«En nuestras comunidades hay personas que están sufriendo mucho, que viven crucificadas por la enfermedad, el dolor, la soledad, el abandono de sus familiares o la precariedad económica. Nosotros, la comunidad cristiana, hemos de hacer todo lo posible por aliviar este sufrimiento, pero sólo el Señor puede dar el verdadero consuelo. El sufrimiento es una llamada a la vida mística, a hacer del Señor nuestra Roca, nuestro Refugio, nuestra Fortaleza, a vivir por Él y para Él»
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