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sábado, 5 de enero de 2008

"Con alegría adorad al Señor": Reconoced que es Dios / Autores: Conchi y Arturo

"¡Cantad al Señor con alegría,
habitantes de toda la tierra!
Con alegría adorad al Señor;
¡con gritos de alegría venid a su presencia!
Reconoced que el Señor es Dios;
él nos hizo y somos suyos;
¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado!
Venid a sus puertas, entrad en su templo
cantando himnos de alabanza y gratitud.
¡Dadle gracias, bendecid su nombre!
Porque el Señor es bueno;
su amor es eterno
y su fidelidad no tiene fin."


Salmo 100 (99)

Dios se manifiesta a los hombres. Su luz nos deslumbra a todos. Unos, como los Reyes Magos queremos dejar todas nuestras comodidades y caminar en busca del Amor Trinitario venido al mundo como Verbo Encarnado. Otros, aparentemente dicen ser indiferentes a la luminosidad del Niño Jesús. Sin embargo, no hay luz de más potencia real que la que emana del corazón de Dios. Por lo tanto nadie puede quedarse quieto ante un foco que brilla poderosamente: O bien intentamos adaptarnos a la luz que nos deslumbra o sólo podemos cerrar los ojos, vivir en tinieblas y no desear ver al Salvador del mundo.

Como dice el salmo 100 (99) la invitación del Señor a conocerle es para todos los habitantes de la tierra. La actitud de los Reyes Magos, personas que gozaban de prestigio en su tierra y que dejaron todo para buscar al Mesías es la que nos interesa. Dios está a tu lado y te está mirando, Él es tu estrella. ¿Deseas adorarlo?. ¿Quieres dejar todo lo que te quita la paz y la alegría a sus pies? ¿Quieres al abrir los ojos cada mañana encontrarte con el Creador de tu vida ?
¿Eres capaz de reconocer que el Señor es Dios y que Él nos hizo y somos suyos?.

Dejar todo en las manos de Dios

Quizás el prestigio en la sociedad, la familia, el trabajo, los ambientes que frecuentamos sea un impedimento muy superior a lo que creemos para poder adorar con alegría al Señor. Ser vulnerables y caminar dejándose guiar en adoración por el mismo Dios es la única forma en la que nuestra conversión podrá ir creciendo cada día y transformándonos en el rostro encarnado de Cristo.

El prestigio, los miedos, las inseguridades, nuestras prevenciones ante los contratiempos sufridos en la vida, la condición social y también las tareas pastorales y evangelizadoras han de ser abandonadas ante Jesús a cada instante. Todo nuestro ser y sus actos deben ser una ofrenda agradable a Dios en adoración. Todos los bienes materiales y espirituales han de ser depositados ante quién tiene ardientes ansias por mostrarnos el único camino para cada uno de los seres humanos: la auténtica voluntad de Dios. Nosotros mismos, -con lo que hacemos, tenemos y pensamos,- somos el oro que los Reyes Magos dejaron ante el Niño Jesús.

Reconocemos que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, cuando dejamos toda nuestra vida en sus manos y estamos dispuestos a seguirle y a no mirar atrás. Es entonces cuando nos convertimos en pueblo suyo y ovejas de su prado. Hay que meditar profundamente en oración el camino de ida y vuelta que realizamos en nuestra vida: ponemos todo a los pies del Señor pero a las pocas horas ya le estamos pidiendo prestadas nuevamente nuestras viejas ofrendas.

Volvemos sin saber como a sentirnos atraídos por el espíritu del mundo que nos reclama. En esos momentos retrocedemos y es cuando nos cansamos porque hemos vuelto otra vez al principio del camino. Los Reyes Magos al encontrarse con Jesús vuelven por otro camino distinto. Eran extranjeros, científicos, sabios, pero el conocimiento de Dios no les dejó volver a su pasado.

El mayor peligro que tenemos, si no maduramos la fe en oración y adoración, es el de no darnos cuenta de nuestros retrocesos y quedar huérfanos al lado del camino. Reconocer que uno ha retrocedido es saber que se ha perdido y debe retomar el rumbo mirando a la estrella que le ilumina, Dios mismo. No hay que atemorizarse por tener conciencia que uno se ha perdido, más bien debemos preocuparnos cuando creyendo andar estemos muy ocupados por tantas cosas que no sepamos de donde viene la luz del Salvador del mundo.

Dios siempre es fiel

La alegría de ponernos ante Dios y darle gracias tiene que estar asentada en saber que Dios siempre es fiel y que sólo la libertad que nos ha regalado como Hijos de Dios es la que nos aleja de su Voluntad llena de Vida. El mismo salmo 100 (99) nos lo recuerda: "Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin."

Vive estos días escuchando la voz del Padre desde el Cielo exclamando: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido.” (Mt 3, 17). Sobre ti el Señor desea pronunciar esas mismas palabras segundo a segundo sólo necesita que le digas: "Sí, quiero seguir tus pasos, hacer vida tus Palabras". Por eso no pierdas jamás el tiempo y no te canses de adorarlo y alabarlo como está escrito en Isaias 61, 10-11:

"¡Cómo me alegro en el Señor!
Me lleno de gozo en mi Dios,
porque me ha brindado su salvación,
¡me ha cubierto de victoria!
Soy como un novio que se pone su corona
o una novia que se adorna con sus joyas.
Porque así como nacen las plantas de la tierra
y brotan los retoños en un jardín,
así hará el Señor que brote su victoria
y que todas las naciones entonen cantos de alabanza."


Ya Dios manifestaba su voluntad en los profetas y nos hablaba y sigue haciéndolo hoy si deseas escuchar de sus labios lo que es para ti y se afirma en Isaias 62, 1-5:

"Por amor a ti, Sión, no me quedaré callado;
por amor a ti, Jerusalén, no descansaré
hasta que tu victoria brille como el amanecer
y tu salvación como una antorcha encendida.
Las naciones verán tu salvación;
todos los reyes verán tu gloria.
Entonces tendrás un nombre nuevo
que el Señor mismo te dará.
Tú serás una hermosa corona real
en la mano del Señor tu Dios.
No volverán a llamarte “Abandonada”
ni a tu tierra la llamarán “Destruida”,
sino que tu nombre será “Mi predilecta”
y el de tu tierra “Esposa mía”.
Porque tú eres la predilecta del Señor,
y él será como un esposo para tu tierra.
Porque así como un joven se casa con su novia,
así Dios te tomará por esposa,
te reconstruirá y será feliz contigo."


Ser testigo y heraldo de que Cristo es el Salvador

Los Reyes Magos fueron portadores de una Buena Noticia aún cuando no la habían constatado, pese a su sabiduría y conocimientos científicos. Van a Herodes a proclamársela y él constata que sus sacerdotes conocían el lugar del nacimiento, donde estaba el Niño Dios. Los Magos dejaron todas sus posesiones a los pies del Salvador y debieron tener tal alegría al encontrarse cara a cara con Jesús, que su camino sólo debió consistir en contar a todos lo que habían descubierto: la Fuente de la Vida. San Pablo en Romanos 10, 8-15, nos muestra el camino nuevo por el que hay que andar después de adorar al Mesías:

“La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón.” Esta palabra es el mensaje de fe que predicamos. Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia y con la boca se confiesa a Jesucristo para alcanzar la salvación.

La Escritura dice: “El que confía en Él no se verá defraudado. No hay diferencia entre judíos y no judíos, pues el mismo que es Señor de todos da con abundancia a cuantos le invocan. Acerca de esto dice: “Todos los que invoquen el nombre del Señor alcanzarán la salvación.” Pero, ¿cómo lo van a invocar, si no han creído en él? ¿Y cómo van a creer, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír, si nadie les anuncia el mensaje? ¿Y cómo van a anunciarlo, si no hay quien los envíe? Como dice la Escritura: “¡Qué hermosa es la llegada de los que traen buenas noticias!”.


Del 10 % a todo lo que necesito

Proclamar la Palabra de Dios es ponerla en práctca en nuestra vida. Sólo así seremos verdadera luz. Hoy se investigan nuevos datos de las fechas y el lugar del nacimiento de Jesús. Pese a ello, el conocimiento profundo de una persona no se realiza sólo por el lugar donde nació sino por la convivencia y el conocimiento real.
Vivir queriendo conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo es la única forma de que el mismo Dios nos lo revele.

Estamos convencidos que aunque se llegue a la conclusión de que Jesús nació en otro lugar nadie podrá demostrar que viniera al mundo de una manera ostentosa y opulenta. Cristo se mostró a los sencillos. Nació y vivió humildemente. Nunca utilizó su condición de Dios para imponerse y proponer el Plan de Dios. Sirvió a todos siendo el Señor y siempre hacía lo que luego decía: Oraba, curaba, compartía, multiplicaba y no se instaló nunca en un lugar permanente. Pasó haciendo el bien.

Tomemos como ejemplo los resultados de la encuesta que hemos realizado durante meses en nuestro blog:

"Dad y se os dará, una medida justa..." ¿Qué % de vuestros ingresos dedicais cada mes a atender enfermos, pobres, necesitados...?

Ninguno, por qué ingreso muy poco 16%

Un 1 % el 10%

Un 3 % el 8%

Un 5 % el 9%

Un 10 % el 55%

La mayoria que ha participado ha escogido la respuesta de aportar el 10% de los ingresos personales para colaborar con los más necesitados. Eso tiene la base bíblica de dar el diezmo:

"Entregad la décima parte de cuanto tenéis al tesoro del templo, para que haya alimentos en mi casa. Tratad después de probarme, os propone Yaveh de los ejércitos, y veréis que os abro la compuertas del cielo y derramo sobre vosotros la lluvia bendita." (Mal. 3,10)

Lo más importante no es sólo dar materialmente una parte de lo que tenemos, sino de lo que realmente necesitamos. La viuda pobre del Evangelio echó dos monedas de muy poco valor y Jesús llamó la atención de sus discípulos y les dijo:

"Os aseguro que ésta pobre viuda ha dado más que todos ellos pues todos han echado dinero que les sobraba. Ella en cambio ha dado todo lo que tenía." (Mt. 43, 44)

Una decisión personal

Dar todo lo que necesitamos supone renunciar paulatinamente a cosas materiales, ociosas, emocionales y afectivas, que nos hacen creer poderosos ante los demás y nos asientan en el egoísmo. Si no empezamos dando algo de lo que necesitamos nunca podremos dar todo a cambio de nada, sólo por amor. Esta renuncia debe hacerse libremente y como sabiamente aconseja San Pablo en 2Co. 9, 7:

"Cada uno dé según lo decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría".

Interiorizar de quien nos proviene todo lo que tenemos y somos es un paso espiritual importante. El Antiguo Testamento habla con claridad:

"Porque todo viene de ti y de tu mano proviene lo que te damos". (1ºCro. 29, 14)

"Comprendí que nunca tendría la sabiduría a no ser por un don de Dios y que ya era inteligencia saber de donde procede éste favor". (Sab. 8, 21)

¿Por qué no podemos renunciar al 99% de las horas de televisión que vemos y dedicarlas a la familia o a los enfermos? ¿Por qué no podemos renunciar a 2 de los 3 cafés que nos tomamos y entregar el dinero a los pobres? ¿Por qué no podemos renunciar a la mitad de los regalos que nos hacemos y destinar a los demás lo que nos costarían?... Podríamos hacer una larga lista de cosas de las que podríamos prescindir y compartir sin renunciar a nada de lo imprescindible para vivir cómodamente. Si somos incapaces de dar lo que no necesitamos pidamos la gracia de poder hacerlo para llegar a entregar toda nuestra vida a los demás donde nos espera el rostro de Cristo.



Adoremos, alabemos y oremos al Señor con salmos:

"¡Aleluya!
Alabaré al Señor con toda mi alma
Alabaré al Señor mientras yo viva;
cantaré himnos a mi Dios mientras yo exista.
No pongáis vuestra confianza en hombres importantes,
en simples hombres que no pueden salvar;
pues cuando mueren retornan al polvo,
y ese mismo día terminan sus proyectos.

Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob,
quien pone su esperanza en el Señor su Dios.
Él hizo el cielo, la tierra y el mar,
y todo lo que hay en ellos.
Él siempre mantiene su palabra.
Hace justicia a los oprimidos
y da de comer a los hambrientos.

El Señor da libertad a los presos;
el Señor devuelve la vista a los ciegos;
el Señor levanta a los caídos;
el Señor ama a los hombres honrados.
El Señor protege a los extranjeros
y sostiene a los huérfanos y a las viudas,
pero hace que los malvados pierdan el camino.

Oh Sión,
el Señor reinará por siempre;
tu Dios reinará por todos los siglos.
¡Aleluya!"


Salmo 146 (145)

"¡Aleluya!

¡Qué bueno es cantar himnos a nuestro Dios!
¡A él se le deben dulces alabanzas!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y reúne a los dispersos de Israel.
Él sana a los que tienen roto el corazón
y les venda las heridas.
Él determina el número de las estrellas
y a cada una le pone nombre.
Grande es nuestro Dios y grande su poder;
su inteligencia es infinita.
El Señor levanta a los humildes,
pero humilla por completo a los malvados.

Cantad al Señor con gratitud;
cantad himnos a nuestro Dios al son del arpa.
Él cubre de nubes el cielo,
prepara la lluvia para la tierra,
hace crecer los pastos en los montes,
da de comer a los animales
y a las crías de los cuervos cuando chillan.
No es la fuerza del caballo ni los músculos del hombre
lo que más agrada al Señor;
a él le agradan los que le honran,
los que confían en su amor.

Jerusalén, alaba al Señor;
Sión, alaba a tu Dios.
Pues él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de la ciudad.
Él trae la paz a tu territorio
y te satisface con lo mejor del trigo.
Él envía su palabra a la tierra,
y su palabra corre a toda prisa.
Él produce la nieve como si fuera lana
y esparce la escarcha como si fuera polvo.
Él envía el hielo en forma de granizo;
con el frío que envía, el agua se congela.
Pero envía su palabra, y la derrite;
hace soplar el viento, y el agua corre.
Él dio a conocer a Jacob, a Israel,
su palabra, sus leyes y decretos.
No hizo lo mismo con las otras naciones,
las cuales nunca conocieron sus decretos.
¡Aleluya!"


Salmo 146-147


¡Aleluya!
¡Alabad a Dios en su santuario!
¡Alabadle en su majestuosa bóveda celeste!
¡Alabadle por sus hechos poderosos!
¡Alabadle por su grandeza infinita!
¡Alabadle con toques de trompeta!
¡Alabadle con arpa y salterio!
¡Alabadle danzando al son de panderos!
¡Alabadle con flautas e instrumentos de cuerda!
¡Alabadle con platillos sonoros!
¡Alabadle con platillos vibrantes!
¡Que todo lo que respira alabe al Señor!
¡Aleluya!"


Salmo 150

Que cada instante alabemos a Dios porque vivimos para Él y con Él.

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