* «Caí de rodillas y las lágrimas brotaban de mis ojos. Me miró y sonrió y oí muy claro: ‘¡bienvenida!, veo que encontraste a mis amigos. Me estás buscando a mí. Yo soy a quien buscas‘. Era la voz amable pero fuerte de un hombre. ¿Me estaré volviendo loca?… Yo quedé allí sollozando, pero sabía que tenía que irme: Jesús ya no estaba allí… Le dije a Charlie lo que había pasado, que estaba buscando a Jesús ahora y que quería ir a misa con él el domingo siguiente. Vosotros tenéis a Jesús en vuestra iglesia todo el rato, ¿no? Voy a ir y empezar a prestar atención… Aprendí a llevar mis heridas a Dios y a confiar que Él las va a abrir, redimir y hacer algo hermoso y nuevo»
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