Luego de haber practicado yoga por varios años “de una forma casual y sin adentrarse en la espiritualidad oriental”, la autora reveló que un día, cuando estudiaba en la Universidad de Colorado, participó de una clase de yoga en la que presenció “un elemento malévolo. Cuando el instructor hacía poses y recitaba meditaciones, estaba adorando alguna cosa. Y no era Dios”, dice Uebbing, a pesar de que en ese tiempo no era católica practicante.
«Hay algunas diferencias fundamentales entre el hinduismo y el cristianismo. Vamos a centrarnos en los grandes. Las diferencias más básicas son el politeísmo (muchos dioses) contra el monoteísmo (un solo Dios); y la aniquilación del yo para la búsqueda de la ‘unidad con la creación’ contrapuesta a un Dios que se aniquiló a sí mismo para entregarse plenamente a sus criaturas. Practicar yoga, siendo católico, no es tratar de integrar una hermosa tradición cultural o forma de arte en el culto, sino que significa la adoración de otros dioses. Y existe un solo Dios. Él es el Dios de Isaac y Abraham y su Hijo unigénito es Jesucristo. Practicar otra forma de adoración es romper el Primer Mandamiento»
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