* «Casi me siento danzar cuando distribuyo el Cuerpo de Cristo a los que vienen a comulgar. Intento controlarme, pero los comulgantes a menudo comentan que sonrío. Nunca había escuchado una confesión en mis 34 años como sacerdote episcopaliano, pero oí dos o tres el día que celebré mi primera misa en la Iglesia Católica, y cientos y cientos más desde entonces. Dios recogió mi formación espiritual, bíblica y psicológica para prepararme, y dejo el confesionario dando gracias por cómo trabaja Él»
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