silencio. Y en silencio ha de ser oída del alma.
Reconoce que caminar por la ruta del corazón te exigirá subir a la montaña y al desierto con el Señor para orar y para ser tentado, para ser probado.
El Espíritu te conducirá hacia el Monte Sinaí para reconocer la trascendencia de Dios y la inmensidad inabarcable de su misterio.
Pero también tendrás que subir a la montaña, donde podrás contemplar el rostro transfigurado y luminoso del Señor. Recuerda, sin embargo, que para los discípulos predilectos de Jesús, fue una visión fugaz, como para darles a entender que "más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor &endash;dice, de nuevo, San Juan de la Cruz-, que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener".
No dudes en mantener tu fidelidad al camino que has emprendido cuando la oscuridad o el desconcierto se adueñen de tu alma. Ten fe. Él te ha llamado. Vive con amor tu andar, pues no consiste el amor en sentir mucho, sino en experimentar gran desnudez y sufrimiento por alcanzar a contemplar el rostro del Señor a quien amas. Él te ha hecho caminar en el deseo de contemplar su rostro.
Que puedas decir, en verdad, con el apóstol Pablo: "Para mí, vivir es Cristo", ya que, en encontrar esta vida has puesto tu empeño y tu vocación consagrada.
Conduce también tu corazón al Monte de los Olivos, que es el lugar donde aprenderás a vivir amorosamente y en cruz la voluntad del Padre. Desde este Monte verás ya el Calvario, el lugar de la Cruz.
No temas la Cruz, no la rehuyas. Para que tu alma pueda encontrarse cara a cara con el rostro del Señor, tendrás que poder decir, como Pablo, el apóstol a los Gálatas: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mí".
También subirás al Monte de las Bienaventuranzas. Escucharás en tu alma las palabras de Jesús. Te encontrarás, cara a cara, con la Palabra, el Verbo. El Señor Jesús, que te dice con fuerza: "Ten la alegría que yo tengo, la alegría plena. Sé feliz. Bienaventurados los pobres de alma. Bienaventurados los limpios de corazón. Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia. Bienaventurados… bienaventurados…".
Abandónate, para ello, al querer de Dios, aunque sea muchas veces un querer de Cruz.
"No te canses, que no entrarás en el sabor y la suavidad del Espíritu -dice Juan de la Cruz-, si no te dieres a la mortificación de todo esto que quieres".
Que tu alimento sea el evangelio, y tu apoyo el libro de los Salmos, oración de la vida y de la fe.
Canta a la vida con gozo, pues el Señor está en ti, Salvador y Rey. Sí, Él se hará más cercano cuando más atrás dejes tu propio camino y vayas realizando lo que Él quiere para ti.
Conviértete en hombre nuevo creado a imagen y semejanza de Dios. Para ello reconoce tu pecado y canta su misericordia que no tiene fin.
Ábrete a la misericordia y déjate salvar por el amor.
Confía tu oración al viento del Espíritu. Reconoce para ello tu pobreza. Que la humildad, la pequeñez de alma te haga libre. Acéptate con tus pobrezas y con tus limitaciones. Haz como el niño que se deja llevar por la mano amorosa del Padre.
Busca la comunión interior en la paz contigo mismo, en la serenidad y docilidad con la que aceptas las manifestaciones de Dios, y en la caridad, el amor fraterno que es tu norma de vida entre los hermanos. Sé para todos ellos, sacramento del encuentro de todos con el Señor. Ámalos y acéptalos en tu vida.
No hagas tu camino en solitario. Vive en comunión con los que comparten tu vida. La soledad en la que haces tu camino hacia el corazón, hacia el encuentro con Dios, ha de ser una soledad en comunión.
Mira, desde la perspectiva que te ofrece el camino esencial de tu búsqueda de Dios, el rostro nuevo que adquieren los hermanos. Reconoce en los más pequeños y pobres, en los que más sufren, el rostro de Cristo herido.
No dudes en pasar del amor a la soledad contemplativa, al encuentro de comunión con los hermanos. Hazte presente en ellos y hazlos presente en este tiempo de silencio. Son siempre parte esencial de tu camino de encuentro con Dios.
Descubre las manos que se tienden ante ti pidiendo tu ayuda, tu pan, tu consuelo. No llegarás al templo de Dios si pasas de largo ante el hermano herido en el camino. Recuerda la parábola del Buen Samaritano.
Vive el amor con libertad. No te ates, no condiciones tu vida con una manera de amar que te aparte del camino. Aprende a amar y a escuchar, pero ama si ilusiones, ama a tus hermanos tal y como son. Que no te limite el amor si los encuentras manchados por el polvo de la vida o el sudor y las lágrimas del dolor.
Ten un corazón bueno y se testigo de la ternura de Dios.
Siéntate en la mesa de comunión que es la Trinidad Santa que habita en tu alma. Ella está en ti, hace camino contigo. Es una fiesta de comunión.
Encuéntrate con el rostro de Cristo grabado en la cruz. Vive con intensidad su presencia sacramental en el Sagrario. El Maestro está aquí y te espera.
Reconocerás, a lo largo de tu ruta, que lo que más buscas y deseas ya está en ti.
Vive la comunión con la presencia divina de la gracia que está en lo más profundo de tu ser y haz como María: sé dócil a la obra de Dios en ti. Magnifica la grandeza de su amor con la misma verdad con la que reconoces tus límites.
Acoge al Espíritu Santo. Guarda en ti la Palabra, vive en Cristo y, como María, canta su misericordia sin fin.
Debemos conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento / Autora: Santa Margarita María Alacoque
Pienso que aquel gran deseo de nuestro Señor de que su Sagrado Corazón sea honrado con un culto especial tiende a que se renueven en nuestras almas los efectos de la redención. El Sagrado Corazón , en efecto, es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes, para que estén libres y dispuestos a gastar la propia vida según su beneplácito.
De este divino Corazón manan sin cesar tres arroyos: el primero es el de la misericordia para con los pecadores, sobre los cuales vierte el espíritu de contrición y de penitencia; el segundo es el de la caridad, en provecho de todos los que aspiran a la perfección, para que encuentren la ayuda necesaria para superar sus dificultades; del tercer arroyo manan el amor y la luz para sus amigos ya perfectos, a los que quiere unir consigo para comunicarles su sabiduría y sus preceptos, a fin de que ellos a su vez, cada cual a su manera, se entreguen totalmente a promover su gloria.
Este Corazón divino es un abismo de todos los bienes, en el que todos los pobres necesitan sumergir sus indigencias: es un abismo de gozo, en el que hay que sumergir todas nuestras tristezas, es un abismo de humildad contra nuestra ineptitud, es un abismo de misericordia para los desdichados y es un abismo de amor, en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia.
Conviene, pues, que os unáis al Corazón de nuestro Señor Jesucristo en el co0mienao de la conversión, para alcanzar la disponibilidad necesaria y , al fin de la misma para que la llevéis a término. ¿No aprovecháis en lo oración? Bastará con que ofrezcáis a Dios las plegarias que el Salvador profiere en lugar nuestro en el sacramento del altar, ofreciendo su fervor en reparación de vuestra tibieza; y , cuando os dispongáis a hacer alguna cosa, orad así: "Dios mío, hago o sufro tal cosa en el Corazón de tu Hijo y según sus santos designios, y os lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras." Y así en todas las circunstancias de la vida. Y, siempre que os suceda algo penoso, aflictivo, injurioso decíos a vosotros mismos: "Acepta lo que te manda el Sagrado Corazón de Jesucristo para unirte a sí".
Por encima de todo, conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla, nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del Corazón divino en lugar de la nuestra, de manera que sea ella la que haga en lugar nuestro todo lo que contribuye a su gloria, y nosotros, llenos de gozo, nos sometamos a él y confiemos en él totalmente.
De este divino Corazón manan sin cesar tres arroyos: el primero es el de la misericordia para con los pecadores, sobre los cuales vierte el espíritu de contrición y de penitencia; el segundo es el de la caridad, en provecho de todos los que aspiran a la perfección, para que encuentren la ayuda necesaria para superar sus dificultades; del tercer arroyo manan el amor y la luz para sus amigos ya perfectos, a los que quiere unir consigo para comunicarles su sabiduría y sus preceptos, a fin de que ellos a su vez, cada cual a su manera, se entreguen totalmente a promover su gloria.
Este Corazón divino es un abismo de todos los bienes, en el que todos los pobres necesitan sumergir sus indigencias: es un abismo de gozo, en el que hay que sumergir todas nuestras tristezas, es un abismo de humildad contra nuestra ineptitud, es un abismo de misericordia para los desdichados y es un abismo de amor, en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia.
Conviene, pues, que os unáis al Corazón de nuestro Señor Jesucristo en el co0mienao de la conversión, para alcanzar la disponibilidad necesaria y , al fin de la misma para que la llevéis a término. ¿No aprovecháis en lo oración? Bastará con que ofrezcáis a Dios las plegarias que el Salvador profiere en lugar nuestro en el sacramento del altar, ofreciendo su fervor en reparación de vuestra tibieza; y , cuando os dispongáis a hacer alguna cosa, orad así: "Dios mío, hago o sufro tal cosa en el Corazón de tu Hijo y según sus santos designios, y os lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras." Y así en todas las circunstancias de la vida. Y, siempre que os suceda algo penoso, aflictivo, injurioso decíos a vosotros mismos: "Acepta lo que te manda el Sagrado Corazón de Jesucristo para unirte a sí".
Por encima de todo, conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla, nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del Corazón divino en lugar de la nuestra, de manera que sea ella la que haga en lugar nuestro todo lo que contribuye a su gloria, y nosotros, llenos de gozo, nos sometamos a él y confiemos en él totalmente.
16 de octubre: Santa Margarita María Alacoque
Digamos de vez en cuando las dos oraciones tan queridas para los devotos del Sagrado Corazón: "Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo"."Sagrado Corazón de Jesús. En voz confío".
Margarita nace el 22 de julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour en Francia.
Su padre Claudio Alacoque, juez y notario. La mamá Filiberta Lamyn. Los hijos son cinco. La menor es Margarita. El párroco, Antonio Alacoque, tío suyo, la bautiza a los tres días de nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón. Y le concedió otro gran favor: un gran horror al pecado, de manera que aun la más pequeña falta le resultaba insoportable.
Dice que siendo todavía una niña, un día en la elevación de la Santa Hostia en la Misa le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y casta. Voto de castidad.
Aprendió a rezar el rosario y lo recitaba con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola de muchos peligros.
La llevan al colegio de las Clarisas y a los nueve años hace La Primera Comunión. Dice "Desde ese día el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos, que aunque como jovencita inexperta que era a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables. En cambio encontraba un gusto especial en la oración".
Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años. Pero al fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción, y poco después Nuestra Señora le concedió la salud.
Era muy joven cuando quedó huérfana de padre, y entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se vinieron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus cinco niños se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y lloraba. La regañaban continuamente.
En medio de tantas penas le pareció que Nuestro Señor le decía que deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino Maestro que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y muerte. En adelante a ella no sólo no le disgusta que le lleguen penas y dolores sino que acepta todo esto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente.
Lo que más la hacía sufrir era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre. Pero le insistía en que ofrecieran todo esto por amor de Dios. Una vez la mamá se enfermó tan gravemente de erisipela que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación. Margarita se fue entonces a asistir a una Santa Misa por la salud de la enferma y al volver encontró que la mamá había empezado a curar de manera admirable e inexplicable.
Lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando iba al templo siempre se colocaba lo más cercana posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.
A los 18 años por deseo de sus familiares empezó a arreglarse esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero estos pasatiempos mundanales le dejaban en el alma una profunda tristeza. Su corazón deseaba dedicarse a la oración y a la soledad. Pero la familia le prohibía todo esto.
El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría que devolverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó este engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y defendería.
Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: "Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura". Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.
En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le=Monial. Una de sus compañeras de noviciado dejó escrito: "Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna, y demostraba una gran paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente".
La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada. La superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca daba la menor muestra de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.
El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní.
De pronto se abrió el sagrario donde están las hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto su Sagrado Corazón, rodeado de llamas y con una corona de espinas encima, y una herida. Jesús señalando su corazón con la mano le dijo: "He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme". Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor.
Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo. Le pidió que se celebrara la Fiesta del Sagrado Corazón cada año el Viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).
El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción. Por ejemplo "Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón. Daré paz a las familias. A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos. Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen", etc.
Margarita le decía al Sagrado Corazón: "¿Por qué no elige a otra que sea santa, para que propague estos mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios". Jesús le dijo: "Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias, para que aparezca más mi poder. Y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón". Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios que sentía en su corazón (¡Ojalá Dios nos diera a nosotros una chispita de esas!)
Nuestro Señor le decía: "No hagas nada sin permiso de las superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes".
Margarita enfermó gravemente. La superiora le dijo: "Creeré que sí son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación". Ella le pidió al Sagrado Corazón que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor.
Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombiere y este hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.
Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en Él, en ofrecer oraciones y sufrimientos y misas y comuniones para desagraviarlo, y en honrar su santa imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad. Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción al Corazón de Jesús las personas se volvían mucho más fervorosas.
El Corazón de Jesús le dijo: "Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí".
Antes de morir obtuvo que en su comunidad se celebrara por primera vez la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
El 17 de octubre de 1690 murió llena de alegría porque podía ir a estar para siempre en el cielo al lado de su amadísimo Señor Jesús, cuyo Corazón había enseñado ella a amar tanto en este mundo.
El café / Autor: Rafael Molina Morillo
Un grupo de ex estudiantes, ya muy establecidos en sus carreras, se reunió para visitar a su viejo profesor de la universidad. Una vez en casa del maestro, la conversación se concentró en quejas sobre el estrés en el trabajo y la vida.
Al ofrecerles café a sus visitas, el profesor fue a la cocina y regresó con un termo de café y una variedad de tazas - de porcelana, plástico, vidrio, cristal, algunas comunes, algunas caras, algunas exquisitas - y les pidió que se sirvieran el café caliente.
Cuando todos los estudiantes tenían su taza en mano, el profesor dijo: "Si se han fijado, todas las tazas bonitas y caras han sido tomadas, dejando atrás las comunes y baratas. Aunque es normal que quieran sólo lo mejor para ustedes, ése es el origen de sus problemas y estrés. Lo que en realidad querían era café, no la taza, pero conscientemente tomaron las mejores tazas y las estuvieron comparando con las tazas de los demás".
"Fíjense bien -prosiguió-:La Vida es el café, pero sus trabajos, el dinero y su posición social son las tazas. Las tazas son sólo herramientas para sostener y contener Vida, pero la calidad de la vida no cambia".
"A veces -concluyó-, al concentrarnos sólo en la taza, dejamos de disfrutar el café que hay en ella. Por lo tanto, no dejes que la taza te guíe... mejor goza el café".
Al ofrecerles café a sus visitas, el profesor fue a la cocina y regresó con un termo de café y una variedad de tazas - de porcelana, plástico, vidrio, cristal, algunas comunes, algunas caras, algunas exquisitas - y les pidió que se sirvieran el café caliente.
Cuando todos los estudiantes tenían su taza en mano, el profesor dijo: "Si se han fijado, todas las tazas bonitas y caras han sido tomadas, dejando atrás las comunes y baratas. Aunque es normal que quieran sólo lo mejor para ustedes, ése es el origen de sus problemas y estrés. Lo que en realidad querían era café, no la taza, pero conscientemente tomaron las mejores tazas y las estuvieron comparando con las tazas de los demás".
"Fíjense bien -prosiguió-:La Vida es el café, pero sus trabajos, el dinero y su posición social son las tazas. Las tazas son sólo herramientas para sostener y contener Vida, pero la calidad de la vida no cambia".
"A veces -concluyó-, al concentrarnos sólo en la taza, dejamos de disfrutar el café que hay en ella. Por lo tanto, no dejes que la taza te guíe... mejor goza el café".
Como una flor exótica / Autor: P Sergio Córdova LC
Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado». Lucas 17, 11-19
Un muchacho pobre vendía mercancías de puerta en puerta para pagar su escuela. Y resultó que un día, después de una jornada entera de trabajo, se encontró con los bolsillos y el estómago vacíos. Rendido por la fatiga, decidió pedir comida en la siguiente casa que tocara. Pero sus nervios lo traicionaron cuando una linda jovencita salió a abrirle la puerta. Sólo fue capaz de pedirle un poco de agua. La chica miró su aspecto. Parecía hambriento. Y, en vez de agua, le trajo un gran vaso de leche. Él lo bebió despacio, y después le preguntó: “¿Cuánto le debo, señorita?”. “No me debes nada –contestó ella—. Mi madre siempre nos ha enseñado a no aceptar nunca un pago por una caridad”. El joven le dijo: “Entonces, te lo agradezco de todo corazón”. Cuando el joven se fue de la casa, se sintió un poco reestablecido físicamente y, sobre todo, notó que había aumentado su fe en Dios y en la bondad de los hombres. Había estado a punto de rendirse y de abandonarlo todo. Este joven se llamaba Howard Kelly.
Años después, la muchacha enfermó gravemente. Los doctores del lugar estaban confundidos porque se trataba de una enfermedad bastante rara, y decidieron mandarla a la capital para que la vieran los mejores especialistas. Uno de los médicos que la atendió se interesó mucho del caso y prometió hacer todo lo posible para salvar su vida. Después de una larga lucha contra la enfermedad, por fin, ganó la batalla.
El doctor pidió a la administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. Y después le envió la cuenta a la enferma. La chica tenía mucho miedo abrirla porque sabía que las consultas, intervenciones quirúrgicas y medicinas de su tratamiento habían sido sumamente costosas, y ella no tenía aquella cantidad. Sólo con las ganancias del resto de su vida podría pagar todos aquellos gastos. Finalmente dio un hondo suspiro y abrió el sobre. La factura decía: “Totalmente pagado desde hace muchos años... con un vaso de leche. Firmado: Dr. Howard Kelly”. Lágrimas de alegría inundaron los ojos de la muchacha y, con el corazón rebosante de felicidad, dio gracias a Dios y al doctor Kelly por tanta caridad y benevolencia.
Conmovedora historia, que nos habla de la bondad de esos dos jóvenes. Pero también de la grandeza de la gratitud. No hubiese sido posible ese milagro sin una sincera gratitud en el corazón de estas personas.
La gratitud no es sólo un gesto de cortesía y de buena educación en las relaciones sociales. No consiste sólo en decir “gracias”, de labios para afuera, a quienes nos han hecho un favor o nos han prestado un buen servicio. La verdadera gratitud es una virtud humana y cristiana sumamente hermosa, que brota desde lo más profundo del corazón. Es la respuesta de las personas nobles ante los beneficios que reciben, porque saben que no se merecen ese servicio de que han sido objeto; reconocen la gratuidad de las atenciones de los demás y se sienten deudoras, desde el fondo de su alma, hacia aquellos que les han mostrado su bondad y benevolencia. Están convencidas de que, si las han ayudado, es por la bondad de esas personas y no porque ellos se lo merecen. Por eso, la gratitud, si es sincera y auténtica, va siempre acompañada de una grandísima humildad y sencillez interior, y sólo se da en las almas grandes y generosas. Por eso es tan admirable encontrarse con una persona verdaderamente agradecida.
Pero, precisamente por eso, también es una virtud muy rara. Alguien ha dicho que la gratitud es como una hermosa flor exótica, como el lirio que florece en los pantanos, y que es capaz de nacer en medio de un muladar. O como esas bellas orquídeas, que brotan en la soledad de los bosques tropicales.
Nuestro Señor también se sorprendió ante la ingratitud de los hombres y se maravilló al constatar que muy pocos saben ser agradecidos. El Evangelio de hoy nos cuenta la historia de los diez leprosos que fueron curados por Jesús. De los diez que recibieron la gracia prodigiosa de su curación, sólo volvió uno a darle las gracias. “¿No eran diez los curados? –preguntó extrañado nuestro Señor—. Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”. Los otros nueve, que pertenecían al “pueblo escogido”, tal vez consideraron que se les debía aquel favor, y no supieron reconocerlo como un don gratuito de parte de Jesús. O fue tan grande su despiste y su descuido que no se acordaron luego de venir a dar las gracias, como aquel samaritano.
Realmente, para ser agradecidos, necesitamos ser humildes. “Uno de ellos –nos narra el evangelista— viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias”. Una persona orgullosa o autosuficiente es incapaz de estos gestos de reconocimiento. Sólo quien se siente indigno de tan gran beneficio, puede también sentirse deudor, y dar gracias a Dios por tamaña bondad y misericordia.
¿Somos nosotros personas agradecidas? ¿Sabemos reconocer y dar gracias a Dios nuestro Señor, desde lo más profundo de nuestro corazón, todos los dones y beneficios que nos concede a cada rato? ¿Estamos de verdad convencidos de que no merecemos tanta bondad de parte de Dios, y que todo lo que tenemos es sólo porque Él es inmensamente generoso con nosotros? ¡Cuántas veces sucede que, en vez de darle gracias por lo que tenemos, nos quejamos por aquello de lo que carecemos! O, en lugar de sentirnos inmensamente felices por lo que nos regala, nos quejamos amargamente porque debería concedernos también otras cosas.
Yo no creo que actuamos así por malicia. Lo que pasa es que somos a veces tan descuidados en nuestro trato con Dios que, en vez de valorar y de agradecer sus dones, nos comportamos como hijos caprichosos, pensando que todo se nos debe por nuestra cara bonita. “Todo es gracia” –nos dice san Pablo— y no se debe nada a nuestros méritos. Si Dios nos diera sólo aquello que se nos debe en justicia, seríamos unos pobres desgraciados y unos pordioseros toda la vida.
Ojalá que de hoy en adelante seamos más agradecidos con Dios nuestro Señor y con todas aquellas personas que nos hacen algún favor. Pero conscientes de que la gratitud, si es genuina, nos debe llevar también a compartir con los demás las cosas que Dios nos regala con tanta generosidad.
Nos dejó como herencia el buen humor / Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD
Estando Juan XXIII, de Nuncio en Paris, encontróse con el Rabino principal de Francia, también fornido, ante la puerta de un ascensor estrecho, en el que imposible cupiesen ambas humanidades.---“Despues de usted”-le dijo cortésmente el Rabino.
-“De ninguna manera -le contestó el Nuncio Roncalli- ¡Por favor, usted el primero!”.
Siguió el forcejeo de cortesías, hasta que lo resolvió Roncalli, con la mejor de sus sonrisas:
-“Es necesario que suba usted antes que yo, ya que siempre va delante el Antiguo Testamento, y sólo después, el Nuevo Testamento”.
Hay personas que están siempre de buen humor. Todo les cae bien, bendicen siempre, y sonríen; su sonrisa es acogedora y, de esta forma, todo les sonríe en la vida.
Juan XXIII era de espíritu abierto, afable, condescendiente, misericordioso y tolerante, dotado con un extraordinario sentido del humor. No se tomó a sí mismo demasiado en serio, a pesar de que su figura era bien pesada . Se reía de sus debilidades.
Observando un día una de sus fotos se dirigió a Monseñor Fulton Sheen, diciéndole. "El buen Dios, que ya sabía que yo iba a ser elegido Papa, ¿no pudo haberme hecho algo más fotogénico?.
Tenía una imagen positiva, se apreciaba , estaba satisfecho con todo lo que el Señor le había dado.
El Papa Bueno en todo y en todos descubría algo bueno.. Trataba de ver el lado bueno de las cosas, de los acontecimientos, y, sobre todo, de las personas. Se preocupaba de una forma especial de la gente humilde y por los que sufrían . Visitaba los enfermos, los presos. Se acercaba a los obreros del Vaticano, con ellos compartía y tomaba un trago de vino.
Jamás tomó demasiado en serio los problemas, ni el mismo cargo de Papa. Una vez le manifestó un obispo que la carga de su nueva responsabilidad le producía insomnio, el Papa le contestó :"Eso mismo me ocurría a mi durante las primeras semanas de mi pontificado. Hasta que un día se apareció en mi aposento mi ángel custodio y me dijo:"Giovanni, no te consideres tan importante". Y yo comprendí. Desde entonces duermo perfectamente todas las noches".
Vivía en paz y estas fueron sus palabras al recibir el Premio Balzan por la Paz:" Os lo decimos con toda sencillez, como lo pensamos: ninguna circunstancia, ningún acontecimiento, por honroso que sea para nuestra humilde persona, puede exaltarnos ni turbar la tranquilidad de nuestra alma".
"Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre", decía san Francisco de Sales. Angelo Giuseppe Roncalli, nuestro Papa Bueno, sembró alegría y buen humor por donde pasó. Así consiguió abrir una ventana de aire puro donde pudiera entrar libremente el Espíritu y poder renovar desde lo más profundo la Iglesia a la que tanto amó. Su alegría y su buen humor nos lo dejó en herencia.
-“De ninguna manera -le contestó el Nuncio Roncalli- ¡Por favor, usted el primero!”.
Siguió el forcejeo de cortesías, hasta que lo resolvió Roncalli, con la mejor de sus sonrisas:
-“Es necesario que suba usted antes que yo, ya que siempre va delante el Antiguo Testamento, y sólo después, el Nuevo Testamento”.
Hay personas que están siempre de buen humor. Todo les cae bien, bendicen siempre, y sonríen; su sonrisa es acogedora y, de esta forma, todo les sonríe en la vida.
Juan XXIII era de espíritu abierto, afable, condescendiente, misericordioso y tolerante, dotado con un extraordinario sentido del humor. No se tomó a sí mismo demasiado en serio, a pesar de que su figura era bien pesada . Se reía de sus debilidades.
Observando un día una de sus fotos se dirigió a Monseñor Fulton Sheen, diciéndole. "El buen Dios, que ya sabía que yo iba a ser elegido Papa, ¿no pudo haberme hecho algo más fotogénico?.
Tenía una imagen positiva, se apreciaba , estaba satisfecho con todo lo que el Señor le había dado.
El Papa Bueno en todo y en todos descubría algo bueno.. Trataba de ver el lado bueno de las cosas, de los acontecimientos, y, sobre todo, de las personas. Se preocupaba de una forma especial de la gente humilde y por los que sufrían . Visitaba los enfermos, los presos. Se acercaba a los obreros del Vaticano, con ellos compartía y tomaba un trago de vino.
Jamás tomó demasiado en serio los problemas, ni el mismo cargo de Papa. Una vez le manifestó un obispo que la carga de su nueva responsabilidad le producía insomnio, el Papa le contestó :"Eso mismo me ocurría a mi durante las primeras semanas de mi pontificado. Hasta que un día se apareció en mi aposento mi ángel custodio y me dijo:"Giovanni, no te consideres tan importante". Y yo comprendí. Desde entonces duermo perfectamente todas las noches".
Vivía en paz y estas fueron sus palabras al recibir el Premio Balzan por la Paz:" Os lo decimos con toda sencillez, como lo pensamos: ninguna circunstancia, ningún acontecimiento, por honroso que sea para nuestra humilde persona, puede exaltarnos ni turbar la tranquilidad de nuestra alma".
"Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre", decía san Francisco de Sales. Angelo Giuseppe Roncalli, nuestro Papa Bueno, sembró alegría y buen humor por donde pasó. Así consiguió abrir una ventana de aire puro donde pudiera entrar libremente el Espíritu y poder renovar desde lo más profundo la Iglesia a la que tanto amó. Su alegría y su buen humor nos lo dejó en herencia.
Orar sin desfallecer / Autor: Guillermo Urbizu
Reflexionaba estos días, al hilo de aquellas palabras de uno de los muchos ciegos que deambulan por el Evangelio -“si quieres puedes curarme”-, sobre el poder de la oración. Un poder que nos acerca a la omnipotencia de Dios, pero sobre todo a Su intimidad. Hacer oración (con fe y con humildad) significa sumergir el alma en la cotidianidad del Espíritu Santo, en la sangre redentora de Cristo, en la misericordia infinita del Padre.
Tenemos al alcance de la mano la inspiración más poderosa si queremos ser felices. Porque orar es acceder a las confidencias del mismo Dios, descifrando Su Amor y Su Alegría, en natural conversación de hijos necesitados. Mostrándonos tal y como somos, exponiéndole dudas, sentimientos, llagas y miedos, o cada uno de los afectos que hacen posible el latido de nuestro extenuado corazón.
Pero nos falta tantas veces voluntad y constancia, piedad y confianza. Nos vemos arrastrados por el torbellino descabellado de la ofuscación mundana, sin tiempo ni ganas -eso pensamos- para las cosas de Dios. Y así nos va. ¿Ir a Misa? Uf, menudo compromiso. ¿Diez minutos de oración? Imposible, decimos, mientras miramos de soslayo el reloj. Y buscamos compensaciones en cualquier otra insustancial nimiedad.
Nos falta recogimiento y nos sobra cotilleo. Debemos pedir al Señor que sujete nuestras fantasías, que destierre de nuestra alma todo lo que no sea digno de Él. A pesar nuestro. Sé que es muy fácil escribirlo y no tanto vivirlo. Pero lo escribo a propósito (en primer lugar para aprender yo mismo). Nuestros caprichos asfixian nuestra fe, hacen demasiado ruido en nuestra vida. Tantas veces tan eufórica como vacía. ¿O no?
La oración es querer querer. Voluntad y amor. Querer ahondar en las almas, ir a la raíz de todo cuando nos sucede. No hay sabiduría mayor. Todo ello para que nuestro corazón sea cada vez más Suyo. Nada para nosotros, todo para Él. Sin Dios hasta las cosas buenas nos trastornan y nos hacen perder el norte. Y cada uno -si somos sinceros- tenemos constancia de ello. Porque nos diluimos en lo intrascendente y más trivial.
Es hora de recomenzar, de transformar el cansancio, el trabajo, las lágrimas y el dolor en el caudal de la más fértil oración. O lo que es lo mismo, en un trocito de Cielo. Y de esta forma conseguiremos que los hombres dejemos de cavilar con el corazón demacrado y el alma anestesiada por manías.
La oración todavía conserva el don de devolver la vista. Porque Jesús sigue pasando a nuestro lado, sonriendo, tendiéndonos la luz de Su voz. Lejos de ser un sortilegio o una fantasía.
Tenemos al alcance de la mano la inspiración más poderosa si queremos ser felices. Porque orar es acceder a las confidencias del mismo Dios, descifrando Su Amor y Su Alegría, en natural conversación de hijos necesitados. Mostrándonos tal y como somos, exponiéndole dudas, sentimientos, llagas y miedos, o cada uno de los afectos que hacen posible el latido de nuestro extenuado corazón.
Pero nos falta tantas veces voluntad y constancia, piedad y confianza. Nos vemos arrastrados por el torbellino descabellado de la ofuscación mundana, sin tiempo ni ganas -eso pensamos- para las cosas de Dios. Y así nos va. ¿Ir a Misa? Uf, menudo compromiso. ¿Diez minutos de oración? Imposible, decimos, mientras miramos de soslayo el reloj. Y buscamos compensaciones en cualquier otra insustancial nimiedad.
Nos falta recogimiento y nos sobra cotilleo. Debemos pedir al Señor que sujete nuestras fantasías, que destierre de nuestra alma todo lo que no sea digno de Él. A pesar nuestro. Sé que es muy fácil escribirlo y no tanto vivirlo. Pero lo escribo a propósito (en primer lugar para aprender yo mismo). Nuestros caprichos asfixian nuestra fe, hacen demasiado ruido en nuestra vida. Tantas veces tan eufórica como vacía. ¿O no?
La oración es querer querer. Voluntad y amor. Querer ahondar en las almas, ir a la raíz de todo cuando nos sucede. No hay sabiduría mayor. Todo ello para que nuestro corazón sea cada vez más Suyo. Nada para nosotros, todo para Él. Sin Dios hasta las cosas buenas nos trastornan y nos hacen perder el norte. Y cada uno -si somos sinceros- tenemos constancia de ello. Porque nos diluimos en lo intrascendente y más trivial.
Es hora de recomenzar, de transformar el cansancio, el trabajo, las lágrimas y el dolor en el caudal de la más fértil oración. O lo que es lo mismo, en un trocito de Cielo. Y de esta forma conseguiremos que los hombres dejemos de cavilar con el corazón demacrado y el alma anestesiada por manías.
La oración todavía conserva el don de devolver la vista. Porque Jesús sigue pasando a nuestro lado, sonriendo, tendiéndonos la luz de Su voz. Lejos de ser un sortilegio o una fantasía.
María nos defiende del maligno / Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R.
María nos defiende del poder del maligno, que siempre está al acecho para hacernos pecar y alejarnos de Dios. Y, en caso de pecar, Ella, como buena madre, nos busca y nos espera para presentarnos arrepentidos ante Jesús.
San Alfonso María de Ligorio cuenta en el libro Las Glorias de María la
famosa historia de Teófilo, escrita por Eutiquiano, patriarca de
Constantinopla, testigo ocular de esta historia y confirmada por san Pedro
Damián, san Bernardo, san Buenaventura y otros.
Era Teófilo arcediano de la Iglesia de Adana, ciudad de Cilicia, y tan
estimado por todos que el pueblo lo quería por obispo. Pero algunos
malévolos lo calumniaron y él concibió tal sentimiento contra ellos que
fue a buscar a un brujo para que, invocando a Satanás, hiciera daño a sus
adversarios. El brujo le dijo que primero debía él renegar de Jesús y
de María y ponerlo por escrito. Y Teófilo lo firmó con tal de conseguir
sus deseos de venganza.
Pero el obispo, al poco tiempo, dándose cuenta de que le habían
calumniado sin motivo, le pidió perdón y lo repuso en su puesto. Entonces,
Teófilo se dio cuenta de su gran error y con gran remordimiento empezó a
llorar amargamente. ¿Qué hacer? Se fue a una iglesia y, postrado ante
una imagen de la Virgen, le rogaba y le pedía perdón. Así estuvo cuarenta
días, hasta que una noche la Virgen se le apareció y le dijo:
- ¿Qué has hecho, Teófilo? ¿Has renegado de mí y de mi Hijo? ¿Has
vendido tu alma al diablo? Consuélate, pediré por ti.
Animado con esto, siguió rogando y llorando para obtener el perdón de
Dios. Al cabo de nueve días, se le volvió a aparecer la Virgen María y
le dijo:
- Dios te ha perdonado, sé fiel y agradecido.
Pero siguió pidiendo hasta conseguir que Dios hiciera aparecer el
escrito que había firmado, en el que renegaba de Jesús y de María, para
quemarlo y así poder quedar tranquilo, y ser hasta el fin de sus días muy
agradecido a Dios por medio de la Virgen, que le consiguió así la
salvación.
El padre Carmagnola cuenta que, asistiendo en la cárcel a una mujer que
había sido acusada injustamente, le pidió que perdonara a su
denunciante. Pero ella le dijo que eso nunca lo haría. Parecía que era imposible
hacerle comprender la importancia del perdón para que pudiera vivir
sin odios y sin deseo de venganza. Por fin, el sacerdote le dio una
estampa de la Virgen y le dijo que le rezara para que pudiera perdonar o, al
menos, que le diera algunos besos para obtener esa gracia. A los dos
días, la prisionera tenía un brillo especial en los ojos. Y le dijo:
- Padre, la Virgen me concedió el milagro de poder perdonar. Ahora rezo
por la persona que me calumnió y siento como si un peso de mil
toneladas se hubiera quitado de mí. Me siento ligera y en paz. ¡Qué grande es
el poder de la oración por intercesión de María!
San Juan Bosco llamaba a la devoción a María, la bancarrota del diablo
y decía que la obra salesiana descansaba sobre el amor a María. Por
eso, afirmaba que podía abandonar muchas devociones, pero no el rosario.
Un día, el político y escritor italiano Massimo D´Azeglio lo visitó y le
dijo que era hora de terminar con el rosario en sus escuelas. Pero Don
Bosco le contestó con firmeza: Prefiero renunciar a su amistad a dejar
de rezar el rosario en nuestras escuelas.
El 20 de agosto de 1862 tuvo un sueño inspirado por Dios. Vio en un
prado, donde jugaban los jóvenes, una gran serpiente de siete u ocho
metros de largo y muy gruesa. Pero un desconocido personaje celestial le
dijo: Agarra una cuerda y amarra la cabeza de la serpiente, sujetando la
cuerda a un peral y a una ventana. El personaje metió la cuerda en una
cajita y, cuando la volvió a abrir, formaba las palabras Ave María. Y le
dijo: Mira la serpiente, representa al demonio y la cuerda el avemaría
o, mejor el rosario, que es una serie de avemarías, con las cuales se
puede vencer y destruir a todos los demonios del infierno.
Pero la serpiente se desesperaba de estar amarrada y se iba muriendo,
poco a poco, soltando pedazos de carne, que algunos chicos comenzaron a
comer, cayendo al suelo envenenados. El personaje de dijo: Hay dos
remedios para curarlos del veneno: el yunque y el martillo. El martillo
significa la confesión y el yunque la comunión. Es necesario hacer uso de
estos dos medios para librarnos del maligno.
San Alfonso María de Ligorio cuenta en el libro Las Glorias de María la
famosa historia de Teófilo, escrita por Eutiquiano, patriarca de
Constantinopla, testigo ocular de esta historia y confirmada por san Pedro
Damián, san Bernardo, san Buenaventura y otros.
Era Teófilo arcediano de la Iglesia de Adana, ciudad de Cilicia, y tan
estimado por todos que el pueblo lo quería por obispo. Pero algunos
malévolos lo calumniaron y él concibió tal sentimiento contra ellos que
fue a buscar a un brujo para que, invocando a Satanás, hiciera daño a sus
adversarios. El brujo le dijo que primero debía él renegar de Jesús y
de María y ponerlo por escrito. Y Teófilo lo firmó con tal de conseguir
sus deseos de venganza.
Pero el obispo, al poco tiempo, dándose cuenta de que le habían
calumniado sin motivo, le pidió perdón y lo repuso en su puesto. Entonces,
Teófilo se dio cuenta de su gran error y con gran remordimiento empezó a
llorar amargamente. ¿Qué hacer? Se fue a una iglesia y, postrado ante
una imagen de la Virgen, le rogaba y le pedía perdón. Así estuvo cuarenta
días, hasta que una noche la Virgen se le apareció y le dijo:
- ¿Qué has hecho, Teófilo? ¿Has renegado de mí y de mi Hijo? ¿Has
vendido tu alma al diablo? Consuélate, pediré por ti.
Animado con esto, siguió rogando y llorando para obtener el perdón de
Dios. Al cabo de nueve días, se le volvió a aparecer la Virgen María y
le dijo:
- Dios te ha perdonado, sé fiel y agradecido.
Pero siguió pidiendo hasta conseguir que Dios hiciera aparecer el
escrito que había firmado, en el que renegaba de Jesús y de María, para
quemarlo y así poder quedar tranquilo, y ser hasta el fin de sus días muy
agradecido a Dios por medio de la Virgen, que le consiguió así la
salvación.
El padre Carmagnola cuenta que, asistiendo en la cárcel a una mujer que
había sido acusada injustamente, le pidió que perdonara a su
denunciante. Pero ella le dijo que eso nunca lo haría. Parecía que era imposible
hacerle comprender la importancia del perdón para que pudiera vivir
sin odios y sin deseo de venganza. Por fin, el sacerdote le dio una
estampa de la Virgen y le dijo que le rezara para que pudiera perdonar o, al
menos, que le diera algunos besos para obtener esa gracia. A los dos
días, la prisionera tenía un brillo especial en los ojos. Y le dijo:
- Padre, la Virgen me concedió el milagro de poder perdonar. Ahora rezo
por la persona que me calumnió y siento como si un peso de mil
toneladas se hubiera quitado de mí. Me siento ligera y en paz. ¡Qué grande es
el poder de la oración por intercesión de María!
San Juan Bosco llamaba a la devoción a María, la bancarrota del diablo
y decía que la obra salesiana descansaba sobre el amor a María. Por
eso, afirmaba que podía abandonar muchas devociones, pero no el rosario.
Un día, el político y escritor italiano Massimo D´Azeglio lo visitó y le
dijo que era hora de terminar con el rosario en sus escuelas. Pero Don
Bosco le contestó con firmeza: Prefiero renunciar a su amistad a dejar
de rezar el rosario en nuestras escuelas.
El 20 de agosto de 1862 tuvo un sueño inspirado por Dios. Vio en un
prado, donde jugaban los jóvenes, una gran serpiente de siete u ocho
metros de largo y muy gruesa. Pero un desconocido personaje celestial le
dijo: Agarra una cuerda y amarra la cabeza de la serpiente, sujetando la
cuerda a un peral y a una ventana. El personaje metió la cuerda en una
cajita y, cuando la volvió a abrir, formaba las palabras Ave María. Y le
dijo: Mira la serpiente, representa al demonio y la cuerda el avemaría
o, mejor el rosario, que es una serie de avemarías, con las cuales se
puede vencer y destruir a todos los demonios del infierno.
Pero la serpiente se desesperaba de estar amarrada y se iba muriendo,
poco a poco, soltando pedazos de carne, que algunos chicos comenzaron a
comer, cayendo al suelo envenenados. El personaje de dijo: Hay dos
remedios para curarlos del veneno: el yunque y el martillo. El martillo
significa la confesión y el yunque la comunión. Es necesario hacer uso de
estos dos medios para librarnos del maligno.
Poesias líricas de Santa Teresa
Mi Amado para mí
Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mi
Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Muero porque no muero
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
Después que muero de amor,
Porque vivo en el Señor
Que me quiso para Sí.
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero:
Que muero porque no muero.
Esta divina prisión
Del amor con que yo vivo
Ha hecho a Dios mi cautivo
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
¡Ay, que larga es esta vida,
Qué duros estos destierros,
Esta cárcel y estos hierros
En que el alma esta metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.
iAy, que vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga
Más pesada que el acero,
Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
Vida, no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera
No se goza estando viva.
Muerte, no seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.
Vida, ¿que puedo yo darle
A mi Dios que vive en mí,
Si no es perderte a ti
Para mejor a El gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
Pues a El solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.
Búscate en mí
Alma, buscarte has en Mí,
Y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
Alma, en Mí te retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
Hermosa, bella, y ansí
En mis entrañas pintada,
Si te pierdes, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.
Que Yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada
Y tan al vivo sacada,
Que si te ves te holgarás
Viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres
Donde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
Sino, si hallarme quisieres
A Mí, buscarme has en ti.
Porque tú eres mi aposento,
Eres mi casa y morada,
Y ansí llamo en cualquier tiempo,
Si hallo en tu pensamiento
Estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme,
Porque para hallarme a Mí,
Bastará solo llamarme,
Que a ti iré sin tardarme
Y a Mí buscarme has en ti.
Vuestra Soy
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes;
Vuestra, pues me redimistes;
Vuestra, pues que me sufristes;
Vuestra, pues que me llamastes;
Vuestra, pues me conservastes;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Que mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le havéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
Dadme consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría,
O por amor ignorancia.
Dadme años de abundancia
O de hambre y carestía,
Dad tiniebla o claro día,
Revolvedme aquí o allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que este holgando,
Quiero por amor holgar,
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea viña fructuosa
O estéril, si cumple ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Sea Josef puesto en cadenas
O de Egipto Adelantado,
O David sufriendo penas,
O ya David encumbrado.
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando,
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí vivid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dichos de Santa Teresa de Jesús
"...Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados... tener a todos por mejores que nosotros..."
"Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías."
"Tener gran confianza... Quiere su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza e sí."
"Guíe su Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos."
"Tu deseo sea de ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu dolor, que no le gozas, y tu gozo, de lo que te puede llevar allá, y vivirás con gran paz."
"Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo".
"Quizás no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos, no ofenderle".
"Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en le portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió".
"Harta misericordia nos hace a todos los que quiere Su Majestad entendamos que es El, el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho desean, porque estos son sus verdaderos amigos".
"No hay que menester alas para ir a buscar a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí".
"Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno lo dan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden. "
"El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras."
"No le parece que ha de haber cosa imposible a quien ama."
"Mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; mire El por mis cosas y yo por las suyas. "
"Sólo amor es el que da valor a todas las cosas. "
"Siempre he visto en mi Dios harto mayores y más crecidas muestras de amor de lo que yo he sabido pedir ni desear. "
"¿Quien no temerá habiendo gastado gastado parte de la vida en no amar a su Dios? "
"¡Oh Señor y verdadero Dios mío! Quien no os conoce, no os ama. "
"Considero yo muchas veces, Cristo mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se muestran vuestros ojos a quien os ama, y Vos, Bien mío, queréis mirar con amor. "
"Use siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma. "
"La perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo. "
"Quien no amare al prójimo no os ama, Señor mío. "
"El amor de Dios es el árbol de la vida en medio del paraíso terrenal. "
"El amor de Dios se adquiere resolviéndonos a trabajar y a sufrir por Él. "
"La mejor manera de descubrir si tenemos el amor de Dios es ver si amamos a nuestro prójimo. "
"Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías."
"Tener gran confianza... Quiere su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza e sí."
"Guíe su Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos."
"Tu deseo sea de ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu dolor, que no le gozas, y tu gozo, de lo que te puede llevar allá, y vivirás con gran paz."
"Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo".
"Quizás no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos, no ofenderle".
"Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en le portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió".
"Harta misericordia nos hace a todos los que quiere Su Majestad entendamos que es El, el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho desean, porque estos son sus verdaderos amigos".
"No hay que menester alas para ir a buscar a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí".
"Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno lo dan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden. "
"El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras."
"No le parece que ha de haber cosa imposible a quien ama."
"Mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; mire El por mis cosas y yo por las suyas. "
"Sólo amor es el que da valor a todas las cosas. "
"Siempre he visto en mi Dios harto mayores y más crecidas muestras de amor de lo que yo he sabido pedir ni desear. "
"¿Quien no temerá habiendo gastado gastado parte de la vida en no amar a su Dios? "
"¡Oh Señor y verdadero Dios mío! Quien no os conoce, no os ama. "
"Considero yo muchas veces, Cristo mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se muestran vuestros ojos a quien os ama, y Vos, Bien mío, queréis mirar con amor. "
"Use siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma. "
"La perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo. "
"Quien no amare al prójimo no os ama, Señor mío. "
"El amor de Dios es el árbol de la vida en medio del paraíso terrenal. "
"El amor de Dios se adquiere resolviéndonos a trabajar y a sufrir por Él. "
"La mejor manera de descubrir si tenemos el amor de Dios es ver si amamos a nuestro prójimo. "
domingo, 14 de octubre de 2007
15 de Octubre: Santa Teresa de Jesús / Enviado por Yvette Camou
Sus primeros años. Santa Teresa de Jesús, llamada también Santa Teresa de Ávila, ha sido una de las grandes mujeres místicas de la historia universal. Su nombre real es el de Teresa de Cepeda Ahumada. Nació el 28 de marzo de 1515 en Gotarrendura, un barrio de la ciudad de Ávila.. Su padre había tenido antes tres hijos con su primera esposa. Casado en segundas nupcias con Beatriz de Ahumada, tendrá otros nueve hijos, entre los que se encuentra nuestra santa. Toda la historia de Teresa lo sabemos gracias a su autobiografía titulada "Libro de la Vida" (1562) entre los que se cuentan diferentes anécdotas de su tiempo de juventud. En él se explica que junto a Rodrigo, uno de us hermanos, se dedicaba a leer libros de santos y de caballerías (en aquel tiempo leer libros de caballerías estaba de moda, no como ahora, que se lee el "Hola" o el "Sport", el "Marca" ...). También se sabe que Teresa era una joven agradable, muy bella, bastante presumida y con mucho "feeling".
Ingreso en el convento. Pronto se dio cuenta que su auténtico "caballero andante" era Jesucristo y entró con tan sólo 20 años en el convento de las hermanas carmelitas de la Encarnación de Ávila. Una congregación que contaba por aquel entonces con 170 monjas! El cambio de vida y de alimentación afectaron a la salud de la santa. Al cabo de dos años vuelve con su familia para recuperarse. Los médicos consultados le receptan unas purgas diarias que agotan aún más a la paciente. Muchos ya la daban por muerta. En 1539 quedó paralizada y un año después se produce una lenta aunque progresiva curación. De vuelta al convento, se encuentra en una lucha interior para llegar a ser más perfecta en su vida religiosa y en su amor al Señor. Según sus memorias, fue en 1541 cuando Cristo se le apareció en persona por primera vez. Él mismo le reprochó aquella situación de inseguridad que duraría hasta 1556. Fue precisamente en aquel año cuando descubrió en un hueco de una pared de un oratorio del convento, una estatuilla de unos 18 centímetros: era un Ecce Homo. Recuerda que el Ecce Homo es una imagen de Jesucristo con el cuerpo lleno de llagas causadas por los latigazos que le dieron los soldados romanos antes de crucificarlo.
¿Que sintió Santa Teresa ante aquella imagen? Pues las mismas llagas de Jesús en su cuerpo. Ella misma escribió: "Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece que se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle". A partir de entonces, Santa Teresa lleva una vida de penitencia, de mortificación y de oración constante. Según ella, "a los que tratan la oración el mismo Señor les hace la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con Él se pasen los trabajos". Para Santa Teresa "el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho".
La transverberación. Seguro amigo/a cibernauta que cuando has leído esta palabra has dicho "¿la qué?. Pues si... la transverberació n. ¿Que es eso? Pues este vocablo viene del latín "transverberare" , que quiere decir "traspasar de un golpe, hiriendo". Los teólogos lo definen como una gracia espiritual especial por la que la persona que la recibe, llena de amor divino, y que tiene el corazón traspasado por una espada. Es un signo de comunión sublime con Jesucristo sufriente. Santa Teresa de Jesús no fue la única que "sufrió" este fenómeno, sino que también se cuenta de la vida de la franciscana italiana Clara de Montefalco. No te pierdas como Santa Teresa escribía esta situación en su diario:
"Le veía en las manos de Ángel un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Esto me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se me quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento".
Las carmelitas descalzas. Después de esta experiencia, la santa (¡santa sin lugar a dudas!) avanzará con paso firme en su perfección. Para ella, la vida de clausura de aquel convento le era insuficiente y decide reformar la congregación para volver a la austeridad, a la pobreza total y a la auténtica clausura de la primitiva congregación carmelita. Los primeros intentos nacen en el año 1560 pero se encontraría con diferentes opiniones en contra. Tuvo la suerte de tener el apoyo de un gran místico como San Juan de la Cruz que le ayudó en todo momento, y es que tal como escribía la santa en su diario: "Nunca dejará el Señor a sus amadores cuando por sólo Él se aventuran". El mismo San Juan de la Cruz haría también una reforma en la orden carmelita masculina. El 24 de agosto de 1562 inaugura su convento bajo una nueva regla muy cerca de Ávila, el convento de San José. Aquella nueva orden recibiría el nombre de "Carmelitas Descalzas de San José", ya que todas las monjas andaban con los pies desnudos. De todas maneras, esta nueva comunidad no sería oficializada hasta la primavera de 1567. Rápidamente, muchas personas quedaron admiradas de la forma de vida de aquellas jóvenes monjas, lo que provocó que se hicieran nuevas comunidades en: Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos de entre muchos más. A sus carmelitas descalzas Santa Teresa les decía: "Para esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual; de que nazcan siempre obras". Es sin duda, la respuesta de la santa ante el auge del protestantismo de Martín Lutero que decía que no eran necesarias las obras de fe para agradar a Dios. Nuestra amiga Teresa tenía también palabras tan curiosas para sus discípulas como estas: "Entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior".
Aquí tienes una relación de los consejos que les daba a sus "discípulas". Una buena manera para entender el espíritu teresiano:
-No quiero hermanas cegatosas. Abrid bien los ojos!
-Ser carmelita es desear, no sólo ser religiosa, sino sobre todo querer vivir retiradas.
-Cuánta paja cuando se funda un convento! Así nunca nos faltará lecho donde dormir.
-El mundo está en llamas, hijas mías. No es momento de tratar con Dios de asuntos de poca importancia
Los últimos instantes de su vida. A pesar de que la Inquisición quiso incautar la autobiografía de Teresa (lo hizo pero al final se pudo rescatar), ella siguió escribiendo en sus memorias cosas como que "no está el amor de Dios en tener lágrimas, sino en servir con justicia y fortaleza de alma y humildad". Continuó trabajando en pro de la comunidad hasta los últimos momentos de su vida terrenal. El 21 de septiembre de 1582 llegaba al convento de Alba de Tormes, pero 8 días después, ya no tiene fuerzas para levantarse de la cama. El 4 de octubre, sus monjas le oyen decir: "Oh Señor mío y Esposo mío, ya es llegada la hora deseada, tiempo es ya que nos veamos. Señor mío, ya es tiempo de caminar". La tradición dice que inmediatamente después de muerta, un árbol que había delante de su celda, muerto desde hacía décadas, volvió a florecer.
Tal y como explica el teólogo Santiago Martín en el libro "Los Santos Protectores" , Santa Teresa "es y será siempre la santa que nos invita a considerar a Dios como el amigo pero también como el Todopoderoso, como el confidente pero también como el Rey que tiene derecho a reinar en nuestra vida".
Los escritos. Teresa de Jesús nos dejó toda una vida de oración, de misticismo, de experiencias místicas con el mismo Jesús y una gran cantidad de libros y cartas (más de 437 epístolas conservadas) . El castellano de Teresa es único. En opinión del filólogo e historiador español Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), "su lenguaje es todo amor; es un lenguaje emocional que deleita en todo lo que contempla, sean las más altas cosas divinas, sean las más pequeñas humanas; su estilo no es más que el abrirse la flor de su alma con el calor amoroso y derramar su perfume femenino de encanto incomparable" . Uno de los textos más conocidos de la santa es este:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa.
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.
Invocaciones. Invocan a Santa Teresa de Jesús aquellos que tienen dificultades para rezar, los que sufren sueños no deseados y aquellos que padecen de insomnio. Protege a las monjas en general, a los agentes de la propiedad urbana y a aquellos que pasan por momentos de flacidez espiritual. También pueden invocarla los que han emprendido negocios y se encuentran en dificultades. Ya hace muchos años, Santa Teresa era la abogada de aquellos cazadores que capturaban pájaros con trampas y otros artilugios que no eran las escopetas. Onomástica: 15 de octubre
Tradiciones en Catalunya. En el día de su onomástica, especialmente en Catalunya, muchos cazadores de pájaros salían al bosque con sus trampas para hacer una buena "cacería". Pero ... todos los pájaros capturados se tenían que comer en el gran manjar que se organizaba en el mismo bosque; estaba prohibido llevarse cualquier animal "volador" a casa. Los grandes beneficiados de esta "fiesta" eran, aparte de los cazadores, los perros de caza, que comían como "reyes". Los cazadores de pájaros no estaban muy bien considerados entre el colectivo de cazadores en general, ya que su "arte" era considerado de baja calidad. Es por este motivo que existía por entonces un refrán en catalán que decía:
Caçador d'ocellets,
caçador de menudets.
Caçadors d'ocellets,
pocs dinerets.
Tal y como te he comentado anteriormente, Santa Teresa es la abogada de los sueños. Si te despiertas con un sueño no deseado, existe una oración muy antigua en catalán que muchos de nuestros bisabuelos rezaban:
A Santa Teresa ofereixo
aquest somni que he tingut;
si és bo, que vingui amb mi;
si és dolent, que el mar se l'endugui.
Señor, Dios nuestro, que suscitaste como modelo y maestra a Santa Teresa. Enséñanos a seguir sus caminos. Ella supo hacer de su vida una constante conversión y nos dejó en sus escritos los pasos a dar por el camino de la perfección. Ella nos describió la fugacidad de la vida y de cómo nuestra sed de felicidad solamente Dios la puede colmar. Que aprendamos sus lecciones y un día podamos cantar eternamente tus misericordias. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.
Ingreso en el convento. Pronto se dio cuenta que su auténtico "caballero andante" era Jesucristo y entró con tan sólo 20 años en el convento de las hermanas carmelitas de la Encarnación de Ávila. Una congregación que contaba por aquel entonces con 170 monjas! El cambio de vida y de alimentación afectaron a la salud de la santa. Al cabo de dos años vuelve con su familia para recuperarse. Los médicos consultados le receptan unas purgas diarias que agotan aún más a la paciente. Muchos ya la daban por muerta. En 1539 quedó paralizada y un año después se produce una lenta aunque progresiva curación. De vuelta al convento, se encuentra en una lucha interior para llegar a ser más perfecta en su vida religiosa y en su amor al Señor. Según sus memorias, fue en 1541 cuando Cristo se le apareció en persona por primera vez. Él mismo le reprochó aquella situación de inseguridad que duraría hasta 1556. Fue precisamente en aquel año cuando descubrió en un hueco de una pared de un oratorio del convento, una estatuilla de unos 18 centímetros: era un Ecce Homo. Recuerda que el Ecce Homo es una imagen de Jesucristo con el cuerpo lleno de llagas causadas por los latigazos que le dieron los soldados romanos antes de crucificarlo.
¿Que sintió Santa Teresa ante aquella imagen? Pues las mismas llagas de Jesús en su cuerpo. Ella misma escribió: "Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece que se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle". A partir de entonces, Santa Teresa lleva una vida de penitencia, de mortificación y de oración constante. Según ella, "a los que tratan la oración el mismo Señor les hace la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con Él se pasen los trabajos". Para Santa Teresa "el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho".
La transverberación. Seguro amigo/a cibernauta que cuando has leído esta palabra has dicho "¿la qué?. Pues si... la transverberació n. ¿Que es eso? Pues este vocablo viene del latín "transverberare" , que quiere decir "traspasar de un golpe, hiriendo". Los teólogos lo definen como una gracia espiritual especial por la que la persona que la recibe, llena de amor divino, y que tiene el corazón traspasado por una espada. Es un signo de comunión sublime con Jesucristo sufriente. Santa Teresa de Jesús no fue la única que "sufrió" este fenómeno, sino que también se cuenta de la vida de la franciscana italiana Clara de Montefalco. No te pierdas como Santa Teresa escribía esta situación en su diario:
"Le veía en las manos de Ángel un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Esto me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se me quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento".
Las carmelitas descalzas. Después de esta experiencia, la santa (¡santa sin lugar a dudas!) avanzará con paso firme en su perfección. Para ella, la vida de clausura de aquel convento le era insuficiente y decide reformar la congregación para volver a la austeridad, a la pobreza total y a la auténtica clausura de la primitiva congregación carmelita. Los primeros intentos nacen en el año 1560 pero se encontraría con diferentes opiniones en contra. Tuvo la suerte de tener el apoyo de un gran místico como San Juan de la Cruz que le ayudó en todo momento, y es que tal como escribía la santa en su diario: "Nunca dejará el Señor a sus amadores cuando por sólo Él se aventuran". El mismo San Juan de la Cruz haría también una reforma en la orden carmelita masculina. El 24 de agosto de 1562 inaugura su convento bajo una nueva regla muy cerca de Ávila, el convento de San José. Aquella nueva orden recibiría el nombre de "Carmelitas Descalzas de San José", ya que todas las monjas andaban con los pies desnudos. De todas maneras, esta nueva comunidad no sería oficializada hasta la primavera de 1567. Rápidamente, muchas personas quedaron admiradas de la forma de vida de aquellas jóvenes monjas, lo que provocó que se hicieran nuevas comunidades en: Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos de entre muchos más. A sus carmelitas descalzas Santa Teresa les decía: "Para esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual; de que nazcan siempre obras". Es sin duda, la respuesta de la santa ante el auge del protestantismo de Martín Lutero que decía que no eran necesarias las obras de fe para agradar a Dios. Nuestra amiga Teresa tenía también palabras tan curiosas para sus discípulas como estas: "Entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior".
Aquí tienes una relación de los consejos que les daba a sus "discípulas". Una buena manera para entender el espíritu teresiano:
-No quiero hermanas cegatosas. Abrid bien los ojos!
-Ser carmelita es desear, no sólo ser religiosa, sino sobre todo querer vivir retiradas.
-Cuánta paja cuando se funda un convento! Así nunca nos faltará lecho donde dormir.
-El mundo está en llamas, hijas mías. No es momento de tratar con Dios de asuntos de poca importancia
Los últimos instantes de su vida. A pesar de que la Inquisición quiso incautar la autobiografía de Teresa (lo hizo pero al final se pudo rescatar), ella siguió escribiendo en sus memorias cosas como que "no está el amor de Dios en tener lágrimas, sino en servir con justicia y fortaleza de alma y humildad". Continuó trabajando en pro de la comunidad hasta los últimos momentos de su vida terrenal. El 21 de septiembre de 1582 llegaba al convento de Alba de Tormes, pero 8 días después, ya no tiene fuerzas para levantarse de la cama. El 4 de octubre, sus monjas le oyen decir: "Oh Señor mío y Esposo mío, ya es llegada la hora deseada, tiempo es ya que nos veamos. Señor mío, ya es tiempo de caminar". La tradición dice que inmediatamente después de muerta, un árbol que había delante de su celda, muerto desde hacía décadas, volvió a florecer.
Tal y como explica el teólogo Santiago Martín en el libro "Los Santos Protectores" , Santa Teresa "es y será siempre la santa que nos invita a considerar a Dios como el amigo pero también como el Todopoderoso, como el confidente pero también como el Rey que tiene derecho a reinar en nuestra vida".
Los escritos. Teresa de Jesús nos dejó toda una vida de oración, de misticismo, de experiencias místicas con el mismo Jesús y una gran cantidad de libros y cartas (más de 437 epístolas conservadas) . El castellano de Teresa es único. En opinión del filólogo e historiador español Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), "su lenguaje es todo amor; es un lenguaje emocional que deleita en todo lo que contempla, sean las más altas cosas divinas, sean las más pequeñas humanas; su estilo no es más que el abrirse la flor de su alma con el calor amoroso y derramar su perfume femenino de encanto incomparable" . Uno de los textos más conocidos de la santa es este:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa.
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.
Invocaciones. Invocan a Santa Teresa de Jesús aquellos que tienen dificultades para rezar, los que sufren sueños no deseados y aquellos que padecen de insomnio. Protege a las monjas en general, a los agentes de la propiedad urbana y a aquellos que pasan por momentos de flacidez espiritual. También pueden invocarla los que han emprendido negocios y se encuentran en dificultades. Ya hace muchos años, Santa Teresa era la abogada de aquellos cazadores que capturaban pájaros con trampas y otros artilugios que no eran las escopetas. Onomástica: 15 de octubre
Tradiciones en Catalunya. En el día de su onomástica, especialmente en Catalunya, muchos cazadores de pájaros salían al bosque con sus trampas para hacer una buena "cacería". Pero ... todos los pájaros capturados se tenían que comer en el gran manjar que se organizaba en el mismo bosque; estaba prohibido llevarse cualquier animal "volador" a casa. Los grandes beneficiados de esta "fiesta" eran, aparte de los cazadores, los perros de caza, que comían como "reyes". Los cazadores de pájaros no estaban muy bien considerados entre el colectivo de cazadores en general, ya que su "arte" era considerado de baja calidad. Es por este motivo que existía por entonces un refrán en catalán que decía:
Caçador d'ocellets,
caçador de menudets.
Caçadors d'ocellets,
pocs dinerets.
Tal y como te he comentado anteriormente, Santa Teresa es la abogada de los sueños. Si te despiertas con un sueño no deseado, existe una oración muy antigua en catalán que muchos de nuestros bisabuelos rezaban:
A Santa Teresa ofereixo
aquest somni que he tingut;
si és bo, que vingui amb mi;
si és dolent, que el mar se l'endugui.
Señor, Dios nuestro, que suscitaste como modelo y maestra a Santa Teresa. Enséñanos a seguir sus caminos. Ella supo hacer de su vida una constante conversión y nos dejó en sus escritos los pasos a dar por el camino de la perfección. Ella nos describió la fugacidad de la vida y de cómo nuestra sed de felicidad solamente Dios la puede colmar. Que aprendamos sus lecciones y un día podamos cantar eternamente tus misericordias. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.
Amor del bueno / Autor: Vicente D. Yanes, L.C.
En el famosísimo ’68, un estudiante de una universidad europea tuvo la ocurrencia de dejar una pintada en la barda. Ésta aseguraba, con no poca ironía, que “El amor eterno dura tres meses”. Supongo que no lo hizo por mero cinismo, quizá él mismo había experimentado una decepción recientemente y el graffiti no era más que un desahogo emocional. Lo que no dudo, es que ese muchacho no estaba hablando del verdadero amor.
Ese “sentimiento de amor” que dura tres meses no es amor. “Se parece” tanto al amor como la caricatura del tigre del cereal se parece al temible felino del sureste de Asia: al primero lo tiras a la basura, al segundo lo respetas. El auténtico amor no es un sentimiento, porque los sentimientos van y vienen más rápido de lo que tardas en cambiar un canal en la tele.
Conozco un caso desde hace tiempo que siempre me hace reflexionar sobre la fuerza del auténtico amor. Por más que parezca inverosímil el hecho es completamente real. Por respeto a los protagonistas omitiré los detalles que puedan identificarlos.
Alfonso salió de su casa por la mañana, como todos los días para ir a trabajar. Rebeca, su mujer, lo despide en la puerta sin notar nada extraño. Lo ve como siempre, contento, con el deseo de que salgan bien las cosas en la tienda y pueda regresar a tiempo para comer.
Llega el mediodía sin Alfonso. Rebeca espera. Es de noche y Alfonso no vuelve. En la tienda le dicen que no llegó a trabajar. La misma historia al día siguiente, y al otro. Pasa toda la semana sin noticias de Alfonso. Nadie sabe dar razón de él. Parece que se lo ha tragado la tierra. Pasa un mes, y otro y otro. Alfonso se fue. ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Cómo? No hay respuesta. Hace un año de todo esto y Rebeca sigue esperando. Y se suceden los años…. sin saber nada de Alfonso.
¿Qué pasó con Alfonso? De camino a su trabajo se sintió mal. Se detuvo bajo una agradable sombra, a un lado de una construcción que quedó a medias. Se desmayó y cayó en una fosa, golpeándose aparatosamente la cabeza. Más tarde volvió en sí, pero no sabía quién era, dónde estaba y mucho menos qué tenía que hacer. Comenzó a caminar y a caminar y sin tener dónde vivir, durmió en las calles.
Era tal su confusión que, a lo largo de los meses y los años, cruzó el país vagando de un lado para otro. Una institución que se dedica a recoger a los indigentes y ayudarlos en su readaptación lo encontró. Habían pasado poco más de 9 años desde que Alfonso saliera de su casa hacia su trabajo en la tienda. En las terapias los enfermeros comienzan a darse cuenta de que Alfonso es una persona que demuestra haber tenido una educación, una carrera profesional…
Si te parece que es una historia difícil de creer, todavía te falta conocer lo más asombroso del hecho. Diez años después de su salida de casa, Alfonso regresa al hogar. No quiso llamar pues no esperaba encontrar ya a su mujer. Había pasado tanto tiempo…
Rebeca le recibe con lágrimas en los ojos…. “¡Volviste!” Alfonso la mira más extrañado aún. Ella continúa sola. No quiso casarse con otro hombre. En la sala descubre que todo sigue como antes: las fotos de su boda, las vacaciones… Y en la mesa, donde estaba su lugar, seguía el tarro en el que bebía su cerveza.
-“Rebeca, ¡me esperaste!... Cómo…” –Alfonso tartamudeaba emocionado.
-“Yo nunca te he dejado de amar” –fue la respuesta de la esposa, que le recibía con un cariñoso abrazo.
Parece difícil de creerlo, pero es un hecho real. Existe este amor, que sabe esperar aun cuando no reciba respuesta.
El amor dura tres meses cuando es un amor egoísta –que es la piratería más vendida y más barata del amor-. Por el contrario, una de las características principales del verdadero amor –casi me atrevo a decir que es su principal “sello de autenticidad”- es el desinterés. El amor no es un “te doy para que luego me des”, sino un “te doy porque te amo, incluso aunque te tardes en corresponderme”. Y entiendo yo que nadie se cansaría de hacer el bien a la persona amada.
El amor, para decirlo de una manera gráfica, no es cosa de centímetros. El amor no se mide ni con termómetro ni con regla. Ya lo decía Santa Teresa: “El amor sólo tiene sentido cuando es para siempre”.
Ese “sentimiento de amor” que dura tres meses no es amor. “Se parece” tanto al amor como la caricatura del tigre del cereal se parece al temible felino del sureste de Asia: al primero lo tiras a la basura, al segundo lo respetas. El auténtico amor no es un sentimiento, porque los sentimientos van y vienen más rápido de lo que tardas en cambiar un canal en la tele.
Conozco un caso desde hace tiempo que siempre me hace reflexionar sobre la fuerza del auténtico amor. Por más que parezca inverosímil el hecho es completamente real. Por respeto a los protagonistas omitiré los detalles que puedan identificarlos.
Alfonso salió de su casa por la mañana, como todos los días para ir a trabajar. Rebeca, su mujer, lo despide en la puerta sin notar nada extraño. Lo ve como siempre, contento, con el deseo de que salgan bien las cosas en la tienda y pueda regresar a tiempo para comer.
Llega el mediodía sin Alfonso. Rebeca espera. Es de noche y Alfonso no vuelve. En la tienda le dicen que no llegó a trabajar. La misma historia al día siguiente, y al otro. Pasa toda la semana sin noticias de Alfonso. Nadie sabe dar razón de él. Parece que se lo ha tragado la tierra. Pasa un mes, y otro y otro. Alfonso se fue. ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Cómo? No hay respuesta. Hace un año de todo esto y Rebeca sigue esperando. Y se suceden los años…. sin saber nada de Alfonso.
¿Qué pasó con Alfonso? De camino a su trabajo se sintió mal. Se detuvo bajo una agradable sombra, a un lado de una construcción que quedó a medias. Se desmayó y cayó en una fosa, golpeándose aparatosamente la cabeza. Más tarde volvió en sí, pero no sabía quién era, dónde estaba y mucho menos qué tenía que hacer. Comenzó a caminar y a caminar y sin tener dónde vivir, durmió en las calles.
Era tal su confusión que, a lo largo de los meses y los años, cruzó el país vagando de un lado para otro. Una institución que se dedica a recoger a los indigentes y ayudarlos en su readaptación lo encontró. Habían pasado poco más de 9 años desde que Alfonso saliera de su casa hacia su trabajo en la tienda. En las terapias los enfermeros comienzan a darse cuenta de que Alfonso es una persona que demuestra haber tenido una educación, una carrera profesional…
Si te parece que es una historia difícil de creer, todavía te falta conocer lo más asombroso del hecho. Diez años después de su salida de casa, Alfonso regresa al hogar. No quiso llamar pues no esperaba encontrar ya a su mujer. Había pasado tanto tiempo…
Rebeca le recibe con lágrimas en los ojos…. “¡Volviste!” Alfonso la mira más extrañado aún. Ella continúa sola. No quiso casarse con otro hombre. En la sala descubre que todo sigue como antes: las fotos de su boda, las vacaciones… Y en la mesa, donde estaba su lugar, seguía el tarro en el que bebía su cerveza.
-“Rebeca, ¡me esperaste!... Cómo…” –Alfonso tartamudeaba emocionado.
-“Yo nunca te he dejado de amar” –fue la respuesta de la esposa, que le recibía con un cariñoso abrazo.
Parece difícil de creerlo, pero es un hecho real. Existe este amor, que sabe esperar aun cuando no reciba respuesta.
El amor dura tres meses cuando es un amor egoísta –que es la piratería más vendida y más barata del amor-. Por el contrario, una de las características principales del verdadero amor –casi me atrevo a decir que es su principal “sello de autenticidad”- es el desinterés. El amor no es un “te doy para que luego me des”, sino un “te doy porque te amo, incluso aunque te tardes en corresponderme”. Y entiendo yo que nadie se cansaría de hacer el bien a la persona amada.
El amor, para decirlo de una manera gráfica, no es cosa de centímetros. El amor no se mide ni con termómetro ni con regla. Ya lo decía Santa Teresa: “El amor sólo tiene sentido cuando es para siempre”.
viernes, 12 de octubre de 2007
La necesidad de un cuarto de hora de oración al día / Autor: Jean Lafrance
No soy yo el que te da este consejo, sino la misma Santa Teresa de Ávila. Había abandonado casi totalmente la oración después de su profesión en el Carmelo de la Encarnación de Ávila y la vuelva a iniciar a los 28 años, a la muerte de su padre. A petición de sus hermanas carmelitas empieza a "escribir algunas cosas de oración". Se encuentra en ella una frase extraordinaria en la que dice esto: "Respondo de la salvación de aquel que haga un cuarto de hora de oración al día".
Para Teresa no se trata de un seguro de vida, sino quiere decirte sencillamente que si haces de verdad oración cada día, van a sucederte , la gloria de Cristo resucitado va a invadirte progresivamente y a la larga ahogará al hombre viejo. En esto sentido afirma que el pecado puede cohabitar en ti con la oración.
Teresa de Ávila sabe muy bien que aumentarás la dosis. El Espíritu Santo te dará a gustar el agua viva y a diferencia de otras bebidas, no te saciarás nunca. La oración, cuanto más la posees, más la deseas. En el terreno de la oración, por el Espíritu Santo tú harás mucha oración. Pero empieza primero por un cuarto de hora. Luego, te apasionarás por la oración y presentirás, con deseo y temor que puede llegar a ser una vida interior a tu propia vida.
Ahora bien, si te propones hacer un cuarto de hora de oración cada día, puedes prever numerosas infidelidades; no hacerla, acortarla, o lo que es más peligroso, hacer como si la hicieses a tus propios ojos o ante los de Dios. Encontrarás muchas excusas: el trabajo, el cansancio, lo aburrido de la oración, la impresión de que pierdes el tiempo; en este terreno somos bastante imaginativos. Pero si has tomado la decisión de hacer oración cada día, hay una regla fundamental que podríamos enunciar así: las infidelidades no tienen ninguna importancia, con tal de que las reconozcas como tales y sobre todo que no te instales en ellas.
Si durante muchos meses no haces oración, pero estás atormentado por ello, estás salvado. Por el contrario, si haciendo oración, dejas penetrar en ti la turbación, estás en peligro. Estoy pensando en todos aquellos que afirman: la oración no es para mí, o vale más que entregarse a los demás que perder así el tiempo, o los que hacen objeciones más sutiles sobre la posibilidad misma de la oración o sobre la forma de hacerla.
Teresa define así la oración: "Tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Te invita sencillamente a dejar que la presencia trinitaria, que impregna el fondo de tu ser, suba a la superficie de tu conciencia para investirlo por entero de un sentimiento de alegría. Me dirás tal vez que la oración no es siempre para ti un tiempo de alegría, y es cierto pero poco a poco, irás distanciándote de lo que experimentas para poner únicamente tu alegría en Cristo resucitado.
La oración es el comienzo del cielo en tu corazón, pero el cielo no está nunca fuera de ti, está siempre escondido en el fondo de tu corazón y es de dentro de donde brotará el agua viva.
--------------------------------------------------------------------------------
Seguramente os habréis encontrado con hombres y mujeres de oración; entre ellos monjes, laicos, sacerdotes, ancianas, monjas o jóvenes, en su mayoría gente sencilla y pobre. Estas personas "han sido captadas" por la oración, aunque está oculta en el fondo de su corazón, es invisible; sólo la mirada del Padre ve en lo secreto.
Estas personas continúan su vida normalmente: trabajan, hablan, duermen, comen y oran con sus hermanos, pero si no tenéis "ojo" en el sentido de "ver a través", no os daréis cuenta de que están siempre en oración en el santuario interior de su corazón. Se comprende que oculten su tesoro, pues es lo mejor y más precioso que tienen.
Si les preguntáis un poco, os dirán que esta oración continua es una gracia recibida, y algunos, por no decir todos, añadirán que la han recibido por intercesión de la Virgen. Para muchos, el humilde rezo del Rosario fue el camino de humildad y de pobreza que les sumergió en la oración continua. Basta hacer uno mismo la experiencia al comienzo de la aventura de la oración. Nos rompemos la cabeza para encontrar el contacto con Dios o para hacer silencio, y no lo conseguimos. Nos ponemos a recitar el Rosario y la oración habita en el corazón antes de que nos hayamos puesto a pensar en Dios.
Hay ahí un secreto inaccesible a los sabios y a los inteligentes, pero revelado únicamente a los pequeños. No lo explico, sólo lo constato e invito a los lectores a que ellos mismos hagan la experiencia y juzguen por los resultados. Si no se puede explicar ni conocer el origen o el término de esta experiencia que nos supera, se puede al menos, dice San Bernardo, "discernir el momento de su venida y la hora de su retirada". ¿Por qué este discernimiento? Para dar gracias cuando la oración se presenta y para desearla cuando se ausenta.
Parece que en el momento que se repite la invocación "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores", la oración irrumpe en nuestro corazón. La oración que se inscribe aquí abajo en nuestras pobres palabras humanas repercute en la oración de la Virgen en el cielo. Somos muy conscientes de que María ha tomado el relevo de nuestra oración y que intercede por nosotros junto a Jesús, siendo aún más conscientes de que no hay más que una intercesión: la de Jesús al Padre (Heb 7,25). María, en la gloria del cielo, intercede por nosotros y nos hace experimentar las arras de la oración del Espíritu. Algunos días, tenemos como la intuición de compartir su oración del corazón y que nos parece bueno estar allí sencillamente con ella. Otras veces repasamos en la memoria del corazón el hilo de los acontecimientos de la jornada y descubrimos los humildes pasos del Señor, sus llamadas discretas y también los rechazos que le hemos opuesto haciéndonos los sordos.
Como las cuentas del Rosario, estos acontecimientos forman un todo que presentamos al Señor en la acción de gracias y el arrepentimiento. A veces, en fin, esta oración del corazón se identifica con el silencio y el descanso bajo la mirada del Padre.
Que María nos conceda el acoger la oración del Espíritu en nosotros como Dios quiere, tanto en la alegría como en la sequedad.
--------------------------------------------------------------------------------
En ocasión de un retiro o unos ejercicios, pregúntate si oras de verdad, es decir: ¿cuando entras en una Iglesia o haces oración en tu cuarto, te pones verdaderamente de rodillas? Si es así, vuelve a empezar lo más a menudo posible y déjate penetrar por esa actitud; conseguirá hacer de ti un hombre invadido por la oración, envuelto en la luz de Dios, en una palabra un hombre ebrio de Espíritu, pues el fin de la oración es precisamente la adquisición del Espíritu Santo.
Dice San Juan Crisóstomo: "La Sagrada Escritura llama a la gracia del Espíritu Santo unas veces fuego, otras agua, dando a entender que estos nombres indican no la sustancia, sino la operación. Fuego, para mostrar el ardor y la fuerza de la gracia, agua para señalar que refresca y purifica el alma de los que la reciben." La Misericordia de Dios nos arranca del corazón un grito que toca el corazón de Dios. No tienes excusa alguna para no querer o no lanzar ese grito, pues aquí, querer y poder, son la misma cosa. Entonces, antes de cualquier oración, ponte de rodillas despacio y conscientemente, proclamando que no estás en primer plano, aunque tengas dudas sobre Dios, que es quien está en primer lugar.
Si encuentras resistencias que te impiden hacerlo, no insistas. Pide con sencillez la gracia de estar de rodillas: Dios mío, muéstrame tu rostro y enséñame aceptar estar en segundo plano. Si de verdad estás convencido de todo esto, tu vida de oración no podrá continuar como hasta ahora. Entre tanto, si ni siquiera consigues orar de esa manera, pero tienes el deseo de hacerlo, pide a los que pueden orar que lo hagan por ti. Hay hombres y mujeres cuya vocación es suplicar en el nombre de sus hermanos.
Lo que caracteriza a esta oración, es que no hay que esforzarse para entrar en ella porque te impregna y te envuelve por todas partes. Es en verdad un baño en el agua viva de la oración. Si estás en la soledad, busca un lugar donde esté la Eucaristía y entra en la oración de Cristo. Puedes también deslizarte en la oración de María, que perseveró en el Cenáculo en la intercesión o entra en la oración de los santos.
El que puede orar un cuarto de segundo puede orar todo el tiempo. Es una cuestión de costumbre y de fidelidad.
--------------------------------------------------------------------------------
A propósito de la mujer adúltera, que se quedó sola ante Cristo, San Agustín hace esta magnífica reflexión: "No hay más que dos cosas, la miseria y la misericordia". A mí me gusta añadir: en medio está el grito silencioso de esta mujer que agita violentamente el corazón de Cristo y le mueve a compasión.
Lo mismo le pasa a la oración frente al misterio insondable de la Santísima Trinidad. Es ciertamente una oración de adoración, pero ésta no es posible sino a partir de un grito de súplica que es la confesión de tu miseria. Dios te hace toda clase de regalos y crees que te ama por esos dones, siendo así que es tu miseria lo que le regocija y seduce. Así se desvela un misterio muy extraño, accesible únicamente a los pobres: te enseña el arte de considerar tu miseria como si fuese una perla preciosa, difícil de encontrar y digna de la búsqueda más apasionada.
El Espíritu Santo (don de ciencia) te sugiere, haciéndotelo saborear delicadamente con que ternura Jesús ama tu miseria y te aconseja que la acojas, no con la lucidez despiadada sugerida por el demonio, sino en la lucidez más profunda del Espíritu Santo. Cuando el demonio te muestra tu miseria, te desesperas, mientras que el Espíritu Santo lo hace con dulzura y descubres con estupor que tiene todo poder sobre el corazón de Dios, pues le seduce.
En la oración, hay que tener la mirada perdidamente fija en su amor misericordioso para presentir que tu miseria es amable. No temas desplegarla bajo su mirada porque tan pronto como se ha iniciado este movimiento, comienza la caza que te precipita hacia el encuentro en el que te espera Cristo.
Viendo a Dios cara a cara, te ves tal como eres tú y comprendes cuanto se complace Dios viendo el esplendor de tu pobreza. Cuanto más te coloques en el fondo de tu miseria tanto más podrás gritar hacia El, es entonces cuando te arrancará de los bajos fondos. Ahí esta el secreto de la oración continua. Las tentaciones y las pruebas te enseñarán a orar.
No es tu grito el que toca el corazón de Dios, sino es él el que ahonda tu corazón en profundidad para que puedas escuchar el grito de Dios. Dios llama a la tierra y tú le das diferentes respuestas. Y él continúa llamando hasta el día en que tú le respondes: "Aquí el pobre que te llama y tiene necesidad de ti, porque no puede más...", entonces Dios está cerca del pobre, del corazón quebrantado que le invoca de verdad.
Para Teresa no se trata de un seguro de vida, sino quiere decirte sencillamente que si haces de verdad oración cada día, van a sucederte , la gloria de Cristo resucitado va a invadirte progresivamente y a la larga ahogará al hombre viejo. En esto sentido afirma que el pecado puede cohabitar en ti con la oración.
Teresa de Ávila sabe muy bien que aumentarás la dosis. El Espíritu Santo te dará a gustar el agua viva y a diferencia de otras bebidas, no te saciarás nunca. La oración, cuanto más la posees, más la deseas. En el terreno de la oración, por el Espíritu Santo tú harás mucha oración. Pero empieza primero por un cuarto de hora. Luego, te apasionarás por la oración y presentirás, con deseo y temor que puede llegar a ser una vida interior a tu propia vida.
Ahora bien, si te propones hacer un cuarto de hora de oración cada día, puedes prever numerosas infidelidades; no hacerla, acortarla, o lo que es más peligroso, hacer como si la hicieses a tus propios ojos o ante los de Dios. Encontrarás muchas excusas: el trabajo, el cansancio, lo aburrido de la oración, la impresión de que pierdes el tiempo; en este terreno somos bastante imaginativos. Pero si has tomado la decisión de hacer oración cada día, hay una regla fundamental que podríamos enunciar así: las infidelidades no tienen ninguna importancia, con tal de que las reconozcas como tales y sobre todo que no te instales en ellas.
Si durante muchos meses no haces oración, pero estás atormentado por ello, estás salvado. Por el contrario, si haciendo oración, dejas penetrar en ti la turbación, estás en peligro. Estoy pensando en todos aquellos que afirman: la oración no es para mí, o vale más que entregarse a los demás que perder así el tiempo, o los que hacen objeciones más sutiles sobre la posibilidad misma de la oración o sobre la forma de hacerla.
Teresa define así la oración: "Tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Te invita sencillamente a dejar que la presencia trinitaria, que impregna el fondo de tu ser, suba a la superficie de tu conciencia para investirlo por entero de un sentimiento de alegría. Me dirás tal vez que la oración no es siempre para ti un tiempo de alegría, y es cierto pero poco a poco, irás distanciándote de lo que experimentas para poner únicamente tu alegría en Cristo resucitado.
La oración es el comienzo del cielo en tu corazón, pero el cielo no está nunca fuera de ti, está siempre escondido en el fondo de tu corazón y es de dentro de donde brotará el agua viva.
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Seguramente os habréis encontrado con hombres y mujeres de oración; entre ellos monjes, laicos, sacerdotes, ancianas, monjas o jóvenes, en su mayoría gente sencilla y pobre. Estas personas "han sido captadas" por la oración, aunque está oculta en el fondo de su corazón, es invisible; sólo la mirada del Padre ve en lo secreto.
Estas personas continúan su vida normalmente: trabajan, hablan, duermen, comen y oran con sus hermanos, pero si no tenéis "ojo" en el sentido de "ver a través", no os daréis cuenta de que están siempre en oración en el santuario interior de su corazón. Se comprende que oculten su tesoro, pues es lo mejor y más precioso que tienen.
Si les preguntáis un poco, os dirán que esta oración continua es una gracia recibida, y algunos, por no decir todos, añadirán que la han recibido por intercesión de la Virgen. Para muchos, el humilde rezo del Rosario fue el camino de humildad y de pobreza que les sumergió en la oración continua. Basta hacer uno mismo la experiencia al comienzo de la aventura de la oración. Nos rompemos la cabeza para encontrar el contacto con Dios o para hacer silencio, y no lo conseguimos. Nos ponemos a recitar el Rosario y la oración habita en el corazón antes de que nos hayamos puesto a pensar en Dios.
Hay ahí un secreto inaccesible a los sabios y a los inteligentes, pero revelado únicamente a los pequeños. No lo explico, sólo lo constato e invito a los lectores a que ellos mismos hagan la experiencia y juzguen por los resultados. Si no se puede explicar ni conocer el origen o el término de esta experiencia que nos supera, se puede al menos, dice San Bernardo, "discernir el momento de su venida y la hora de su retirada". ¿Por qué este discernimiento? Para dar gracias cuando la oración se presenta y para desearla cuando se ausenta.
Parece que en el momento que se repite la invocación "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores", la oración irrumpe en nuestro corazón. La oración que se inscribe aquí abajo en nuestras pobres palabras humanas repercute en la oración de la Virgen en el cielo. Somos muy conscientes de que María ha tomado el relevo de nuestra oración y que intercede por nosotros junto a Jesús, siendo aún más conscientes de que no hay más que una intercesión: la de Jesús al Padre (Heb 7,25). María, en la gloria del cielo, intercede por nosotros y nos hace experimentar las arras de la oración del Espíritu. Algunos días, tenemos como la intuición de compartir su oración del corazón y que nos parece bueno estar allí sencillamente con ella. Otras veces repasamos en la memoria del corazón el hilo de los acontecimientos de la jornada y descubrimos los humildes pasos del Señor, sus llamadas discretas y también los rechazos que le hemos opuesto haciéndonos los sordos.
Como las cuentas del Rosario, estos acontecimientos forman un todo que presentamos al Señor en la acción de gracias y el arrepentimiento. A veces, en fin, esta oración del corazón se identifica con el silencio y el descanso bajo la mirada del Padre.
Que María nos conceda el acoger la oración del Espíritu en nosotros como Dios quiere, tanto en la alegría como en la sequedad.
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En ocasión de un retiro o unos ejercicios, pregúntate si oras de verdad, es decir: ¿cuando entras en una Iglesia o haces oración en tu cuarto, te pones verdaderamente de rodillas? Si es así, vuelve a empezar lo más a menudo posible y déjate penetrar por esa actitud; conseguirá hacer de ti un hombre invadido por la oración, envuelto en la luz de Dios, en una palabra un hombre ebrio de Espíritu, pues el fin de la oración es precisamente la adquisición del Espíritu Santo.
Dice San Juan Crisóstomo: "La Sagrada Escritura llama a la gracia del Espíritu Santo unas veces fuego, otras agua, dando a entender que estos nombres indican no la sustancia, sino la operación. Fuego, para mostrar el ardor y la fuerza de la gracia, agua para señalar que refresca y purifica el alma de los que la reciben." La Misericordia de Dios nos arranca del corazón un grito que toca el corazón de Dios. No tienes excusa alguna para no querer o no lanzar ese grito, pues aquí, querer y poder, son la misma cosa. Entonces, antes de cualquier oración, ponte de rodillas despacio y conscientemente, proclamando que no estás en primer plano, aunque tengas dudas sobre Dios, que es quien está en primer lugar.
Si encuentras resistencias que te impiden hacerlo, no insistas. Pide con sencillez la gracia de estar de rodillas: Dios mío, muéstrame tu rostro y enséñame aceptar estar en segundo plano. Si de verdad estás convencido de todo esto, tu vida de oración no podrá continuar como hasta ahora. Entre tanto, si ni siquiera consigues orar de esa manera, pero tienes el deseo de hacerlo, pide a los que pueden orar que lo hagan por ti. Hay hombres y mujeres cuya vocación es suplicar en el nombre de sus hermanos.
Lo que caracteriza a esta oración, es que no hay que esforzarse para entrar en ella porque te impregna y te envuelve por todas partes. Es en verdad un baño en el agua viva de la oración. Si estás en la soledad, busca un lugar donde esté la Eucaristía y entra en la oración de Cristo. Puedes también deslizarte en la oración de María, que perseveró en el Cenáculo en la intercesión o entra en la oración de los santos.
El que puede orar un cuarto de segundo puede orar todo el tiempo. Es una cuestión de costumbre y de fidelidad.
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A propósito de la mujer adúltera, que se quedó sola ante Cristo, San Agustín hace esta magnífica reflexión: "No hay más que dos cosas, la miseria y la misericordia". A mí me gusta añadir: en medio está el grito silencioso de esta mujer que agita violentamente el corazón de Cristo y le mueve a compasión.
Lo mismo le pasa a la oración frente al misterio insondable de la Santísima Trinidad. Es ciertamente una oración de adoración, pero ésta no es posible sino a partir de un grito de súplica que es la confesión de tu miseria. Dios te hace toda clase de regalos y crees que te ama por esos dones, siendo así que es tu miseria lo que le regocija y seduce. Así se desvela un misterio muy extraño, accesible únicamente a los pobres: te enseña el arte de considerar tu miseria como si fuese una perla preciosa, difícil de encontrar y digna de la búsqueda más apasionada.
El Espíritu Santo (don de ciencia) te sugiere, haciéndotelo saborear delicadamente con que ternura Jesús ama tu miseria y te aconseja que la acojas, no con la lucidez despiadada sugerida por el demonio, sino en la lucidez más profunda del Espíritu Santo. Cuando el demonio te muestra tu miseria, te desesperas, mientras que el Espíritu Santo lo hace con dulzura y descubres con estupor que tiene todo poder sobre el corazón de Dios, pues le seduce.
En la oración, hay que tener la mirada perdidamente fija en su amor misericordioso para presentir que tu miseria es amable. No temas desplegarla bajo su mirada porque tan pronto como se ha iniciado este movimiento, comienza la caza que te precipita hacia el encuentro en el que te espera Cristo.
Viendo a Dios cara a cara, te ves tal como eres tú y comprendes cuanto se complace Dios viendo el esplendor de tu pobreza. Cuanto más te coloques en el fondo de tu miseria tanto más podrás gritar hacia El, es entonces cuando te arrancará de los bajos fondos. Ahí esta el secreto de la oración continua. Las tentaciones y las pruebas te enseñarán a orar.
No es tu grito el que toca el corazón de Dios, sino es él el que ahonda tu corazón en profundidad para que puedas escuchar el grito de Dios. Dios llama a la tierra y tú le das diferentes respuestas. Y él continúa llamando hasta el día en que tú le respondes: "Aquí el pobre que te llama y tiene necesidad de ti, porque no puede más...", entonces Dios está cerca del pobre, del corazón quebrantado que le invoca de verdad.
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