* «Empecé a rezar un poco en secreto, a pedirle a Dios cosas sencillas. Lo que sucedió no es quizá muy extraordinario, pero respondió cuando yo todavía no era un creyente. Entonces continué mi camino y me dije: sólo buscaré la alegría, la alegría profunda. Descubrí que cuanto más rezaba, más asistía a los sacramentos, más estaba con otros creyentes, más crecía mi alegría. Así que me dije: «¿Por qué no hacer esto a tiempo completo?» Así es que ahora trato de dedicar toda mi vida a Dios, ya sea en la contemplación, en el estudio de las cosas de Dios, en la enseñanza, en la oración o en la misión»
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