* «Estábamos por la mañana caminando por el campo hacia allí, íbamos hablando, y en esto experimenté un amor inmenso, que me traspasaba el corazón y me llenaba de una alegría que no sabía ni que existía, a la vez también con muchísima paz. No sé explicarlo de otra manera, pero en el corazón tuve la certeza de decir: “Es Jesús”. No sé explicarlo mejor. Desde pequeño me habían explicado la fe y que lo más importante es que Cristo vive y ha resucitado, y de repente no era algo sabido, sino que yo estaba palpando su amor, me sentía conocido hasta las entrañas y profundamente querido»
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