* «Fue como si mi corazón de repente se abriera a una certeza casi instintiva de que Dios realmente existe. Era algo que me superaba. Una nueva conciencia. Un momento de despertar. Una herida en el corazón… Mi vida se ha convertido en un intento de responder a esta gracia. Hoy aprendo todos los días a rechazar el egocentrismo, arraigándome en una comunidad que me ayuda en mi vocación a la santidad y a dejar mis pecados para encarnar el pensamiento que Dios tenía cuando me creó»
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