* «Nos quedamos sordos y mudos ante los dolores de las personas marcadas por enfermedades, angustias y dificultades. Demasiadas veces el enfermo y el sufriente se convierten en un problema, mientras que deberían ser una oportunidad para mostrar la preocupación y la solidaridad de una sociedad hacia los más débiles. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas que sufren y necesitan ayuda, evitando el egoísmo y el cierre del corazón. Es precisamente el corazón, es decir, el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús vino a “abrir”, a liberar, a hacernos capaces de vivir plenamente nuestra relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, sordomudo interiormente por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar, a su vez, el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y entrega»
Video completo de la transmisión en directo de 13 TV traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus
9 de septiembre de 2018.- (Camino Católico) En la soleada mañana del 9 de septiembre, XXIII Domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Reflexionando sobre el Evangelio Dominical (cf. Mc 7,31-37), que relata la milagrosa curación de Jesús a un sordomudo entre la multitud que lo seguía en las proximidades del mar de Galilea, el Santo Padre destaca la forma de actuar que caracteriza al Señor:
“Siempre con discreción. No quiere impresionar a la gente, no está en la búsqueda de popularidad o éxito, sino que sólo quiere hacer el bien a las personas. Con esta actitud, Él nos enseña que el bien debe hacerse sin clamores y sin ostentación, sin hacer sonar la trompeta, va realizado en silencio”.
Francisco ha hecho hincapié en que «Jesús quiere hacer entender que el milagro se produce por su unión con el Padre: por esta razón, levantó su mirada al cielo. Luego suspiró y pronunció la palabra resolutiva: “Effatá”, que significa “Ábrete”. Y al instante el hombre fue sanado: sus oídos se abieron, su lengua se soltó. La sanación era para él una “apertura” a los demás y al mundo».