La triste realidad es que la mayoría de los fieles no sienten deseos de visitar a Jesús durante la semana. Por lo cual, tampoco se ve la necesidad de dejar abiertas las iglesias. Y Jesús se pasa horas y horas, solitario, esperando a alguna alma piadosa, que venga a consolarlo y darle la alegría de pedirle sus bendiciones.
"Cristo, personalmente presente junto a la luz vacilante de la lámpara solitaria, sigue exigiendo una respuesta personal, invitando al diálogo a los que adoran con fe" (Pablo VI al Congreso eucarístico del Perú, 30-8-65). Cristo no está en el sagrario de modo estático, como si estuviera durmiendo, sino está vivo y dinámico. Su presencia real no es un "estar ahí", sino "estar por ti". Te está esperando ¿hasta cuándo?.
En los primeros tiempos del cristianismo, se guardaba la Eucaristía en las casas para llevarla a los enfermos o a los cristianos que iban a padecer el martirio o a otras Iglesias en señal de comunión. ¡Con cuánto amor la guardaban! Cuando entres a una iglesia y veas la luz parpadeante de la lámpara, piensa que allí está Jesús, tu Dios, esperándote. En la hostia santa está el milagro más grande del mundo, un milagro que la mente humana no puede comprender, porque es un milagro de amor.
Él te sigue esperando desde hace dos mil años, escondido en la hostia, pequeño, invisible, pero el mismo Jesús de Nazaret. Acércate a El con amor y devoción como los pastores, como los magos, como lo hicieron María y José aquel día de Navidad. Después de la misa y comunión, la mejor receta que puedo darte para que crezcas en santidad es: ¡Cinco minutos de sagrario cada día! Cuando necesites a Jesús, búscalo en el sagrario de nuestras iglesias, míralo a los ojos, ten sed de no perderlo de vista, ten sed de quedarte a sus pies, ten sed de amarlo con todo tu corazón.
No te canses de amarlo día y noche. A todas horas, levanta tu mirada hacia el sagrario más cercano. Allí está tu amigo Jesús. Allí está el Amor y la Vida. Allí está la Salud y la Paz. Allí está tu Dios. ¡Cuántos secretos de amor se encierran allí! ¡Cuánta luz sale del sagrario! Jesús Eucaristía debe ser el centro de tu vida, el amigo más querido, el tesoro más preciado. En El encontrarás la ternura de Dios.
Mira a Jesús en el sagrario y déjate amar por El. Vete cada día a visitarlo. Allí aprenderás más que en los libros. Escucha su Palabra como la Magdalena, que estaba a los pies de Jesús. Pon en sus manos tus problemas y necesidades. Háblale de tu vida, de los tuyos, del mundo entero, pues todo le interesa. Y sentirás una paz inmensa que nada ni nadie podrá darte jamás. El sosegará tu ánimo y te dará fuerzas para seguir viviendo. El te dirá como a Jairo: "No tengas miedo, solamente confía en Mí" (Mc 5,36).
¡Qué benditos momentos los pasados junto a Jesús en el sagrario! ¡Cómo ayudan a crecer espiritualmente! Es algo sublime que no se puede explicar. No te pierdas tantos tesoros. No digas que no tienes tiempo. Aunque sea unos momentos, no dejes de entrar, cuando pases delante de una iglesia y, si está cerrada, dirígele desde fuera unas palabras de amor. Dile que lo amas y salúdalo con una sonrisa. En el sagrario hay vida, está la fuente de la vida, hay corrientes de vida, manantiales de vida, hogueras misteriosas de vida. Allí está Jesús, el Dios de la vida. Allí recibirás las inmensas riquezas de un Dios Omnipotente, que quiere ser tu amigo y servirse de ti para salvar a tus hermanos.
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