* «Yo administraba el orfanato de St. Joseph, donde vivían niños cristianos de diferentes ciudades controladas por ISIS que se quedaron solos debido a la pérdida de sus padres por eventos dramáticos como asesinatos, explosiones y secuestros. Ya en su corta edad, que iba desde los dos años y medio de los más pequeños hasta los 15 de los más grandes, han sido testigos de devastación, explosiones y guerra que se escuchaban aún a 20 kilómetros de distancia. Cuando escuchábamos todo eso, la única manera de calmarlos era repetir la frase: ‘Dios no nos deja solos, Jesús es amor’»
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