“Al convertir durante esta Cena el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para darse en alimento a sus discípulos, Jesús se revela como el verdadero Cordero cuyo sacrificio nos libera de la esclavitud del pecado, cuya Sangre nos libra de la muerte eterna y cuya Carne nos sostiene y fortalece en nuestro peregrinar hacia la vida eterna… Pero no podemos olvidar que para renovar esta Alianza hemos de reconciliarnos con Dios y asumir incondicionalmente su proyecto de vida: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos»”
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